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La Descarga Collage: Raúl Ciro. Collage: Raúl Ciro.

Raúl Ciro (V)

En el verano de 1999 Raúl Ciro formó parte del ciclo de conciertos Generación Ñ (un proyecto de la Sgae), haciendo presentaciones en España junto a cantautores como Nacho Mastretta y Antonio Birabent. Muy pronto se instaló en Granada, Andalucía,  donde residió por más de una década, hasta su regreso definitivo a Cuba. Su nuevo proyecto de vida en la península ibérica se movió entre trabajos más o menos formales, desde barrer el suelo en un asilo hasta proyeccionista en un autocine, componer, estudiar, hacer grabaciones y videos, realizar algún concierto junto a amigos (incluyendo una nostálgica reformación al dúo de Superávit), tocar en el metro madrileño (uno de sus anhelos), ejercer de amo de casa y soñar mucho. 

Alternando con labores hogareñas y compromisos varios, armó el CD compilatorio Sobras maestras con canciones suyas registradas en vivo en etapas previas, y facturó nueva música para un par de discos independientes y autofinanciados, Cirofúrgol (2002) y Zeronueve (2008) que distribuyó en copias domésticas entre los amigos, con apenas difusión en Cuba. También hizo relecturas de piezas ajenas, que nunca llegaron a salir, y armó el audiovisual Sigue al conejo, con filmaciones de Superávit, Queso y Ciro 3C.  

Aquí Raúl cuenta sus pensamientos, pequeñas victorias, desalientos, las angustias por la distancia y sus observaciones cotidianas. (Humberto Manduley). 

Imágenes que sanan

Me acerqué al mundo audiovisual porque en casa siempre hubo una cámara de fotos y un buen proyector de diapositivas. Porque falsificaba mis invitaciones al Festival de Cine de La Habana; porque conocí a los Chaskel; porque siempre lloro si toca; porque Alfredo Pérez lo dijo sabiéndolo; porque me bajé el Premiere desde el Soulseek, y Antonio y Laura me han ayudado y enseñado mucho. Porque nos regalaron una cámara cuando nos casamos Susy y yo; porque siempre he sido quien ahora creen ver o ignoran. Más simple: porque puedo, quiero, siempre quise y no pude. Me fascina cortar y pegar, agregar efectos sincronizados o no a un buen tema, y poder abrir con ello un hueco en el muro que la gente creyó infranqueable. ¿Qué es, sino, Sigue al conejo?

Lástima que lo del conejo lo haya hecho aprendiendo a usar softwares de edición. Cometí errores y eso es lo que la gente pone por delante. Es curioso que ahora, que lo controlo más, no me salga algo con tanta autenticidad y bomba. 

Me gusta creer que mi proyección “audiovisual” fue formada por todo el cine que vi desde niño y que me marcó, a veces de maneras muy sutiles o extrañas, tanto como el que he conocido luego. La Matrix me sacó de paso, Ghost in the Shell, Delicatessen, Solaris, ¡Olvídate de mí! Luego, trabajando en el autocine, pude ver muchos filmes que no conocía y accedí a otros con una mirada distinta, quizás la de la edad. Pero debo decir que jugar con la cámara y el Premiere me ha salvado la vida. Conocer a Julio Álvarez, el genial inventor y amante del cine profundo, además de ser su empleado, me acercó cada vez más al genio del gran José Val Del Omar. 

Del buen juicio

Fúrgol es un proyecto maldito, no corrió la suerte de los anteriores. Además, no pude contar con Víctor Bencomo para que masterizara todo aquello. Por eso no suena como debería, aunque cada vez que lo reviso veo temas geniales. Agua temprana es mi preferido. Me parece increíble haber tocado todas las guitarras del modo en que suenan. N.I.E y 6 circular no están mal. 

Cuando consiga controlar la programación de baterías y percusiones, las cosas me irán mejor. Esta vez sólo usé unos loops ridículos sin variaciones y muy predecibles. Sueño con tocar una batería de verdad. 

También hice un disquito con solo dos temas. Se llama Zeronueve. Lo produje en su totalidad y creo que suena muy bien, con una riqueza tímbrica casi lindante con ciertos sonidos clásicos. Paseando con la vaca es una versión del original Walking the Cow de Daniel Johnston. Sé que tiene sus taras, pero es adorable y auténtica. El otro es la toma definitiva de Tricolor, con el final que deseaba. Además, hace poco me atreví con Gold Day de Sparklehorse. A falta de Pablo (Herrera), Susana me ayudó con la traducción. El resto lo hice yo. Ahí quedó Día dorado, mi versión. 

Le estoy dedicando un buen rato cada día a mi música, aunque es notorio que estoy más solo que «mi madre». Es difícil echar palante en este sentido del directo, habiendo dejado claro hace años que no tiene mucho sentido, aunque hoy me contradiga sólo en intenciones. A ratos quiero hacer tantas cosas que me pierdo un poco alertándome y reorientándome finalmente.

He contactado con la hermana de un amigo, ella es baterista. Todavía no hemos cuadrado nada, pero tengo claro que quisiera hacer un concierto corto, unos pocos temas. Formar el trío usando a Mario Ojeda como bajista. Si logro montar Verde melón, N.I.E, Cájar Sacristía, 09, Regulación menstrual, Imágenes que sanan y Lali —además de dos versiones posibles (Día dorado y Quiero ser millonario, de los Ilegales)— ya tendré un repertorio. El quid está en no aburrir al personal.

Raúl Ciro. Foto: Cortesía Humberto Manduley.

Raúl Ciro. Foto: Cortesía Humberto Manduley.

Creo que lo importante es tener bien claro qué se quiere y no hacer el ridículo. Lograr los objetivos. Por lo pronto, puedo tocar un buen timbre de piano y cantar sobre un background de Tricolor. Cuando escucho esos temas pienso que suenan muy bien. Además, con video y todo. ¿Qué más puedo decir, hacer? ¿Será que la gente no aguanta la evidencia? ¿Será que tiene que pasar más tiempo, acontecer cambios prioritarios, para entonces, algún día, cuando ya no me pueda enterar, sentir la retroalimentación? 

En fin, que estoy vivo. Sigo haciendo mis cosas desde la autosuficiencia siempre, pero a día de hoy nada de esto importa, hasta donde puedo constatarlo. Como que estoy hablando de más. La gente me parece va a otra frecuencia, no digo mejor ni peor, entiende otras cosas. Las demás, las ignora, las descarta, son ruidos inexistentes. Ya ni siquiera soy un trovador, menos un cantautor. Ser capaz de recrear mis mundos frondosos no me asegura nada. Tampoco me condiciona, solo observo afectado a veces, analizando el acontecer. 

De músicas en Granada y al fresquito

Entre Radio 3, Radio Gladys Palmera, los vinilos de segunda [mano] que consigo y la tecnología digital, me mantengo oyendo todo lo que puedo y me pasa cerca. El otro día conocí un disco de 1971 del francés Serge Gainsbourg, Histoire de Melody Nelson. ¡Qué sonido! Pero voy saltando de este a aquel, sin casarme a una época, o a un estilo: King Crimson, The Beach Boys, mucho Beatles y McCartney, Adrian Belew, Jeff Buckley, Spinetta y Charly, Sigur Ros, Daniel Johnston, Grandaddy, Jimi Hendrix — ¡qué gran disco el Are you experienced?, ¿eh?—, Emitt Rhodes. También estoy reconectando con Bowie, Led Zeppelin y Nick Drake, sus rarezas que han aparecido en el mercado. ¿Mercado, dije? Aunque en realidad quien me atrapó fue Mark Linkous. Hemos hablado algo. Su música con Sparklehorse es, sencillamente, genial.

He descubierto también mucha música de por aquí: el Grupo de Expertos Solynieve, 091, Suso Saiz, Domestic, Dorian Gray. Incluso El Último de la Fila, La rebelión de los hombres rana lo escuché bastante hace un tiempo. Muchas cosas viejas las vuelvo a repasar, y todavía no decido entre las copias analógicas originales y lo digital. Juan y Junior, Los Pasos, Fórmula V: es como regresar. Hay otros que ya no les veo gracia, pero sí, creo que —a pesar de lo que digan— era música más interesante que la mayoría de lo que hay ahora.  

El Bill Frisell de All We Are Saying (me mata la versión de Mother: me imagino trovándola) y las viejas grabaciones del Cuarteto Machín y María Teresa Vera están aquí conmigo. He conseguido mucha música cubana de la vieja, de la que escuchaban mis padres en casa. Es una ventaja de este tipo de mercado de segunda mano. Los singles producidos por Gema, Puchito, Tropicana —inencontrables en la Isla— ruedan por aquí. A veces muy caros, según quien ya le haya echado el ojo. Pero adquiribles si me lo propongo.

Raúl Ciro en 2017. Foto: Cortesía Humberto Manduley.

Raúl Ciro en 2017. Foto: Cortesía Humberto Manduley.

Quisiera hallar los discos del pop cubano de los 60 y 70. Los Bucaneros, Mirtha y Raúl, aquello del Changüí 68 (¿te acuerdas?), el Cuarteto de Meme Solís. Aparecen en estado deplorable o a precios imposibles, o no aparecen por más que busco y pregunto. Me tomará un tiempo, lo sé, pero llegarán a mí. Todo es aprendizaje e información. 

Eso sí, no me olvido de dónde vengo, ni quien soy. Hoy, por ejemplo, hemos hecho una visita al cementerio de Granada y puesto tres rosas blancas y una vela blanca encendida, en la tumba de Alfonso González Rodríguez, Poncho, el baterista y cantante de Los Ángeles.

Qué calmará

Desde que terminé en el cine, entre una y otra cosa, he estado repasando algunos temas. Me cuesta mucho porque he olvidado algunos acordes, y tomando en cuenta que no puedo leer música ni escribirla, todo depende de la memoria.

Tengo unas pocas canciones que “no me ha apetecido grabar” porque hice otras mejores o con las que me he sentido más a gusto. Me obsesionan las cuerdas, el cello sobre todo. Aunque no puedo decir que sepa arreglar, a veces me sorprendo. Suelo tener muy claro cómo estructurar un tema. Frómeta puede dar fe de ello. 

Sin embargo, hasta hoy no he logrado sacar provecho de los softwares de grabación. He hecho experimentos, pero cada día que pasa prefiero el clásico mini-estudio de casete; como el que usamos en el Queso. Lo tuve claro y, ahora que ya lo he vivido, me reafirmo. De todas formas, bastante partido le he sacado a la adquisición (gracias a la subvención de la Junta de Andalucía) de nuestra PC; que, por cierto, la compramos con el dinero de la venta de un mini-estudio de ocho tracks a disco Zip, equipo que había adquirido años atrás de segunda mano con el dinero ganado por pintar un piso yo solito.

Raúl Ciro. Foto: Cortesía Humberto Manduley.

Raúl Ciro. Foto: Cortesía Humberto Manduley.

He montado en casa dos tocadiscos, dos micrófonos y sus respectivas referencias regulables por auriculares. Con eso voy haciendo “pinchitas”. Quiero respetar más que nunca la norma referente a la estabilidad rítmica de los temas. Se me ha dicho que lo que más dificulta la buena digestión de mis resultados es ese apartado, los mareos de mis canciones —algo imperdonable según la ortodoxia, lo entiendo. También comprendo por qué las cosas salieron así. Son como esas fotos que hacíamos cuando era impensable poseer una buena cámara o todo el material necesario para consumar el “milagro” de captar el instante. 

Hoy en día, después de casi 10 años, logré contar con un sistema bastante autosuficiente para poder producir material de calidad alta, casi estándar, y otra vez estoy solo, más solo que nunca. Es con lo que realmente siempre he podido contar, aún me siento muy consciente de mis límites. Ahora sí tengo una buena “cámara”, pero captar una gran “imagen” se hace difícil; me pierdo en limitarme, o no, al exigirme tanto. La estoy pasando negras para lograr secuenciar una batería que suene creíble, con swing, nada artificial y que parezca tocada por mí. Si estuviese en Cuba esto no sería un problema, grabaríamos con un baterista de verdad, no habría lío, “allí todo es posible”. Paradójico, ¿verdad? Pero bueno, el conflicto está en lograr suplir ese atributo y no hacer un papelazo. De todas formas, he avanzado muchísimo en cuanto a captar  sonidos acústicos reales. Las guitarras acústicas me suenan genial; los bajos me pueden llegar a sonar muy bien; igualmente las voces, casi perfectas. También los agregados de “vestimenta” vía MIDI, pero la batería es la gran meta, el conflicto actual. En ello estoy.

Realmente me impresionó que Yusa me regalara el tres pero aunque lo he utilizado, no creo que haya influido en mi manera de componer. Con él hice una canción para Susana (“… quiéreme un poquito, muchacha”) y algún que otro tema por ahí. Verás cuando pueda tener un piano. Los instrumentos son herramientas y a mí se me da de maravilla relacionarme con ellos. Sólo se trata de sonidos manipulados. Ahora, hay que decirlo: Roberto Fonseca toca como los santos mismos; Dios le dé larga vida y luz siempre.

Me gustaría tocar en Cuba, además de otras cosas, pero por ahora no creo que sea buena idea. De todos modos, si otros lo han hecho, ¿por qué yo no puedo hacer lo que quiera y desee? Esa es mi casa, allí nací, digan lo que diga, ignoren lo que ignoren.

(Continuará)

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