
Un necio en el Luna Park
Usted podría ponerse a cualquier costado. La Nueva Trova, queramos o no, polariza. Usted se podría recostar en la zona más neutral pero Silvio es Silvio, con una obra descomunal, que estremece, y más si soplan aires difíciles como los de la Argentina de octubre y 2018.
Lo de Silvio en su primer concierto en Luna Park fue la apoteosis. Presumo que él mismo quería recostarse en zona lo más neutral posible, pero los gritos le alcanzaban y él trataba de asirse al silencio y respondía con una canción. “Mauricio Macri, la puta que te parióooo, Mauricio Macri, la puta que te parióooo” y Silvio hacía silencio y se aferraba a su guitarra y daba otra canción. Fueron unas dos horas en esa puja feliz entre quien canta y escucha: Silvio proponía lo nuevo, su Tatagua que ya no es aquella Mariposa, mientras que el público argentino –que es hermoso– esperaba paciente la canción que le hacía falta. La urgente.
Esta noche Silvio Rodríguez volvió a tener a los músicos que le acompañan desde hace algún tiempo: Niurka González en la flauta, clarinetes y coros, Rachid López en la guitarra, Maykel Elizarde en el tres, Oliver Valdès en la batería, el pianista Jorge Aragón y Emilio Vega en el vibráfono y la percusión. Además contó con el sonido a cargo de Olimpia Calderón, Enzo Estrada, Jerzy Belc (El Polaco), el mismo que grabó los primeros discos de un Silvio muy joven.
Pongamos que estamos muy neutrales en el Luna Park, la capacidad es de 6.000 personas y está vendido totalmente. Silvio dice con neutralidad sospechosa: “Este primer momento es dedicado a la mujer, luego hacemos otra cosa”, y va de canto en canto por temas donde la mujer se desata: … “hoy habló de fusiles despidiendo muertos, yo sé que ella me ama…” canta en esa canción inmensa dedicada a Tete Vergara, y sigue hasta que entona Eva (el hit de la gira, una canción que Silvio llevaba 30 años sin tocar) y miles de personas de pie –hombres y mujeres– sacan los pañuelos verdes y repiten aquella consigna que los acompañó en varias marchas en todo el país: “aborto legal en el hospital”. Consigna, es importante la palabra.
Silvio solo cantaba y surgieron las frases, o sea, las consignas. Es como una suerte de conexión infalible, la obra del trovador se revitaliza en ciertos contextos. Lo que a un cubano podría parecerle trivial en el Buenos Aires de hoy, en el Luna Park con unas nueve mil personas dentro no pasa desapercibido.

Concierto de Silvio Rodríguez en el Luna Park, Buenos Aires, Argentina, octubre de 2018. Foto: Kaloian.
Cada palabra cuenta y cuenta hondo, por eso Silvio se ata a su universo. Propone las nuevas canciones, le piden Ojalá a medio show y responde: “Si cantamos Ojalá se acaba esto”. Le aplauden.
De todos modos, en la noche hay espacio para sus temas de siempre: Te amaré, hermosamente acompañado por Niurka González, (recuerde que estamos en zona neutral, la más neutral posible, pero imagine a todo el público en silencio, cómplice); La maza (aquí acompañamiento total), La Gaviota y mire usted, El Necio, pedido por el público, casi obligado. El Necio, con la gente de pie, y otra vez consignas, que brotan desde la rabia, el dolor. Es que no puede sacarse una cosa de la otra. Justo hace unas horas reprimieron y detuvieron a una veintena de jóvenes. Es un país en donde las aceras llevan muchas veces placas de personas que no volvieron nunca.
Casi a mitad de noche, Silvio decidió dejar de cantar para dar paso a un artista argentino que según dice, admira hace mucho tiempo. Entraron a un músico invidente, quien se recostó la guitarra sobre la piernas, agradeció y tocó y cantó de manera increíble. El invitado hizo tres piezas: Quien dijo que todo está perdido, Te doy una canción y, a pedido de su anfitrión musical, el tango Nada, de José Dames. Los aplausos fueron plenos. Era Nahuel Pennisi, músico de la calle de 28 años, quien pasó de ganar monedas en las esquinas a ser ganador del premio Carlos Gardel y nominado al Grammy Latino por Mejor Álbum Vocal Pop Tradicional.

Silvio Rodríguez saluda a Nahuel Pennisi, en su concierto en el Luna Park, Buenos Aires, Argentina, octubre de 2018. Foto: Kaloian.
Viene la cosa
“En la Habana Vieja un barbero colocó un cartel en su negocio que decía ‘Prohibido hablar de la cosa’”. Silvio hizo la anécdota; rieron, reímos juntos. Un cubano en Luna Park tiene su cosa, el argentino la suya, pero Silvio encuentra todo en una canción que mueve al público, porque no olvidemos que con esa banda, se logra ir de la canción al sonido brasileño, se coquetea con el rock o lo clásico pero hay mucho de son y rumba. “Las letras son geniales, pero la música es un poco rara”, decía una muchacha de poco más de 20 años y con un pañuelo verde amarrado a su mano izquierda.
“Viene la cosa, por más que sea injusta” canta Silvio, apegado a lo sonero, cerca del final. Pero aún no se había cantado Ojalá. Tuvo que salir cuatro veces ante la insistencia del público. Las seis mil personas: “Olée olé olé oléee… Silvioo, Silvioo…”, que daban gracias a Cuba, que pedían otra, hasta que al fin, ya insinuándose la madrugada, llega la esperada Ojalá y la gente delira.
El Luna Park escuchó a un Silvio que recuerda al treintañero pero que ya rebasa los setenta; con melodías que han ido variando, acomodándose a su tono actual, pero cantadas con una emoción inmensa. Ciertamente la Nueva Trova tiene ese don de ir del amor al quebranto, y en casos como el del Luna Park trae la música al sentir de miles de hombres y mujeres que reclaman una canción para pensar lo que ahora viven. Silvio vino a cantar, lo más neutro posible, pero su obra se coloca en el centro del pecho de esta gente y les ayuda a gritar por los muertos y el dolor.
Simplemente hermoso.