
En sus marcas, listos, REC…
Si eres un músico con experiencia y llevas años entrando y saliendo de los estudios de grabación, probablemente no necesitas leer este artículo. Tampoco está pensado para instrumentistas de sesión que trabajan cuando son llamados eventualmente para grabar con algún colectivo o solista, pues en esos casos no deciden sobre estos temas.
Pero si estás comenzando en el ambiente musical y viviendo tus primeras experiencias como artista o bien formas parte de una banda novel o emergente, y especialmente si estás en el sector de los independientes y autoproducidos —que son mayoría— , seguro te interesa el tema de esta columna.
Una grabación suele ser la versión más categórica de una pieza musical. Salvo que tengas la oportunidad de volver sobre ella mediante un remix o la regrabes en otro momento de tu carrera, no importa cuántas veces la toques o la cantes en vivo, casi siempre la grabada será la que llegue a un mayor público.
He escuchado a muchos artistas con largas trayectorias quejarse de lo terrible que le resulta escuchar algunos de sus antiguos discos, de cuántas cosas hubieran hecho de manera diferente si tuvieran la experiencia que el tiempo les ha dado, si conocieran los estudios y la industria como la conocen hoy. Por ahora, atravesar la barrera temporal y volver a la primera vez que entramos a una grabación a dejar una huella sonora y así, aprovechar para cambiar todo lo que hoy haríamos de otro modo, es imposible. Lo que sí podemos es aprender de la experiencia de otros y dejar aquí algunos comentarios — ojalá que útiles— como guías para enfrentar ese momento tan particular que son las primeras fijaciones sonoras de tu música.

Ilustración: Fabián Muñoz.
Hay todo un mito romántico acerca de componer en el estudio, hacer el arreglo entre todos y pasar horas y horas grabando y luego perfeccionando las canciones mientras escuchamos muchas veces lo grabado, para escoger las mejores tomas de cada instrumento. Pero eso solamente es posible en grupos consagrados que no tienen que estar contando los minutos en el estudio ni preocupados por excederse del presupuesto aprobado; o cuando, por el contrario, haces tus grabaciones en casa, con recursos propios y sin apuro. Lo ideal en casi todos los casos es llegar a la grabación con los temas lo más armados y ensayados posibles; es una garantía de éxito, eficiencia y tiempo ganado.
Pero, sobre todo, es absolutamente vital que, antes de apretar las primeras veces la tecla REC te detengas a pensar qué sonido quieres para tu música, porque si no lo tienes del todo claro, habrá varios factores de diversa índole (tipo de estudio y lugar donde está enclavado, experiencia y carácter del ingeniero de sonido y del productor musical con los que trabajes, calidad y tipo del equipamiento de grabación, mezcla y masterización, entre otros) que lo decidirán por ti. Y el resultado puede no ser el que esperabas, o incluso, el que espera ese público que te ha comenzado a seguir.
Desde lo más elemental como sería definir si pretendes hacer una grabación analógica (hoy en día bastante caras por lo general) o una digital, tu entrada al estudio de grabación debería estar precedida del análisis calmado de discos, solistas o bandas cuyo sonido te atrape y te interese emular; no para copiar obviamente su estilo, sino para entender cómo han conseguido sonar de ese modo. Elementos tales como si quieres que la banda toque junta y en vivo o, por el contrario, si prefieres ir grabando los diferentes instrumentos por pistas, hasta cuáles son las atmósferas, las texturas, la dinámica, el equilibrio entre las frecuencias altas y bajas, y si te gustaría o no la incorporación de ruidos naturales o efectos, son temas que más vale que reflexiones y debatas con tu equipo más cercano.

Ilustración: Fabián Muñoz.
La decisión de qué estudio utilizar para tus grabaciones, si es el caso de que puedes escoger entre varios, es otro elemento crucial. No solamente esta elección va a marcar tu bolsillo (hay estudios super económicos y hay estudios impagables para los primerizos), sino que en buena medida va a definir el sonido de tus registros por cuestiones tales como el equipamiento y la microfonía con que cuente cada uno, la acústica, los elementos de insonorización, el tamaño y otros muchos factores.
El grabador o ingeniero es otro tema crucial. No solamente asuntos básicos como su experiencia y precio deben ser revisados, sino otros como la puntualidad, carácter, preferencia por el tipo de música que haces, etcétera. Aunque los ingenieros ofrecen un servicio y se suponen neutrales en su función, es un cargo técnico con un enorme componente artístico y más te vale asegurarte de que el que escojas va a sumar a tu proyecto, y no se va a convertir en un dolor de cabeza.
Y está el productor musical (intenta no confundirlo —y en lo posible no mezclarlo— con el ejecutivo, que es el que organiza presupuestos, schedule de trabajo y otros aspectos administrativos de la grabación). Esta es la elección probablemente más importante que haces después de tener más o menos definidos los temas que vas a cincelar para siempre en un master. Hoy en día, un productor musical puede ayudarte a encumbrar tu obra o llevarla a un hueco oscuro. En Cuba creo que no hemos aprendido, desafortunadamente —salvo en la escena urbana, que en este sentido probablemente constituye la excepción—, a darle suficiente importancia a esta figura, vital para el buen desenvolvimiento de una grabación sonora. El productor musical debe ser alguien con experiencia en los estudios de grabación y que conozca a la perfección, si es posible, la escena o el género en el que te mueves; que esté actualizado en cuanto a sonoridades contemporáneas afines a tu proyecto, que te haga sentir cómodo y seguro, que lleve tu música a un nivel superior sin imponerte sus ideas ni que tú desaparezcas tras las suyas. Debe ser alguien que te permita relajarte en la creación, que te ayude a tomar incluso el resto de las decisiones que hemos ido comentando aquí (qué canciones, qué formato, qué arreglistas, qué estudio, qué sonoridad), que sea humilde pero firme y que se convierta en tu aliado principal para conseguir la resonancia con que sueñas.
No siempre las cosas saldrán exactamente como las imaginaste, pero si te tomas el tiempo para decidir adecuadamente estos aspectos, las probabilidades de que tú, tu banda, pero sobre todo tu público, queden contentos con el resultado final, crecerán exponencialmente.