
El editor musical o Music Publisher (I)
Si desde Cuba tecleas en Google la combinación editor + musical te saldrán, en aproximadamente 60 segundos, 343 millones de resultados. ¿Por qué entonces valdría la pena hablar un poco de esta figura y su rol en la industria musical, especialmente en la cubana?
Pero antes… ¿de dónde sale este título que pareciera robado al mundo de la literatura? Pues de ahí mismo. ¿Recuerdas la escena de Amadeus en que Salieri copia a mano como un demente la obra de Mozart en la misma medida en que este la crea, intentando que no se le escape ni un detalle de lo que va tarareando el genio de Salzburgo? En la época que refleja la película aún esta era la forma más común de “apresar” una música. Sin radio, ni fonógrafo, ni modo alguno de grabar los sonidos para luego reproducirlos, el sistema de distribución de la música, más allá de su ejecución humana, era el manuscrito (realizado por alguien que, además, debía conocer de notación musical).
Pero esa situación venía cambiando hacía un par de siglos. Al inventarse la imprenta en el siglo XV, la vida de mucha gente, entre otras, la de los compositores de música, iba a dar un vuelco brutal. En lugar de vivir reproduciendo a mano las partituras de las obras para intentar hacerlas llegar —mediante mensajeros a caballo o a pie— a las orquestas y compañías operáticas europeas que podrían “representarlas” y hacerlas “famosas”, los editores e impresores comenzaron a hacer ejemplares de las partituras en aquellas enormes máquinas de hierro de las primeras imprentas. Igual que hacían copias de los libros, que ya no eran originales únicos escritos con pluma de ganso. Y con ello nació el copyright, con la posibilidad de reproducir, en ejemplares múltiples, las obras producto del intelecto humano, aunque al ritmo de apropiación de los inventos y avances tecnológicos de entonces; pasarían siglos antes de que las partituras impresas se extendieran a todos los bolsillos.
Al principio no existían los editores exclusivamente musicales, sino que estos prensaban en sus talleres todo tipo de obras (literarias, musicales, mapas, dibujos, etc.), consiguiendo así que alcanzaran una mayor difusión mediante su reproducción impresa. Gracias a ello y a las presiones o lobby político que hicieron por décadas, consiguieron también que los Estados protegieran sus inversiones, otorgándoles ciertos privilegios económicos derivados de la comercialización de las copias o ejemplares.
Luego, los “editores” se fueron especializando. Ya a finales del siglo XIX las partituras impresas eran el principal uso comercial de las composiciones musicales. El editor musical se había especializado y comenzaban también a surgir otras formas de copiado de la música, ahora en formato aptos para reproducción de audio (el fonógrafo).
Aun cuando los editores musicales de hoy en muy pocos casos se dedican a la reproducción de partituras musicales (quedan pocos editores “puros” y ello solamente en el sector de la música académica o clásica), la figura del music publisher (como se le conoce en inglés) no ha hecho más que afianzarse con los años dentro de la llamada industria musical. Asume este nombre o función cualquier persona (natural o jurídica, o sea, individuo o empresa) que se compromete mediante un acuerdo con el autor a la realización de una serie de actividades asociadas a la promoción de la obra musical, a cambio de un porcentaje de los derechos de autor que las obras generen en su explotación comercial.
El editor musical se convierte así, mediante la firma de un contrato de cesión o contrato editorial, mediando o no un anticipo (que no es obligatorio), en un socio comercial del compositor, en alguien que realiza (o se supone que realice) una serie de diligencias para que la obra, digamos, “camine” más.
Entre sus funciones básicas un editor musical moderno de música popular debería, por ejemplo, realizar varias de estas actividades, si no todas:
– Hacer demos o maquetas de las obras aún inéditas y ponerlas a disposición de intérpretes o productores, departamentos de A&R, managers o artistas que están grabando o escogiendo repertorio.
– Estimular la sincronización de las obras musicales en obras audiovisuales (series para TV, películas, videojuegos, etc.).
– Conceder licencias de explotación y administrar los derechos de autor de las composiciones.
Las editoriales varían en tamaño y alcance: algunas son individuos o pequeñas empresas independientes y otras son empresas multinacionales con grandes plantillas y múltiples sucursales alrededor del mundo. También es más que habitual que los principales utilizadores de música (las compañías discográficas, los canales de televisión, los agregadores de contenidos o las multi channel networks) tengan un departamento o área editorial con la que obtienen beneficios adicionales a su actividad central y/o ahorran recursos de todo tipo.
Incluso los propios compositores, especialmente en el caso de que su obra musical sea abundante y tenga una explotación intensiva, suelen crear editoras musicales para gestionarla más de cerca y no perder su control.
Los contratos editoriales, por su parte, pueden referirse a una canción concreta, a varias o a un repertorio íntegro, aunque muchas legislaciones (especialmente en Europa) prohíben, en un intento por proteger al autor de relaciones abusivas en el sector, que estos puedan ceder sus obras futuras (aún no creadas) y obligan a hacer referencia en los contratos a obras precisas. También existen contratos en los que los autores se comprometen a escribir para un editor un número concreto de canciones en un período de tiempo determinado, generalmente a cambio de anticipos.
Vaya… me he tirado dos páginas de información acerca del editor musical o music publisher sin haber contestado a mi propia pregunta en el párrafo inicial: ¿Por qué valdría la pena hablar aquí de esta figura y su rol en la industria musical, especialmente en la cubana?
Para evitar abrumarte, y de paso embullarte a que nos sigas visitando, hablaremos del editor musical en Cuba y su importancia en la segunda parte de este material. En el ínterin, puedes mandarnos tus dudas y trataremos, con mucho gusto, de despejarlas.
Mejor, imposible!
Me ha gustado mucho el artículo.