
Viento y tiempo. Live in Blue Note Tokyo / Gonzalo Rubalcaba y Aymeé Nuviola
Lo cautivante de Viento y tiempo. Live at Blue Note Tokyo (Top Stop Music, 2020) no son esos dos nombres propios, ya de por sí prometedores de algo muy atendible no solo para nosotros, sus fans de siempre; no es la unión de ellos en un proyecto live, cuando podría pensarse que vienen de universos diferentes. Lo cautivante es el equilibrio entre integración e individualidad que se proponen y consiguen con éxito de cara a los diversos públicos que a escala internacional siguen, descubren o redescubren a Aymeé Nuviola y a Gonzalo Rubalcaba.
Porque para varias generaciones de cubanos hay cosas que ya son conocidas. Constatarlas en este disco es más gratificante, aun sabiendo que un repertorio, pensado para un público como al que va dirigido, debe cumplir determinadas exigencias y apelar a ciertos códigos, como el abordaje de temas clásicos cubanos. Gonzalo Rubalcaba y Aymeé Nuviola no hacen aquí concesiones y los enfrentan con altura creativa desde los estilos y ámbitos expresivos de cada cual.
Pero Viento y tiempo… no es una mera suma de temas y ritmos conocidos y populares: el álbum transcurre a través del son, el danzón, el danzonete, el bolero, la conga, la rumba, la guaracha, o la timba, pero hay una coherencia más de intención que genérica, una vocación de autenticidad que bien podría llamarse cubanía. En el fonograma se percibe un deseo —involuntario o deliberado— de mostrar y demostrar qué tanto puede uno insertarse en el mundo expresivo del otro, partiendo de la similitud en los entornos musicales de ambos, las fuentes de las que se han nutrido y la condición de músicos de alto nivel técnico. Para ganancia mayor, una amistad que les une desde que eran fiñes, mantenida desde entonces sin apenas interrupciones, habla de complicidades, coincidencias y aciertos que de alguna manera cierran el blindaje de este disco.

Aymée Nuviola y Gonzalo Rubalcaba de pequeños. Foto: Cortesía de les artistas.
Rumba callejera (Aymeé Nuviola) el track que, como Elegguá, abre el camino del concierto y del fonograma, parece una invitación a entrar en el entorno urbano donde se da la rumba real y verdadera. De alguna manera, avisa del tono que tendrán las noches en el Blue Note Tokyo. Aymeé está grandiosa en el dúo con su hermana Lourdes y en las improvisaciones. Gonzalo refuerza al máximo el rol del piano en ese toque percutido tan protagonista y tan suyo, en que emula con las tumbadoras, sin abandonar los momentos melódicos, tan oportunos.
Él se reafirma en sus esencias como el enorme pianista que es, dejando fluir por igual la técnica asombrosa y el bagaje genético. Su pensamiento musical parece ser inagotable —es el viento—, sin fronteras precisas, como el tiempo. El pianista parece sentirse pleno, a gusto y en total libertad: es lo que se percibe en los tumbaos que, además de su impecable técnica, revalidan su leyenda en el latin jazz hecho en Cuba, y en la calidad de las ideas que su asombrosa digitación alcanza a expresar en los solos, como los del clásico Lágrimas negras (Miguel Matamoros) o el danzonete Rompiendo la rutina (Aniceto Díaz), dos de los mejores en el disco. Y qué decir de El Manisero (Moisés Simons)… Hace décadas, Gonzalo me dejó sin palabras con una versión deconstruida del famoso pregón, absolutamente genial y a la que vuelve por momentos ahora en el Blue Note de Tokyo, en uno de los momentos más altos del concierto y de mayor disfrute para quien escribe.

Portada del álbum Viento y tiempo. Live in Blue Note Tokyo
Aymeé, lo sabemos, es mucho más abarcadora de lo que muestran sus dos últimos discos —excelentes, eso sí— donde predomina una actualizada veta sonera que, para dicha de todos, no la abandona. Insisto en lo encomiable de esta elección suya, en momentos en que no muchas cantantes cubanas parecen decantarse por retomarla. Pero no hay modo de olvidar —ni de prescindir— de la Aymeé que, como piano-woman, va tras el bolero, la canción trovadoresca, el filin, y hasta un estándar de jazz. De eso hay huellas en su discografía y a eso vuelve en Viento y tiempo…. Nos recuerda que ella tiene mucho para dar en cuanto a versatilidad de géneros y estilos, por eso me encantó encontrarla en su versión de El ciego (Armando Manzanero), un bolero donde la intérprete se inserta en la tradición de las mejores cantantes de filin y en el que, en mi opinión, tiene aún una vertiente donde sus altos quilates podrían ser revalidados con creces de cara al mercado de la música. A propósito de El ciego, Gonzalo, por su parte, nos trae el recuerdo de su piano extraordinario en aquella versión que del tema hiciera Charlie Haden en su disco Nocturno (2001).
La reactualización de El guararey de Pastora (Roberto Baute) se recibe como homenaje a Juan Formell y Los Van Van. Este tema, junto a Viento y tiempo (Kelvis Ochoa), muestran a Aymeé Nuviola transitando desde los predios del son y el changüí al entorno timbero, un ámbito que ella parece también dominar a la perfección. Con Bemba colorá (José Claro Fumero), rinde tributo a la más grande, Celia Cruz, con uno de sus temas emblemáticos, en que elude mimetismos, aunque respeta los códigos que lo hicieron legendario por La Guarachera de Cuba.

Aymée Nuviola y Gonzalo Rubalcaba. Foto: Cortesía de les artistas.
La grabación live extiende la duración de algunos tracks, más allá del tiempo que normalmente toman en estudio. En este caso, ello favoreció que nos llegara la espontaneidad de las improvisaciones y expresiones que solo el contacto con un público receptivo y la interacción entre músicos en estado de gracia pudo propiciar durante las tres noches de los días 16, 17 y 18 de agosto de 2019 en que transcurrieron estos conciertos. Gonzalo Rubalcaba asume además los arreglos, excelentes en todos los temas, y comparte créditos de producción con Gregory Elias, quien es además el productor ejecutivo del álbum.
El resultado es un disco de impecable factura, que lanza un aire diferente sobre la discografía de ambos artistas y que refuerza el aserto de las infinitas ideas, relecturas y re-creaciones que pueden surgir en un encuentro entre el jazz y la música cubana. Quiero imaginar que Aymeé Nuviola y Gonzalo Rubalcaba tienen aún mucho más que decir juntos, y que explorar otras latitudes desde el jazz podría ser un proyecto que, al menos sus fans, acariciemos como posible.
Muy buen comentario a dos artistas q lo merecen
Me encantó el escrito, sin palabras!!!!!👏👏👏 Gracias Rosa Marquetti