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Reseñas Portada del álbum: Juan Carlos Viera / Diseño: Pepe Menéndez. Portada del álbum: Juan Carlos Viera / Diseño: Pepe Menéndez.

Tributo a Chucho Valdés e Irakere / Carlos Miyares

El más universal de todos los cubanos lo dijo una sola vez y para siempre: “honrar, honra”. El empeño de emitir juicios de valor sobre el álbum Tributo a Chucho Valdés e Irakere (Unicornio, 2021) me trae a la memoria este aforismo martiano. Se me antoja idóneo ante la certeza de que se trata de un fonograma cuyo propósito es reverenciar a una de las orquestas señeras de la música popular cubana y universal. 

Debido a sus innovaciones e ineludibles aportes al jazz latino y afrocubano, se puede hablar en la Isla de un “antes” y un “después” de Irakere, una de las más auténticas agrupaciones contemporáneas. Su propuesta, caracterizada por la experimentación de nuevos conceptos orquestales, devino referencia y modelo, revolucionó el panorama musical nacional y sentó las bases de una oleada de proyectos que emergieron en etapas posteriores. 

Este CD-DVD Tributo a Chucho Valdés e Irakere es el registro audiovisual de un concierto realizado en el Teatro Nacional habanero a inicios del 2020, en el marco del Festival Jazz Plaza. Ahí, desde hace pocos años, se suscitan performances de alto vuelo artístico que, además de proporcionar un placer indescriptible, tienen el valor añadido de acercar a la audiencia, desde una perspectiva actualizada, a obras inscritas en los anales de la historia musical de la nación. 

El álbum es fruto de la unión del sello Unicornio de Producciones Abdala  y del Centro Nacional de Música Popular, y su gestor es el destacado saxofonista Carlos Manuel Miyares, con una importante trayectoria en la actual escena jazzística cubana. A este le anteceden otros fonogramas con los que adquirió un notable reconocimiento en el gremio: Chucho Valdés presenta a Carlos Miyares (Bis Music, 2012), Carlos Miyares & The Cuban Quintet (Egrem, 2017) y One more time (Unicornio, 2019). Con ese pedigrí discográfico regresa ahora para arropar un puñado de piezas musicales que, más que a sus autores, le pertenecen al público que las hizo suyas, en Cuba o allende los mares, porque han constituido parte de su banda sonora personal.  

Para ello ha recurrido a la versión en sus múltiples manifestaciones; una tipología de producción que, si bien es añeja en el decursar de la música popular grabada, ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años. Es ese el concepto que sostiene esta propuesta, totalmente coherente si tenemos en cuenta que improvisar, componer, arreglar u orquestar, así como apropiarse de repertorios estándar norteamericanos o cubanos, forma parte del quehacer cotidiano del jazzista en Cuba, y el líder de este proyecto no escapa a esa práctica cultural. El resultado es la actualización, transformación, alabanza o deconstrucción de esos referentes sonoros, entre otros procesos derivados.

Miyares, quien se desempeña como director y productor musical del fonograma, formó parte de las filas de Irakere, y esta experiencia dejó huellas indelebles en su andar profesional. Así se reunieron en el mismo escenario, y con idéntico fin, colosos del jazz en nuestra Isla, que cubrieron un amplio espectro generacional. Al saxofonista se unieron el consagrado Germán Velazco, los trompetistas Alexander Abreu y Mayquel González, los pianistas Tony Rodríguez y Harold López-Nussa, los percusionistas Yaroldy Abreu y Adel González, el baterista Juan Carlos Rojas El Peje, el bajista Rafael Paseiro y el cantante Mandy Cantero. Algunos fueron integrantes de la orquesta en sus diferentes etapas; otros, aunque también habían recibido sus influencias, se estrenaban en el empeño de interpretar este repertorio desafiante, y todos hicieron del espectáculo un suceso irrepetible, de inestimable valor testimonial.

La ocasión devino pretexto idóneo para revisitar seis obras emblemáticas del catálogo de Irakere, la mayoría compuestas por Chucho Valdés: Juana 1600, Estela va a estallar, Changó, Bacalao con pan y Lo que va a pasar, a las que se añade Ese atrevimiento, de la autoría de Ricardo Díaz. Son estas las que dan cuerpo a Tributo a Chucho Valdés e Irakere, en cuyo soporte sonoro se incorporan, con carácter de bonus track, Iya, de Arturo Sandoval, y un Popurrit de éxitos que incluye fragmentos de piezas antológicas como Rucu rucu a Santa Clara y No quiero confusión, de José Luis Cortés; Échale semilla a la maraca y Yo sí tengo el uno, de Jesús Morales; y Que se sepa, yo soy de La Habana, cuya firma pertenece a Oscar Valdés. De tal modo, la selección del repertorio tuvo en cuenta obras inscritas en los dos ámbitos: jazzístico y bailable, voluntad creativa que desde los inicios caracterizó el estilo de Irakere. Cada una de ellas refleja una asimilación crítica del género y la inserción de códigos que remiten a la música de antecedente africano, así como de elementos rítmicos y tímbricos de lo popular tradicional y contemporáneo en Cuba, siempre con un alto nivel cohesionador.

A las bondades de esta producción discográfica se suma el ordenamiento lógico y coherente del repertorio, ya favorecido de antemano por los arreglos y las orquestaciones de antaño, que aquí son altamente respetadas en su esencia, con atisbos de contemporaneidad. Llegado a este punto cabría entonces preguntarse: ¿se proyecta Miyares como guardián o como innovador de nuestra tradición musical? La respuesta apunta hacia ambas direcciones. El saxofonista no se propone subvertir el espíritu de Irakere; más bien lo preserva, para que llegue incólume a las nuevas generaciones, lo que le otorga al fonograma un significativo valor cultural. 

Estamos ante un artista que asume e interviene, en el mismo lenguaje de las matrices originales, los cánones preestablecidos por otros autores para la orquesta Irakere. El espectacular ven-tú de músicos todos estrellas que aquí participa reintegra esos patrones en su nutrido universo sonoro, y los devuelve en una mirada personalizada, resultado del entrenamiento colectivo que tipifica el ámbito del jazz. La excelencia interpretativa es el factor común en cada tema, matizado por los pasajes improvisatorios que traslucen la genialidad de sus ejecutores, que aquí se proyectan tan cubanos como universales. 

Perseguir la ruta del cover llevó a Carlos Miyares a enfrentar un gigante desafío: transcribir cada una de estas obras tal cual fueron concebidas en su tiempo. En ese proceso, recrear las partituras del piano ─lo que implicaba reeditar el estilo interpretativo de Chucho Valdés─ constituyó una tarea complicada, aunque no imposible. El saxofonista hizo gala de su dominio y práctica en ese ejercicio académico y el resultado fue encomiable. 

En la puesta en escena son apreciables las señales de renovación impregnadas a las piezas, sobre todo en el desempeño agresivo que caracteriza las percusiones en la timba, en la marcha perpetua del chekeré, así como en las contra acentuaciones y el dinamismo de los tumbaos del piano y el bajo, lo que ofrece al oyente una nueva experiencia de escucha. A este magma sonoro se añade la ejecución de los metales, precisos y virtuosos, a la vieja usanza, en lo que devino una performance que hizo honores a la histórica sección de los instrumentos de viento de Irakere, tan revolucionaria desde los tiempos fundacionales. Piezas bailables como Bacalao con pan nos llevaron de regreso a momentos históricos del grupo, sumamente emotivos, al evocar el espíritu, el carisma y la maestría escénica de Oscar Valdés, que nos llegó traducida a través del enérgico Mandy Cantero. 

El ingenio de Ernesto Enzo Estrada dejó perpetuado el encuentro en una magnífica grabación, con todos los retos que supone el registro de un concierto en vivo. Este fue el resultado de un trabajo consensuado en el que devino primordial la mezcla y la masterización, a cargo de Javier Valladares, y donde también sería justo destacar el sonido de sala, monitoreado por Albert Xangala. Por su parte, la realización audiovisual, liderada por Marlon Garrigas y el diseño gráfico, de Juan Carlos Viera, se erigen en atributos que realzan la propuesta y reflejan un pensamiento coherente. 

Carlos Miyares rindió merecido tributo a Chucho Valdés e Irakere y, al hacerlo, va recogiendo honores. Solo el tiempo dará fe de la efectividad de su propuesta. Bastaría que, al escucharla, las generaciones venideras consigan evaluar y reconocer en su justa medida el cuantioso legado de esta orquesta, y de este fonograma, suerte de bastión o estandarte que mostramos con orgullo para que otras culturas nos construyan identitariamente. ¡Que así sea!

Escucha Tributo a Chucho Valdés e Irakere acá.

Neris González Bello Más publicaciones

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