
Viaje al rap profundo
Recuerdo que hace apenas 15 años el hip hop en Cuba se debatía entre grandes preguntas. ¿Cómo una cultura de resistencia, profética y rebelde por naturaleza, puede tener cabida y contribuir a la transformación de la sociedad bajo la sombrilla de la Revolución cubana? ¿Cómo hacer revolución hacia afuera y tener la capacidad de debatir problemas internos entre sus cultores como la violencia, el machismo, la homofobia? Eran los tiempos de la vieja escuela, con estandartes como Explosión Suprema, Doble Filo, Anónimo Consejo, Las Krudas y Obsesión. Cientos de bandas de rap a lo largo del país, junto a grafiteros, bailadores, productores y activistas captaban la atención nacional e internacional como un posible movimiento. Una identidad que conectaba con el testimonio antirracista de las negras y los negros en la Isla y una agenda artística (y política) de por dónde encaminar su arte. Esa historia, sin embargo, tras varios esfuerzos colectivos, pareció sucumbir a múltiples presiones internas e externas.

Portada del libro «Rapear una Cuba utópica. Testimonios del movimiento hiphopero» de Alejandro Zamora. Foto: Guantanamera Ediciones.
Llegado un punto, todas las preguntas terminaron por convertirse en una sola: ¿qué pasó? Rapear una Cuba utópica, libro del periodista e investigador cubano Alejandro Zamora, quizás sea el esfuerzo más audaz hasta la fecha por trazar la cartografía de más de 20 años de hip hop en Cuba y, de paso, llenar esos vacíos. Zamora apostó en grande. Se fue a las ligas mayores del periodismo de investigación con sus cuestionarios, sus múltiples estudios previos y sus cavilaciones entrecruzadas. El resultado es una colección envidiable de entrevistas a gente clave que no podía faltar.
Las voces de la trinidad fundacional del hip hop cubano, Rodolfo Rensoli, Ariel Fernández y Pablo Herrera, están aquí; las del primer grupo queer de Cuba, Las Krudas, están; las de Alexei y Magia, de Obsesión; la de Edrey, de Ogguere; la del promotor Balesy Rivero; la voz de Miguelito “La Peste”, pionero del baile callejero en el país; la de DJ Jigüe, la del grafitero Yulier P. y la de Hefzi-bá, defensora del rap cristiano, están; las de dos protagonistas de la sacudida que supuso la Comisión Depuradora en 2007: Silvito El Libre, y Aldo, de los Aldeanos; las voces de funcionarios del Ministerio de Cultura como Susana García, primera directora de la Agencia Cubana de Rap, y del poeta Alpidio Alonso, presidente de la Asociación Hermanos Saíz en aquel entonces, están; y también las de la musicóloga Grizel Hernández e intelectuales vinculados al hip hop como Roberto Zurbano, Tomasito Fernández Robaina y Víctor Fowler. Es probable que falten otras, pero Alejandro Zamora ha construido un libro ecuménico que potencia el diálogo y la reflexión colectiva. Y en sus 434 páginas uno va entendiendo que Rapear una Cuba utópica no solo es una recreación de la memoria colectiva de lo que fue, sino una oportunidad concreta desde la cual la cultura hip hop cubana de hoy puede repensarse en nuevos caminos y tomar un segundo aire.