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Escena Musical Ilustración: Nelson Ponce. Ilustración: Nelson Ponce.

El ADN de la rumba en 20 nombres

A pesar de ser uno de los componentes más auténticos de nuestra cultura, la rumba, nacida y criada en los barrios marginales y los puertos del occidente de la Isla, ha tenido que conformarse durante mucho tiempo con el carácter mayormente informal de sus prácticas. Es un hecho que la mayoría de sus intérpretes no fueron en vida reconocidos como artistas por derecho propio ni por la industria musical o danzaria ni por el consumidor no especializado. 

Si pensamos en nombres individuales de rumberos conocidos por el gran público, nos alcanzan los dedos de una mano para contar a Chano Pozo, Celeste Mendoza, Tata Güines, Merceditas Valdés o los hermanos Abreu —integrantes de Los Papines, lo que deja injustamente en el olvido a una pléyade de cantantes, bailarines y maestros de este género cuyas voces, manos, hombros y piernas son parte inseparable de la identidad colectiva de Cuba como nación.

Es imposible mencionarlos a todos en una lista, pero en los nombres que aquí aparecen indudablemente grandes queremos homenajear a centenares de artistas en varias generaciones de rumberas y rumberos de Cuba. Ojalá este acercamiento más allá del merecido nombramiento de la rumba como Patrimonio Cultural de la Humanidad sirva para que nuestros más jóvenes lectores se acerquen a profundizar en un género que, muchas veces a contrapelo del sufrimiento vital de sus cultores, nos ha dado tantas alegrías.

 José Rosario Oviedo Malanga 

Famoso rumbero matancero, nacido en la zona de Unión de Reyes, de madre esclava. Fue un virtuoso bailador de columbia (variante de la rumba que tuvo su génesis precisamente en los suburbios de los pueblos de Matanzas, en los caseríos alrededor de los ingenios azucareros), la que adornaba con peripecias y filigranas como bailar con botellas, cuchillos afilados y pasos rápidos en punta de pie. Formó parte del primer grupo tradicional de raíces afrocubanas que se conoció en Cuba como Los Rumberos, colectivo que conquistó inicialmente los escenarios locales por medio de un muy llamativo espectáculo de danza y música entre cajones, cencerros, pañuelos y toda suerte de cabriolas. En La Habana dejó bien sentada su fama de bailador entre los rumberos de los barrios de Jesús María y Los Sitios. Según testimonios de quienes tuvieron la suerte de ver bailar a Malanga, los pasillos y peripecias que realizaba eran sorprendentes. Su muerte está rodeada de leyendas que incluyen la del asesinato a manos de competidores rumberos, usando vidrio molido mezclado con su comida. Muchas rumbas recuerdan su destreza como bailarín y la pérdida que sufrió el género con su muerte: “…Siento una voz que me llama /Malanga murió”… “Unión de Reyes llora / murió el timbero mayor”. En el año 2020 su vida intensa y misteriosa dio pie a una novela biográfica que transmitió Radio Progreso.

Andrea Baró 

Muchas son las mujeres destacadas en el cantar y danzar matancero. El libro de la joven musicóloga Roxana Coz cuenta maravillas de esa cepa rumbera. Junto a las de Estanislá Luna, las historias de Andrea Baró son de las más antiguas y exiguas, pero también de las que no pueden faltar, aunque haya apenas evidencias. Por poco que se haya encontrado de su vida, su nombre es de obligada mención porque el apellido Baró es parte de la genética del folclor matancero. Muchos fueron los esclavos y descendientes del central Santa Rita Baró, de Jovellanos, que con el apellido de su “dueño” se diseminaron por todo Matanzas, Camagüey y en zonas orientales de la Isla, portando una herencia llena de cantos, toques, ceremonias rituales y rumba. Cuentan que Andrea era devota de Oggún y que en su casa las fiestas santorales y las rumbas duraban días. El baile de la Baró se inmortalizó en montunos que aún cantan muchos rumberos, porque no solo sabía de los secretos de la tradición espiritual africana, también cruzó las fronteras del tiempo y los prejuicios, y fue la primera que se lanzó como “columbiana”, arrebatando pasos rumberos solo pensados para los hombres. Muchas otras, años más tarde, seguirían su camino.

Nieves Fresneda 

Bailarina y cantante, esta mujer menuda actuó durante muchos años solamente para su familia, amigos o vecinos del barrio. Pero tanto arte no podía ser para tan pocos. Formó parte de varias agrupaciones de claves y coros de guaguancó y del grupo Los Roncos, que lideraba Ignacio Piñeiro. Fue figura estelar de la comparsa Las Bolleras, donde se inició en 1937 y figuró también en las sociedades Los Cocheros, Minerva y Jóvenes del Cayo. En la década del 60 trabajó con el musicólogo Argeliers León en el espectáculo Cantos y leyendas en el Teatro Nacional, cantando a Oshún y bailando a Yemayá, orisha de quien se dice que fue la más completa intérprete. Más tarde pasó al Conjunto Folklórico Nacional. Nieves Fresneda fue fiel colaboradora del bailarín, coreógrafo, maestro, investigador y fundador de la danza moderna en Cuba, Ramiro Guerra.

Florencio Calle Catalino  

También conocido como Mulense, fue director fundador y compositor principal (además de tocador de maruga, guagua o catá) del ensamble de rumba Guaguancó Matancero (1952), que surgido de espontáneas interacciones socioculturales en los barrios La Marina y Simpson es la génesis de Los Muñequitos de Matanzas. Lideró la instauración de un modo de cantar que revolucionó la rumba cubana, con las voces a dúo de Esteban Lantrí Saldiguera, voz prima; Hortensio Alfonso Virulilla, voz tercera; y Juan Bosco, en las inspiraciones. También es uno de los responsables de una rítmica peculiar que aún marca la identidad de la rumba matancera, con percusionistas como Ángel Pelladito, Papi Mesa, Chachá y Gregorio Díaz Goyito.

 Alberto Zayas El Melodioso 

Está considerado como uno de los vocalistas/compositores de guaguancó más importantes de la historia de la rumba. A los 14 años ya vivía en el barrio habanero de El Cerro y cantaba en coros de clave, los conjuntos precursores del guaguancó, donde se ganó su apodo. En 1925 se mudó a Guanabacoa. Según varios relatos, Zayas tocó con varios conjuntos de son como el Sexteto Habanero y el Sexteto Boloña, antes de centrarse en la rumba y otros géneros afrocubanos. Fue informante y colaborador del etnomusicólogo Fernando Ortiz quien en 1941 invitara al antropólogo norteamericano Harold Courlander a una ceremonia abakuá en Guanabacoa. De este encuentro surgieron parte de las 10 horas de material grabado que se conservan en los Archivos de Música Tradicional (Universidad de Indiana), algunas de las cuales fueron editadas por Folkways Records en 1951 bajo el título de Cult Music of Cuba. Alberto Zayas es el autor de la primera rumba que se hizo famosa en Cuba a través de la radio y las victrolas, El vivebien, que popularizó el cantante Roberto Maza junto al Grupo Lulú Yonkori, conocido también como Grupo Folclórico. 

Manuela Alonso Valdés 

Reinó en Cayo Hueso cantando y bailando en rumbas de solares enardecidos, y fue figura principal en comparsas como Las Bolleras y Los Componedores de Batea.  Cuentan que bailó con Chano Pozo en varias ocasiones y que se presentó en la emisora RHC, Cadena Azul, así como en los espectáculos de Gilberto Valdés. Su prestigio le acreditó ante fanáticos y estudiosos, y, cuando se fundó el Conjunto Folklórico Nacional, ella fue una de las imprescindibles, junto a otras grandes, como Nieves Fresneda. Desde allí sembró otro camino lleno de éxitos. Dicen que bailando yambú sus pies iban al ritmo pausado de su saya amplísima, revelando un profundo conocimiento de las danzas ancestrales. Ese arte único quedó grabado en filmes como Romance del Palmar y Sucedió en La Habana (1938), Yambaó (1957) y La Bella del Alhambra (1989). 

Gonzalo Ascencio Tío Tom  

Su devoción a la rumba comenzó muy pronto, en el solar en que nació en el barrio de Cayo Hueso. De niño, trabajó como limpiabotas, vendedor de periódicos, ayudante de albañil y jornalero, mientras estudiaba la primaria. En los años 20, la familia se trasladó frecuentemente de barrio, hasta establecerse en Guanabacoa. Según el investigador Leonardo Acosta, no había compositor de guaguancó como Tío Tom, a cuya inspiración se deben cientos de piezas, tantas que ni siquiera el autor llevaba la cuenta y, a causa de ello, fue no pocas veces despojado injustamente de la autoría, por maldad o descuido. Suya es aquella que resuena en nuestra memoria como expresión popular del racismo, A la fiesta de los caramelos no pueden ir los bombones o Consuélate como yo, que ha hecho parte del repertorio de múltiples intérpretes, entre ellos Miguelito Valdés y Celeste Mendoza. Era un hombre espectáculo, dicen; lo mismo bailaba, cantaba que tocaba el quinto (el tambor principal utilizado en la rumba).

Mongo Santamaría  

Inmerso desde niño en el mundo de los ritmos africanos y cubanos, en su natal Jesús María, pronto descuella como uno de los grandes especialistas de las congas y los bongoes. Colaboró con el gran Chano Pozo y su Conjunto Azul, con la segunda orquesta de Arsenio Rodríguez y con Matamoros. Desde fines de la década del 40 del siglo XX trabaja en Estados Unidos y México como percusionista de diversas bandas, entre ellas la de Pérez Prado y una década después la de Tito Puente, en pleno nacimiento del afrocuban jazz, fenómeno del que forma parte ineludible. Ya en los 60, trabaja con Willie Bobo y Cal Tjader, en California, donde descubre y adopta la bossa nova, de la mano de Elis Regina. Comienza entonces a liderar orquestas propias incorporando a músicos como Joao Donato o Chick Corea y consiguiendo éxitos de venta como Watermelon Man, versión de la obra de Herbie Hancock. En las postrimerías de su carrera, tocó con Dizzy Gillespie y Jack McDuff. Actuó en varias películas cubanas y mexicanas, y tiene una vasta discografía como solista y como ejecutante. Fue el primer cubano en obtener un Premio Grammy, por su disco Down, en 1977.

Carlos Embale

Es más conocido como sonero, pero según la estudiosa Rosa Marquetti, en el guaguancó fue melodioso y afinado como pocos, con un tono “peleón”, de ataque, un ritmo incomparable y gran capacidad improvisatoria. Nació en Jesús María y cantó con varias agrupaciones de rumba, entre ellas Los Roncos y Pello El Afrokán. Durante la segunda mitad de los 50, participó en una serie de importantes grabaciones con el Grupo Lulú Yonkori de Alberto Zayas, algunas de ellas a dúo con Roberto Maza. Embale casi no salió de Cuba. Se dice que lo hizo por primera vez en 1979, cuando Odilio Urfé lo llevó a Nueva York junto a Pello El Afrokán, para participar en un evento de música folclórica que culminó con una presentación en el Carnegie Hall. Participó en el documental La Rumba de Oscar Valdés (1978) y en múltiples discos. En las notas sobre uno de ellos Rumbero mayor, editado por Egrem en 1992, el respetado estudioso norteamericano John Storm Roberts refirió: “Una de las grandes voces de la música cubana (…). Pero sus raíces estaban en la rumba callejera, en la rumba de cajón.  Ha conservado este legado y lo ha amplificado con material de otras tradiciones, como se muestra en este CD superlativo donde Embale canta con cuatro grupos de guaguancó diferentes, brillantes documentos de esta música”. 

Evaristo Aparicio Fresneda El Pícaro 

Percusionista y cantante nacido en el barrio de Jesús María. Quizás uno de los autores rumberos más interpretados por importantes agrupaciones cubanas y extranjeras. Verdadero timbero mayor tanto en los solares y vecindades como con las orquestas profesionales, ya que dominaba los toques de origen yoruba y los del bantú. Fue compositor de rumbas muy conocidas como Xiomara, famosa en su versión jazzística por el grupo Irakere o La bola de humo, clave en el repertorio de Los Van Van. 

Mario Dreke Chavalonga 

Nació en Atarés, barrio donde fundó un imperio rumbero. Su relación con Chano Pozo le aportó mucho a su conocimiento de la percusión. Según refieren llegó a cantar y tocar hasta con siete tumbadoras. Se presentó en cabarets como el Montmartre y en cuanta rumba aparecía. Bailó, tocó y compuso para la comparsa Los Marqueses de Atarés creada en 1940, de la que fue fundador. Vivió un tiempo en México y conoció a Benny Moré. Dedicó su vida a la rumba y fue un gran conocedor e intérprete de la música religiosa de origen africano. Fundó el grupo Ensila Mundo y se le atribuye la creación del ritmo tahona en occidente. Integró el Conjunto Folklórico Nacional y participó en varios filmes cubanos como Sucedió en La Habana, Rapsodia AbakuaLa última cena.

 Francisco Aguabella 

 Se dice que se inició en la música ritual afrocubana como una forma de superar una sucesión de tragedias que marcaron su infancia. Lo cierto es que desde muy joven demostró una aptitud especial para la percusión, y se inició en varias tradiciones de percusión afrocubana, como el batá, el iyesá, el arará, el olokún y el abakuá, por lo que se puede afirmar que creció dentro de la rumba. Ya en La Habana, fue el tambor quinto de la comparsa Los Dandys de Belén. Para comienzos de los años 50, trabajando en el Cabaret Sans Souci, fue reclutado por la compañía de baile de Katherine Dunham con la que recorrió gran parte de Europa y América Latina desde 1954 hasta 1957. Desarrolló un estilo único de funky rock chicano, donde las congas tienen la misma importancia melódica que la guitarra eléctrica, convirtiéndose en el primer músico en tocar cinco congas al mismo tiempo. Integró numerosas orquestas como las de Dámaso Pérez Prado, René Touzet, Peggy Lee, Jorge Santana Malo y la famosa Weather Report, y dejó varias relevantes composiciones rumberas. 

Carlos Patato Valdés 

Nació en el barrio habanero de Los Sitios, donde su padre, estibador y guitarrista, le enseñó a tocar el tres muy jovencito, a los que sumó marímbula, botija, shekere, pandereta, cajón y contrabajo. Conocido como Patato por su baja estatura, fue ampliamente considerado como uno de los congueros más innovadores e imaginativos que ha visto el jazz latino. En su etapa cubana fue parte de La Gloria Matancera, el Conjunto Kubavana y el Conjunto Casino. En los 50, aburrido del método tradicional de afinación de las congas (calentar el cuero sobre fuego) y con la idea de darle mayor precisión, instaló un aro metálico y unas llaves para tensar. Este modelo, construido en serie por la Latin Percussion, se convertiría en el estándar del instrumento. En 1954, emigró de La Habana a Nueva York, donde continuó su prolífica carrera como músico de acompañamiento trabajando con grandes como Herbie Mann, Kenny Dorham, Art Blakey, Tito Puente, Cachao y Mongo Santamaría. Acompañó a Dizzy Gillespie y Quincy Jones en largas giras por Europa. Actuó y compuso la canción principal de The Bill Cosby Show. Fue el líder de su propia banda, Afrojazzia. En 1995 grabó el álbum Ritmo y candela con sus compañeros percusionistas Changuito y Orestes Vilató. Asimismo, junto con Giovanni Hidalgo y Cándido Camero, publicó un álbum en 2000 titulado The Conga Kings. Ese año apareció en la película documental Calle 54 de Fernando Trueba. 

 Miguel Ángel Mesa Aspirina 

Hijo de cubano y jamaiquina, fue el mayor de la prestigiosa familia del barrio Cruz Verde, en Guanabacoa, conocida como Los Aspirina, entre los cuales se encuentran también los famosos Luis Chacón y Mario Jáuregui. Lucía su esbelta estatura como bailarín de columbia, y en el quinto se expresaba también como rumbero de altura. Pero su voz fue, hasta sus últimos días, la dote más virtuosa concedida por sus ancestros caribeños. Se le conoció como El caballero de la rumba. En una descarga rumbera en Atarés, se ve que Juan de Dios Ramos (otro grande), le besa la mano cuando termina de improvisar, y El Goyo le pone su mano en la frente. Tal era el respeto concedido a este caballero. Fundó una peña rumbera en Guanabacoa y participó en varios discos como Rapsodia Rumbera, La Rumba es cubana y ¿Dónde andabas tú, acerekó? Uno de sus últimos testimonios fue el audiovisual multipremiado Hermanos Arango y las Estrellas del Folklor‘, del sello Bis Music en el 2011,  material obligado para conocer la trascendencia cultural de Miguel Ángel Mesa y el clan de Los Aspirina.

Calixto Callava 

Inspirado compositor de rumbas, sones y boleros, se crió en el barrio de Belén, cuna de grandes rumberos. Para escapar de la pobreza desgarradora que le rodeaba, decidió un día colarse de polizón en la bodega de un barco que se dirigía a México y probar fortuna en lo desconocido. El azar lo reunió con los rumberos Pancho Quinto y El Chori quienes trabajaban con él como cargadores en el puerto habanero, para crear el grupo Guaguancó Marítimo Portuario Zona 5, que devino en Yoruba Andabo. Autor de numerosos temas como Lo añoro, La tumba brava, El congo, Guaguancó sabroso, Mi puchunga de amor, Inútil espera, Tiembla tierra, Tumbayaya, Mi guaguancó si da la hora, fue interpretado y grabado por Vicentico Valdés, Pello El Afrokán, Los Van Van, Los Papines, entre otros.

Francisco Hernández Mora Pancho Quinto 

Fue fundador de Yoruba Andabo y uno de los “padrinos” del guarapachangueo, estilo de la rumba cubana. Nacido en el barrio de Belén, aún adolescente se incorporó a la comparsa Los Dandys, donde adoptó el sobrenombre que lo acompañara en su vida artística. Durante los primeros 50, tocó en las comparsas Los Componedores de Batea y Los Guaracheros de Regla. Luego se unió brevemente a La Sonora Matancera, que en ese momento tenía como cantante principal a Celia Cruz. Fue también uno de los miembros fundadores de Guaguancó Marítimo Portuario Zona 5. Comenzó una carrera en solitario en la década de 1990 después de obtener la atención internacional a través de sus colaboraciones con Jane Bunnett y Spirit of Havana. Fue un verdadero maestro de los tambores batá (tambores ceremoniales yoruba), así como del quinto. 

Ricardo Gómez Rivero Santacruz  

Vivió en el barrio de Atarés, donde conoció a los también importantes rumberos Chavalonga y Tío Tom. Comenzó sus andaduras artísticas en las comparsas Los Marqueses, La Jardinera y Los Dandys de Belén. En 1962, en calidad de profesor de folclor  como cantante y músico formó parte del plantel de profesores en la recién fundada Escuela Nacional de Arte de Cuba. Fue fundador del Conjunto Folklórico Nacional e integró además las agrupaciones Rumberos de Cuba y el grupo de percusión de Danza Contemporánea de Cuba. Su participación en esta última, junto al maestro y coreógrafo Ramiro Guerra, es vital en espectáculos como Panorama de la música y las danzas cubanas, Reinas y reyes, Fausto, Suite yoruba, Sulkary y Pájaro dorado, que llevaron nuestras tradiciones musicales y danzarias por muchos escenarios del mundo. Es suya la obra Compa Galletano que interpretan Puntilla, Patato y otros relevantes rumberos cubanos en el documental Calle 54.

 Gregorio Hernández Ríos El Goyo  

Se destacó como bailarín, cantante y compositor de rumba, además de como promotor e investigador, ayudando a formar a varias generaciones de músicos. Fue profesor titular del Instituto Superior de Arte y cumplió funciones de régisseur, director de escena y asesor folclórico. Fundador y profesor durante 25 años del Conjunto Folklórico Nacional. Participó en numerosos documentales, películas, comerciales y obras de teatro. Produjo para el sello Unicornio el disco La Rumba. Su historia. Su última y esmerada labor hacia la percusión cubana desde la dirección de la agrupación Obba-Ilú abarcó las esferas práctica y teórica, haciendo evidentes sus potencialidades artísticas y su capacidad de promotor y conservador del patrimonio cultural afrocubano. Integró por 15 años la Junta Directiva Nacional de la desaparecida Sociedad PERCUBA. Le fue concedido el Premio de Honor Cubadisco, por sus altos aportes a la música cubana.

Orlando Puntilla Ríos 

Puntilla, quien en los años 70 ya se desarrollaba como profesor de percusión en la Escuela Nacional de Arte (Ena), llegó a Estados Unidos en 1981 con el éxodo del Mariel. Muy pronto aportó nuevas dimensiones de la percusión afrocubana a la floreciente escena musical latina en Estados Unidos, enseñando y tutelando a muchos. Tras su primer disco como protagonista (From La Habana To New York, 1983) grabó con su grupo Nueva Generación un álbum en vivo, Spirit Rhythms (Latitudes  LAT50603) en 1987, y otros dos (This Night Becomes A Rumba y A Calm In The Fire Of Dances) con Deep Rumba, una especie de Latin Jazz All-Stars, en los que participan relevantes figuras del jazz y la música cubana tales como Horacio El Negro Hernández, Giovanni Hidalgo, Rubén Blades y Jerry González. A principios de los años 2000, Puntilla retomó los contactos con los rumberos de La Habana con los que grabó también par de registros discográficos, en los que aparecen Rumberos de Cuba, Yoruba Andabo, Conjunto Clave y Guaguancó y Conjunto Estrellas Cubanas, entre otros. Su último fonograma, dirigiendo el Conjunto Todo Rumbero, fue un fabuloso homenaje a la obra de otro grande: Gonzalo Ascencio Tío Tom

Teresita Polledo 

Muchas mujeres merecen un lugar especial en la historia de la rumba, pues han saltado las barreras de los prejuicios. La familia Villamil cuenta con muchas, una de las cuales es Teresita Polledo. Nació en La Marina, justo un mes después de la creación del Guaguancó Matancero. Florencio Calle, su fundador, la acogió como hija y le enseñó cómo cantar con ese “deje” espectacular que solo tienen las voces del valle yumurino. Integró el grupo Emi Keke, dirigido por Felipe García Villamil, después cantó con Afrocuba de Matanzas y en La Habana con Clave y Guaguancó, hasta que integró la nómina del Conjunto Folklórico Nacional, donde dejó huellas profundas junto a otras voces destacadas como la insigne Zenaida Armenteros y Amelia Pedroso. Trabajó en acciones plásticas del maestro Manuel Mendive y, más recientemente, en la película inglesa El día de las flores, con el bailarín Carlos Acosta.

Cary Diez. Foto: Cortesía de la musicóloga. Cary Diez Musicóloga, productora musical y gestora cultural. Manager de la agrupación cubana Los Muñequitos de Matanzas por más de 20 años. Es la subdirectora de Cubadisco, el evento más grande de la música en Cuba. Más publicaciones
foto de avatar Darsi Fernández Hyperlink con figura humana. Tiene mala memoria solo para lo que le conviene. Sueña con jubilarse a leer. Más publicaciones

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  1. Irais Huerta dice:

    Darsi, muy interesantes tus artículos,fundamentalmente por lo directo de la redacción y alto nivel de información. Ojalá lleguen a muchos artistas, investigadores in situ y estudiantes de música, sobretodo los referentes a las editoriales. Siempre que lleguen a mi artículos como estos los compartiré con gusto. Enhorabuena y saludos!

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