
Una Sara hecha de recuerdos
Sara González, a qué dudarlo, es una de las voces femeninas más importantes que ha tenido la Nueva Trova. Desde la conformación del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, donde fue de las pocas mujeres que participaron en este hito de la música cubana (hasta donde sabemos, la otra mujer en el GES fue la oboísta Ana Besa), Sara dejó claro su valía como intérprete y como compositora. Su legado requiere de estudio, y su obra, de análisis. En honor a la verdad, la trovadora merece una buena biografía.
Por eso, aunque no llene del todo el espectro biográfico, alegra la noticia de que la casa Ediciones Unión recién publique en 2018 el libro Sara González. Con apuros y paciencia. Se trata de un volumen que agrupa testimonios, anécdotas, fotos y que conforma una suerte de memoria coral para homenajear y recordar a la artista. La compilación, a cargo de Mayra A. Martínez, contó con la asesoría de Diana Balboa, compañera en la vida de Sara, y la colaboración de los escritores Reynaldo González, Sigfredo Ariel y Olga Marta Pérez.
La primera sección reúne algunas de las entrevistas que brindara la artista. Hay también un acápite dedicado a publicar varias de sus composiciones. Hay que decir que en este rubro, si bien Sara no tuvo la abundancia de otros autores, sí logró muy válidos aciertos. De hecho, alguna vez nos confesó que la motivaba más trabajar bajo pedido que por propia inspiración:
Me ha gustado, por ejemplo, mucho más ese trabajo, cuya palabra es muy fea, feísima, que parece otra cosa cuando lo nombras: Y es trabajar por encargo (…) Te digo que la gran mayoría de mi obra ha sido escrita por encargo (…) Por encargo hice el trabajo con los versos de Martí; por encargo hice La Victoria; muchas de las cosas que hice para el cine, las hice por encargo sobre imagen cinematográfica. Creo que he hecho bien pocas cosas que no sean por encargo.
Luego se suceden otras partes del libro dedicadas a enumerar su discografía y a la inclusión de las notas que acompañaron a varios de estos fonogramas. Asimismo, este volumen compendia un buen número de fotos, caricaturas y obras plásticas donde la artista era el motivo principal, en particular, un homenaje que rindiera a la trovadora, en muestra colectiva, un grupo de algunos de nuestros más talentosos creadores. Aquí, valga también un subrayado a las espléndidas viñetas de Diana Balboa, que introducen varias de las secciones.

Sara González en el concurso Adolfo Guzmán, años ochenta. Foto: cortesía de Diana Balboa.
A lo largo del texto, destaca la presencia de diversas firmas del parnaso musical cubano y de la cultura en general. Además de los ya mencionados, que también contribuyen con sus palabras, otras figuras significativas igual aportan sus criterios. Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Augusto Blanca, Vicente Feliú, Amaury Pérez, Leo Brouwer, Pancho Amat, José María Vitier, Lázaro García, Pablo Menéndez, Pepe Ordás, que fuera por años su compañero con el Grupo Guaicán, Abel Prieto, Abel Acosta, son algunos de los reunidos en el libro. Está también la voz de las colegas trovadoras y de música Liuba Maria Hevia, Marta Campos, Lucía Huergo… Hay notas de prensa, poemas, testimonios de escritores, periodistas, amistades… Desde todos esos recuerdos emerge una mujer, un ser humano con defectos y virtudes, una artista comprometida, una amiga querida y recordada.
De modo que, aunque creemos que todavía se le debe una biografía a Sara González (como a Noel Nicola, como a Santiago Feliú, como a varios otros), este libro viene a cubrir un importante vacío. Si no preservamos lo mejor de nuestras herencias musicales, más allá de los propios discos, el siempre voraz olvido acecha agazapado para ir a cubrirlas y borrarlas. Sea bienvenida entonces esta Sara González de papel y de recuerdos, pero todavía capaz de saltar otra vez a la vida, a su voz inconfundible, que sigue sonando desde la tierra, desde la gloria.