Magazine AM:PM
Publicidad
Reseñas Concierto de Chezca Zana, Ilumi y Unedukated. Foto: Lázaro Saavedra. Concierto de Chezca Zana, Ilumi y Unedukated. Foto: Lázaro Saavedra.

Un bonche alternativo

  • El pasado 25 de septiembre Chezca Zana y Unedukated publicaron un post conjunto en Instagram con el siguiente mensaje: 

“Chezca Zana, Unedukated y Illumi presentan: BØNCHE

De marginados para marginados.

Para las almas perdidas de La Habana 🩸”.

Un comentario en la publicación se quejaba de la apropiación de elementos de la cultura marginal que están haciendo estos muchachos, y cuestionaba por qué la “música alternativa” toma la identidad del reparto para definirse. “No cojan una cultura con pinzas. Porque a otras personas si nos encantan los verdaderos bonches”, decía el usuario.

Aunque me parece que, en efecto, hay un acto de apropiación en sus gestos, me gusta más enfocarlo de manera positiva, leerlo en términos de reconocimiento del impacto del reparto en la cultura juvenil. Además, creyente como soy de que la cultura se forja a través de permanentes aleaciones, me gusta la mescolanza entre las estéticas del reparto y la escena alternativa.

***

A las 10 de la noche del 30 de septiembre, varios grupos de adolescentes merodeaban los alrededores de 28 y 25, en El Vedado. No había un rasgo que los distinguiera particularmente, excepto su juventud y cierto aire de desclasados que uno podía percibir en las tribus urbanas que se congregaban hace unos años en el parque G.

Desde el garaje de la casa número 353 de la calle 28 llegaban los ecos de una fiesta. Un bonche, en sus propias palabras. Reguetón diverso (Villano Antillano, la sesión de Snow Tha Product con Bizarrap, mucho Bad Bunny, reparto viejito, Young Miko). Me pregunto qué dirán los vecinos de este “barrioteo” en su “cuadra de bien”. Puede que lo descubra más tarde.

He llegado hasta acá siguiendo el rastro de Chezca Zana y compañía, el fenómeno musical local que más me intriga en los últimos tiempos. Quiero ver cómo es su proyección escénica y, sobre todo, la relación con su público. Me aposto a unos metros de la puerta, a la espera de que comience el show para entrar. No tengo ánimos ni energía para socializar con un montón de adolescentes. A duras penas lo hacía cuando eran mis coetáneos, ahora se sentiría tremendamente extraño. Me pregunto qué pensarán de este tipo (¿temba?) que está parado en un rincón, sin acompañantes, y sin hacer esfuerzo alguno por integrarse, escribiendo sin parar en su teléfono. Lo más seguro es que piensen que soy de la Seguridad, imagino divertido.

Los observo interactuar, bailar, cantar. Me resulta curioso que sus himnos no son mis himnos, aunque nos movamos bajo los mismos códigos de la música urbana. El remix de Cambia tú, de El Chulo, coreado por ellos suena a algo retro, aunque la canción solo tenga cuatro años. Como cuando los treintañeros cantamos nostálgicamente canciones de Luny Tunes, temas que recuerdan a nuestros primeros años de pubertad (¿de libertad?).

Me encanta la promiscuidad de estilos, el desprejuicio con el que conviven estéticas punk, mikis, repas, la confirmación de que el reguetón ya es de todos y de nadie, una lengua franca que agrupa al pueblo caribe.

Una hora más tarde aún no han arrancado, siguen conversando en grupos diversos, y en uno de esos detecto un par de caras conocidas, entre las que descubro a los artistas César y Lázaro Saavedra Jr., y a su padre, el legendario artista visual (luego me entero de que esta es su casa, y supongo entonces que los vecinos estén acostumbrados a alguna que otra excentricidad).

Cuando creía que sería el tipo más viejo de la fiesta la llegada de Athanai Castro y su esposba Gaby me salvan del ostracismo. Conversamos de lo que nos animó a llegar hasta allí; de nuestro compartido entusiasmo por la escena, y Athanai me comenta que los invitó a su próximo concierto, pero que tampoco los ha visto en directo. 

Pasadas las 11 de la noche estamos embutidos en un garaje junto a un centenar de chiquillos entregados al perreo y a la electrónica que poncha Asen, el productor musical que lleva además un podcast por el que han desfilado varios de los artistas de la escena alternativa. El calor es sofocante, me obliga a quitarme los espejuelos porque el vapor hace imposible que vea con ellos. Unos minutos más tarde, después de una incomprensible —para mí— performance en la que Chezca e Ilumi (aka El Chicle) se pasaron una tanga desde los balcones del segundo piso de la casa (al otro día, repasando El repa es el nuevo punk, sospecho que es la tanga que usa Chezca Zana en ese videoclip), y una persona con una máscara como de patakí sicodélico comenzó a poner una música densa, con unos graves que hacían retumbar el local y nuestros huesos, y llevó a algunos chicos a un estado de trance. La entrada de Chezca Zana, como todo lo que sucederá en las próximas dos horas, es caótica. “Estamos en el verdadero underground, caballero”, bromea, en referencia al nivel del suelo en que se encuentra el garaje.

Concierto de Chezca Zana, Ilumi y Unedukated. Foto: Lázaro Saavedra.

Concierto de Chezca Zana, Ilumi y Unedukated. Foto: Lázaro Saavedra.

 Tal y como se describe en una de sus canciones, es un “blanquito del Vedado”. Veintipocos, complexión atlética, pelo color vino tinto, collar de reminiscencias punk, aretes, anillos, viste una camisa de la que muy pronto se deshacerá. Sus gestos amanerados contrastan con la heternormatividad de las letras de sus canciones, que lo mismo versionan en clave rockera a Chocolate MC y Bebeshito, que hablan sobre el aburrimiento en una ciudad en la que no pasa nada, el despecho por un amor frustrado, o de una muchacha a la que le bebió su corazón como Zuko de uva, ácido. 

Leer también
Artículos

La gente vs. Chezca Zana: ¿El repa es el nuevo punk?

Carlos D. Quiroga Morejón14.07.2023

Termina este primer bloque con una versión post punk de Hacha, el hit del verano cortesía del repartero Bebeshito.

A Chezca Zana le siguió El Chicle, el personaje más estrafalario que he visto en buen tiempo. Se trata de un mulato desgarbado, de pelo desgreñado y uñas vistosamente pintadas, con una proyección tan turbia como andrógina. Hay algo en su fisonomía, no sé si acentuado por el maquillaje, que recuerda al Michael Jackson de los 80 y me hace sospechar que en algún punto fue un imitador del rey del pop. “CANTO BAILO SINGO COMPONGO VIVO”, puede leerse en la descripción de su canal de YouTube. Su cuenta de Instagram está llena de videos de un humor ácido, cargante, incómodo, que arremete contra cualquier institución (John Lennon, Jesucristo, Salud Pública, el amor), y su actuación es una extensión de eso. Como no conocía su música, entiendo menos todavía lo que canta, pero su proyección lúdica es lo que parece importarle al público, que grita y se divierte con sus cantinfladas. Queda flotando en el aire la duda de si todo ese humor evolucionará hacia una obra más comprensible, pero a la medianoche en ese garaje la pregunta no tiene absolutamente ninguna importancia.

El caos de El Chicle en realidad no era otra cosa que la antesala de EL CAOS. Unedukated es un artista DIY que compone y produce su música y audiovisuales. La primera combina el trap con el rock hardcore y el resultado no puede ser más inquietante. Apenas rompe con su característico tono rasgado y gutural se desata el espíritu del slam, una catártica danza para expulsar los demonios interiores. Demasiado para mí, que miro la escena desde las afueras del garaje, donde estoy desde hace un rato. Pero la energía que exudan todos esos cuerpos es inspiradora.

El show termina con el regreso de Chezca Zana y El Chicle para entonar el “clásico” que comparten, El repa es el nuevo punk, una declaración de principios que escandaliza a tirios y troyanos pero que encierra una verdad que ellos, más que saber, intuyen. 

Concierto de Chezca Zana, Ilumi y Unedukated. Foto: Lázaro Saavedra.

Concierto de Chezca Zana, Ilumi y Unedukated. Foto: Lázaro Saavedra.

Siendo estrictos, la presentación es un desastre: en lo que al canto respecta, la mayoría del tiempo se limitan a seguir sin mucho esfuerzo la pista reproducida en playback, lo que no impide que el público coree las canciones rabiosamente, con esa entrega con que se canta cuando lo que sale de tu garganta es un reflejo de ti. En cambio, el sentido de la performance es brutal; ahora entiendo mejor la fascinación de los Saavedra (durante toda la noche Lázaro Saavedra padre estará tirando fotos con una cámara profesional, documentando todo, no me extrañaría si algo de esto termina en alguna de sus obras). Me alegra particularmente que alguien tan transgresor como él logre detectar los puntos de contacto con su propia obra y trace e impulse una línea que conecte su trabajo con lo que hacen estos jóvenes hoy (kudos a sus hijos, que sospecho fueron la puerta de entrada).

Al final conversé otro rato con Athanai, que quedó tan encantado como yo. Hablamos sobre el impacto cultural del reparto, y coincidimos en que hay que estar muy sordo y muy ciego para no darse cuenta de la fuerza tremenda que esto está imprimiendo sobre la sociedad cubana, y especialmente para rechazarlo y no tratar de entender sus claves. Athanai me decía casi con frustración que lamenta no tener ahora 20 años, para ser parte de esta escena. 

Las canciones de Chezca Zana, Ilumi y Unedukated son la confirmación de que somos ciudadanos del mundo, de que el género urbano en Cuba también se puede abordar desde y hacia áreas más experimentales. Para el resto del planeta a estas alturas eso no es una novedad, pero aquí sigue siendo una experiencia de minorías. En un país en que, ahora más que nunca, todo parece estar muerto o moribundo, estos muchachos que entremezclan en sus temas el hedonismo y la agonía existencial, son de lo más vivo que he visto. Habrá que ver si las almas perdidas de La Habana piensan lo mismo.

foto de avatar Rafa G. Escalona Padre de una revista de música. Procrastinador profesional. Su meta es ser DJ de una emisora en la madrugada. Príncipe del aleatorio. Más publicaciones

Deja un comentario

Aún no hay comentarios. ¡haz uno!

También te sugerimos