
Dando palo / Wildey
Cinco segundos de silencio y toma: El Niño de Atocha abre con lo que parece un manifiesto: “Papá Elegguá —dice—, camíname bonito ahí / no me abandones / pa cuidar de mis hijos y / pegar canciones”. ¿Qué más te puede hacer falta en la vida?
***
Wildey es una máquina de dar palo. Y no porque haya sido boxeador. Dar palo es pegar canciones. Lo vi una vez en el estudio La Creme. Con rotacismo y su drum amarillo como las mangas de su pulóver ancho. Antes de entrar a la cabina dijo que no tenía idea de qué iba a hacer. Se enganchó los audífonos, le pusieron una clave vacía y en diez minutos improvisó un tema. Un palo. Me quedé con ese coro como dos o tres días en la cabeza. Livan Pro cogió el piano y puso acordes sobre la melodía de Wildey, lo hacen al revés a lo que has visto siempre. Cuando salió el tema no fue un batazo como Tengo money o Normalmente. Pero estuve dos o tres días más con el coro en la cabeza.
No sé de dónde saca las ideas. Deben ser cosas que trae la sangre.
***
El disco que abre con Papá Elegguá se llama, precisamente, Dando palo. Salió a finales de 2021; es el último que ha hecho. Con Deluxe incluido son 27 canciones casi todas producidas por El Pibe. También hay música de Livan Pro, de HM Music, de la Power Music, de la Galaxy.
Nada de esto es determinante porque ninguno aporta algún sonido particular: los suficientes sintetizadores y 3×4 para acompañar a Wildey mientras se luce y se pasa el resto del disco recordándote que este año es su año, y que todos sus temas no son temas sino temazos. Porque esas canciones no tienen que construir el socialismo ni tienen que traer la paz del mundo. Lo más que deben traer es la paz de cada uno de ellos, para seguir cuidando de sus hijos y pegando canciones. Y llenando conciertos en los bares. Y un poco de felicidad interior a los que escuchan.
Wildey anunció el álbum en una directa en Instagram. Dijo que llevaba tiempo trabajando en silencio y que otra vez le tocaba ser el uno. Estaba medio bravo no sé por qué. Arremetió contra algunos, bendijo a otros. Lo de siempre. En esa directa estrenó La pulla: “De nuevo voy a volverme un sensei / voy a demostrar que el papá se llama Wildey”.
Por ahí va el hilo conductor del disco.
Empiezo a oírlo cualquier día malísimo de los días malísimos que corren. Con el cerebro partido a la mitad y con el cuerpo en piezas. De pronto me abstraigo.
Me gusta mucho, por ejemplo, Pire. “Llénate de valor, date tu lugarcito y pa atrás no vires / dale, mami *** y ***/ y como Michael Jackson, pireee” —asteriscos: palabras inentendibles. A veces tiene un boniato en la boca y no entiendo la mitad de lo que habla. Pero lo cojo como cuando escucho música en alemán. Me voy con él, le descargo.
Me gusta mucho Como de costumbre, la única que no es reparto puro: suena a traptón.
Fichurea con Anubix, El Chulo, Lobo Malo, Yulindo, con quien ya compartió un hit hace par de años llamado La Patica, con Charly Maykol, y tres veces con Harryson, su compañero en Iré Omá.
Cada una de estas voces aporta lo mismo que los productores.
Ninguno de los 27 temas anda partiendo la calle ahora mismo porque la competencia está durísima. El podio está lleno de reparteros #1. En Dando palo, de hecho, hay dos o tres. Eso no lo convierte en un disco bueno ni en un disco malo. Ni falta que hace.
En el último palo —Sabandija, que lanzó hace unos días como single—, Wildey lleva hora y media descargándose y yo llevo hora y media en otra parte, bailando solo y riéndome solo como si hubiera fumado. Él se da el lujo de hacerlo: de todas formas ya cerró en dos frases de Papá Elegguá lo que a cualquiera le tomaría un ensayo.
“Papá Elegguá —empiezo el disco de nuevo—, camíname bonito ahí / no me abandones / pa cuidar de mis hijos y / pegar canciones”.
Cada tres minutos —nunca mejor dicho— Wildey repite que te va a enseñar por dónde le entra el agua al coco.
Puede ser que le entre por ahí, por la alegría, aunque sea de vez en cuando.
La verdad siempre estuvo en otra parte.