Dibujar la Música: Pepe Menéndez

Pepe Menéndez
10.11.2023
3 min. de lectura

Mi madre es muy musical, mi padre no, pero ambos aportaron a mi oído. De él recibí a Sinatra, de ella a Silvio; y de ambos a Dvorák, la Aragón o Beethoven. En el camino hasta lo que soy hoy, otras dos o tres personas tuvieron una influencia decisiva. Un amigo chileno, poniéndome los audífonos de mi primera Discman, me estremeció nada menos que con Pink Floyd y Charly García. Más tarde llegó el jazz y ahí me quedé.

Mis hermanas tuvieron/tienen amigos y parejas músicos, yo no. Con algunos de ellos me acerqué al misterio maravilloso de su creación, tan diferente al diseño gráfico. Y Gerardo, nuestro “Gerar”, dio a la familia, junto a Claudia, dos vástagos muy músicos, que darán de qué hablar y aplaudir.

No he conseguido aprender a bailar casino, a pesar de tener en Laura la mejor maestra posible. Tampoco logro arreglar la reproductora de CD. Como me molestan los audífonos, hoy escucho más bien poca música. Sé además que ciertos ritmos y palabras logran transportarme peligrosamente lejos, así que evito circular por la ciudad con música en los oídos. El peor accidente que he tenido se lo debo a un tema de Fito mientras pedaleaba por la Monumental hace siete mundiales de fútbol.

En mi trabajo he tenido trato de diversas maneras con gente de la música. Guardo un recuerdo insólito de Raúl Ciro, memoria de algunas tardes con Pedro Luis Ferrer, un elogio elegante de Harold Gramatges, el autógrafo de Leo Brouwer, una selfie con Juanes, la simpatía de Liuba María, el swing de Vanito…

En Casa de las Américas, evitando utilizar notaciones musicales —como manda la doctora Vinueza— he diseñado mucho para la promoción de eventos o productos musicales. Traducir a formas planas y silentes la insondable profundidad de los sonidos es un reto fascinante, del que creo haber salido airoso alguna que otra vez.