
Reencuentro con Luces Verdes
Un mensaje que me dejó José Luis González —manager musical y productor— hace unos meses en WhatsApp llamó mi atención. Aludía a un grupo de rock que buscaba vocalista. No decía el nombre de la banda, pero la descripción de sus características musicales y lo que esperaban del posible seleccionado me apuntó directamente a Luces Verdes. Luego de intercambiar varios mensajes, José, muy discreto, me confesó que, efectivamente, Luces necesitaba un reemplazo para El Pollo, que ya ultimaba detalles para radicarse fuera de Cuba.
La primera vez que, consciente de su existencia, escuché cantar a Javier San Juan Galán (a.k.a. El Pollo), fue junto a María Ochoa en la sala de mi casa. Luego de que interpretara —a guitarra y voz— una de sus canciones cuyo nombre no recuerdo, me volví loco; tenía delante al tipo de cantautor que me eriza la piel. Las obras de El Pollo tienen fuerza, dinámica, peculiares melodías, ritmos atrevidos y mucha poesía, tanto en la letra como en la intención, una amalgama de mágica funcionabilidad y profundidad que logra cerrar con la ejecución. Él no es el mejor cantante, ni tiene una gran voz, tampoco podemos decir que es un excelente intérprete, pero posee la magia de la transmisión, sabe y logra llegar, convierte y adapta su afinada voz y logra el impacto, el acierto, lo artístico. El Pollo es uno de mis cantautores predilectos de las generaciones que me rodean, aun cuando solo lo he escuchado pocas veces, todas en directo, siempre a guitarra y voz. Lamentaré que su trayectoria como cantautor no haya tenido mayor impacto, pero queda su obra con Luces Verdes, y aunque “distante” geográficamente ahora, la huella de este maravilloso compositor ya existe, tratando de huir al olvido de los años.
El 26 de octubre, en una publicación de Instagram, Luces Verdes anunciaba oficialmente la salida de Javier de la banda. Pocos días después, el 2 de noviembre, a través de la misma plataforma presentaban a su nuevo vocalista, un tal Chaski, al que había visto en publicaciones anteriores sin conocer su nombre, con influencias de Led Zeppelin, AC/DC, Fito Páez y Héroes del Silencio, según decía el post. Quedé intrigado y confieso me sugestioné un poco pensando que el muchacho no lograría llenar el hueco que dejaba El Pollo, pero, a los pocos días, revisando el perfil del grupo me topé con un video que tiempo atrás había pasado por alto, donde aparecía la banda ya acompañada de su miembro más reciente. Me encantó su voz, su proyección, su soltura. Estaba viendo a un rockstar ochentero cantando el tema Pepe la araña mientras se contoneaba y jugaba con su pelo y el pie de micrófono. Sergio Eguino (Chaski) superaba mis expectativas; Luces Verdes había —al menos en materia vocal— encontrado al sustituto perfecto para El Pollo.

Luces Verdes con su nueva alineación. Foto: Tomada de las redes sociales de la banda.
La última vez que vi a la banda en vivo antes del cierre total por la pandemia fue en uno de los encuentros de mi proyecto CUBAO exposiciones, exactamente el 25 de enero del 2020 en La Madriguera. Un año y un montón de meses después, formando parte del equipo de producción de El Madrigazo, supe que el grupo era uno de los invitados para la reapertura de este evento; lo reencontraría en el mismo escenario de la última vez. Intuía que vendrían con una dinámica distinta, con las transformaciones que implica un cambio de alineación. Estaba ansioso por ver en directo a ese nuevo vocalista que tanto me había impresionado en Instagram.
Al ser parte del equipo de producción del evento, mis responsabilidades comenzaban bien temprano, coincidiendo con las pruebas de sonido. Tenía una mesa cargada cuando comenzó Luces Verdes a probar. Me detuve, escuché, puse la mesa a un lado y me senté a oír el tema completo con los ojos y oídos puestos en Chaski. Aunque los músicos tienden a suprimir su proyección durante las pruebas de sonido, este muchacho se veía enérgico, se contoneaba, marcaba el ritmo con todo el cuerpo, jugaba con el micro y, lo mejor, sin fallar una nota. La voz me llegaba clara y sólida, entendía palmo a palmo lo que me decía, lo que me transmitía. La capacidad de Chaski para explotar toda su expresión corporal en escena fue una de las cosas que me atrapó. El Pollo, independientemente de sus dotes de comunicación y sentimiento vocal, era una estaca en el directo, por eso ver a Chaski tan inquieto representaba un cambio radical en la forma de asimilación de Luces Verdes en escena. El trabajo no me permitió escuchar más que una canción, pero sabía que en la noche sería la oportunidad; estaría a cargo de la producción del escenario central, los tendría justo al lado.
Ya de noche, mientras fumaba en la entrada, me topé con José Luis quien venía acompañado del nuevo cantante. Luego de una charla breve sobre el clima, la producción y demás volteé hacia Chaski y le solté mil elogios y algunos consejos y observaciones, que agradeció sincera y humildemente. Lo supe en ese momento un muchacho receptivo, cálido y ávido de conocer y penetrar ese ambiente que —me figuré— era nuevo para él. Hablamos de música, poesía, escena, burocracia, pero sobre todo de lo tanto que yo estaba esperando el momento musical de ellos.
Unas horas más tarde, casi llegando las once de la noche, subía Luces Verdes al escenario. Hubo toda una explosión, guitarra, drums, piano, bajo y Chaski Eguino en la voz líder. El muchacho se desdoblaba, aumentaba su ímpetu, lo disminuía, solidificaba su postura, se volvía flácido, se movía hacia los lados, se ponía íntimo, reventaba altanero, susurraba, rasgaba la voz al límite, la volvía otra vez melódica, se ajustaba las cintas del overol, cerraba los ojos, los abría, miraba directo al público, se tumbaba, cantaba, sentía, hacía sentir. Ese día encontré a uno de los vocalistas de rock n’ roll cubano que más me ha satisfecho en escena. Vi a muchos grandes a través de él, de momento tenía delante a Mick Jagger, a Jim Morrison, a Robert Plant, a Ian Gillian, a Bon Scott, a Sherpa, a Spinetta. Chaski posee recursos de muchos, pero la maravilla redunda en que se ha sabido construir original, con los destellos de quienes me imagino sus paradigmas y con los impulsos valientes de un cuerpo y una voz fieles, expresivos, poderosos. El “¿dime si lo conoces?” de Pepe la Araña removió esa noche La Madriguera y, al que no lo conocía, Chaski se lo presentó.
Con El Pollo, Luces Verdes tuvo la sabiduría, el discurso, la precisión, la explosión desde la calma, el acercamiento, la garra. Ahora con Chaski tiene el desbordamiento, la sensualidad, la dinámica, la explosión desde la intensidad, la potencia escénica, el fuego. Sin dudas dos etapas para nada parecidas pero que persiguen un mismo fin: la persistencia del sello rockero y la buena música de esta agrupación. Son dos etapas tan distintas como válidas y que las considero parte importante en la formación de lo que es y puede llegar a ser Luces Verdes en la historia del rock n’ roll en Cuba. Ya el tiempo pondrá los últimos versos a este buen poema musical que lleva años naciendo.