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Entrevistas Marlen Fuentes. Foto: Tomada de las redes sociales de la artista. Marlen Fuentes. Foto: Tomada de las redes sociales de la artista.

¿Quién te para, Marlen?

Llevo un rato recorriendo la misma manzana cuando, por fin, reconozco su casa. Me acerco y grito su nombre, tímida, como quien cree que se equivoca. “¡Ay, mi negra!”, grita desde una sala en apagón. “Te guardé el último poquito de café que tengo; hasta que entre, tú sabes. Ahorita lo hacemos”. Yo me conformo con verla, y con un poquito de agua. Pasamos un rato hablando de la vida, la suya y la mía, poniéndonos al día. 

Marlen Fuentes, bailarina, guarachera, profesora de Matemática,  músico autodidacta, que de la Tropical viajó a Rumanía y luego de vuelta, que en su paso por Las Canelas de Cuba aprendió a tocar el bongó y luego no paró hasta dominar otros (varios) instrumentos de percusión, que ahora defiende su propio proyecto —ML Explosión—, ha tenido que superar uno a uno los obstáculos que le ha puesto la vida. Por eso está hoy aquí. La última vez que nos vimos fue corta y no dio tiempo, pero esta vez será diferente: tenemos todo el día para que hable ella y yo, mientras tanto, disfrute su risa, sus modos, sus frases y su historia que, advierto, también contiene lágrimas.

***

Recuerda una infancia bastante feliz. Su relación con la música comenzó en la antigua Escuela Experimental, ubicada en Ermita y Lombillo que, según me cuenta, agrupaba estudiantes con alto coeficiente. “Cada vez que había actividades culturales, Marlen estaba en las actividades culturales. Todo lo que se escapaba que tuviera que ver con cultura, con baile, ahí estaba yo”. En casa, su madre, quizás para acercarla a la música o por imaginarse un sueño que nunca cumplió, se inventaba una carrera como cantante. “Todo el repertorio que me sé, se lo debo a ella”.

Llegó a ser maestra de Matemáticas, en parte, gracias al apoyo de sus padres. A Marlen le encantaba enseñar, prefería la enseñanza primaria, dice, aunque estaba capacitada para la secundaria. “Pasé por casi todas las escuelas primarias de Centro Habana”. Se inventaba juegos didácticos para que sus estudiantes asimilaran más rápido la asignatura y por ello recibió premios a la Mejor Maestra Novel del municipio.

Pero dar clases no era la única pasión de Marlen. Para aquella maestra de 21 años, bailar era otra. Cada noche, se iba “en su lancha” hasta Regla a ver ensayar a los icónicos Guaracheros de Regla, en el estadio. No se trataba de admiración solamente, tenía toda una intencionalidad: captar los pasos de las coreografías por si tenía la oportunidad de “colarse” en algún momento. Una noche sucedió:  de las 80 parejas, una estaba incompleta. “Faltaba la parte femenina”, me cuenta, “y sin que nadie me autorizara, me colé y me puse a bailar. Nadie se dio cuenta de que era nueva porque ya hacía los pasos perfectos; salvo, lógicamente, el director, que me preguntó que quién era yo y de dónde había salido. A lo que, humildemente, contesté: Ay, director, este el sueño de mi vida. Deme la oportunidad. Y me quedé bailando en Los Guaracheros de Regla”.

En la compañía, Marlen confirmó que efectivamente, tenía aptitudes para el baile: fue su escuela, aprendió de los mejores. Comenzó en la “patana” y logró, a pesar de su baja estatura, posicionarse en el “arcoíris”. Pero, inconforme, quería más. Sabía que podía más. Tres años más tarde se instaló en los cabarets de la noche habanera: el Palermo, el antiguo Cabaret Nacional de Prado (hoy Tablao), Las Vegas, el Parisién, en este último bajo la dirección de Andrés Gutiérrez González y Rafael Hernández Fauret. Cuenta que en aquel momento, cuando llevaban un período bailando, les evaluaban; así se certificó como bailarina profesional.

En Regla, año 92. Foto: Cortesía de la artista.

En Regla, año 92. Foto: Cortesía de la artista.

Profesora de Matemáticas de día y bailarina de noche, así fue durante varios años hasta que tuvo que determinar qué camino seguir. “Ya no podía más con las horas de sueño, el cansancio, las horas de ensayo, la escuela…”. Llega un momento en que la superwoman no da más, pienso, y que no hace falta llegar a todo y hacerlo todo. Entonces, se retiró del magisterio y se fue a Tropicana.

La cosa en Tropicana tampoco fue sencilla. “De entrada, llegué quitándome la edad, porque ya tenía 27. Tuve que decir mis mentirillas para poder entrar”. Su estatura seguía siendo un problema y fue expulsada varias veces de la compañía por el mismísimo Santiago Alfonso debido a su metro cincuenta y siete. Ella no solo se reconoce insistente, sino que también es consciente de lo talentosa que era (es) y eso lo vio Santiago: “Me llamó un buen día y me dijo: te voy a dar la oportunidad porque eres buena en lo que haces, pero para  que entres a la escuela de Tropicana, no al espectáculo”. Y agrega: “¡Era un paso! ¡ Algo!”. Aprender las técnicas de ballet para las coreografías le costaba, porque las condiciones físicas le exigían, y ella tenía  pies planos. Pero eso tampoco pudo con Marlen, sufría dolores constantes, pero seguía esforzándose. “Y entro a Tropicana. ¡La alegría de mi vida! De Tropicana para allá, no hay más nada, es el cabaret insignia de Cuba”. Cuando el espectáculo oficial salió de gira, se hizo una selección exhaustiva en la escuela de donde saldrían los bailarines que irían de viaje; ella fue seleccionada y, me aclara, no para bailar en “los árboles”, sino en el centro; aunque no como principal.

Dejó el Cabaret por un anuncio en televisión nacional para audicionar como bailarina en un proyecto que promocionaría la marca de ron Havana Club en Rumanía. Pensó que esto le abriría las puertas al mundo. Se presentó, a pesar de que uno de los requisitos principales era medir más de metro sesenta. “Había muchas mujeres bonitas, muchas mujeres altas. Yo no les llegaba ni a los hombros”. Tenía todas las esperanzas puestas en aquel proyecto. A día de hoy no sabe si fue un error, pero entre cientos de mujeres, su foto regresaba señalada en rojo, diciéndole que sí, que iba a “poner el nombre de Cuba bien alto” en Rumanía. Seis meses después volvió a La Habana “en la gloria”.

Era 1999 y Marlen, la bailarina, no sabía que ese año abandonaría los escenarios. Aunque el baile sigue estando en su vida de alguna manera. Es difícil que esta mujer deje de moverse cuando suena una rumba o una salsa, o en la vida, en general. A ella no la para nadie. Ni siquiera la detuvo el no saber tocar un instrumento cuando se enteró de que existían Las Canelas de Cuba y que la banda estaba dirigida por sus primos Zoe (paila), Giselda (bajista) y Jesús Fuentes (director musical). “Mi tío me lleva al local de ensayo de Las Canelas y allí me dicen: A ver prima, queremos ayudarte, ¿qué tú sabes hacer?”. Los sentó en un sofá y les cantó el ZunZun, babae de Celia Cruz que había aprendido en Tropicana. Hubo aplausos, sí, pero sus primos le dijeron que lo que necesitaban no eran bailarinas cantantes sino músicos.  “Tienes que aprender a tocar algún instrumento, aunque sea percusión menor”.

Sus primeros intentos como güirera fueron con una botella de aceite “con rayitas” y un tenedor. Se sentaba frente al televisor y seguía a los intérpretes del instrumento, para practicar. Viendo  Palmas y Cañas aprendió a tocar maracas. La noto orgullosa de saberse autodidacta. Pero el guiro  ya estaba ocupado en el grupo  y se decidió por el bongó; luego se hizo alumna de Joaquín Pozo. Un día la llamaron desde Alemania para comunicarle que habían tenido que prescindir de la bongosera que tocaba en el grupo: “Era mi oportunidad de entrar finalmente en Las Canelas”. Pero otra llamada le arrebataría aquella felicidad: “Me vuelven a llamar y me dicen que querían cambiar la sonoridad de la agrupación, que ya no necesitaban el bongó. Quedé muy deprimida, ya había aprendido el bongó y tampoco podía entrar oficialmente al grupo. Entonces me dicen: no sabemos lo que tú vas a hacer, pero vamos a comprar una batería. Esto fue para mí como un palo por la cabeza”.

Me quedo perpleja mirándola. Su modo de contarme la historia me amarra al sofá de su sala, aún en apagón. Su vida parece increíble, a veces. Nadie la detiene, pienso nuevamente.

Marlen Fuentes ensayando. Foto: Cortesía de la artista.

Marlen Fuentes ensayando. Foto: Cortesía de la artista.

“Aprender a tocar la batería no fue nada fácil. Primeramente, no sabía ni con qué se tocaba. Mi padre, que era carpintero, me hizo, sin tener la más remota idea de lo que era una baqueta, una especie de bates de pelota chiquiticos. También, fijándose por lo que veíamos en el televisor. Claro, la sonoridad de una batería con parches no puede sonar igual al golpe que tú le das a una tabla. Luego llené el sillón de sartenes. Y era dando golpe en aquellos sillones, porque eso no era música, eran golpes”. Como no tenía formación ni oportunidad para ello; comenzó a tocar puertas, a caminar por las calles sin dirección. Donde escuchara una batería sonando, preguntaba “humildemente” si podían enseñarle. “Como en aquel tiempo no había celulares, y no tenía como grabarlas, yo me iba con las células que me mostraban en la cabeza y las ensayaba en la casa”. En aquel momento ya residía en el reparto Kholy, y le quedaba cerca el Anfiteatro del Parque Almendares, que fue otra fuente de conocimientos para Marlen. “ Bajaba todos los días a mirar al baterista y le pedía ejercicios: el hand to hand, los controles de baqueta. Mandé a hacer con mi papá un pad de práctica (base de madera con goma de camión)”. Incluso, llegó a utilizar una máquina de coser Singer buscando que sonara metal-tabla: “El platillo era la ruedita de la máquina de coser, el bombo era el pedal, que se mueve en un solo sentido. Yo le daba la sonoridad con la boca, la que yo quería, pero el movimiento era uno solo. Era una locura”.

Al regreso de la gira, Las Canelas le prestan la batería y, para no molestar a sus vecinos, consigue una carretilla con la que bajaba todas las mañanas para el río Almendares a practicar. Además, recibió clases particulares, pero fue todo de oído. Marlen nunca aprendió a leer música. “He perdido contratos por no saber leer música. Hubiera querido que la vida me hubiera dado la oportunidad de estar en una escuela de música. Yo creo que hubiera sido un poco mejor como músico. Pero no me arrepiento de nada; yo me siento feliz”.

Me llama mucho la atención: si no sabe leer música, ¿cómo  hace para que le salga un tema?  Me explica: “Yo tenía que elaborar mi propia partitura, que solo entendía yo. Escribía el sonido que escuchaba, por ejemplo, yo escuchaba cuprá, y escribía cuprá; que es tocar en el tom de pie (base) y cerrar con las dos baquetas en el mordente de la caja”. En medio de la conversación coge un papel y anota un bloque de Barracón a 6×8, para que yo entienda cómo escribe música Marlen Fuentes:

Cun prá cúcun – cuncún prá cucú

(patapá) con pra cocon prá

Tocotoco conco prá

Cun prá cúcunprá

Con coto cotón

Co pas… (platillo)

Así, se presentó en festivales internacionales, giras, hasta en un crucero. Allí, navegando, Marlen pasó sus últimas semanas de embarazo. Volvieron a Cuba ya a punto de nacer su único hijo y en la primera semana de posparto ya estaba, baquetas en mano, en un Musicalísimo de Fin de Año. Puedo imaginar el esfuerzo y los sacrificios que tuvo que hacer para conciliar la maternidad y la música. Lo que más me emociona de su vida es precisamente eso: ¿cómo, si las tareas de cuidados han sido históricamente un asunto “femenino”, Marlen logró llevar ambas cosas? 

Marlen Fuentes en la batería. Foto: Cortesía de la artista.

Marlen Fuentes en la batería. Foto: Cortesía de la artista.

Y aquí es donde empiezan las lágrimas.

Tomasa Mercedes Molinet González, su madre, jugó un papel fundamental. “Soy quien soy, por ella y para ella, que en gloria esté. Yo sufría porque no podía estar a tiempo completo con mi hijo, pero mi mamá era enfermera; me ayudaba a extraerme la leche y la congelaba. Yo sabía lo importante que era para su desarrollo, por eso lo hicimos así”. 

¿Congelabas la leche? ¿En el año 2000?, la interrumpo y no imagina lo que significa esto para mí: “malas madres” nos llaman a veces por hacer esto. “Sí, pero sufría mucho cuando a las tres horas se me empezaba a mojar la blusa en la Zorra y el Cuervo, en plena presentación, a las tantas de la madrugada. Sentía que mi hijo tenía hambre. Todo se lo debo a ella”, y me hace un gesto para que detenga la grabación, con la voz ahogada. Quiso el azar que el día de esta entrevista coincidiera con el aniversario de la muerte de su madre. La abracé tan fuerte como pude, se secó las lágrimas, porque se permite sufrir lo justo, y seguimos.

***

Cuando le pregunto qué es el éxito para ella, respira hondo y toma impulso. “El éxito para mí no es la televisión, no es la radio. El éxito para mí no es que el mundo conozca mi vida. El éxito para mí es haberme trazado las metas que he querido y que la vida me haya permitido  cumplirlas”. Se separa de Las Canelas, después de casi 15 años, con otra meta: ser directora de su propia agrupación.

A partir de ahí, trabajó en bares y restaurantes de La Habana Vieja con diferentes grupos; pero vivir de propinas, teniendo que mantener una familia, la llevó al límite. Fue víctima, en varias ocasiones, del abuso de poder de sus directores que, viendo cómo lideraba, decidían expulsarla sin explicaciones. En la empresa Adolfo Guzmán pudo, por fin, contratarse junto a sus actuales músicos, que conforman el sexteto ML Explosión: Yoxgiel Martínez (director Musical, arreglista, pianista y compositor), Nestor Cordero (bajista), Freddy Pérez (percusionista), Yandy Hernández (cantante), Reinier Fuente (violinista) y Marlen (güiro, maracas, cajón, batería).

Actualmente, sigue colaborando con Las Canelas de Cuba y  dirige  ML Explosión. Pero Marlen, además, es taxista. Cuando la pandemia de la covid-19 llegó y se detuvo el planeta, salió una convocatoria de Taxis-Cuba para mujeres conductoras. Desde octubre del 2020, es una de las 23 mujeres que conducen los llamados Ecotaxis, y de aquí ha nacido su otra pasión. Ni siquiera allí, tras el timón, abandona la música. “La china vanvanera, me dicen”. Sus pasajeros habituales la esperan, porque con ella y sus cantos, el viaje es menos tedioso. “El taxi para mí es música: porque, como la música, el taxi también me alegra el corazón”, dice con  una sonrisa enorme alumbrándole el rostro. 

***

Maestra, bailarina, percusionista, madre, directora de un sexteto, amante de Los Van Van, gozadora del latin jazz, que a veces sueña con haber sido bajista; cuando Marlen Fuentes se mira al espejo se reconoce luchadora, humilde, incansable, como la vemos también quienes tenemos el placer de conocerla. “En esta vida, todo lo he hecho con dolor”, me dice. La marginalización que ha sufrido por ser mujer, negra, de baja estatura, sin estudios, madre, le ha robado espacios y la ha dejado fuera, muchas veces, del camino. “Cuba sigue siendo un país machista y racista” y luchar contra todo eso, siento, es su verdadero, inmenso, logro. 

Le falta “grabar en la Egrem o en Abdala, que a mis negritos los reconozcan. Empujar a mi agrupación para que vivan lo que yo he vivido con la música. ¡Y lo voy a lograr!”, dice. 

 ¿Quién te para, Marlen? 

No me para nadie.

Lien Real Lien Real Madre de dos. Imperfecta. Escogí criar respetuosamente para sanar heridas. A veces lo cuento en Twitter. Más publicaciones

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  1. Darsi dice:

    Preciosa e inspiradora historia de vida.

  2. Rudy dice:

    Que alegría para mi dar con este excelente trabajo, Conozco a la Marlen hace ya algunos años y es una persona merecedora de este tipo de trabajo, es impresionante como no se amilana a cada obstáculo que se le presenta en la vida, he sido testigo de gran parte de todo lo que cuenta, es un verdadero ejemplo a seguir.
    Pero lo más valioso de ella para mí es esa sonrisa en su rostro que no importa como le este golpeando la vida en ese momento, esa sonrisa Nunca se apaga !!

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