
De Nueva Orleans a los batá: Tonya Boyd-Cannon y la búsqueda de lo auténtico
Aún no me he recuperado de los conciertos de Tonya Boyd-Cannon en los teatros Martí y del Museo Nacional de Bellas Artes, que sucedieron como parte del Black History Month celebrado en La Habana.
La alegría, el respeto, la comodidad, la energía positiva que desprende esta mujer joven norteamericana y afrodescendiente hacia la música es contagiosa. Lo da todo sin reservas, sin importar en qué escenario se mueva: grande o relativamente pequeño. Tonya es consciente de su herencia ancestral, que refleja, incluso, en los tejidos muy coloridos de sus vestiduras. Ante el sonido de los tambores batá se sacude, ante los cantos a los orishas se muestra “poseída”, profundamente tocada…, sus manos en ocasiones van hacia el centro, como quien agradece. Tonya sabe conectar al público y nos invita a ser parte del espectáculo, de la fiesta que compartimos cuando estamos ante ella. Sabe que el futuro son las generaciones más jóvenes, por eso se enfoca en los niños y los invita a subirse al escenario en cortísimas miniclases de canto. Y luego, hay que ver los intercambios con el público una vez finalizado el concierto, tan naturales; cómo recorre el espacio para sentir el calor humano, ese calor cubano, sin intermediarios.
Conversar con ella ha sido de los momentos más bonitos que he vivido. Ojalá disfruten, tanto como yo, de la cercanía que transmite Tonya Boyd-Cannon, cuando de hablar sobre Cuba y su música se trata.
En tus conciertos nos sentimos por momentos indistintamente en Nueva Orleans, Jamaica, Brasil o aquí en Cuba. ¿Qué puntos de conexión encuentra entre ellos?
En Kingston, Jamaica, trabajo con un grupo de niños. He estado aquí ahora en La Habana, por lo que he tenido la oportunidad de ver y sentir la cultura. Y bueno, nací y me crié por 30 años en Nueva Orleans. Las culturas son todas similares. Todo gira en torno a la alegría, el amor, la compasión, las artes. Nunca he estado en Brasil, pero estoy deseando ir porque también compartimos la fiesta, el carnaval. Creo que, aunque nuestros idiomas sean diferentes, nos comunicamos en la misma lengua cuando se trata de las artes. Así que la música, el baile, el canto, la pintura, la cocina, nos acercan y unen.

Tonya es un cañón
Frank Padrón24.02.2023Jazz, funk, rock, gospel, soul… ¿Qué te interesa de estos géneros musicales?
Me considero un artista de soul. De soul y gospel y funk también, porque el funk, el rock, y el rythm and blues están en la esencia de los artistas que me han inspirado. Todos estos géneros tienen la misma alma. Si investigas, el rock lo comenzó una mujer negra. Las mujeres negras han contribuido a la creación de estos géneros, desde Mama Mahalia Jackson, que cantó en el Lincoln Memorial Center, hasta Aretha Franklin, que fue capaz de unir a la gente cantando Respect. Así que me considero parte de todos estos géneros, cada elemento de ellos me permite ser quien soy; por eso honro a mis antepasados y pido a Dios que me permita seguir haciendo lo que me gusta. La música soul es música negra americana, es R&B, es gospel, es blues. Es espiritualidad, todo el tiempo. Soy una persona profundamente espiritual, lo que no tenga alma, no me interesa. Cada vez que abro mi boca en escena estoy agradeciendo al Señor y a mis ancestros.
¿Qué representa para usted el Black History Month y haberlo celebrado en La Habana a través de su música?
Estaba comentando antes con uno de los miembros de mi banda lo que significa para mí estar en Cuba y celebrar aquí nuestra historia negra común.
Somos hermosos. Lo negro es hermoso y esa belleza está en todo lo que veo; hasta en un anciano, cuyos ojos eran azules, pero la piel era parecida a la mía. Estamos en todas partes y estar aquí para celebrar esa belleza es asombroso y humilde y motivador también, porque me ha motivado a sumergirme profundamente en lo latino, lo afrocubano y también en el idioma, porque quiero ser capaz y tener el valor de hablar español.
Así que, definitivamente, ha sido muy inspirador… y suficiente con solo pensar en esos niños cantando conmigo…. a pesar de la barrera idiomática; pero no se trataba de hablar, sino de hacer juntos melodías. Así que estar aquí en La Habana, Cuba, para celebrar mi orgullo negro, es hermoso. Me siento agradecida y honrada y no puedo esperar para volver.

Tonya Boyd-Cannon junto a Brenda Navarrete y otros músicos en el Teatro Martí. Foto: Ingo Meyer y René Arencibia.
El público disfrutó mucho las interpretaciones tanto de su banda como la colaboración con artistas como Brenda Navarrete, La Reina y La Real. ¿Por qué decidió compartir escenario precisamente con ellas? ¿Cómo fue posible materializar esta idea?
Fue increíble compartir con ellas, sin ego, sin arrogancia, nada de eso. No parecía que era la primera vez que estábamos juntas… cuando nos encontramos cara a cara fue como… “mi hermana, mi hermana”. Con La Reina y La Real tuvimos la oportunidad de hablar también y, una es el ying y la otra el yang, se equilibran la una a la otra; así que traer a Brenda, a las tres, y luego compartir las cuatro el escenario del Teatro Martí fue…mmm… siento que viajé de vuelta a África esa noche. Cuando Brenda empezó a tocar los batá, yo solo sentía que quería moverme, pero estaba paralizada. Ella es muy enérgica, muy carismática, pura. Y luego, sentí esa misma energía la noche del jueves con La Reina y La Real en Bellas Artes; fue una llamada de los antepasados para recordar a la gente que deben respetar lo que somos, para recordarme por qué canto mi música. También fue la oportunidad para reunirnos. Desde Nueva Orleans varias personas que las conocen me enviaban mensajes: “Hey, Tonya, por favor, diles que las amo”. Eso demuestra lo masivo que es su alcance y lo poderosos que son sus mensajes, así que nuevamente, me siento honrada de estar aquí para compartir música con ellas. Tengo ganas de volver, para estudiar más y atreverme a más, así que estoy sumamente agradecida.
¿Cuál es tu conexión con la música cubana?¿Cómo la encontraste?
Conozco la música cubana desde hace 25 años, pero no me había sumergido en ella hasta hace cinco. De niña supe de Tito Puente, quien me llevó a Celia Cruz. Hace unos cinco años, así como quien no quiere las cosas, comencé a profundizar en ella, en quién era, sus logros, las dificultades que enfrentó, su resistencia. Fue muy inspirador.
En noviembre, Mes Nacional de la Herencia Latina, escogí a Celia Cruz como tema de trimestre para mis estudiantes y hablábamos de La Habana, de Cuba, de su canto de guerra… “Azúcarrr”. Aprendimos, bailamos “darara rara ra, rira rara”… Así que esa conexión estaba ahí. Tengo un amigo en Nueva Orleans, cubano, Alexis Martí. Es de La Habana, y lo invité a la escuela a hablar con los niños de mi clase. Esto sucedió en noviembre y en diciembre me llamaron para venir aquí, creo que fue mágico.
Mis alumnos han estado aprendiendo sobre música cubana y yo también he sido un poco alumna. Todos los días aprendemos de alguien, tenga cinco, dos, tres, cuatro u 85 años; siempre hay una lección que aprender en la vida y yo siempre estoy dispuesta y deseosa de aprender. Una de mis estudiantes coloreó este vestido tan maravilloso con los colores cubanos, ella no lo sabía, simplemente lo hizo. Así que no me canso de decirlo, profundamente agradecida de estar aquí para celebrar a nuestros antepasados comunes; nunca olvidaré estos momentos.
What A Wonderful World and Quimbara, quimbara parecen la elección perfecta como tributo a Louis Armstrong y a Celia Cruz, en una celebración como esta…
Cuando en 2005 el huracán Katrina azotó Nueva Orleans, lo perdí todo. Mis hijos tenían dos y tres años. Ese fue el comienzo de algunos episodios traumáticos, mental y espiritualmente. Pasé por un proceso de curación, pero no estaba bien del todo; y siempre escuchaba a Bobby McFerrin en What A Wonderful World.
Quise grabar ese tema en mi álbum de 2007; entonces no sabía que Louis Armstrong no era el compositor sino el que la convirtió en lo que es hoy.
Ambos, Celia Cruz y Louis, con esas dos canciones han hecho lo mismo: han tomado una obra y le han dado un sentido nuevo para la diáspora africana; Celia Cruz tiene vigencia, Louis Armstrong la tiene… Son dos gigantes, dos artistas negros que fueron resilientes a ultranza. Ellos me han empoderado. No solo para educarme a mí misma y enseñar a mis estudiantes, sino para motivarlos a tener esa misma resiliencia, que también yo tengo y es la razón para estar aquí.
En el pasado, en medio de momentos muy tristes, pensé incluso quitarme la vida… y hoy, esa canción —What a Wonderful World— me recuerda haber sentido niños llorar, pero también haberlos visto crecer. Vi a mis hijos pasar por el dolor de la pérdida cuando el huracán Katrina, vi a mi marido pasar por ese dolor y tuve que ser muy fuerte para mantenerme en pie. Entendí que tenía que cuidar no únicamente de ellos, sino de mí misma…
Estas canciones le hablan a personas de todas las edades. Entre mis alumnos, los hay de solo cuatro años que obviamente no pueden comprender la letra, pero cuando canto Quimbara quimbara cumbaquin bamban intentan repetirlo, imitarlo (risas).
Así que disfruto mucho verlos cantar esa canción, esforzarse en el baile con el estilo saudí, que es su herencia. Siempre le estaré agradecida a Celia Cruz y a Louis Armstrong, por su resistencia a la hora de asegurarse de que la igualdad fuera siempre una prioridad; esa es la razón por la que sigo motivada e inspirada para cantarlas.

Tonya Boyd-Cannon. Foto: Pablo Massip.
¿Cuánto te ha aportado este intercambio con el público cubano? ¿Qué enseñanzas te llevas?
Yo soy muy curiosa, me ha encantado adoptar algunas tradiciones cubanas, como el té de jengibre. Yo había usado un poco el jengibre fresco pero me ha encantado cómo lo hacen aquí. Los cubanos son como una familia. ¡La cultura cubana es impactante! No tienes otra opción que enamorarte de Cuba, no tienes otra opción que enamorarte de su gente, es algo que sucede sin esfuerzo, es amor genuino y desinteresado; hasta el punto de estar ahí para ti, para lo que necesites. Esa empatía y buena onda es algo único.
Incluso con las limitaciones que hay en Cuba, conseguí hacer mucho … Pude ir al Instituto Superior de Arte y aprendí mucho en corto tiempo con los estudiantes. Ver a un estudiante de primer año tocando el Take You Just the Way You Are de Barry White… Tuve que cantar con él, era pura pasión… pero antes él y Amalia tocaban el vibráfono, se detuvieron un momento como para respirar, miraron el instrumento, otro brake…luego él se sentó, ella se paró y volvieron a tocar al unísono. Fue increíble… Siento que aquí aún el tiempo tiene cierta condición sagrada, valiosa. Nosotros usualmente vamos a toda velocidad. En fin, estoy aprendiendo mucho aquí, con gente de todas las edades.
¿Cómo valora el papel de la música en la conexión entre los pueblos?
Antes de cantar o escuchar música de otras culturas, o incluso reproducirla, necesito entender sus orígenes. Todo el mundo es, por naturaleza, un cantante potencial; todo el mundo puede escribir a su manera, pero cuando la autenticidad está presente en la música, no importa en qué parte del mundo estés, no importa cuál sea la cultura del país en cuestión, lograrás conectar, porque lo importante es ser auténtico en lo que se está creando.
Mucha gente piensa que los artistas hacen música solo para ser famosos, para ser vistos, pero en el caso de esas canciones auténticas que realmente resuenan con tu corazón, como Quimbara quimbara o What a Wonderful World, te das cuenta de que no es necesariamente así.
Siento que lo importante es conocer y celebrar de dónde viene y qué mueve al compositor, el arreglista, el letrista, al artista que la interpreta; qué es lo que aporta valor añadido a lo que hacen en función de sus países y sus culturas, lo que me hace respetarlos más.
La música puede ser más que una celebración, puede acercar a la gente, puede unirnos, es poderosa y curativa. Mientras podamos alimentarnos a través de ella, aportaremos alegría a la vida, sin importar nuestras diferencias.