
Tres (nada tristes) tigres de la música española
Tres figuras destacadas de la música en España —país al que Cubadisco dedica su presente edición— centralizan sendos documentales recientes y muy valiosos per se. Además de talento y brillantes carreras, estos músicos tienen en común una indudable y peculiar relación con el país anfitrión del evento.
Sexo, maracas y chihuahuas gira en torno a Xavier Cugat, compositor y director de orquesta catalán que introdujo y popularizó en Hollywood, desde los años iniciales del cine sonoro hasta bien avanzados los 50 del siglo pasado, los más significativos ritmos latinos. Diego Mas Trelles, su realizador, se acerca a la figura transmitiendo la simpatía y chispa que el violinista y orquestador (además de caricaturista y mujeriego) estampó en sus obras, interpretadas por grandes nombres de la canción que incluyeron a Frank Sinatra y Carmen Miranda, entre otros muchos. Estigmatizado durante mucho tiempo por no pocos colegas y estudiosos (acusado de superficial, tópico y folclorista), es reivindicado ahora por autoridades como su colega Chucho Valdés, la realizadora y coterránea Isabel Coixet o el investigador y documentalista también hispano Román Gubern.
Trelles emula en su discurso fílmico la personalidad jacarandosa y chispeante de su objeto de estudio. Como afirman algunos de los expertos entrevistados, Cugat había montado un personaje, que muchas veces parecía salido de una de las caricaturas que hizo, incluso de sí mismo, la cual presidía literalmente como logo los restaurantes a los que prestaba su nombre, o las asociaciones de perros chihuahuas, otro de los lucrativos negocios que emprendió; porque, como el entrevistado confiesa sin ambages ni pudores, le gustaba ganar dinero (“como mismo algunos coleccionan carros antiguos o sellos, a mí me gusta coleccionar dólares”, se le escucha decir en una de las entrevistas).
Y este personaje emerge, en todas sus aristas —desde la juventud y etapas exitosas hasta su decadencia física y retiro al pueblo natal en Cataluña—, tanto en el rico material de archivo como en el capturado hic et nunc y que informa indistintamente el texto cinematográfico. De modo que uno de los méritos de este es la gracia, el dinamismo y la fluidez que despliega de principio a fin, mediante un inteligente montaje que empalma con rigor y conocimiento de causa, testimonios, fragmentos audiovisuales de distintas épocas (filmes, actuaciones en cabarés, participaciones en programas de TV…) y contemporáneos al momento de realización del filme (2016). Semejante equilibrio lo preside la división entre música y palabras, conformando una banda sonora también muy encomiable, como lo es la imagen en general, que evita los contrastes demasiado abruptos entre las gamas y estadios de la fotografía en los distintos tiempos que abarca el radio temporal, desde inicios del siglo XX hasta la segunda década del presente.
No aparece en los objetivos del filme la “canonización” ni la pintura idealizada del músico; para cualquier especialista o melómano salta a la vista que Cugat no emprendió una investigación demasiado rigurosa en su obra de los ritmos incorporados. A pesar de juicios tan autorizados y entusiastas como los de nuestro paisano Chucho, puede colegirse, sin ir más lejos, en la música diegética del filme —del propio autor—, que esta no trascendió la mayoría de las veces la “cáscara”, los lugares comunes y los tópicos de lo que el espectador y oyente norteamericano deseaba escuchar, y que el artista le sirvió en bandeja de plata.
Pero ello no le resta méritos, y es lo que el documental persigue destacar, y logra. Xavier simboliza la cristalización, el lado posible y realista del tan cacareado y anhelado american dream: el latino que vio, vino y venció —siguiendo la famosa frase latina—, llegó a la competitiva y excluyente Babel, léase Estados Unidos, concretamente a la patria chica de los artistas, Hollywood; la conquistó, triunfó, como han hecho tantos otros de sus colegas (Miguelito Babalú Valdés, Bebo Valdés, Mongo Santamaría, Arturo Sandoval, Paquito D´Rivera, Celia Cruz, La Lupe…, por solo citar coterráneos nuestros) y de cualquier manera supo imponer, o al menos buscar un lugar para la música latina dentro de la que sonaba en su patria adoptiva y, en general, dentro de la cultura poderosa y omnipotente del país al que se integró.
Su vínculo con importantes figuras insulares —como Rita Montaner, a quien dirigió artísticamente y con quien llegó a casarse— y la confluencia con ritmos cubanos (mambo, chachachá, bolero…) los cuales, como decía, estilizó y estandarizó, pero de todos modos incorporó a su variopinta paleta musical, lo acercan a Cuba, donde fueron conocidos muchos de sus discos y los filmes en que participó.

.
Auterretrato (Gaitzka Urresti) es un documental sobre el singular y polifacético artista Luis Eduardo Aute. Aunque más conocido como el gran cantautor que entregó preciosas canciones durante décadas, interpretadas por otros (La Massiel, Ana Belén…) o por sí mismo, con una voz susurrante y hermosa, Aute fue además pintor, poeta, cineasta y dibujante, y uno de los méritos del filme es develarnos esas otras no menos importantes líneas de una múltiple personalidad estética, mediante entrevistas al homenajeado en diferentes etapas de su vida y testimonios de amigos, familiares y compañeros.
Una edición precisa combina tiempos, declaraciones, imágenes y sonido en un trayecto al que quizá le sobran minutos y algunas redundancias sobre todo en las declaraciones de los testimoniantes. Algunos colegas han señalado como defecto precisamente que la pintura sea lo más presente en el enfoque del documentalista, en detrimento de su faceta más conocida, la canción. Por ejemplo, Jordi Costa, de El País, escribe:
“Auterretrato abusa de los bustos parlantes, brilla en el manejo de un variado y rico material de archivo y comete, el a consideración de este crítico, mayúsculo error de no conceder un mayor protagonismo a las canciones de este cantautor accidental, que llegó a la expresión poética de la mano de la pintura y a los escenarios a golpe de insistencia externa. Luis Eduardo Aute es, en el fondo, muchos autes, pero Urresti subraya que, debajo de todos ellos, pervive el niño asomado al asombro del mundo”.
Aunque es un criterio atendible, no hay que olvidar que cada cineasta tiene el derecho de focalizar los costados que le interesen de cualquier artista o personalidad elegida para su obra, y es lo que ha hecho el director con el polifacético Aute, si bien, pese a que ciertamente privilegia la línea plástica, no deja de reflejar tampoco su tan conocida y apreciada personalidad musical, partiendo del concierto Ánimo, animal, celebrado en 2018.
En cambio, revela detalles poco conocidos u olvidados (su participación en el proyecto Forgesound, las incursiones televisuales, su labor recitativa, la casi inédita faceta en la canción satírica, etc.) y sobre todo, nos da una visión muy completa del sensible y espiritual ser humano que habitó el artista.
La estructura abierta del documental permitió que aunque todavía no hubiera fallecido el biografiado (lo cual ocurrió poco después, de un infarto y tras una larga convalecencia), aquel suene como una suerte de epitafio, anticipada despedida, que en definitiva es lo que nos deja en sus admirables y bien aprovechadas dos horas de duración.
Esto, en cambio, la muerte sí llegó durante el filme Paco de Lucía: la búsqueda, del hijo del artista, Francisco Sánchez Varela, Goya al mejor documental (2015). Este, aunque ya había acumulado suficiente material que plasmó en sus 95 minutos, contempló el sorpresivo e inesperado fallecimiento del célebre guitarrista, como tuvo a bien reflejar una leyenda final: “a los 66 años, en su Mallorca natal, frente al mar”. Sin embargo, tan bien plasmado está el trayecto, racionalmente aprovechadas sus fuentes fotográficas, audiovisuales y testimonios, que a la verdad poco hubiera faltado para un final desde el punto de vista del discurso.
Como es sabido, el genio de las seis cuerdas lo fue dentro de la cultura que lo enmarcó, el flamenco, al cual aportó innovaciones —sobre todo en su variante de la rumba— que no fueron, en especial al principio, bien recibidas por ortodoxos y puristas.
El texto cinematográfico es una larga conversación con el mítico autor de Entre dos aguas —y otros temas quizá menos conocidos pero igual de ricos armónica y rítmicamente—, quien desgrana su intensa y jugosa vida desde la niñez hasta, como decíamos, días antes de su adiós definitivo. Pero aparecen también declaraciones e imágenes de personas muy importantes en su vida, como el hermano, el cantaor Pepe de Lucía; su colega (y pareja artística durante no pocos años), el no menos célebre Camarón de la Isla, y el cantautor salsero Rubén Blades.
A diferencia de Auterretrato, Paco de Lucía: la búsqueda sí contiene mucha música (alrededor de 29 temas, entre fragmentos largos y piezas completas), lo cual no impide el rico contenido testimonial. Incluye los criterios del biografiado y otros colegas suyos en torno a la música, que, en certera edición, se combina de manera muy equilibrada para cerrar otro —esta vez sí— “autorretrato”, donde Sánchez Valera logra mostrar elocuente y participativo al confesamente lacónico y tímido hombre, nada menos que su padre, lo cual trasunta la honestidad y transparencia del ser humano.
Confesiones de quien relata la pobreza extrema de su infancia y entorno familiar, la relación con el padre también guitarrista amateur, las peculiaridades del mundo gitano, las contradicciones y cercanías respecto a este, el salto a la fama, la soledad como estilo de vida, o la reveladora anécdota de que “cuando ganó sus primeros dos millones de pesetas, al guardarlos en el banco y no donarlos a ninguna organización para pobres, o niños desvalidos, dejó de ser de izquierda para los medios”, enriquecen la visión del espectador sobre el músico y ser humano.
Sexo, maracas y chihuahuas, Auterretrato y Paco de Lucía: la búsqueda son tres filmes sobre tres glorias de la música y, en general, la cultura española, que en este Cubadisco nos recuerdan los muchos vasos comunicantes que hay entre la antigua metrópolis y este país autónomo que, aunque de una personalidad tan definida, rica y auténtica, bebió mucho de la nación ibérica.