
Icono/ Orquesta Aragón
Yolanda dime que sí inaugura el fonograma Icono (Puntilla Music, 2020), con el que la Orquesta Aragón celebra su 80 cumpleaños. Este tremendo son montuno de Beningno Echemendía fue popularizado a inicios de los ’60 por el Conjunto Estrellas de Chocolate y trascendió fuera de Cuba, sobre todo, en las versiones salseras de las orquestas de Tommy Olivencia y Broadway —esta última de estirpe charanguera—, si bien en los ’80 se incluyó en un disco de Alfredo Chocolate Armenteros para el sello Sar.
Aunque desde esta orilla no es fácil descubrir cuál de las grabaciones llegó al África (intuyo que fue la de Broadway), lo cierto es que a lo largo de los años el asiduo público de los aragones en aquel continente abogó por la inclusión del tema en el catálogo de la orquesta, a lo que su director, Rafaelito Lay, accedió. Su retribución a la insobornable lealtad de los africanos hacia el grupo cubano sirvió de paso para continuar el sostenido trabajo con el son en el contexto de la charanga, rasgo que ha sido uno de los cuños indelebles de la agrupación. Yolanda dime que sí se inscribe en la línea de El trago, Chaleco, El son del pariente, El cerquillo y muchos otros sones aragoneros “echados pa’ tras” (“machos”, dicen los bailadores), que hoy solo saben tocar algunos conjuntos cubanos bravos… y la Aragón.
Mira a ver quién es, Quiéreme siempre y Juego de qué, grabadas en 1958, 1960 y 1977 respectivamente, son las tres piezas del repertorio clásico de la orquesta elegidas para integrar este trabajo discográfico de 2020. En todas ellas se advierten sutiles modificaciones al arreglo original: un tempo más “alante” en Quiéreme siempre o cambios en la parte final de Juego de qué, en donde una tenue atmósfera timbera, en complicidad con las guías de El Indio, reemplaza la descarga de flauta de la primera versión, tres minutos más larga. Aunque personalmente hubiese deseado que la Aragón incluyera la artillería de mayor calibre que reposa en su abultado catálogo, si el propósito fue evidenciar que la orquesta —incluso sus integrantes más jóvenes— sabe cómo sonar en clave de los años ’50 o ’60, el objetivo se cumplió.

Portada del álbum Icono. Tomada de las redes sociales de la agrupación.
Un buen reto en ese sentido podría ser descubrir cuál de las dos grabaciones de Mira a ver quién es no corresponde a 1958, y adelanto que en la nueva versión se introducen cambios. Refrescar cada tanto el repertorio emblemático sin trasgredir el concepto esencial de la orquesta, ni el espíritu con que las distintas épocas han jalonado nuevas corrientes es, sin dudas, otro de los rasgos distintivos de la Aragón.
Y a propósito de las formas que traen consigo las distintas épocas —además del songo Cuando yo pase— Aquella chica, cuarto tema de Icono, es una timba de arriba a abajo; concepto que, pese a no ser tan reciente, no ha dejado de constituir un sinónimo de contemporaneidad para las agrupaciones de música bailable cubana de las últimas tres décadas, al menos hasta nuevo aviso. Por cierto, este número del violinista Dagoberto González Sibore se ha colado por semanas en los primeros lugares del hit parade de varias emisoras colombianas, público aragonero por excelencia, pero también en extremo ortodoxo cuando de orquestas tradicionales se trata, mientras en Cuba no solo se escucha también en la radio, sino que los bailadores asistentes a la cita mensual de Prado y Neptuno, no dejaron de reclamarlo.
Quizás el secreto de los aragones a la hora de abordar nuevos estilos como la timba, presente con mayor o menor énfasis en los temas ya mencionados y en otros como 80 y Que me quiten esto, resida en no perder de vista los ingredientes que han permitido identificar a la orquesta a ojo cerrado en todas las épocas: coros al unísono en perfecta afinación, sólido empaste del trío de violines, solos de flauta para respetar, o secciones de instrumentos que no tropiezan unas con otras (cosa que agradece el bailador). Con esos elementos juega Sixto Llorente, El Indio, sonero y timbero de cepa, quien introduce un matiz distinto al ampliar el espacio para la improvisación que habitualmente han tenido los solistas de la orquesta, al tiempo que encaja sin el menor esfuerzo en los números cantados a coro, como el arreglo de Contigo, de Joaquín Sabina, bolero-cha que pone la nota romántica al disco.
Así, de manera muy limpia y sutil, la Aragón, que en el imaginario de muchos puede parecer una agrupación inmutable, ha actualizado su sonoridad a lo largo de ocho décadas y todavía es capaz de imponer hits, hecho que es también otro de sus sellos indelebles y, si no, recordemos Bajo con tumbao, en los ’80, o Temba, en los ’90, para solo mencionar dos ejemplos.
La producción de este álbum, recientemente nominado a los Latin Grammys, corrió a cargo de Rafaelito Lay y de su hijo, el también violinista Rafael Lay Sánchez, autor de 80 —composición que celebra este aniversario— y responsable en gran medida del lanzamiento del fonograma en importantes plataformas digitales a fines de mayo, sin que hasta el momento haya un acuerdo de distribución para Cuba.
En Icono no hay invitados especiales. Aquí toca la Orquesta Aragón, impecable como siempre ha sido, la que suena en vivo igual que en los fonogramas; genio y figura.