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Literatura feat. música Diseño: Mayo Bous / Magazine AM:PM. Diseño: Mayo Bous / Magazine AM:PM.

Vultureffect (fragmentos)

Ondas

La Tierra estaba muerta y ellos decidieron formar una banda: guitarras eléctricas, bajo y batería, teclado y sintetizador de ondas corrosivas. Se hicieron llamar Acid Rain. Se hicieron famosos. Viajes por todo el mundo con su música, hasta que un día les dijeron: “Eso es música para retrasados mentales”. 

Entonces decidieron disolver el grupo y formar un grupo nuevo: ellos mismos. La Tierra seguía muerta. Se hicieron llamar Acid Rain. Viajaron mucho más que antes y su fama se multiplicó tanto como su música. Pero les dijeron: “Eso es música para espantapájaros posmodernos”. 

Entonces decidieron disolver el grupo y formar un grupo nuevo: ellos mismos. De nuevo la fama, de nuevo Acid Rain en todas las camisetas y todas las bocas. Casi viajaban con la esperanza de encontrar a alguien que no conociera su música. Y encontraron a alguien que les dijo: “Eso es música para sordos de otro planeta”. 

Entonces decidieron, por fin, hacer sonar sus instrumentos, sobre todo el sintetizador de ondas corrosivas. De todas formas, la Tierra ya estaba muerta.

Diseño: Mayo Bous / Magazine AM:PM.

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Groenlandés

Larga fila de personas esperando su turno para que el músico les firme una copia de su último álbum, I need more guitars, grabación que nos trae a la mente la palabra rock, quizás porque el rock nos ha hecho el favor de desaparecer y sentimos que con los restos, con los pedazos, se puede seguir haciendo música. 

Llega mi turno, el artista me reconoce de golpe y antes de que yo pueda preguntarle para qué necesita más guitarras, me dice con altos miligramos de abulia en los ojos: “Necesito más horas de noche”. Yo no sé qué pensar, así que me encojo de hombros y le digo: “Entonces vete a Groenlandia”. Él sonríe, me da la mano y me da las gracias y antes de irse me pide que me quede firmando los discos por él. Todo ha sucedido muy rápido, de pronto el tipo ya no está y yo empiezo a garabatear los discos que me ponen delante.

Escribo otras letras entre las letras de las canciones. 

Recombino, enlazo, mezclo, invento pequeñas historias y sonrío abúlicamente para mis fans. 

A ninguno le digo que el rockero nos ha hecho el favor de desaparecer y que con sus restos, con sus pedazos, yo estoy haciendo escritura.

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Kurt Cobain

Ella le enseña una bata de dormir, negra y con encajes, y le pide que se la ponga. Él se la pone. Luego ella le pinta los ojos con un delineador y le peina los mechones rubios y sanguinolentos. “Como en la película de Gus Van Sant”, dice. Empieza a caer una música suave. Ella le propone bailar. Él no dice nada. Ella se le acerca. “Sólo relájate”, dice, y extiende los brazos hacia él. Muy lentamente. “Ahora te voy a tocar, ¿de acuerdo?”. Él se estremece con el contacto. “Si quieres, cierra los ojos”. Él los cierra. Ella palpa sesos derramados. Él va dejando que ella le pase los brazos alrededor del cuello, se abandona poco a poco a la proximidad del otro cuerpo. La escena puede parecer estúpida y contagiosa. Cuando ella se ha pegado por completo a él, abrazándole, las manos de él inician un movimiento indeciso hacia la cintura de ella. Entonces ella le dice que no tiene que hacerlo. “De verdad”, repite llorando, “no tienes que hacerlo”. Pero él ya lo hizo, ¿recuerdan?  

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Punk

El buitre me pregunta por qué la atracción hacia las chicas con guitarra, cuando lo más probable es que sean rubias tontas de principio a fin.

—Es que la guitarra es eléctrica —le respondo—. Por una cuestión de diseño la chicas también son eléctricas. Vienen con cable. Puedes conectarlas a cualquier otra cosa.  

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MTV

En una habitación de hotel. Enciendo el televisor, tomo el control remoto y me introduzco el cañón en la boca. Cierro los ojos. Disparo. Siento el retumbar allá dentro. Abro los ojos y veo mis sesos en las paredes. Cierro otra vez los ojos y vuelvo a dispararme otra vez y otra vez, se trata de salpicarlo todo: la alfombra, los muebles, las cortinas. A veces me tiembla la mano y a veces se traba el gatillo del control remoto y allá dentro resuena un martillazo seco y luego los ojos abiertos, el sudor, la sangre, la mirada fija en la pantalla del televisor. (Nadie ha dicho que sea fácil).  

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Del libro Vultureffect, Ediciones Unión, Cuba, 2011/ Bokeh, Holanda, 2015. 

Jorge Enrique Lage (La Habana, 1979). Narrador y editor. Licenciado en Bioquímica por la Universidad de La Habana. Ha publicado los libros de cuentos: El color de la sangre diluida (2008), y Vultureffect (2011), así como las novelas Carbono 14. Una novela de culto (2010), La autopista: the movie (2014), Archivo (2015) y Everglades (2020). Más publicaciones

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