
La trova en Holguín, reliquia legítima
Son las 10 de la mañana, del cuarto jueves de septiembre de 2019. Toda la banda de Raulito Prieto espera por Manuel Leandro Sánchez, en el local de ensayo contiguo a los Estudios Anima en Holguín. Esa manía suya de llegar tarde a todos los sitios excepto a su peña El club de los necios.
Carlos Ramírez, director musical de la agrupación, explica tremendo rollo mientras aguardan: “La música se repite. Los sonidos musicales no han cambiado desde el monocordio de Pitágoras o desde los cantos gregorianos”. Mira en el piso su pedal recién comprado y ajusta las cuerdas de la guitarra eléctrica.
“La trova puede ser muy sencilla y luminosa o muy áspera y oscura, musicalmente hablando”, prepara el terreno. Con la llegada del impuntual trovador, montará el repertorio en vísperas al concierto de esa noche.
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La trova en Holguín es una reliquia, un objeto sagrado que, erróneamente, muchos piensan se llena de polvo en una de las esquinas de la ciudad. Si fuéramos a analizar el funcionamiento de las peñas del género antes de la llegada del coronavirus, encontraríamos en cada día de la semana un espacio para que los seguidores de la música de autor saciaran su melomanía. Quizás no toda la descarga que un buen trovero necesita, pero, por lo menos, un aliciente.
Mucho antes de que existiera este sistema de peñas auspiciado por instituciones como Artex S.A, el Ministerio de Cultura, y el sello discográfico Egrem, los cantautores pervivían en dispersos espacios alternativos, con fechas de caducidad la mayoría, o en programaciones irregulares.
Según el cantautor Oscar Sánchez, hijo de la Ciudad de los Parques, el auge de la trova hacia 2008 era creciente: “Estaba Alito Abad, Manuel Leandro, Raúl Prieto, Fernando Cabreja, Edelis Loyola… Un poco antes estaba la banda Cañenga y otros músicos que se unieron al movimiento de la canción de autor”.
Tal vez por ello, ese año Raúl Prieto Serrano creó la peña Tocando Fondo, que convocaría al concurso dirigido a trovadores noveles Para una imaginaria María del Carmen, en homenaje al sencillo de Noel Nicola. El primer ganador del certamen resultó, precisamente, Oscar Sánchez, y el segundo lugar y premio de la popularidad Manuel Leandro, recién graduado de la Escuela de Economía.
Cuando, por diversos motivos, en 2010 se terminó la primera temporada de la peña y entró en un largo receso, los cantautores anduvieron separados, cada uno en su mundo.
“De vez en cuando nos reuníamos, y siempre se llegaba a la conclusión que debíamos hacer algo juntos, pero hasta ahí. El movimiento se había enfriado. Independientemente de que en ese momento los que quedábamos poseíamos nuestros espacios individuales, varios ya se habían ido a otras ciudades o fuera de Cuba. Se sentía que faltaba algo”, recuerda Manuel Leandro.
Necesitaban un proyecto que organizara de manera coherente y sistémica este movimiento de artistas holguineros. El cantautor Raúl Prieto avizoró en los músicos de su entorno un crecimiento orgánico que podía ser potenciado mediante la unidad. Así, el 29 de septiembre de 2016 creó la Feria de los Trovadores.
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Fernando Cabreja, un trovador holguinero con una vasta obra, regresó de Chile en agosto de 2016. “Fui a casa de Raúl Prieto a saludarlo y me dijo que llegaba en el momento preciso, porque yo era fundamental para lo que estaba armando”, cuenta.
La Feria de los Trovadores le sirvió a Cabreja para saber que Raúl Prieto y él no estaban solos —como muchas veces creyeron—, “sino que éramos, o mejor, que somos los adultos de la Feria, los que más años llevamos en este carro de la composición e interpretación de nuestras propias canciones”.
Como compases aislados, llegaron al proyecto trovadores con diferente estética, discurso y maneras de hacer.
Tony Fuentes fue invitado luego de ganar el concurso para aficionados Escaleras, del programa radial Esto sí sabe a Cuba. Lainier Verdecia, portaba todo el folclor de las tierras calientes, empapado de sonoridades después de haber compartido con exponentes de la trova cubana radicado en los márgenes del Guaso, como Josué Oliva y otros.
Manuel Leandro ya rondaba los centros de Holguín con su pelo largo y extrema delgadez, pero con una voz y textos auténticos, ya descubiertos en el concurso. Sin embargo, eran pocos los sitios donde se sentía parte de algo. Mientras, Edelis Loyola, —única trovadora del proyecto cuya obra se dirige al público infantil—, y Raulito Prieto (hijo) estuvieron desde el inicio; al igual que el santiaguero Orlando Silverio e Ivett María Rodríguez de Báguanos.
En la actualidad la Feria es una cantera para el crecimiento de trovadores aficionados hacia el sector profesional. Muestra de ello es el hecho de que la Empresa Comercializadora de la Música y los Espectáculos (ECME) Faustino Oramas audicionara a dos trovadores.
Para Tony Fuentes y Lainier Verdecia, por ejemplo, ser miembros de la Feria aceleró el proceso para evaluarse como músicos profesionales. Contar con el aval de tantos trovadores reconocidos fue el empujón final que materializó la tan esperada audición. Este espacio ha sido para ellos escuela, templo, trampolín.
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Los trovadores de la Feria tienen la oportunidad y, a la vez, el beneficio de arreglar y tocar sus canciones junto a la banda que heredó de su padre el bajista Raulito Prieto.
La particularidad que tiene este proyecto holguinero, lo que lo diferencia del resto de similares que se gestan en Cuba como la Trovuntivitis, es que posee una banda única para intercambiar ideas, pensar y elaborar cada arreglo musical, enriquecer y acompañar los repertorios individuales.
Según Carlos Ramírez, director musical, los trovadores con los que ha trabajado son muy versátiles, diversos, dados a la experimentación, pero también muy celosos con su obra. Para él, en ocasiones es complejo entender qué quiere lograr cada cantautor y aún más comunicar esas ideas a sus instrumentistas, pues muchas de las obras desafían la teoría musical.
Si Carlos tuviera que definir el proceso creativo que se da en el momento de llevar una canción compuesta para guitarra a una banda como la de Raulito Prieto, diría que “es un conglomerado de procederes musicales y conceptuales eclécticos, muchas veces opuestos. Cada músico de la banda tiene formación profesional, psicosocial y percepciones distintas. Esto nos ha permitido nutrirnos de ideas, aunque al final siempre hay que organizar el producto en base a no perder la esencia del trovador”.
La socialización de Lainier Verdecia con sus compañeros hace que revise una y otra vez su repertorio, sus letras, su actitud escénica. Según él, “un aspecto muy positivo de la Feria son las sesiones de grabación por la parte instrumental y el asesoramiento de la banda para los proyectos individuales”.
Entonces la mayor herramienta en el proceso de arreglar y montar tan diversos repertorios es la influencia de sus integrantes en la fusión de la música. La trova holguinera actual funciona como un puente entre diferentes géneros, estilos y conceptos.
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En la génesis de la Feria, sus integrantes pretendieron realizar acciones docentes paralelas para la formación integral de los trovadores holguineros.
“En esta plataforma interactiva propuse diseñar cursos de armonía aplicada a la guitarra, de acercamiento a la literatura, a la poesía, y contribuir a la mejor calidad de las obras que a partir de ahí se gestaran”, cuenta Raúl Prieto.
Con tal objetivo surgió la Cátedra de Cantautores Cubanos, una academia que trató de defender la música de autor a través del movimiento de aficionados de Casas de Cultura, aunque la rigidez burocrática hizo que no funcionara.
“Estaba en la mejor disposición de atender todo el movimiento universitario trovadoresco, pero el rigor burocrático chocó con mi parte profesional y no me fue posible llevarlo a la realidad”, reconoce Raúl.
No obstante, persisten las invitaciones y colaboraciones de esta nueva generación a los conciertos en vivo de la Feria de los Trovadores. Tal es el caso de José Carlos Soto, joven graduado de Artes plásticas, quien a pesar de haber tenido una preparación muy personal e íntima, ya debutó en el escenario del Callejón de los Milagros —donde habitualmente se presenta la Feria, los últimos jueves de cada mes—. Soto, como todos le dicen, carga con la buena energía de Raúl Prieto, la inspiración genuina de la obra de Cabreja y el profundo agradecimiento hacia Manuel Leandro, el primero en invitarlo a cantar en El club de los necios.
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Si bien son necesarias reformas hacia el interior del proyecto, es justo decir que podría tener más apoyo institucional. Aunque la voluntad de colaboración estuvo desde un principio, aún se puede otorgar mayor visibilidad y permanencia a la Feria.
La trova holguinera goza de buena salud creativa, pero, desgraciadamente, “las instituciones que deben respaldar este movimiento han limitado su accionar con relación a logística, espacios, promoción”, subraya Raulito Prieto.
En manos de las instituciones se encuentra el sueño de este proyecto: “contar con una sede propia donde presentarnos, ensayar, y quizás, poder autogestionar ingresos; un sitio al cual puedan venir artistas invitados de Cuba y de todo el mundo, que pudiéramos unirnos a los eventos que se hacen en la provincia”, expresa Raúl Prieto quien considera que esto ni siquiera es difícil de lograr.
Fernando Cabreja y Tony Fuentes, por su parte, coinciden en que tener la posibilidad de grabar algún material de la Feria de los Trovadores con un sello oficial abriría muchas puertas. Insisten en organizar, en cuanto la pandemia lo permita, más presentaciones en otras provincias para visibilizar el proyecto.
Para ello, la Feria debe transformarse en una prioridad para cada uno de sus integrantes. Lainier Verdecia opina que deben construirse metas a mediano y largo plazos, ser un movimiento rentable y lucrativo sin perder el carácter intelectual, de divertimento y mantener la calidad de las propuestas.
Edelis Loyola insiste en que “si algo le falta a la Feria es presencia femenina. Aunque yo pertenezco a ella, ser cantautora para niños juega en contra debido a los horarios y el público que asiste a menudo”. A ella le gustaría que otras mujeres se sumaran al proyecto para que sus sonoridades también inunden de emociones distintas a los oyentes.
Más allá de su visión como músico, Carlos Ramírez concluye que “todas las pretensiones y las denuncias de los trovadores en busca de mejoras hacia el interior del proyecto denota una divergencia entre lo que se ‘quiere’ y lo que realmente se ‘hace’”.
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El ensayo terminó a la una de la tarde; a las nueve de la noche estarían todos juntos de nuevo en el Callejón de los Milagros de la Plaza de la Marqueta. Con el auditorio de pie, el concierto por el tercer aniversario de la Feria demostró un gran poder de convocatoria.
Cada trovador, con el paso de los años y a través de gestiones individuales y colectivas, ha logrado construir un público fiel que aprehende sus canciones y las toma como estandarte. Por eso, y por el fortalecimiento de movimientos como la Feria de los Trovadores, la canción de autor en Holguín es una reliquia que se legitima con el tiempo.
Todos recordarán esa noche donde siete trovadores y una banda cantaban al unísono, se prestaban los micrófonos, las sonrisas y guitarras. Internamente, ellos han crecido como crece la algarabía porque los sonidos musicales no han cambiado desde el monocordio de Pitágoras o los cantos gregorianos, sino que se descubren y perfeccionan siempre en el escenario.
❤️
¡Qué orgullo! 💙