
El retorno de la hormiga
Yeni Turiño tiene en su canción una vara imaginaria para medir la vida. En ella, su poética pasa y tarda lo que una naranja en encontrar la podredumbre bajo sus hojas. En una punta está la naranja nueva del árbol como una nueva canción; en el otro extremo, el fruto podrido del suelo junto al sentimiento de no haber llegado a tiempo. La intención que salva a los oídos (si entendemos que los sentidos encuentran en el arte una ampliación de sus posibilidades) es la que trae esta cantautora; su tímpano advierte el jugo que está por derramarse sobre los antecedentes que en su trabajo apela: la infancia, la canción y a su natal Santa Clara. El paisaje muestra el día (presente) y la tarde (pasado); en el ocaso juega la niñez, ahí podemos notar sus encuentros con el amor que ha extendido hasta hoy, a través de la música. Evidencia es Canto de hormiga loca, de las primeras canciones compuestas por ella y dirigida principalmente a los niños. Puesto que su voz-madre amamanta y recuerda sus primeros gestos inocentes en un ejercicio de constante retroalimentación hasta el día de hoy.
En el proyecto de la Caña Santa, Yeni prestó su voz al trovador Carlos Abreu Hernández en calidad de corista. Un día, y sin mucho tiempo para advertirlo, él la convidó a que interpretara temas propios en un concierto. Por primera vez, la cantautora se presentaba fuera de su provincia, en la Isla de la Juventud. El municipio especial la acogería más tarde, en otro encuentro. Aún conservaba en la memoria el fruto fresco de su música. Luego armaría su propio espacio en el centro cultural villaclareño El Mejunje: La peña de la hormiga loca, que tendría lugar cada miércoles y de la que hoy conserva una versión en Telegram.
Entre sus obras recientes, está Esperanza, un tema que enaltece la figura desnuda en el campo e invita a ver qué ha pasado con los infantes detenidos en paisajes bucólicos, confundiendo de forma sutilmente bella a los personajes y al entorno. Esta parece su manera de “anecdotizar” los primeros reflejos en donde advirtió sus sueños, las promesas que después crecieron o rodaron junto a los frutos de la tarde.
Esta afinidad por lo vivido y lo que queda pendiente con el paso del tiempo también se nota en Tocadiscos, donde Yeni usa el objeto que da nombre a su canción como símbolo del eterno retorno. Aquí cada vinilo resulta ser el recuerdo de un amigo, una ciudad; el nacimiento o la muerte de una certeza. Como también un lugar donde encontrar herramientas para su labor. El Tocadiscos no debe detenerse. A él se entra por cualquier puerta y siempre se sale al pasado; el pasado que suena próximo si se trata de encontrar referentes.
Figuras como Rita del Prado, Teresita Fernández y el proyecto La Trovuntivitis son influencias directas en la formación de la cantautora. También lo son de manera particular Leonardo García, Yaíma Orozco y Yaily Orozco quienes, junto a ella, conforman el consorcio artístico presente en la entrega audiovisual de dicho tema.
Los realizadores del videoclip son Leandro de la Rosa y Aliesky Pérez con la colaboración del proyecto Almacén, de la provincia de Matanzas. Todo esto gracias a que Tocadiscos mutó. Ahora es también un proyecto —homónimo— acogido por la Asociación Hermanos Saíz con el fin de conjugar el quehacer artístico de jóvenes y maestros asociados, ahondando en las diferentes manifestaciones del arte. Rey Montalvo, vicepresidente nacional de la organización, había señalado que cada tres meses durante en el contexto de las becas El reino de este mundo se elegiría una nueva pieza para el proyecto, a la cual se le realizaría un material audiovisual. El objetivo: defender los temas musicales más novedosos, promoverlos en los medios de comunicación y atraer nuevos públicos. Un proyecto que, a pesar de no tener toda la visibilidad esperada, sigue activo y cuenta con tres obras realizadas.
Tocadiscos, entonces, no es ya solo la máquina que nos ata al pasado, también es un futuro próximo que hace del imaginario de Turiño una realidad.
Yeni es también Niña de mar. Desde aquí alude a los ritmos brasileños que bebe directamente de las sonoridades tropicalistas, algo que deja entrever en sus acompañamientos de guitarra. Y es que no podemos olvidar el apego que la propia cantautora ha referido hacia el trabajo de músicos brasileños como Chico Buarque.
En Volar la intención es probar lejanos parajes, aunque desprenderse será pagar el vuelo. Con Jonás Pérez en el piano, nos invita a escapar cuando por fin entendemos de qué lugar partimos. El rubateo es un recurso que se hace notar dentro de este tema. Yeni juega con el tiempo de la canción, moviéndolo y creando un espacio inestable que pudiera parecer el viento. Ello, mientras discursa sobre el vuelo.
Turiño comprendió que para permitirse volar tiene que hacer de su historia un eco perenne; para no quedar como otro silencio en la memoria. Su sentir es el constante retorno. Ahí acude a los amigos en su eterno afán de que la canción de autor se cante a múltiples voces y se ejecute con infinitud de manos. Las mismas que convida a los pies del árbol y entre todas, las de ella; igual de dispuestas a impedir que se pudra el fruto, que la canción toque el suelo.