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Entrevistas Diseño: Jennifer Ancizar

Roldán: “Honestamente, yo no quiero ser otro”

Como músico y melómano, es imposible no conocer el trabajo del artista gigantesco que es Roldán González Rivero.

Luego de un sinnúmero de intentos y fallas en la conexión, me logro comunicar vía telefónica con el ex integrante y una de las voces más inconfundibles del grupo Orishas, uno de los cantantes más versátiles nacidos en Cuba.

Son las 6:00 p.m. en París, y mediodía en La Habana. Luego de casi hora y media de conversación nació esta entrevista cálida, llena de risas, canciones, anécdotas, y pasión por la vida y la música.

Roldán, ¿cómo te sientes?

Acabado… pero de nacer (risas). 

¿Cuál fue la primera canción que te aprendiste?

¿En mi vida? Bueno, que yo me acuerde Una tarde fresquita de mayo. La cantaba en el matutino de la primaria de mi pueblo, San Felipe, en Quivicán. Había una asignatura que se llamaba Educación Musical, y ahí enseñaban esas canciones. (“Una tarde fresquita de mayo/ monté mi caballo y me fui a pasear por la senda donde mi mamita…”).

¿Recuerdas el autor/a?

¡Yo qué sé! Era muy niño, estaba en 3ro o 4to grado.

Háblame un poco de tu familia y de cómo influyó en tu música. ¿Alguna anécdota alegre que quieras compartir?

Recuerdo que éramos muchachitos. Mi padre, Roberto González, (le dicen en el barrio “El colega”) sigue vivo allá en Cuba, y tenía una voz… que yo creo que no voy a poder superarlo nunca; siempre hacíamos fiestas en la casa, iban sus amigotes, y él sacaba la guitarra. Luego todos se iban a dormir a cierta hora, y yo me quedaba ahí mirando la guitarra, donde él ponía sus deditos. Siempre quise ser como él, es mi ídolo, y le pedía que me enseñara a tocar, pero no me hacía mucho caso. Como andaba en sus locuras nunca se preocupaba. Él se iba para el trabajo —era pequeño agricultor— y yo tomaba la guitarra para practicar en secreto toda la noche, tratando de reproducir de memoria lo que él hacía, y de aprenderme las letras. Lo hice durante muchas semanas; él no lo sabía.

Un famoso día, llegó del trabajo y yo tomé la guitarra, y le dije “te voy a cantar una canción” (risas); él me dijo “Qué vas a cantar de qué”, y yo “Sí, papá te voy a cantar”, y él “Bueno, a ver, canta”, y le canté una canción mexicana llamada Bandera (“Bandera, cuánta alegría siento en el alma al verte flotar./ Bandera de la patria mía…”) . Fue muy emocionante, porque se empezó a reír, y de la risa pasó al llanto. En ese momento me di cuenta de que ya tenía la voz encendida, supe que podía cantar. Él no me dejó verificarlo hasta ese día, claro, estaba en sus cosas y yo era un niño, cómo iba a saber. Pero yo, en lo más profundo de mí sabía, y nunca había cantado antes. Bueno, en el matutino de la primaria como te dije, pero nunca concienticé que podía hacerlo así de bien. Ese día me preguntó “¿quién te enseñó eso?”, y le respondí “Tú mismo, pero sin querer”. Ahí él empezó a seguir más de cerca mi desarrollo musical y a enseñarme canciones. La segunda que me aprendí fue Entre copa y copa, y todavía sigo ahí, entre copa y copa. (Risas).

¿Además de tu padre y tú, alguien más de la familia canta?

Sí, como no. Luego de las primeras rancheras mi hermano menor Nelson se inspiró, le enseñé guitarra, y hasta el día de hoy cantamos juntos. Tiene una hermosa voz, pero nunca quiso lanzarse como profesional, tal vez se sintió opacado, o a la sombra mía, no sé. Es una pena porque pudo haber llegado lejos. Mucha gente que lo escucha incluso lo confunde conmigo, cantamos similar.

¿Algún evento triste que te haya marcado?

Éramos cuatro hermanos. Digo éramos, porque por desgracia falleció uno, Roberto, el mayor, con 43 años, de leucemia. Apenas dos años antes había fallecido mi madre. Ella tenía 66 años y fue un período muy raro y sombrío de mi vida. Estaba triste y desesperado, no sabía que hacer, cómo reparar lo irreparable. Pero, sin olvidar, uno siempre saca fuerzas y sigue adelante.

Cuéntame qué artistas o agrupaciones admiras, tres cubanas y tres internacionales.

Es muy difícil elegir con el tesoro musical gigantesco que tenemos y tantas orquestas buenas, —en Cuba todo el mundo “toca”—. Pero bueno, Van Van, canté mucho de Silvio Rodríguez, que me sigue gustando mucho, y Pablo Milanés, evidentemente. Existen muchos otros por ahí pa allá, Carlos Varela… etc., pero tendría que mencionarte la mitad de toda la trova cubana. De artistas internacionales también es difícil la elección. Me encanta Oscar de León, Rubén Blades… Por la parte más anglo, Whitney Houston, Michael Jackson… es que son muchos.

¿Tienes alguna canción favorita, de esas que cantas hasta en la ducha?

Eh, sí, creo que sí. Me gusta mucho cantar Amnesia.

¿De quién es?

Ahora no me acuerdo (risas). Es de José José. Esa que dice “Usted me cuenta que nosotros dos fuimos amantes…” (“Usted me cuenta que nosotros dos/ fuimos amantes/ y que llegamos juntos a vivir/ algo importante./ Me temo que lo suyo es un error/ yo estoy desde hace tiempo sin amor…”). Me gusta mucho también Cartas Amarillas, de Nino Bravo (“Y busqué entre tus cartas amarillas…”), la canto a guitarra y voz a veces, y está difícil porque ese tipo tenía un bombazo de voz que ¡vaya!

Tengo entendido que tienes una formación musical de academia. ¿Consumes música clásica?

Sí, me encanta Mozart, Beethoven, Vivaldi, Johann Sebastian Bach. En la escuela de música donde me gradué de guitarra clásica, se estudiaban esos compositores, y todavía los disfruto, siempre tienen algo que enseñarte.

Vives en Francia desde el año ‘96. ¿La chanson francesa ha influido en tu manera de hacer música?

Eso es inevitable, ¿tú sabes? No lo puedo decir al 100%, pero tengo que tener algún granito musical francés por los años que llevo acá. Eso se pega como una pulga a un perro. Las influencias te caen del cielo. Es mi opinión personal, pero cuando escuchas una canción, no te das cuenta, pero te está influyendo. Y al otro día, coges la guitarra y, sin querer, se reproduce alguna melodía que te gustó, inconscientemente.

Como solista, has colaborado con algunos de los artistas franceses más importantes del rap. ¿Los puedes mencionar?

Uff, son unos cuantos. Están Kool Shen, Salif, Rohff, Carlos Jean, Akro, Big Red… se me quedan algunos.

En Cuba muchos de esos artistas son desconocidos.

Sí, en Cuba creo que solo se conocen los más clásicos: Jacques Brel, Édith Piaf, Charles Aznavour —de cuando la década prodigiosa—. Los grandes maestros de la chanson. Tenían una música melodiosa. Sin embargo, la música urbana en Francia es un poco distinta en cuanto a temática. Si bien la chanson tenía un estilo romántico, la música urbana es bien social, a veces muy cruda: la violencia policial, el racismo, la política. El rap duro aquí es crítico, después los tienes también más ligeros, y por último los netamente comerciales. Los raperos puristas a veces llaman a un cantante, por ejemplo, me llaman a mí, y hago la línea melódica del tema en los estribillos, y el resto es puro rap.

Hay un dúo de cubano-francesas llamado Ibeyi…

(Interrumpe) ¿Las gemelas? ¡Claro! Las hijas del difunto Angá Díaz, uno de los más grandes percusionistas que ha existido. Esas chamacas están andando lejos, están caminando, con profesionalismo, con seriedad. Andan en muy buen camino, he escuchado varias cosas de ellas y es muy interesante lo que hacen.

La agrupación Orishas fue pionera del hip hop y tuvo el privilegio de poner en la mirada internacional la música urbana en español. En la revista Billboard lograron quedar en el puesto cinco de los 50 artistas más influyentes de la música urbana, en 2023. Dos Premios Grammy, por el álbum Emigrante, y otro con Calle 13, giras por más de 80 países, bandas sonoras de películas… Lograron dar con una fórmula de éxito, y ser un referente de la música cubana, sin lugar a dudas. En fin, es imposible no hablar de este proyecto.  ¿Cómo nació la idea de fusionar un género norteamericano, como el rap, con uno cubano como el son?

La idea surgió de Liván Núñez, El Flaco Pro, —uno de los ex integrantes de Orishas, quien solo estuvo en el primer álbum, A lo Cubano—, junto a Niko Noki, un gran productor francés con el que trabajamos. Éramos en un inicio cinco miembros, Joel Pando El Pionero, Flaco Pro, Yotuel, El Ruzzo y un servidor. En el camino se fueron cayendo algunos del barco, y quedamos tres: El Ruzzo, Yotuel y yo. Curiosamente al principio no nos llamamos Orishas, tuvimos un nombre más largo Afrocuban Orishas Underground de La Habana. Pero  ese nombre no cabía en la portada del disco, así que empezamos a quitar palabras y se quedó en Orishas. El resto es historia. Pando no llegó a hacer giras, Flaco Pro se separó a los seis meses y nada, fuimos los tres durante 25 años, juntos, con algunas paradas.

¿Qué opinas sobre el anuncio que anda circulando sobre un nuevo proyecto de Orishas sin El Ruzzo y sin ti?

No existe Orishas sin Ruzzo, sin Yotuel y sin Roldán. Menciono a los tres porque hay que ser franco, y reconocer el peso de cada uno. Pudiera hacerme el arrogante y decir: «fulano no hace falta», pero no, hermano, yo soy justo y categórico: somos los tres o ninguno. The Beatles no pueden anunciar un regreso solo con McCartney y Ringo, aunque Lennon y George Harrison estén muertos. En nuestro caso es peor, porque estamos vivos. Para mí es un grave error. Así de simple.

Háblame de tus nuevos proyectos.

Tengo un disco en solitario que pronto saldrá, le estoy dando los últimos retoques. Se mueve dentro del pop, y es más maduro, quizás no para todo tipo de público, es bastante personal. Va a hablar de mi pasado en Cuba, de mis vivencias, mis recuerdos de la escuela, por eso te digo que es personal, con nostalgia. Estará en español, pero tengo la idea de lanzar algunos singles en francés. Tiene un estilo más melódico que urbano, sin menospreciar el rap, porque vengo de allí. Tendrá elementos de música cubana también, pero en su justa medida, que tribute a la canción, teniendo el concepto claro.

¿Las canciones son compuestas por ti?

Sí, todas.

¿Cómo es tu proceso a la hora de componer? ¿Crees en la inspiración, o piensas que es un oficio?

No tengo fórmula precisa, por suerte. No soy de los que piensa que se pueda crear mecánicamente, ni siquiera en la pintura. No creo que los pintores digan “voy a pintar”, sin deseos,  ni yo veo la guitarra y digo “voy a hacer una canción”. Me gusta escribir, por ejemplo, cuando llueve. No sé, la lluvia, el viento, me meten en un ambiente, en un canal que me gusta. Con calor no me gusta escribir, no me baja la musa, soy más de frío. Si me baja la musa de madrugada, con alguna melodía, la grabo, y al día siguiente cojo la guitarra y formo la columna vertebral, que puede ser el coro o el verso. Lo que sí es indispensable es que el tiempo esté descompuesto, y que sea de noche. Yo soy como el hombre lobo, soy de la noche.

¿Tienes además algún proyecto con antiguos colegas?

Con El Ruzzo [Hiram Riverí Medina] he grabado algunas cosas, y se están concretando otras, vamos tanteando y poniendo el termómetro a ver por dónde va la cosa. Ya salió un primer tema que se llama Caribe que ha ido caminando. Colaboramos a menudo, siempre tenemos cosas que decir juntos.

¿Al escucharte cantar junto con El Ruzzo, el público sigue sintiendo a Orishas?

Es inevitable desprenderse, fueron 25 años, y prácticamente somos el 70% del grupo. A pesar de nuestros proyectos individuales, hay una historia detrás que negarla es mentirse a uno mismo.

Recordando uno de tus trabajos en solitario aquí en Cuba me viene a la mente la bachata Dime qué más quieres de mí, con Baby Lores.

Linda canción, y se pegó bastante. A mí me gusta la bachata y he pensado muchas veces en hacer alguna otra, incluso he llegado a grabar algunas pistas. Pero no me gusta dejar las cosas a medias, soy perfeccionista y me pongo tenso porque el listón está muy alto. Hay una barra muy alta en cuanto a calidad de bachata con Juan Luis Guerra, que para brincar por arriba… es un genio. Compartí escenario con él, par de veces. Y lo que más me llama la atención es que tiene la misma banda desde hace años, tremendo compromiso.

Hace tiempo vi un video en YouTube donde cantabas a guitarra la canción Los amigos, de Jorge Luis Estrada. ¿Para Roldán qué son los amigos?

Los amigos… bueno, para empezar, con el paso del tiempo me he dado cuenta de que son muy pocos. El único que tiene un millón de amigos es Roberto Carlos. No es pesimismo, en mi experiencia personal, el que está ahí en las buenas y en las malas, el que te perdona un error, el que te escucha, con el que puedes llorar en su hombro y reír con él, eso es un amigo. No es solo el que está cuando estás triunfando. Los amigos son como las parejas, y las parejas se cuidan, no se traicionan, y son incondicionales, si no se acaba la relación, igual pasa con los amigos…

¿Cuál ha sido el concierto que con más cariño recuerdas, y cuál ha sido el más caótico?

Coj… (risa). Voy a empezar con el más caótico. El más caótico…, ¡pero caótico, caótico! De los primeros conciertos que dio Orishas, en la Plaza de Menocal, un poblado de Mayabeque metido por no sé dónde. Tuvimos problemas con el audio, horrible, y para qué contarte, no quiero dar muchos detalles, pero fue fatal. Y por otro lado, conciertos lindos ha habido muchos, hermano. Mira, esto no fue un concierto nuestro, pero participamos y fue una experiencia inolvidable: el Concierto por la Paz en 2009 en La Habana, que convocó Juanes.

Lo recuerdo bien, yo era muy joven pero estuve ahí, la cantidad de gente era abrumadora.

¡Eso fue tremendo! Creo que es la primera vez que las piernas me tiemblan en un escenario, era un mar de gente… yo no me lo creía. Hubo gente hasta detrás del escenario con unas pantallas, más de un millón probablemente, muy emocionante. Y luego de eso muchos conciertos lindos, en Color Café, en Bélgica, el Gurtenfestival en Suiza, y muchos otros conciertos, aquí en París, que fueron entrañables.

¿Qué crees de lo que fue el fenómeno Buena Vista Social Club?

Eso mismo fue, la palabra la pusiste tú: “un fenómeno”. Déjame decirte algo, triunfar internacionalmente a esa edad no pasa todos los días. Si los milagros existen, eso es a lo que tú pudieras llamar un milagro, sin precedentes y sin continuidad, porque eso no va a pasar de nuevo. Es interesante, porque precisamente los dos grupos élites de la música cubana de ese tiempo, acabando en la mitad del planeta, eran Buena Vista Social Club y Orishas. Estuvimos en el mismo periodo, cuando Buena Vista empezó a golpear duro en el mundo, fueron los inicios nuestros. Estaban los ancianitos, y los jovencitos. Yo jodía diciendo que ellos eran los abuelos y nosotros los nietos. Le debemos mucho, de hecho, el tema 537 Cuba es un homenaje a Chan Chan, de Compay Segundo, con otra letra, pero la misma base armónica. Buena Vista Social Club queda para los anales de la historia, como tinta indeleble.

¿Qué consejo le darías a los jóvenes cubanos que están empezando en el mundo de la música?

Originalidad, que tengan un proyecto innovador. Lo cual sé que resulta difícil, en la música crear de la nada algo nuevo es complicado, casi todo está inventado, por así decirlo. No quiere decir que no se parezca a nada de lo que exista; que no se parezca a nada no quiere decir que tenga calidad. Tiene que tener innovación y calidad, con un toque serio, y tiene que tener también su pincelada comercial, porque hay un público que tiene que consumir tu producto.

Si el Roldán de hoy, le pudiera decir algo al Roldán de hace 25 años, ¿qué le dijera?

Le diría que se fuera nuevamente a Francia, y que evitara ciertos errores y ciertos excesos. ¿Te puedo hacer una pregunta yo a ti? 

Sí, claro, faltaba más.

¿Si tú volvieras a nacer qué cambiarías en tu vida?

Está difícil. ¿Qué cambiarías tú?

Es bastante filosófico, y ni yo mismo me atrevo a contestarlo, por eso te lo pregunté primero. En mi caso pudiera cambiar cualquier detalle, menos no haber nacido cubano. Sería negar mi identidad y mis raíces. Yo estoy orgulloso de ser cubano, hermano. Si eso cambiara, fuera otra persona, y honestamente yo no quiero ser otro.

Visti Cárdenas Músico, compositor Humorista, dice él... Papá de dos gatas, fiel. Hijo de Aleida y cantor. Más publicaciones

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  1. Ileana dice:

    Este hombre es muy buen músico y mejor persona

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