
Modernización de la industria musical cubana, entre el empeño y la urgencia
Escuché hablar por primera vez del “Proyecto Mincult-Onudi-Koica: Fortalecimiento de la competitividad, desempeño organizacional y capacidad de exportación de la industria musical cubana” en una de las sesiones de pitching de AM-PM “América por su Música”.
Desde entonces seguí los pasos de una de las apuestas más ambiciosas que recoge el sector cultural cubano en años recientes. Con cierta frecuencia, trataba de ponerme al día con su desarrollo a través de su Coordinadora Nacional Yolaida Duharte. Cuando supe en 2019 que se estaba acercando su etapa de cierre, decidí que era hora de sentarnos formalmente a conversar sobre qué habían sido esos últimos tres años de ejecución, cuál es el impacto real que ha dejado el trabajo de ese equipo encabezado por Mario Escalona, director de la Egrem y designado Director Nacional del proyecto, si habían logrado mover un poco la cerca o si se había quedado en otro proyecto de rimbombante título.
Antes de hablar del proyecto como tal, me gustaría poner un poco en contexto tu participación. ¿Cómo llegas a él?
Estudié Sociología en la Universidad de La Habana, y me vinculé desde los inicios a temas relacionados con la participación y los procesos culturales en torno al desarrollo. Siempre me ha interesado que la investigación tenga un carácter práctico; por supuesto que el andamiaje teórico es fundamental, pero me interesa que lo que yo produzca le dé herramientas al otro para transformar su entorno.
Cuando me gradué fui a trabajar al Instituto Cubano de Investigación Cultural “Juan Marinello”, donde por cuatro años fui del Grupo de Participación y Consumo Cultural.Un día, por azar de la vida, en un concierto en el Pabellón Cuba con un grupo de amigos empezamos a comentar cuestiones de trabajo. Entonces me hablaron de un proyecto de colaboración entre el Ministerio de Cultura de Cuba (Mincult) y la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (Onudi), encaminado al fortalecimiento de la industria de la música, que estaba por empezar y que se encontraban armando el equipo de coordinación nacional para gestionarlo. Específicamente buscaban alguien joven, que viniera del mundo de la investigación cultural y algo de experiencia en materia de gestión de proyectos. De allí salió una propuesta directa para trabajar en él.
Lo consulté con la almohada —y los más cercanos amigos, colegas y familiares— y decidí aceptar el puesto. Sinceramente me pareció novedoso, transformador; tenía esa visión que justamente yo buscaba de la investigación aplicada, con acciones concretas que se iban a desarrollar a la par o como resultado de esa investigación y, por supuesto me iba permitir adentrarme en un tema muy específico en el que ya había en el que ya me había interesado y acercado antes, el de las industrias culturales. Así llegué al proyecto, en octubre de 2016.
De la manera más sucinta, si tuvieras que explicarle a alguien que no tiene la menor idea de lo que hablamos, ¿qué es el proyecto?
Se trata de un proyecto de cooperación internacional con fondos de la Agencia Coreana de Cooperación Internacional (Koica, por sus siglas en inglés), gestionado por un organismo internacional (en este caso Onudi) y cuya contraparte nacional es el Ministerio de Cultura.
Lo que busca, como su nombre indica, es fortalecer la industria de la música. Beneficiar los diferentes procesos del amplio abanico que esta incluye y lograr impactar un poquito en cada uno de ellos, pero sobre todo articular estos procesos.
La idea era identificar debilidades y potencialidadesde la industria y pensar cuál era la manera estratégica de favorecerla; ver cómo, con los fondos que tenía el proyecto, se podía transformar desde el punto de vista cualitativo y cuantitativo, ya fuera dotando a la industria de equipamiento y tecnología, hasta la capacitación del personal especializado y la articulación de esos actores que ya mencioné, que es de los procesos más difíciles.
Nosotros nos dedicamos dos años a generar espacios de formación para nuestros especialistas, no solo para que recibieran la información y se la llevaran, sino para que diseñaran acciones en función de las herramientas o contenidos recibidos y medirdespués el impacto de esas acciones.
Coordinamos talleres de formación y consultorías a empresas a todo lo largo y ancho del país; trajimos a un grupo de expertos del sector que desde el principio propiciaron que las entidades y actores participantes se estudiaran o pensaran a sí mismos. En esas consultorías abordaron el quehacer de las empresas en su integralidad, generando o reformulando una serie de informaciones —económicas, de recursos humanos, etcétera— y a relacionarlas entre sí; esto luego se devolvía en el taller con propuestas de cómo hacer una empresa más eficiente, lo mismo gestionando fondos de movilidad para capacitar el personal que creando departamentos nuevos, ajustados a estos tiempos.
Esa dinámica obligó a las empresas a trabajar de manera continua en función de esto, porque al año del taller teníamos una sesión con ellos para ver cómo realmente habían implementado lo propuesto, si les movilizó o fue realmente provechoso el ejercicio.
Por suerte, y no creo que por casualidad, se empezó a ver en otros escenarios del propio Ministerio de Cultura que había una sintonía o encadenamiento con lo que se estaba haciendo como proyecto, coherente con este esfuerzo o idea que nació y se implementó desde allí mismo, con la participación de las instituciones y actores del sector en general.
Todavía la transformación no es absoluta, por supuesto, pero ahora tú observas a directivos del Ministerio y del país, en determinados espacios de decisión, hablar y actuar en función de las industrias culturales, siguiendo este enfoque, el cual también demanda continuar en su profundización según las particularidades del contexto cubano.
A nivel global estas transformaciones —más periódicas, menos abruptas— están impulsadas por la propia industria musical, por los necesarios reajustes de ese negocio para mantenerse con vida. En el caso cubano, ¿de dónde viene la motivación? ¿Fue una proposición de Onudi, fue el Mincult quien lo buscó?
Las organizaciones de Naciones Unidas se dedican a acompañar a los gobiernos de cada país en asuntos que estos últimos identifican prioritarios o de impacto para su desarrollo económico y social, aprovechando la experticia y red internacional en el tema que les concierne a cada organización. Ello se desprende de un acuerdo de trabajo conjunto firmado por las partes, denominado “Programa País”, el cual se integra de proyectos que abarcan estos sectores estratégicos, con objetivos, resultados y acciones muy bien marcadas durante su periodo de ejecución.
Así fue en el caso de este primer proyecto conjunto entre el Mincult y la Onudi. Aunque existen otros proyectos en el mundo que acompaña esta organización en materia de industrias culturales y creativas —joyería, moda o tejidos—, es el primero en el que abarca a la industria musical, diferente además a los enfoques más tradicionales de la visión «industrial» y «cadena de valor». Y es que en Cuba la música es un sector de gran expansión e impacto social, cultural y económico.
Es muy evidente el potencial que tiene la música en el país, pero a la vez son evidentes las debilidades que tiene en su industria. Y las investigaciones que nos precedieron en materia de economía de la cultura —de reconocidos académicos como la Dra. Tania García, la Dra. Idalia Romero o el Dr. Johannes Abreu— demostraban que era un mercado interesante e importante, que se podía y debía transformar, para un mayor aprovechamiento y desarrollo de sí mismo y del país.
Así fue cómo surgió la idea del proyecto y se encaminó su elaboración conjunta para la posterior búsqueda de fondos, finalmente exitoso, obteniendo el apoyo de la agencia coreana.

Taller para actores de la Industria Musical Cubana en Santiago de Cuba, 2018. Foto: Cortesía de la entrevistada
En algún momento me mencionaste que el proyecto evolucionó…
Los objetivos y resultados generales siguen siendo los mismos que se plantearon en un inicio, pero en el camino modificamos determinadas acciones. Por ejemplo, en el aspecto tecnológico, asociado a apoyar mejoras para la producción musical en el país. Se habló en un principio de adquirir estudios remotos para presentaciones en vivo y dar servicios a conciertos y festivales. Pero resulta que, en el análisis con las disqueras que serían las principales beneficiarias, notamos que había un problema de fondo y tan prioritario como este, que era la obsolescencia de la tecnología de nuestros estudios de grabación (estamos hablando de estudios de gran demanda y con más de 20, 30, 40 años de explotación).
Entonces dijimos, bueno, aquí hay un asunto importante: la actualización tecnológica de los estudios tendría un impacto transformador para la industria. Pero lo más novedoso e interesante de todo fue el resultado el pensamiento colectivo: «vamos a pensar como industria y no de manera individual; vamos a pensar cómo diversificamos y se complementan los servicios que ofrecen estos estudios de grabación”.
Concretamente, dotamos a Colibrí de un estudio móvil para grabar en exteriores, logramos que Egrem cuente con una consola de última generación en los Estudios Areito y que Abdala tenga hoy dos estaciones de trabajo para la restauración y digitalización de archivos sonoros, así como una renovación integral del estudio Eusebio Delfín de Bis Music, en Cienfuegos, algo que ha beneficiado particularmente a los artistas del centro y oriente del país.
Otro de los resultados no planificados inicialmente fue el sistema de información y análisis que hemos generado. Partió de una necesidad, porque había que hacer todo un trabajo investigativo previo del estado actual de la industria para poder decidir qué transformar.
En un principio la idea fue crear una herramienta básica para conocer cuál era el estado de la industria y en función de eso diseñar los talleres iniciales. En el camino nos dimos cuenta de que necesitábamos un producto más completo que un diagnóstico o una encuesta de la música; necesitábamos un producto que fuera sostenible y útil con el paso del tiempo, algo que siempre va a demandar un proyecto de cooperación, que es un impulso con unos fondos finitos pero en el que las acciones que se deriven tienen que tener un impacto en el tiempo [en la industria].
También se contribuyó con información y personal del proyecto para la elaboración en 2019 del expediente que nominaría a La Habana dentro de la Red de Ciudades Creativas de la Unesco, red mundial que agrupa a ciudades que visibilizan la creatividad como factor estratégico de desarrollo. Felizmente fue declarada ese mismo año a la capital cubana como Ciudad Creativa de la Música, significando, por supuesto, un reconocimiento al potencial musical e infraestructura generada para su extensión en el territorio, pero también un fuerte compromiso para continuar trabajando en ese sentido y aprovechar aún más las capacidades instaladas en función del propio desarrollo de la ciudad y su población.
En esta etapa de cierre, ¿qué sienten que han logrado (y qué no)?
El primer resultado o logro es algo que he mencionado en varios momentos, posicionar un tema en un escenario en el que no tenía toda la jerarquía ni toda la visión integral que merece. No somos ni los primeros ni los únicos que estamos investigando este asunto, pero nos satisface ver cómo en espacios de toma de decisiones se está hablando en otros términos, se están insertando otros intereses y otras relaciones, cuando antes intentar empujar estos asuntos casi que era pegarse contra la pared, simplemente no se hablaba de eso.
Por otro lado, sentimos que el proyecto ha servido para promover la idea (incluso más allá del sector de la música) de que hay que modernizar el trabajo en la industria. Ahora vemos que se habla de cómo dibujar la cadena de valor y, en consecuencia, cómo articularse con sectores, cómo abrirse a otros contextos y actores que son parte de la industria. Cuando trazas esa cadena de valor para tener una visión integral, no te puedes quedar solo con lo que generas como estructura estatal, tienes que realmente integrar y visibilizar a todos los actores que participan y que aportan ahí.
En este mismo sentido, hemos impulsado esa articulación que mencioné, hemos promovido la integración de los distintos actores y que se sienten a pensar cómo cambiar el chip, cómo crear nuevos términos y nuevas dimensiones de trabajo. Ahí está en el ejemplo del derecho de autor, el cual tenemos el reto de darle todo el peso real y transversal que tiene dentro de la industria, que se tenga en cuenta y se relacione con todas las partes con las que puede estar involucrada y hoy carece de una actualización de todo el andamiaje legal y tecnológico asociado
Otro resultado es la contribución desde el punto de vista investigativo, la generación de materiales de carácter informativo y de análisis, como fue el diagnóstico de la industria que realizamos en 2017. En él expusimos las potencialidades y debilidades del sector, y sirvió de base para el proceso posterior de sentar a las partes y generar una visión estratégica. Esto nos permitió sortear la carencia de políticas claramente diseñadas para la industria musical en su conjunto, con una visión integral, independiente de los programas y proyectos enfocados en géneros o actividades específicas dentro del sector. Una política o programa que exponga cuál es el referente, qué es lo que se propone y cómo se va a llegar, teniendo en cuenta los recursos propios y los que se puedan gestionar. Todas esas cartas se pusieron arriba de la mesa y empezamos a proyectar a corto y mediano plazo cómo se podía proceder.Y en ese diseño estratégico participaron todas las entidades y actores que conforman el proyecto: casas discográficas, empresas de la música y de tecnologías, sociedades de gestión, Instituto Cubano de la Música, Centros de Colaboración e Investigación y, por supuesto, los especialistas, artistas y promotores que los integran o producen en sí mismo como sector.
En relación al componente tecnológico y de formación está la actualización de los estudios que ya mencioné, pero también lo que llamamos misiones exploratorias o de intercambio, para visibilizar en escenarios internacionales a nuestros artistas y especialistas, así como capacitar y reflexionar sobre cómo funciona este sector a nivel internacional, la dinámica de la industria y las oportunidades de nuevas alianzas que en ellas se generan.
Si no vas y no tocas estos espacios con la mano, si no intercambias, no vas a saber cómo se mueve ese mundo, por eso el proyecto destinó fondos para participar en festivales y ferias internacionales, y del mismo modo trajo determinados expertos a Cuba para generar espacios de de capacitación y negociación. Y es que el proyecto también aportó durante sus tres años de ejecución a la gestión y organización de festivales nacionales como el Cubadisco y Primera Línea, apoyando la producción de espectáculos, diseño y producción de promocionales, generación de herramientas digitales para votaciones y la participación de programadores, expertos y bandas internacionales en el escenario cubano.
En los resultados hay un tercer componente asociado a generar una estrategia de marca y comercialización de la industria.
Una de las mayores debilidades de la industria de la música detectadas fue la falta de posicionamiento de nuestros productos a nivel internacional. Cuando salimos al exterior vemos que la industria de la música cubana está bastante fragmentada: o sale marca artista o sale marca empresa, no existe una integración real como marca país. Así que nos propusimos ver cómo nos podemos insertar en ese escenario y también cómo, hacia lo interno, desarrollamos mejores estrategias de comercialización.
Después de un intenso trabajo con profesionales del sector, y con expertos nacionales y extranjeros, hemos logrado el diseño de una estrategia de marca y comercialización, con zonas de conflicto y de poder identificadas, así como acciones concretas que a corto, mediano y largo plazo pueden integrar esfuerzos de impacto para la internacionalización de la música cubana.
A pesar de que la industria tiene lo más duro ganado: que ya hay un imaginario asentado de lo que es la música cubana, lo difícil es cuando tienes que construir una marca en la que, además, tienes que venderle a la gente el propio concepto del producto.
Precisamente ese fue el punto de partida: tenemos un trecho ganado, la marca “música cubana” existe, está más que reconocida, lo que pasa es que no hay una visión integrada. Tratamos entonces de proponer acciones concretas para la comercialización de esa música, herramientas que existen en el mundo —como pueden ser las oficinas de exportaciones, por ejemplo—, pero que acá son de nueva implementación (al menos en el sector estatal), siempre poniendo en la balanza el peso cultural y comercial de las mismas.
Ahí en ese mismo componente de comercialización está la creación de una plataforma digital de la música [aún en fase de producción], que se conecta con una serie de esfuerzos nacionales que estaban dispersos, y lo que hicimos fue integrar necesidades que tiene la propia industria.
Se trata de una plataforma diseñada para el contexto cubano, que provea a la población de contenidos que van desde la información sobre presentaciones de artistas y festivales, hasta la comercialización de la música en formato digital. Finalmente será Artex la empresa encargada de integrar todo esto, y nosotros como proyecto estamos apoyando en la compra del equipamiento tecnológico que sostendría la plataforma, así como en la formación de especialistas en temas como la programación orientada a este tipo de servicios. En el camino hemos lidiado con todos esos diálogos entre empresas y sectores diversos, que tienen que discutir temas de tarifas, derecho de autor, costos, y repartición de beneficios, pero vamos llegando.
En relación con lo que no hemos logrado, falta todavía una mayor y más efectiva articulación entre los actores de la industria, hay espacios en los que no pudimos adentrarnos todo lo que hubiéramos querido. El proyecto echó a rodar algunas cosas, pero hay que buscar y gestionar más fondos (tanto a través de posibles acuerdos comerciales como de cooperación) para profundizar en varias de las propuestas que hemos impulsado, y las instituciones deben hacerse responsables de gestionar esas búsquedas de fondos.

Participación de artistas cubanos en el DMZ Festival, Corea del Sur, 2019. Foto: Cortesía de la entrevistada
A tres años de iniciado el proyecto, ya en su etapa de cierre, ¿te sientes optimista? ¿Crees que la industria musical cubana está en un lugar mejor que cuando comenzaron?
Si tu pregunta es así de cerrada, diría que sí, está en un mejor lugar. Obvio que no es el lugar óptimo, eso lo sabemos todos, pero sí creo que está en mejor capacidad de evaluación y de recepción y desarrollo de la transformación.
Las mismas personas y actores de la industria, que en un momento estuvieron alejados o ausentes al diálogo, ahora son parte de la dinámica que promueve el proyecto, tuvieron que crecer junto con él. Abrimos una brecha, hoy la mente está más abierta a la transformación, le dimos importancia a otros actores y a otras maneras de articulación; aunque creo que sigue haciendo falta que aparezca este asunto aún más en la agenda de los decisores y que se aprovechen ciertos espacios que se dan de manera natural.
Como industria estamos en un mejor contexto, no económico pero sí de oportunidades para actuar y hacer más participativa esa acción, con el protagonismo incluso de otros actores, teniendo en cuenta la propia naturaleza heterogénea de la industria. Es el momento y llamado a acompañar y generar nuevos espacios de actuación conjunta.
Me alegra ver cómo se naturalizan determinados diálogos que antes no existían, temas estudiados que hoy cobran vigencia y la paulatina comprensión del abordaje integral del ecosistema musical. Sin dudas, un contexto provocador que exige del sector mayor dinamismo, desburocratización, inclusión, modernización, eficiencia y capacidad de gestión, a la par de una mayor protección del espacio sonoro basado en lo auténtico y criterios especializados. No son fórmulas, sino propuestas de carácter estratégico que el proyecto y sus actores aportan para el más completo fortalecimiento de la industria musical cubana.