
Nelson Jiménez: “Si el rock muere un día, no podré asistir a su velorio”
Nelson Jiménez es un tipo desenfadado y directo, un poco irreverente, incluso. Un alma de rockstar a disposición de la investigación y el conocimiento de todo, o prácticamente todo, lo relacionado con el rock. Esa fue la impresión que me causó la primera vez que me recibió en la sala de su apartamento. Después de una extensa charla sobre rock, donde me ofreció la información y música que buscaba, me lancé a pedirle una entrevista. Nelson torció los labios, levantó una ceja y bamboleó cuatro veces la cabeza de un lado al otro en un gesto que expresaba el rechazo de mi oferta. Como es evidente, finalmente logré convencerlo.
Rodó su silla y se me acercó, se acomodó la melena entrecana que cae sobre sus hombros, se estiró un poco el t-shirt —asegurándose de que fuera visible el logo de Molly Hatchet— y resuelto me dijo: “Dispara”.
¿Cuándo comenzaste a escuchar rock y cómo te enamoraste de esa música?
“Hay tres factores que me guiaron: mi hermano, un tocadiscos RCA Victor y un radio alemán. En esa época, hablo del año 70, no existía la frecuencia FM en Cuba y se oía la radio norteamericana por AM. Las emisoras que los roqueros más perseguían eran la WQIM, QA 16, la WCBS, que era una emisora muy mainstream, aunque la que mi hermano y yo más escuchábamos era la KAY G.Y. Por ahí fue que comencé. El programa que más seguíamos se llama Bigger Street; todavía se emite. Prácticamente todos los rockeros de Cuba lo oían ʽpor ley’. En aquel entonces, el programa comenzaba a las 12 de la noche y terminaba a las dos de la madrugada; yo, como todo niño, no llegaba hasta el final, el sueño me ganaba. Pero ahí fue donde por primera vez comencé a oír rock de verdad: Deep Purple, Black Sabbath, Emerson Lake & Palmer, etc.
“También por ese tiempo entraba de contrabando algún que otro álbum. Yo tuve el Sargent Pepper’s…, el Blood, Sweat & Tears 3, un Woodstock en disco y nos reuníamos a escondidas para escucharlos. Las revistas también fueron muy importantes. Me acuerdo que la primera que tuve en mis manos fue un ejemplar de Pelo, una publicación argentina con mucha información y una gráfica espectacular. Imagínate, era el año 78, yo estaba en la secundaria, y me quedé loco porque ahí vi, por primera vez, cómo lucían los integrantes de todas esas bandas de las cuales ya era fanático”.
¿Cómo fue para ti ser un ferviente consumidor del género, precisamente en la etapa en la que escuchar esa música era arriesgado en Cuba?
“Sí, escuchar rock estaba prohibido aquí en Cuba. Si te cogían, te acusaban por diversionismo ideológico y lo que te caía arriba era la madre de los tomates. De hecho, yo estuve preso. Preso por poner nombres de bandas de rock en la pared de la escuela. Pero, a pesar de los pesares, esa época la recuerdo con cierto encanto, porque la revista, el disco o la cinta que te caía en la mano lo cuidabas más que a tu vida, y ponerle play a la grabadora o buscar la frecuencia ʽmaldita’ con el volumen de la radio bien bajito, o susurrar junto a tus socios esas canciones que realmente debían ser cantadas a todo pulmón, eran experiencias que uno quería conservar para siempre, como si se tratara de una joya valiosísima. Por eso, tal vez, oír rock en Cuba me obligó a apreciar lo que tengo. También me llevó a tomarme el rock como un objeto de investigación. Fue una etapa agridulce, más agria que dulce, pero hay que intentar verle el lado positivo a las cosas, ¿no?”.
¿Qué te movió a escribir sobre música, además de tu pasión por el rock?
“Comencé colaborando con una revista española que se llama Hush. Después, aquí en Cuba, escribí para los primeros fanzines que salieron: Dead Through Your Veins, Ilusión, de Pinar del Río, y El Punto Ge, de La Habana, donde tuvo una presencia importantísima mi amigo Tony González, un gran conocedor del género. Empecé a escribir para estas publicaciones porque sentía la necesidad de socializar, de transmitir cada cosa que descubría. Toda la información que encontraba para mí era valiosísima y sentía que —en un momento en el que todo estaba aún más cerrado en este país—, valía la pena hacerle llegar a otros esos textos”.

Nelson Jiménez junto al crítico, músico y locutor Juanito Camacho y otros amantes y promotores del rock. Foto: Cortesía del entrevistado.
Has conocido a prácticamente todas las personalidades del rock internacional que han venido a Cuba. ¿Nos cuentas un poco?
“En el año 79 me tocó ir a la escuela al campo y desgraciadamente me perdí el concierto que dio Billy Joel aquí. Eso fue algo prácticamente tras bambalinas; quienes asistieron al concierto tenían palanca, una pegada, un contacto o muchísima suerte, como mi hermano que sí pudo disfrutarlo. Esa es una de las pocas experiencias que me he perdido y la que más me duele. Luego vinieron Locomotiv GT y otras bandas húngaras y de Europa del Este en general, que sonaban muy bien. Esas sí tuve la oportunidad de disfrutarlas. Pero no fue hasta 1999 que volvieron tipos de las grandes ligas. En ese año hubo un evento en Cuba que se llamó Music Bridge al que asistieron Peter Frampton, Joan Osborne, Fleetwood Mac, Bonnie Raitt; en fin, un montón de artistas fuera de serie y yo tuve el privilegio de conversar con todos.
“En esa ocasión vinieron dos músicos asombrosos, de quienes guardo el recuerdo más grato. En el 89 había salido a la palestra una banda que se llamaba Little Ceasar; que tuvo mucho impacto, sobre todo tras su primer disco. Sin embargo, por esa época el fenómeno Guns N’ Roses estaba en auge y la comparación con los de San Francisco fue inevitable, a tal punto que terminó destruyéndolos. Pero Little Ceasar tenía un vocalista que a mí me encantaba: Ron Young. En el Music Bridge, antes de que comenzara uno de los conciertos, un amigo que estaba en la producción y me consiguió una entrada de traductor con la que podía entrar al backstage, me comentó: ʽCompadre, uno de los sonidistas’, y señaló a la cabina, ʽel que tiene más pinta de rocanrolero, el tipo cantó mientras se hacían las pruebas de sonido. Oye, está escapa’o. Canta mejor que una pila de los cantantes que vinieron’. Entonces un hombre de pelo largo y con muchos tatuajes salió de la cabina y el socio me dijo: ʽMira, es ese’. Cuando lo vi, no me lo podía creer. Me giré y le dije a mi amigo: ʽ¡Asere, ese es Ron Young!’. Mi socio no sabía quién era Ron Young, y yo tampoco le expliqué. Fui y hablé con mi admirado vocalista de Little Ceasar y el tipo se quedó súper impresionado de que alguien en Cuba lo conociera.
“De esa ocasión, el otro músico de quien guardo un bonito recuerdo es Andy Summers, el guitarrista de The Police. A ese sí algunos lo tenían loco preguntándole sobre el power trio británico, incluso cuando Andy había asistido al Music Bridge con otro proyecto. Él no quería hablar de la banda por la cual era conocido, así que lo abordé para conversar precisamente sobre sus proyectos en paralelo. Entonces hablamos de su trabajo con Robert Fripp y con Juici Lucy, y el hombre fue muy gentil conmigo y se quedó positivamente impresionado también.
“Después del Music Bridge vinieron Rick Wakeman y Audioslave en el 2005. Fue una bella experiencia hablar con los integrantes de estas bandas. Luego The Dead Daisies, Los Rolling, Billy Gibbons. Con todos ellos he hablado y guardo recuerdos maravillosos”.

Nelson Jiménez junto a Chris Cornell, vocalista de Audioslave y otras míticas bandas, fallecido en 2017. Foto: Cortesía del entrevistado.
¿Estar en silla de ruedas ha sido en algún momento un obstáculo para asistir a los tan enérgicos conciertos de rock?
“Ningún obstáculo. Por ejemplo, yo estuve sin ningún problema en el concierto de The Rolling Stones en marzo de 2016 con mi silla de ruedas. Además, no estoy totalmente inválido, yo puedo caminar con muletas”.
Cualquiera que te vea puede creer, a priori, que solo consumes rock, pero sé que tu diapasón es más amplio: jazz, blues, góspel, soul… ¿Crees que el rock es el puente por excelencia hacia otros géneros musicales?
“Bueno, un gran amigo mío dice que el rock & roll es el fútbol de la música. Mira, el rock se oye prácticamente en cualquier lugar del mundo y se hace en todas partes también. Considero que es un puente porque es un género fácil de fusionar con cualquier otro. Además, presenta una variedad amplísima de matices, colores, estilos, que tarde o temprano te llevarán hacia los géneros musicales más insospechados. También sucede que el rock es como una esponja: absorbe varias y diversas tendencias en la música”.
¿Cuál ha sido la época más gloriosa del rock, tanto en el ámbito nacional como en el internacional?
“En Cuba del 87 al 94, en esa época el rock aquí tenía un auténtico aire de rebeldía. Imagínate, también estaba la peña de El Patio de María y eso, en parte, propició que surgieran muchas bandas con una fuerza tremenda. A nivel internacional me es más complicado definirlo”.
¿Podrías hacer tu top 5 de bandas?
“No tengo banda favorita. Antes sí, pero después de oír a tantas me es imposible escoger alguna. Lo que sí te puedo decir es mi top de vocalistas: el cantante de King’s X, Doug Pinnick; Phil Mogg, David Coverdale, ex vocalista de Deep Purple, y Danny Joe Brown, de Molly Hatchet. Estos son mis cuatro favoritos. No te doy un quinto porque ya luego son muchos”.
¿Le temes a que algún día muera el rock?
“Nunca me he detenido a pensar en eso. Es algo impensable. Al menos para mí. Si el rock muere un día, no podré asistir a su velorio”.