
Yanelis, la chica del Capablanca
Gerardo Alfonso grita en su canción Dicen que…: “De nosotros hay grandes cantantes/ y río (cua cua cua cua cua) porque/ nos cuesta doble llegar a gigantes (…)”.
Yanelis Jiménez (La Habana, 1987) es mujer, mestiza. También madre, cursó el nivel elemental de Piano y es graduada de Sociología. Está categorizada como cantante por el Instituto Cubano de la Música (ICM) y el Centro Nacional de Música Popular (CNMP), al que pertenece.
También se adiestra para ser empresaria. Desde hace casi un año es la productora de la Camerata HabAnaMartin y, para hacerlo bien, concluyó el Diplomado de Administración de Empresas del Proyecto CubaEmprende, adjunto al Centro Cultural Padre Félix Varela, que durante 11 años se ha dedicado a capacitar a futuros y actuales emprendedores.
En el penúltimo módulo, el de Ventas, coincidimos. Nos separan un par de pupitres. Es la primera clase y ella se presenta como cantante.
Me alegra ver a músicos y gestores culturales capacitándose en temas de marketing, estrategias, contabilidad y finanzas, gestión de proyectos. Es una dimensión que los músicos y, en general, los artistas dejan a menudo en manos de otros.
Yanelis es comunicativa, muy alegre y segura de sí misma. Al segundo día hablamos por primera vez subiendo la escalera de piedra, rumbo al aula del tercer piso que ocupamos. Inmediatamente nos identificamos, y más, nos asombramos con ciertas coincidencias. Ambas nos graduamos de piano en la Escuela Elemental de Música Manuel Saumell y tenemos hijas que han seguido nuestros pasos. Nos reorientamos profesionalmente sin dejar de amar, consumir y, en su caso, producir música.
Conectamos. Durante el receso me invita a su espacio en el Bar Capablanca del Hotel Nacional de Cuba, los miércoles entre 6:00 y 9:00 p.m. Allá me voy a seguir descubriendo a esta chica, sin conocer el lugar ni tener idea de qué tipo de música lo ambienta.
Ocaso en el Bar Capablanca
El Bar Capablanca es un espacio inaugurado recientemente en el Hotel Nacional. Se ubica en unas terrazas en el octavo piso del ala norte y, desde allí, la vista es envidiable. Con un formato mínimo, Yanelis, junto al Dúo Los Padrinos, se encarga de ponerle música a la tarde noche habanera. Yanelis canta con un timbre sobre lo grave. Tiene una voz agradable y muy bien manejada. Arranca con Garota do Ipanema con acompañamiento de teclado y guitarra. Le sigue Tú mi delirio, ese clásico del filin.
Yoandy Navarro toca guitarra y canta con una voz tremenda; lo mismo encara un bolerón que un merengue, o versiona a Nat King Cole o a Frank Sinatra con soltura y aplomo.
Edenis Sánchez se encarga de los teclados, pero donde brilla —brilla, repito— es cuando emboca la trompeta de una manera que me deja sin aliento. Es el mismísimo Chris Botti, con sordina o sin ella. Es dueño de un sonido limpio, sin ataduras, magistral. Pero Yanelis es la reina del tablero escoltada por una pareja de alfiles de lujo. Reina que domina el escenario minimalista, con un audio acorde al área descubierta que debe sonorizar.
El lugar se va llenando de turistas según se acerca el ocaso, que promete ser mágico. Estamos en un julio tórrido, con récords de temperaturas y muy poca lluvia. El cielo está despejado y el sol se pone limpiamente en el horizonte.

Foto: Paula Piñeiro Benítez
Dicen que, con este color, tienes la misma oportunidad…
Esbozo los 35 años de Yanelis entre clases. Ya somos amigas y le pregunto cosas atrevidas a bocajarro, sin reparo. Cosas como: “¿Te ha ayudado ser una mujer hermosa en tu trayectoria como músico?”. Busco adentrarme un poco en los intríngulis de un mundo que también recorre mi hija desde hace unos años, enmarcada —en su caso— en la música clásica.
Yanelis sonríe y me cuenta que ser atractiva le ha abierto muchas puertas, “porque la mayoría de las agrupaciones constantemente trabajan el tema de la imagen para vender sus propuestas”. Añade que en más de una ocasión la han contratado en primer lugar por la imagen artística que proyecta, pensando en que el aspecto musical se puede ir trabajando por el camino. “Luego se sorprenden cuando finalmente canto y me proyecto en el escenario”, me dice ya algo más seria.
—Pero las luces vienen con sus sombras —tras una breve pausa para tomar aire continúa y me preparo para escuchar—, a veces algunas personas han querido propasarse, lo cual ha puesto en riesgo el trabajo.
Siento que hay más, pero prefiere evitar nombres y anécdotas desagradables.
—¿Y por ser mestiza te has sentido en algún momento privilegiada o marginada? —continúo incisiva.
—En mi familia somos un ajiaco. Por parte de padre tengo de gallego, mexicano y chino. Me identifico como mestiza, pero realmente no he percibido que ello haya influido en mi carrera. Sí tengo anécdotas graciosas, como cuando me han preguntado si soy mexicana o venezolana. A veces ni siquiera me identifican como cubana… —me dice algo sorprendida por la pregunta.
Crazy a lo Patsy Cline, pero por la música…
Yanelis ahora mismo se siente plena. Es dueña, además del espacio en el Bar Capablanca, de uno similar en el Salón de la Fama, también en el Hotel Nacional. Todos los lunes de 6:00 a 10:00 p.m. se presenta allí con sus dos compañeros. El lugar es más íntimo. Custodiado por las fotos y esculturas de famosos de la talla de Lucho Gatica, Diego El Cigala o nuestros Bola de Nieve y Compay Segundo, se presta para un repertorio más abarcador.
Allí rescatan temas antológicos como A mi manera y versionan La bilirrubina y Guantamera con economía de recursos, apoyados en excelentes backgrounds. De esa forma magra —digamos— obtienen un resultado encomiable.
—Se te ve a gusto en este formato. Brillan los tres y tienes en Yoandy un partenaire de lujo —le digo buscando saber más sobre sus compañeros.
—Hemos acoplado de maravilla. Son excelentes músicos. Chicos sencillos, transparentes. Nos entendemos a la perfección. Ellos ya funcionaban como dúo cuando la responsable de recreación del hotel me propuso unírmeles en El Salón.
—¿Cómo escogen el repertorio? He notado que es diferente para cada espacio, aun cuando repitan algunos números. ¿Quién funge de director?
—Montamos temas nuevos constantemente. La renovación del repertorio es algo que nos caracteriza. El público nos pide y aunque no incorporamos todo lo que nos solicitan, probamos lo que creemos que puede funcionar para nuestro formato. No tenemos un director de manera, digamos, formal. Edenis tiene ese rol en el dúo pero cuando nos presentamos los tres, el trabajo va saliendo de forma espontánea.
—Pero tu trabajo en la Camerata es muy diferente. Cuéntame sobre esto.
—La Camerata es otra cosa. Es un rigor tremendo el que le imprime Ana Martin, su directora, a quien conozco desde los cuatro años y considero mi segunda mamá. Esa relación trasciende la música, aunque fue ella quien me preparó para los exámenes de ingreso a la enseñanza artística. Fue mi primera maestra de piano. Luego mi madre trabajó por varios años como su representante, de manera que ha sido y es alguien muy presente en mi vida. A finales del 2022 Ana estaba buscando quien le hiciera la producción. Yo ya estaba asistiendo a los talleres de CubaEmprende y me lancé. Le propuse ser la productora y desde noviembre tengo esta responsabilidad.
—¿Y cómo es ser mánager de una Camerata hoy en Cuba? ¿Ayuda ser músico, conocer ese mundo desde dentro?
—Me encanta esta nueva faceta, que me impone ver la música desde otro ángulo. Desde fuera, pudiéramos decir. Como productora me encargo de toda la parte “no musical”. De la promoción, la gestión, la logística. De garantizar que todos los elementos necesarios para realizar un concierto estén en orden en todos los aspectos. Así me ha tocado hacer radio, por ejemplo… Indiscutiblemente, los conocimientos adquiridos en las aulas de CubaEmprende han potenciado este nuevo rol en mí. Pero me falta mucho por aprender. Hay que prepararse a fondo. Es un mundo muy competitivo. Y no, no creo que haya que ser músico para producir a músicos, pero ayuda mucho saber de lo que hago, el por qué y para quién.
En mi caso lo que más me ha motivado a asumir la producción es la relación tan estrecha que tengo con Anita. Sus intereses se hacen míos. Nos ayudamos mutuamente en la función principal, que es que cada proyecto que nos trazamos salga lo mejor posible.
—Creo entonces que hacen un tándem poderoso.
La comunicación y el entendimiento entre productor y músico o, viéndolo desde el punto de vista del empresario, la relación que con el cliente logre establecer, es clave para el éxito.

Foto: Paula Piñeiro Benítez
A mi manera (la de Yanelis)
Me siento a gusto conversando con Yanelis. La plática fluye y no pierdo la oportunidad de conocer su opinión sobre temas que me inquietan desde siempre.
—Aprovechando tu formación como socióloga, ¿cómo valoras el papel de las mujeres músicos en el momento actual?
—Precisamente mi tesis de diploma trató sobre la participación de la mujer en la música popular cubana, enmarcado en los géneros de son y timba[1]. Durante la investigación tuve la posibilidad de entrevistar a expertos en el tema. Lugar especial tiene la entrevista que me concedió María Teresa Linares, ya por entonces en sus lúcidos 90 años. Pero también tuve acceso a la opinión de exponentes del género como Georgia Aguirre, directora de Anacaona, Omara Potuondo, Vania Borges, Osdalgia Lesmes, Yenisel Valdés, entre otras. Para dar una visión general tuve la dicha de entrevistar en persona al maestro Juan Formell. Según él, es indispensable una figura femenina en las orquestas masculinas, por la tesitura y los registros que podemos alcanzar las mujeres, que son poco comunes en los hombres.
“En los años 90, orquestas como Bamboleo y Anacaona rompieron estereotipos. Los Van Van también lo hizo al incorporar a Yeni, y esa innovación dio paso a una mayor presencia femenina en espacios que históricamente fueron dominados por hombres. Pero falta más representatividad a pesar de los grandes pasos que se han dado. Aún nos encontramos inmersos en una sociedad patriarcal, donde la mujer, sobre todo cuando es madre y con responsabilidades en el hogar, se ve con una sobrecarga de trabajo pues se le exige eficacia en cada una de las tareas que lleve, ya sea en el plano profesional o en el personal”.
Esto último que dice, siento que más que una conclusión de su tesis es algo que ha experimentado en carne propia. Continúa:
“Decía Georgia Aguirre algo que creo muy cierto: a ningún trombonista hombre de una orquesta masculina lo critican por gordo o barrigón. A una mujer cantante o músico [instrumentista], sin embargo, se le exige una imagen impecable para ser competitiva en el mercado musical. Fuera ya de la tesis puedo afirmar, como exponente del género, como cantante y profesional de la música, que me enfrenté de alguna manera a los retos que investigué, y los ratifico como tales”.
—Comienzas como cantante de salsa y timba en formacionaes como Bakuleyé, Las Canelas, Azúcar Band, pero ahora te has movido hacia el bolero, filin, un tipo de interpretación que exige transmitir y proyectar otra cosa. Más intimista, pero que también requiere de otra colocación de la voz, más histrionismo… Háblame de ese tránsito.
—Si supieras, siempre me ha gustado lo que estoy haciendo ahora, pero las puertas profesionales de la música se me abrieron en las orquestas de salsa, que constituyeron un reto enorme y una gran exigencia para mí. Parece fácil pero es un trabajo muy complejo. Además de defender los temas de las agrupaciones había un fuerte trabajo de voces para los coros, la proyección escénica exige mucho porque lo que te acompaña es una orquesta y no te puedes quedar por debajo. Súmale a eso el trabajo coreográfico. Y lo más importante: llegarle al corazón al público, al bailador. Honestamente esa etapa la disfruté muchísimo. Y gracias a eso me siento preparada para asumir todo lo que venga en lo adelante.
“Fue etapa muy rica, que tuvo su fin al menos por el momento. Complicaciones personales, la pandemia, mi madre que muere, que era mi sostén y un apoyo enorme, junto a mi esposo en la atención a mi hijita, me llevaron a buscar otros derroteros. Llegué entonces a estos espacios que me han abierto en El Nacional. Y acá estoy, asumiendo esta otra faceta con total profesionalidad. Es otro tipo de música y también de público. Acá mayormente vienen turistas, gente de paso. Entran al Salón, por ejemplo, curiosean, se tiran fotos, se quedan unos minutos y se van…”
“Afortunadamente eso está cambiando —añade. Ya hay personas que vienen al Salón expresamente a disfrutar de lo que hacemos y permanecen con nosotros toda la noche.”
—¿Cómo proyectas el futuro de tu carrera? ¿A dónde quisieras llegar en el mediano plazo, pongamos, en dos años?
—La verdad, no pienso mucho en el futuro. El futuro es incierto y lo que vale es estar preparado para las oportunidades que puedan surgir. Es lo que enseñan en las aulas de CubaEmprende, que la superación debe ser constante, incluso cuando ya tengas éxito en tu negocio, en tu actividad. Para avanzar, para crecer hay que estar preparados. Es lo que puede (o no) llevarte al éxito en lo que te propongas.
“Considero que estoy en un momento de crecimiento profesional y personal. Potenciando mi carrera y preparándome para futuros proyectos”.
Nos despedimos, aunque ambas sabemos que nuestros caminos volverán a cruzarse, ya sea en alguna otra descarga musical en el Capablanca, o en una de las ferias de emprendimientos. La vida nos puso en la misma aula, nosotras —música mediante— nos encargaremos del resto.
[1] Jiménez Cárdenas, Yanelis. Mujeres en la música popular: Son y Timba. Tesis de Diploma. Tutora MSc. Eneicy Morejón Ramos. Universidad de La Habana, Facultad de Filosofía e Historia, Departamento de Sociología. La Habana, 28 de mayo de 2010.