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Reseñas Diseño: Marlene P. Posada. Diseño: Marlene P. Posada.

Otra “exhumación” en la música cubana

Casi un cuarto de siglo después del fenómeno Buena Vista Social Club, la cultura cubana vuelve a estar frente a la constatación de que otros son más sagaces o rápidos que nosotros buscando y encontrando joyas en nuestros armarios, y poniéndolas a brillar en la vitrina del mundo. Siguen siendo nuestras pero el hallazgo se lo apunta otro, construyendo con ellas un relato del que no participamos. El arqueólogo toma la palabra para hablar por y sobre el ánfora desenterrada, que queda muda bajo los focos de una intensa luz.

Dicho esto, más bien amargamente, celebremos la aparición, en la vitrina del mundo, del libro Cuba. Music and Revolution. Original Album Cover Art of Cuban Music a finales del año pasado. Los responsables son el francés Gilles Peterson —DJ, dueño de disquera y coleccionista de discos en Londres— y el estadounidense Stuart Baker —músico, compositor y productor musical—; en tanto la casa editorial es la londinense Soul Jazz Books, que se declara asociada a Soul Jazz Records. Lo distribuye nada menos que Thames & Hudson, lo que redondea una muy buena armazón para este volumen.

De lo que propone la cubierta y las páginas preliminares vale comentar un par de cosas. Título y subtítulo invierten deliberadamente el orden de prioridades, en función —pienso yo— de conseguir un mayor impacto en las ventas. En lugar de “Carátulas de música cubana. Cuba, música y revolución”, eligen asociar rápidamente el libro con estas tres últimas palabras. Son sin dudas más llamativas que “carátulas”, aunque dentro el lector encontrará eso, diseños de tapas para LP cubanos. Por cierto, de todas las opciones posibles, la editorial no tuvo preferencia con un músico o agrupación en particular para construir la cubierta, sino que eligió un fragmento del disco IV Festival Nacional de Aficionados de la FEU (Areíto / Egrem, 1976). Podemos suponer que con ello buscaba parecerse al código visual que, sobre todo gracias al cartel, identifica la gráfica cubana surgida con la Revolución. También en cubierta se define el periodo abarcado en la selección: de 1959 a 1990, es decir desde el surgimiento de la Revolutionary Cuba hasta la desaparición del disco de vinilo en la Isla. Por último, en lo que llamamos portada (que viene siendo la página 1) una pequeña línea aclara Licensed from Egrem. Se asume que la publicación es fruto de la colaboración con la decana de nuestras casas discográficas, al menos en cuanto al acceso a imágenes y datos.

El libro tiene el generosísimo formato de 30 x 30 cm, que parece obvio pero se agradece, y una encuadernación de tapa dura muy conveniente. El contenido prescinde extrañamente del índice, pero puedo referir que abre con una introducción firmada por Baker, a la que sigue un capítulo con comentarios e imágenes de la producción disquera cubana en la República. El cuerpo central del libro está estructurado cronológicamente por décadas (60, 70 y 80), y se intercalan notas sobre tópicos específicos como Música latina en Nueva York en los 60, Nueva trova, Jazz latino, Experimentación en los 70, Raíces afrocubanas en los 80, y un sorprendente Santería y comunismo. Como no soy un especialista en música me abstengo de comentar estas divisiones ni los criterios que en ellas se vierten. A lo largo de las 256 páginas se despliegan 350 carátulas post 59, más otra veintena de la década precedente, la mayoría de ellas a gran tamaño, lo que no puedo sino calificar de verdadero banquete de imágenes.

En las respectivas notas introductorias los compiladores declaran su pasión por la música de esta Isla y cuentan sus experiencias aprendiendo y produciendo junto a sus pares cubanos, desde 1995 Baker, y desde 2008 Peterson. No aluden a los diseños que el libro recoge ni a su motivación específica hacia la relación música grabada-música ilustrada. Queda en el aire la pregunta de por qué se eligieron estos y no otros discos. Como no conozco el universo completo de la discografía cubana entre 1959 y 1990, ignoro qué porciento representan estos 350 diseños. Me inclino a pensar que deben existir muchos más. En ese caso cobra relevancia conocer el criterio curatorial de esta selección o aceptar que lo que se nos presenta es una mezcla de representatividad musical y atractivo visual básico. Este es un criterio funcional para colmar expectativas diversas. Como el eje que organiza este libro es el arte de los sonidos en el tiempo y no el de las imágenes en el espacio, es comprensible que se haya velado por no dejar fuera géneros o artistas “infaltables”. En definitiva, lo que se nos cuenta es más acerca de la música grabada en los discos que de las imágenes que promueven, desde las carátulas, dicha música grabada.

Cada disco tiene un pie de foto que incluye la autoría de diseño y de fotografía. Son datos muy útiles que hacen justicia a esos creadores. Lamentablemente no siempre se conoce tal información, o no se buscó a fondo para ofrecerla. Una buena parte de los discos la omite. Quiero creer que es recuperable en las originales fichas de producción.

En este libro están representados 66 diseñadoras y diseñadores. Algunos son figuras muy prominentes de la gráfica cubana, sobre todo cartelistas, como Antonio Pérez Ñiko, Eduardo Muñoz Bachs, Alfredo Rostgaard, Faustino Pérez, Antonio Fernández Reboiro o Umberto Peña. Están también aquellos que trabajaron más asiduamente en el diseño asociado a la discografía nacional. Es muy probable que —sin atreverme a aseverarlo, solo adelanto el criterio— a nombres como Miguel Cutillas, Aldo Amador, Silvio Gaytón o Pablo Labañino se deba buena parte de lo más destacado del diseño gráfico en esta área.

Las fotógrafas y los fotógrafos tienen también su parte valiosa en esta historia. En la lista de los 37 representados sobresalen Alberto Korda, Osvaldo Salas y Mayra Martínez, junto a un Mario García Joya Mayito que parece ser de los que tuvo numerosos y destacados encargos de las disqueras.

La nota de contracubierta de Cuba. Music and Revolution señala que este es “el primer libro sobre diseño de carátulas cubanas de discos, y presenta cientos de sorprendentes y singulares diseños escasamente vistos fuera de Cuba. (…) El diseño de carátulas ayuda a documentar el cambio dramático en la imagen de Cuba, de paraíso turístico en los 50 a Estado socialista”. Lo primero es inapelable. Este volumen abre una gaveta inexplorada hasta ahora y tiene además el mérito de hacerlo con respeto y buen empaque editorial. Lo segundo, en cambio, es apenas una intención no respaldada por criterios de análisis. Otro libro, ojalá nuestro, deberá intentar explicar cómo se refleja en la discografía cubana esa transformación de imagen que se operó en los años 60; si se trató de cambios de grafismo, colores y tipografías o de conceptos comunicacionales; si fue fruto de talentos individuales o una tendencia colectiva; si, en definitiva, respondió a un mandato institucional o surgió en ambientes creativos auspiciosos.

En lo que mañana llega otro, disfrutemos el espléndido libro que ha aparecido hoy. Al publicar estas carátulas, sus autores dan a conocer y preservan una parte importante de la visualidad de nuestra discografía, y se da testimonio de cómo el diseño gráfico intentó —y logró, diría yo— estar a la altura de la riqueza musical de Cuba.

foto de avatar Pepe Menéndez De oficio y empleo: diseñador. De arte y pasión: visual. Buen olfato, poco oído. Da una mano con gusto. Más publicaciones

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  1. LLovet Guevara dice:

    Genial….la importante parte grafica de la musica

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