
Piezas (casi) anónimas en una ciudad musical
La Habana es una ciudad musical en más de un sentido, y a veces sus paredes se convierten en el soporte por donde transitan los sonidos. Bajo esa premisa, el fotógrafo Jorge Luis Toledo recorrió las calles de la urbe, mucho antes de que esta pesadilla de la COVID-19 comenzara, tras la búsqueda de aquellos grafitis que nos devuelven rostros icónicos de la música cubana y foránea. A su paso se encontró —y en más de una ocasión— con Benny Moré, quien observa a los transeúntes ya sea desde una calle en San Isidro y acompañado por Juan Formell y Elena Burke, como desde las inmediaciones de la Unión Árabe de Cuba, o en el interior del proyecto Armonía, en Centro Habana.
Los colores de Compay Segundo atraparon al fotógrafo, quien se detuvo además en Faustino Oramas, James Brown, Amy Winehouse, Björk, en tanto la imagen de Formell en el barrio de Buena Vista se ha vuelto de obligatoria visita. Sobresale entonces en esta galería la idea romántica de la ciudad como lienzo musical, con piezas (casi) anónimas que devuelven el alma a las muchas veces derruidas fachadas.