
Timba a la Americana / Harold Lopez-Nussa
La relación del cubano con el mundo está inevitablemente mediada por la fusión de elementos locales con los externos. Es inevitable pregnar de un sentido local todo cuanto se percibe ya que nuestra realidad, «la maldita circunstancia del agua por todas partes», esta confinada, aunque no limitada, a nuestro peñasco de tierra en el mar. La cubanía está por tanto, ligada a la mezcla de culturas, al concepto del melting pot, a la fusión con todo cuanto venga, siempre que nos haga palpitar. De ahí que no sorprenda la temprana asimilación que tuvo el jazz en nuestra tierra.
Una muestra de ello es que, cuando un género musical se asienta y se criolliza en nuestro país, sus cultores locales suelen inocularle un bichito muy cubano que al entrar en tus oídos te induce inevitablemente al movimiento.
Pensaba en todo esto a propósito del disco Timba a la Americana (Blue Note Records, 2023) de Harold Lopez-Nussa, compositor y pianista que desde hace años forma parte de la vanguardia internacional de su instrumento. Desde Los 3 Mosqueteros (Bis Music, 2022), junto a WiIliam Roblejo y Ruy Adrián López-Nussa, o técnicamente desde Te Lo Dije (Mack Avenue, 2020), no teníamos nuevo álbum suyo. Esa espera se acabó el pasado 25 de agosto.
Timba a la Americana (Blue Note Records, 2023) es un disco de jazz cubano, lo cual básicamente quiere decir que ahí dentro pasa de todo, pero es innegable que hay un poco (como mínimo) de Cuba en cada uno de los temas. A mi entender, es una tesis de cubanía en todos los sentidos, ya que toma varias expresiones musicales internacionales y, de una manera orgánica, les incorpora un sello sutil pero eficaz. Su trabajo, sin salirse de los cánones del jazz y la música instrumental, llega a inocular unas (a veces no tan) tranquilas ganas de bailar, como quien se siente impulsado a echar sus pasillos desde la timidez de quien entiende que quizás el contexto no sea el más apropiado (a lo mejor son conjeturas de cubano que se ha sentido con ganas de bailar fuera de esta tierra y la pena le ha superado).
En cualquier caso, este disco está lleno de melodías y ritmos pegadizos que tras un tiempo de escucha se empiezan a reproducir automáticamente en la cabeza. El trabajo tímbrico encuentra un sabroso punto de coherencia sin que llege a sonar a la misma canción, algo en lo que ayudan los cambios de ritmo entre los temas. Me sorprendió gratamente además cómo logra emular la voz timbera desde el piano y la armónica, que llega a parecer —si escuchas de lejos— que es una voz indefinida, sin dudas una ilusión sonora que me sacudió, en buen sentido.
Además de la tímbrica, otro elemento que resalta es el súper elenco de músicos que lo conforman, empezando por el mismo Harold en el piano y el teclado Rhodes, Ruy Adrián López-Nussa en la batería (en todas sus combinaciones), Grégoire Maret en la armónica, Luques Curtis en el bajo, y Bárbaro Machito Crespo en las percusiones, y el estelar Michael League como coautor en algunos de los temas y en el rol de productor e intérprete de sintetizadores y otras misceláneas que complementan a este dream team.
Se trata de un disco que está muy marcado por la experiencia actual del pianista, que se encuentra residiendo en Francia. El propio artista lo declaró en sus redes sociales al hablar de temas como Mal Du Pays, donde explicita su sentir a través de una expresión inherente al francés que no tiene traducción literal, y que se puede equiparar a la sensación de gorrión o la añoranza que se siente desde la distancia por el país de uno. Pero el disco no es solo eso, de hecho, es muchas cosas, muchos moods, muchos experimentos con la mezcla de ritmos y cadencias.
A continuación, pasaré por algunas de las canciones que a mi entender mejor definen la esencia del álbum:
Funky:
Una canción escalera (funciona de forma ascendente), que desde las palmadas del comienzo anuncia un ritmo constante, pero no se ve venir hasta dónde llegará, ni los tumbaos, ni los cambios de cadencia, ni la serie de efectos sonoros aludiendo a una especie de ritual de elevación. Alrededor del 00:50 el tema da un primer aviso de que la cosa solo está empezando. A mediados de la canción aparece un bloque que peca un poco de corredera’ sin dirección, pero que luego retoma su rumbo entre el tumbao del piano que da pie al ascenso final del tema, donde entra un intenso solo de armónica, marcado por la cadencia del piano y complementado por la sabrosa sumatoria de percusiones que llenan el tema de principio a fin.
Mal du Pays
Si bien es palpable la sensación de tristeza en este tema, se hace claro a qué hace alusión al incorporarle la clave cubana hacia la mitad de la canción. Un tema que es hermoso e hipnótico desde principio a fin y que crea el espacio perfecto para divagar durante unos minutos en un ambiente relajado, incluso cuando la clave entra, cosa que pudiera confundir ya que este ritmo usualmente se relaciona con el baile. El videoclip que le acompaña refleja precisamente esto; entre imágenes de Harold y su grupo interpretando la canción, se muestran fotos de la infancia del artista y de varios momentos suyos en la Isla que ahora solo recuerda desde la distancia.
Rat-a-Tat
En una nota un tanto más pesada y con un leve uso de la distorsión a través de los sintetizadores en las notas graves, el tema no deja de tener esencia rítmica cubana, pero en una nota un tanto más hostil en cuanto a la sensación que genera. Pareciera un diálogo con una idea reiterada que incomoda. La voz principal la lleva la armónica y la percusión aporta a la caótica locura hasta casi la mitad del tema donde el bajo asume el rol central hasta que vuelve el hipnótico y cargado motivo del principio.
Conga a la Americana
Aquí toca hacer un punto y aparte, porque este tema es simplemente apoteósico en toda su magnitud. Enérgico desde el primer compás, y solo se pone mejor con cada instrumento que se presenta. Nuevamente la voz melódica en gran parte del tema la llevan la armónica y el piano que se intercambian el espacio central en el tema. Las percusiones mantienen la energía por el cielo y solo se toman una pausa en los cambios de sección (y son reemplazadas con golpes sobre la mesa). Ante la primera escucha tuve que repetirlo al menos cuatro veces, porque era demasiado y no me bastaba. Nada sobra ahí.
Coda/ Cierre
Lo que a uno lo hace singular en un entorno es precisamente lo que lo diferencia del resto. Esta idea explicaría por qué muchos artistas dentro de Cuba suelen buscar sonidos de afuera para incorporar a su música, sin embargo cuando emigran, suele hacer lo contrario, volver a las raíces sonoras que en algún momento le rodearon, como quién busca sentirse en casa. No es el caso de Lopez-Nussa, cuya obra siempre ha tenido un fuerte componente de fusión local y foránea, pero argumenta por qué este álbum puede ser, a la misma vez, la banda sonora de un western en Cuba y de la aparición de un cubano en un western.
Créditos:
Compuesto por: Harold López-Nussa
Harold López-Nussa: Piano y Fender Rhodes
Ruy Adrián López-Nussa: Batería
Grégoire Maret: Armónica
Luques Curtis: Bajo acústico
Bárbaro Machito Crespo: Congas y Bombo Legüero
Michael League: Producción, Moog Matriarch, Prophet 6, palmadas y vocales de apoyo.