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La Descarga composición musical Ilustración: Mayo Bous / Magazine AM:PM.

En defensa del espacio

Alguien (con quien no estoy de acuerdo) me dijo que en cada obra musical, el compositor debería desplegar todos los conocimientos que ha acumulado. Hasta cierto punto lo entiendo, pero no considero que en cada creación habría que vomitar cuanto recurso uno tenga. La sobredosis de información es la enfermedad del siglo, una cuyo peligro reside principalmente en la capacidad de envolver a todo aquel que la contraiga, ya que es mucho más estimulante recibir y recibir, sin procesar. La sobresaturación de información crea un estado en que su ausencia se percibe como algo negativo, como si el espacio vacío fuera una carencia. Como si el silencio no fuera parte de la música, como si el oyente fuera un receptor pasivo y no tuviera la capacidad suficiente de proyectar algo en ese espacio que se deja. 

Me gustan las canciones que me permiten habitarlas y no las que me engullen y empalagan de información, sonido y texturas. Como ser pensante, poseo y disfruto la capacidad de razonar e interpretar información, ya sea para hallar el significado o la razón que motivó al creador, o para encontrar cómo aplicarla a mi favor o en mi contra. 

Uno de mis deportes favoritos, en mis tiempos de músico en Ruido Blnco, era debatir con Marcos González todas y cada una de las diecisiete millones de cosas que amamos de Vetusta Morla (o Silvio, Fito, Drexler, Sabina, Calamaro, Izal, o cual fuese el autor de turno en ese ensayo). En uno de esos interminables debates llegamos a la conclusión de que la principal magia de las composiciones, reside en su capacidad de crear espacios, sin necesariamente delimitarlos. No recuerdo quién de los dos lo dijo, pero la conclusión residía en algo como el valor de  ser “un lienzo sobre el cual proyectar’’.  A cada rato, una canción añeja me regala un nuevo algo; sin embargo, luego de aterrizar en ello, y escuchando en retrospectiva a todes les compositores que amo, admiro y estudio, me doy cuenta de que poseen precisamente esa capacidad de comunicar, bajo códigos específicos, historias o situaciones lo suficientemente arquetípicas como para ser honestas, coherentes y contar una historia personal, mientras dejan espacio suficiente para que el oyente pueda agregarle su propia historia. 

Frases como: Él corría, nunca le enseñaron a andar o Fue tan largo el duelo que al final/ Casi lo confundo con mi hogar o Deja el equipaje en la ribera/ No te sirve cuando cruzas la frontera son algunos de los ejemplos de lo que cariñosamente llamábamos recursos vetustianos; frases con el suficiente vuelo poético para llevarte a algún lugar sin limitarte el espacio. En los últimos versos, por ejemplo  ―tomados de 23 de junio, perteneciente al disco Mismo Sitio, Distinto Lugar de Vetusta Morla―, el oyente puede proyectar cualquier situación que juegue con la idea de ir de un lugar a otro mientras se deja algo detrás. 

Creo que es ahí donde reside la magia de la composición, y lo que yo, como melómano intenso, busco en la música: una frase que me capture desprevenido y me dé la imagen que necesito para darme cuenta de lo que está pasando en el fondo de mi mente, de una manera tan violenta e inevitable que me resulte doloroso no haberlo tenido presente antes.

Cuando Drexler habla del Cinturón Blanco en la canción homónima, lo hace por las razones que ha compartido en una video-entrevista-analisis junto a Jaime Altozano acerca de Tinta y Tiempo, su actual más reciente trabajo. Y yo, fanboy al fin, entiendo,  sin embargo, que no necesita explicarse pues su narrativa es aplicable a cualquier situación relacionada con el aprendizaje y la zona de confort.

En otra dimensión de imágenes y significados, un artista que admiro mucho, Luis Alberto Spinetta, forjó una canción de puras palabras sin vínculo estructural coherente entre sí, puras imágenes sin nexo aparente entre ellas, más allá del propósito de conmover. El concepto es la creación de una experiencia sonora donde el oyente es quién crea su historia. Me refiero al tema Por, del disco Artaud, de Pescado Rabioso, un trabajo que, sin dejar de ser coherente, crea sensaciones a partir de imágenes y espacios sonoros al tiempo que desafía el concepto de estructura, inspirado en las ideas de los dadá, los surrealistas y sus «fumados» experimentos con el desmembramiento de la forma. 

No sabría señalar con una regla dónde reside exactamente el punto que delimita la frontera entre la vagancia lírica y la abstracción, pero si una obra logra llevarme a un lugar que ninguna otra puede, siento que cumplió su cometido: que me permita  modificar la realidad, a través de, en este caso, palabras, imágenes y sonidos. 

¿Es necesario todo esto para hacer una canción decente? Por supuesto que no, pero creo que ahí está la línea entre una canción que funciona, y una canción buena, y si puedes tener las dos en una, ¿por qué no intentarlo?

foto de avatar Daniel Rosete Aguilera Seguramente está escuchando música o hablando de ella. Algún día vivirá de hacer playlists. Inmune a los tonos de gris. Más publicaciones

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