
Ronkalunga: “Cuando la oportunidad llegue, que no me coja mareao”
Un día Ronaldo Rodríguez (Ronkalunga) apostó todo por la música y descartó cualquier posibilidad de vida como ingeniero. El mulato con swing medio friki, se trasladó a La Habana para probar suerte y explotar su talento. Hoy, en la capital, con una banda en que la mayoría de los músicos son del oriente de la Isla, el guantanamero irrumpe en la escena con calidez, ritmo y cubanía. Recuerda a otros y a ninguno, con dominio del escenario y de las herramientas del medio musical. No es un showman, aunque se acerca.
Ha llovido mucho desde la vez que disfruté una versión suya de Caimán no come caimán, en el sótano de El Tropicalito en El Vedado. Sin embargo, lo recuerdo, con solo su voz como coartada. Fue suficiente. El acierto de su propuesta artística radica en una sensata mixtura, que merodea con firmeza una variedad de géneros al tiempo que en sus letras juega con el doble sentido y la ironía.
La línea musical de Ronkalunga se basa en estilos cubanos —sobre todo de la zona oriental— y otros sonidos caribeños, en una fusión del folclor con ritmos novedosos. En sus letras precisas y astutas, abunda la crítica. También, aunque no son la norma, podemos encontrar canciones que visibilizan la potencia vocal y amplia tesitura de Ronaldo, quien, sin ser músico de escuela, demuestra, a través de la composición y arreglo de los temas que defiende, poseer un oído virtuoso.
Su primer disco, Raros pasos (Bis Music, 2020), exhibe elementos que lo distinguen del álbum inicial de un músico: una estructura muy lograda y el establecimiento de una banda que funciona como reloj suizo; parte inequívoca de este proyecto. Hay, en este disco dos temas muy redondos: Ven y Lo mismo me da; ambos muestran las caras más perceptibles del grupo: una más fresca, donde se distinguen los recursos vocales de Ronaldo, y otra más satírica y mordaz, con un lenguaje más afín a la juventud y su argot.
En febrero de este año, vio la luz su segundo fonograma bajo el título Aguacero que —a diferencia del primero, a priori de producción independiente— salió licenciado por el sello Bis Music.
Has cambiado el formato de tu proyecto personal varias veces. Te recuerdo primero como solista rozando lo trovadoresco, y ahora has conformado una banda. ¿Te sientes más cómodo de esta manera? ¿Por qué el nombre de Ronkalunga?
En efecto, desde mis inicios hasta la fecha el formato ha mutado. Comencé cantando a capella, luego con pistas instrumentales (muchas veces de karaoke, con pésima calidad); otras me acompañaba (malamente) con la guitarra. Todo dependía del escenario: en las descargas universitarias —guitarra en mano— o en los bares donde me buscaba la vida. Allí lo mismo cantaba El triste de José José, que La mordidita de Ricky Martin, en dependencia de lo que pidiera la gente. También fui vocalista de una banda de reggae. Pero me sentía limitado; siempre me ha gustado la fusión, hacer un poco de todo y abandoné ese grupo justo en el momento en que dejé también la universidad. Fue duro pero necesario dejar tantas cosas atrás. Actualmente tengo mi propia banda: Ronkalunga, y me siento realizado con este formato, porque es lo que soñé. Si en algún momento defendí mis canciones acompañándome mediocremente con mi guitarra, fue porque no tenía otra opción .
No tengo una relación amorosa particular con el nombre. [La banda] casi se llama El Likidao. Así me dicen mis amigos por una canción homónima. Aunque muchas de mis letras tienen su toque humorístico y quemador, también hago cosas que no tienen nada que ver con eso; entonces, El Likidao me acercaba un poco a ese tipo de música, pero al final no quedó como nombre de la banda. Lo más importante es que cuando alguien busque “Ronkalunga” en Google, seamos lo primero que aparezca.
Eres ingeniero, estudiaste en la Universidad de Oriente, y decidiste abandonar todo para dedicarte a la música. Amén de los riesgos de la decisión, ¿cómo te sentiste en el momento de dar el paso?
Como bien dices, estudié Ingeniería Industrial. Y sí, fue difícil tomar la decisión de dejar la carrera para dedicarme enteramente a la música. Cuando vienes de bien abajo es una locura hacer varias cosas al mismo tiempo y esperar buenos resultados, porque siempre vas a chocar con la carencia. Yo aposté por la música y fui consecuente. Pero dar el paso fue de los momentos más tensos de mi vida. Todos creían que era una locura, que el arte es impredecible, que iba a dejar camino por vereda, que no sería fácil. Cuando tanta gente te dice que estás equivocado, uno llega a creer por momentos que está loco, pero… aquí estamos. No es que sea terco, es que mi determinación es fuerte.

Ronaldo Rodríguez (Ronkalunga). Foto: Cortesía del artista.
¿Qué tan difícil puede ser para alguien que no es “músico de escuela”, escalar notablemente en la escena musical cubana?
La mayor dificultad fue el tema de las empresas, y de si eres artista “profesional” o “aficionado”; esa fue mi peor pesadilla por muchos años, me limitaba por todos lados. Incluso con un disco editado con una discográfica cubana como Bis Music, conociendo escenarios internacionales, con premios y mil vainas… na’ de na’. No dejé de hacer canciones, ni de grabar, ni de tocar, pero tuve que hacer el triple del esfuerzo. El apoyo de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) fue fundamental, porque muchas veces era mi único amparo. Fue justo mediante esta organización juvenil que me inserté de forma profesional en la industria de la música en la Isla. Por lo demás no tuve trabas; tengo siempre una idea en mi cabeza de cómo quiero los arreglos de mis canciones, pero a los músicos que me acompañan les doy total libertad de crear. Siempre les pido varias propuestas, y elijo la que más se parece a mí.
Tus dos álbumes, Raros pasos y Aguacero, están licenciados por un sello discográfico en Cuba. ¿Es mejor para el artista estar abrigado por una discográfica? A tu criterio, ¿las producciones independientes son menos llamativas o promocionadas para el público?
Mis dos discos salieron bajo el sello Bis Music, y le estoy muy agradecido por el empujón y la confianza. Raros pasos fue en un primer momento una producción independiente y luego licenciada con la disquera que la editó; mientras que Aguacero es una producción de Bis Music con José Manuel García como productor. Tener una discográfica que ampare tu proyecto es importante, pero no es que sea mejor o que las producciones independientes sean menos llamativas o mal promocionadas. Tampoco tener discográfica o ser independiente define la calidad en la música. Hay cosas muy buenas en ambas instancias, el arte es muy subjetivo. Creo que hoy todo depende de la plataforma que te lance como artista y del alcance que tengas en las redes sociales. Da igual si eres talentoso o mediocre, si te haces viral en las redes, ya está; si Netflix o cualquier gigante del entretenimiento te hace un documental o utiliza tu música de banda sonora en una serie, videojuego —lo que sea—, ya está; si un artista muy famoso hace una colaboración contigo, ya está…
Tus letras rozan la picaresca, el doble sentido, la crítica y el humor inteligente. ¿Alguna vez has tenido problemas con la censura?
Mi experiencia con la censura es que a nadie le gusta que vayas a su casa a sacar sus mierdas a flote (esto aplica en el mundo entero). Si bien cuando eres famoso o popular puedes hablar de lo que te dé la gana, cuando eres un desconocido no puedes decir nada; sucede en todas las esferas, no en el arte solamente. Es como si la libertad de expresión dependiera de cuán importante eres, eso te da voz para ser escuchado. Si nadie te conoce da igual lo que digas, a nadie le importa, así funciona en este mundo de influencers. Yo hasta el sol de hoy no soy ni famoso ni un completo desconocido. Como dice Vico C: Yo no estoy pegao, yo le gusto a la gente. No hay odio en mis canciones, incluso cuando hago una crítica, la hago con respeto. Creo que no digo nada que no sea verdadero; así muchos de mis temas han salido y salen por la radio y la televisión cubana, y lo agradezco.
La estética siempre dice mucho de un artista, y más si es el vocalista de una banda. Es impactante verte muchas veces con un look rocanrolero, oírte luego cantando géneros muy alejados del rock, y hacerlo muy bien. ¿Qué géneros prefieres? ¿Cuáles te son más afines?
Pues ando como ando, mi forma de vestir no va a tono siempre con los géneros que defiendo. Me gusta lo diverso y la fusión, porque me aburro fácilmente. La vieja trova tradicional y la música caribeña van mucho conmigo, los boleros también, pero me cuelo en muchos géneros porque disfruto cada uno de ellos (siempre con respeto para defenderlos a la altura). Soy un cantante, hice la tarea y voy a cantar lo que sea si no excede mis capacidades.
¿Qué proyectos tiene Ronkalunga?
Un nuevo disco (de momento independiente, ya luego veremos), videoclips, un DVD que se está cocinando. Habrá muchos conciertos en diferentes provincias, en La Habana, fuera de la Isla, seguir pinchando duro y enfocado para cuando la oportunidad llegue, que no me coja marea’o…