
Sublime / Alex Cuba
Nunca había escuchado a Alex Cuba (Artemisa, 1974). Sabía algo de su vida fuera de la Isla (más de veinte años en Canadá) y de sus seis discos anteriores (algunos premiados con el Juno o el Grammy Latino), pero confieso que no me había detenido en su trabajo. Quizás era su nombre, o la idea —que no me explico de dónde salió— de que su música era demasiado pop para mis gustos. Así anduve perdido hasta que una noche, cerca de la madrugada, una amiga me escribió, susurrando casi, como solo es capaz de hacerlo una melómana: “Tienes que escuchar lo último de Alex Cuba, tiene canciones muy bonitas”. Y bueno, le prometí que sí, que lo intentaría.
Unas semanas después, decido escribir, totalmente convencido ya, sobre el que considero uno de los mejores discos de la música cubana (esté donde esté) en 2019. Mi fijación con Sublime (Caracol Records, 2019) se sustenta en una colección imperdible de 12 canciones en las que su autor produce y toca todos los instrumentos.

Portada del álbum Sublime, de Alex Cuba. Arte original de Erin Candela, portada diseñada por Simon Evers.
Antes de convertirse en cantautor, Alex Cuba fue esencialmente un bajista, recordado en la Isla por tocar con gente como el cantante Augusto Enríquez o el grupo de jazz fusión Temperamento. Y como bajista abre Yo no sé: un contrabajo jazzeao y con tumbao en el centro de la canción, percusiones menores, juegos de voces, un sonido acústico total, tan minimalista como cubano (cubano y minimalista). Y por encima de todo eso, una poesía de palabras simples que se conectan hermosamente entre sí. Créanme que es casi místico escuchar cómo una canción tan sencilla en apariencia consigue tantas resonancias y te hace bailar.
La fiesta sigue con Cantando de alegría, que contextualiza la energía positiva que atraviesa todo el álbum. La supuesta correspondencia entre Alex y una persona de habla inglesa que escuchó su música establece un diálogo sobre lo importante de colocar en primer lugar los sentimientos, en un mundo donde prevalece el egoísmo: Yo quiero decirle que cambié / su canto me dio fe en una madrugada / que me desvelé de inocente / al tocar la radio solo hallé / la sinfonía del temor /sin piedad / sin perdón / empujando tanto / tanta desilusión…
Cuando a finales de los noventa se desplegaron las voces de una generación que lanzó la canción cubana al siglo XXI (Gema y Pavel mediante), creímos que sería para siempre, que aquello no haría sino crecer. Pero el tiempo pasó, y ese espíritu de búsqueda se fue descontinuando con la falta de creatividad y algo de acomodo en sus gestores. Sin embargo, en los diez días que le tomó a Alex Cuba la grabación de Sublime, pasó por La Habana para cantar a dúo con Kelvis Ochoa. No sé explicarlo, pero Ciudad hembra (a pesar de esa mirada sexista de una “hembra Habana” sin riendas que lo devora todo) me recupera aquella estela de swing, ironía e imaginación permanente que parecía haber quedado atrás. El fraseo de Kelvis logró ilusionarme. ¿Se puede pedir más?
A la altura del cuarto tema del disco, Alex Cuba baja el tono para sumergirse en una cuerda mucho más íntima. Lo hace con la suavidad de su voz, sin grandes rejuegos poéticos ni estridencias. Puede resultar conmovedor que Voz de corazones tenga algo de aquella conexión de la Nueva Trova con la utopía: Presiento que este mundo y este tiempo / necesita humanidad, / que habita en las luces de los sueños, / del amor y la verdad…
Ah, Silvana Estrada. Otra de las invitadas de Alex Cuba, es una cantautora y compositora mexicana que canta como una Chavela psicodélica del siglo XXI. Alguien que ha colaborado con artistas como Caloncho o Mon Laferte viene a darle al álbum un matiz aún más latino y universal en Dividido. Lo mismo sucede con Solo mía, en la que Alex convida a Leonel García, otro mexicano de voz delicada y amplio recorrido como músico. Cabe citar su obra como fundador del grupo de pop Sin Bandera o como productor del monumental disco Hasta la raíz, de Natalia Lafourcade. O incluso en la melancólica No son manera, donde colabora el reconocido cantautor dominicano Alex Ferreira. La verdad es que vistos de conjunto me encantaría que alguien se decidiera a defender estos tres temas en la radio de nuestro país, como muestras de que la música cubana también sabe insertarse en los circuitos internacionales del pop alternativo de estos días.
Hay otros temas de Sublime que dejan ver la ductilidad de Alex Cuba para moverse entre varias aguas y hacer buenas canciones. Lo mismo para bailar, hacer el amor o acunar la nostalgia. Hay dos piezas como Esta situación y De los dos, y una más energética titulada Las mujeres, que en medio del auge de los feminismos globales funciona como un guiño a otra manera de entender las masculinidades: Ya me cansé de dominar con esa fuerza brutal que no es inteligente / a mucha gente da la oscuridad…
Sin embargo, es sobre el cierre cuando el compositor se va a jugar a otra liga con dos temas aún más redondos. Y si mañana es una bellísima reminiscencia de la trova tradicional que suena a clásico instantáneo. Confieso que de la avalancha de colaboraciones de Omara Portuondo en los últimos años, esta es una de mis favoritas: su voz suena purísima, como viajando ya en la inmortalidad.
Como última sorpresa llega Hoy como ayer, junto al gran Pablo Milanés. Es algo premeditado: un golpe de belleza tal que se te pudiera descolocar el alma. Si quedara alguna duda de lo sublime que propone este álbum, solo falta que lleguen versos como estos, calzados sobre una guitarra cómplice: Hoy como ayer / se nos rinde el miedo / cuando desnudamos la felicidad / en cada momento / Hoy como ayer / y quizás mañana / quedarán palabras para enamorar nuestros sentimientos / Y vuelvo a amar así / sin esconder quien soy…