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La Descarga Ilustración: Alicia & Alucho. Ilustración: Alicia & Alucho.

Abel Lescay

Cuando yo entré a la Ena nos prohibían ir a la cafetería del Isa. Parece que les chamaques se metían en las fiestas de les universitaries, se emborrachaban y acababan. Yo tenía 15 años la noche que me tiré en la piscina de la Facultad de Música. No se me olvida el despelote generalizado que provocaba el sonido de Interactivo de fondo. En el patio de la Facultad de Artes Plásticas, bautizado como La Vagina, la música electrónica era un trance durante la madrugada, se pasaban el prende de mano en mano, como si todo fuera legal. La cafetería central, desde las ocho de la mañana estaba llena de gente conversando; ahí conocí, con mi uniforme carmelita, a les personajes más pintoresques del Isa: artistas, profesores, dealers, patinadores que se infiltraban. En una mesa, cuatro jazzistas borrachos cantando una melodía de Coltrane; por acá unes chamas calentando pa’ hacer una orgía; una arpista yonki decía que estudiaba “bafle”, les pintores con sus pintas tomando café; les actores metidos en su canal impredecible; les músiques clásiques, muy series, conversando bien vestides; las mesas de la cafetería probando su resistencia a cualquier tipo de eventos.

Pasear por Plástica era un viaje surreal. Las cúpulas estaban siempre activas y produciendo. Pinturas, esculturas, instalaciones, el taller de grabado abierto, los pasillos oscuros y misteriosos. Ahí nos escondíamos les uniformades para tomar café y ser libres. En la cafetería más pequeña, ponían música yuma contemporánea y podíamos sacar las botellas de ron sin lío. En el piquete, los maricones tenían la supremacía, recuerdo cómo me hacían bullying y me discriminaban por raro entre les rares; las jevitas hablaban sin tapujos de cualquier cosa, y yo sentía mucho amor, siempre, por todo. Odiabamos el sistema de educación de la Ena, y les del Isa nos enseñaban cómo escapar de la dictadura antiartística y del régimen semi-militar impuesto en el albergue.

En la Facultad de Música, por el día, se enredaban las notas de aula en aula. Los pianistas clásicos quemaban las 24 horas, les profesores de flauta, de contrabajo, de canto, de percusión… juntos hacían una gran música mágica. En los alrededores, siempre el de la trompetica, y en el bosque un saxofón bajando escalas y arpegios. Les verdaderes metatrancoses se reunían en el estudio de Juan Piñera, escuchándolo dar chucho incansablemente. Y los miércoles Las Músicas Itinerantes sonaban en el salón, con todos les compositores ávides.

Foto: María Lucía Expósito.

Foto: María Lucía Expósito.

En la cafetería del albergue, semanalmente, un cuarteto de saxofones formaba una jam. En los tiempos del JoJazz todes les músiques ensayaban a la vez. Y los conciertos en el patio de la Facultad eran momentos históricos.

El día que matriculé en el Isa, en septiembre de 2019, se improvisó un concierto en la cafetería. Mis amigues latinoamericanes elogiaban la intensa vida cultural de la institución. Todes les personajes se paseaban coloridos  y se reunían en grupos. Se hacían fiestas en las noches. El piso de teatro era un eterno escenario experimental. Todes estaban loques. Un piquetón interdisciplinario empezó a hacer las fiestas de Elementales Leshes, con conciertos, exposiciones, películas, tragos regalados, caldosas. En una cúpula con las ventanas abiertas, había una pila de chamaques torciendo, y les de la Feu, de espaldas, mirando a Inti y a Piñol cantando; Medio Gramo echándola con Ledea, haciéndose un solo galáctico. ¿Cómo olvidar aquello? El público era mucho y el vino no se acababa. Nos daban las cinco de la mañana bailando. 

Muchas fiestas y aventuras estaban proyectadas en marzo de 2020. Nos dijeron que en un mes estaríamos de vuelta, pero pasó mucho más tiempo. Al fin se reabrió la escuela en noviembre de 2021 y nos volvimos a ver las caras. 

El nuevo rector comenzó el curso con estrategias para mantener a les estudiantes pacificades. Todos los miércoles, ¡fiesta! Mucho reguetón y tragos caros con poco alcohol. Rápidamente se fueron vaciando y pasaron a ser “recreaciones”. La beca también se ha ido vaciando. 

Aunque la comida mejoró, la gente se queja de lo mala que está la escuela. Las clases, las oportunidades, la vida artística. Por el pasillo pasan cada vez menos personas. Será que no han vuelto a abrir la cafetería central, pero ya no se ve allí gente linda y colorida inventando locuras. Las clases online tampoco aportan mucho. “Esto está muerto”, me dijo un socio que pasó después de mucho tiempo.

Foto: María Lucía Expósito.

Foto: María Lucía Expósito.

La Feu logró hacer dos peñas en este curso, sin que muches artistas del Isa estuvieran involucrades. En un mes tenso se suspendieron tres conciertos. Los rojos hacen sus peñas escondidos sin hacer promo. Durante la Bienal de La Habana hemos visto varias cúpulas de pintores convertirse en basureros. Las Músicas Itinerantes pasaron solo un día por la Facultad. En el albergue hay un silencio que solo rompen a ratos los mosquitos, el reguetón y la timba aturdidora. Les de Plástica, Famca y Teatro ni se asoman a las recreaciones. Lo más adictivo que hay es el turrón de maní, y lo más psicoactivo el ruiseñor que canta en la mañana.

La población de ardillas creció durante la cuarentena. Los pájaros sopranos y tenores llegaron a la copa de los árboles. Ahora las ruinas conservan un vacío taoísta, un silencio raro de encontrar. El río corre más que antes y tiene menos basura, aunque los espacios de césped están llenos de plásticos que el Quibú arrastra. Hay días en los que el viento se la pasa aullando y da miedo. Los atardeceres desde las Ruinas del Gusano son orquestados por las hojas de los árboles, en espectáculos únicos y diarios.

Foto: María Lucía Expósito.

Foto: María Lucía Expósito.

Somos poques quienes nos tomamos un cafecito mirando el crepúsculo. Y cada vez nos importa menos lo que suceda afuera o en la mente de los CVPs. Ayer encontré a mi amigo pintor tocando la flauta de bambú como un pajarito. En silencio habitamos un espacio que, aunque controlado y vigilado por censores y segurosos, nos pertenece a los libres, a los que somos felices abrazando un árbol. 

El Isa es hoy un parque natural, donde las ruinas de una sociedad artística esperan. Es un momento de silencio, depresivo. O de contemplación, para alimentar el alma. Mientras, la metamorfosis continúa, el destino toma el pincel para enseñarnos a vivir. Las ardillas se ocultan en las hojas, y el sol cae, sin más.

foto de avatar Abel Lescay Un animal (risas). Más publicaciones

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  1. Mary dice:

    Se ma hace insoportable leer algo con tantas e. Hasta aquí llegué: “les músiques clásiques, muy series, conversando bien vestides”

  2. Lixandra Tassé Melendez dice:

    Que lindo y muy triste a la vez. Me hiciste recordar mi infancia. Los años han pasado y es fuerte sentarse a recordar el pasado con añoranzas como si estuviéramos viejos. Es fuerte ver que pese a lo que estamos viviendo lo único que en verdad se nos está pasando es la vida.

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