Magazine AM:PM
Publicidad
Reseñas Descarga para el Tata, en el club Paparazzi. Foto: Gabriel Guerra Bianchini. Descarga para el Tata, en el club Paparazzi. Foto: Gabriel Guerra Bianchini.

Tata Güines y el homenaje interminable

Imaginen una banda donde el pianista es Ernán López-Nussa y el contrabajo lo pulsa Jorge Reyes, alternando con Alain Pérez en el bajo eléctrico. Multiplicándose entre el saxofón y el chequeré, Yosvany Terry; en el saxo barítono Yuniet Lombida; Horacio “El Negro” Hernández a la batería.

Seguimos: en tres sets de tumbadoras comandan Yaroldy Abreu, Adel González y Pedrito Martínez, quien llegado el momento alterna el micrófono con Alain y Daymé Arocena. Semejante Kaiju musical lo vi en La Habana, al final de una noche donde hubo otros grandes maestros en escena. La brecha por donde entró a este mundo fue el Festival Jazz Plaza. La llave: el concierto “Descarga para el Tata”, filmado para ser incluido en el documental en producción El Fifty, homenaje a Tata Güines, uno de los más grandes rumberos cubanos.

En el club habanero Paparazzi se invocó con música al “Manos de Oro”, lejos de su barrio de Leguina, aquel donde, según cuentan las crónicas, Federico Arístides Soto era casi un regente y encabezaba las procesiones del día de Santa Bárbara.

Entre lo mejor de la jornada estuvo Ernán López-Nussa con Esto no tiene nombre, uno de sus temas antológicos y en cuya grabación original estuvieron –como parte de aquel proyecto hermosísimo llamado Havana Report– el Tata y don Pancho Terry. En el denso entramado armónico urdido por López-Nussa le tocó a Yaroldy Abreu ocupar el asiento del Tata, y a Yosvany Terry el de su padre con el chequeré. El milagro lo completaron dos incombustibles: Enrique Lazaga y Jorge Reyes, ases del güiro y el contrabajo respectivamente.

Para homenajear al “más grande tumbador del siglo XX”, José María Vitier interpretó una versión de su Tempo habanero, mano a mano con el siempre prodigioso Adel González en los tambores. Fueron un excelente testimonio del diálogo fecundo entre el piano y la percusión, un acople perfecto de dos columnas capitales en la tradición de la música cubana. Basta, si queremos aquilatar el valor de ese vínculo, con recordar que incluso Emiliano Salvador y Gonzalo Rubalcaba comenzaron estudiando la percusión, y eso a la postre les dio un tremendo sentido de independencia en el piano.

Alain Pérez fue el que más improvisación le puso a la noche, lo mismo en el bajo eléctrico que cantando junto a Pedro Fariña. Alain es un show completo e incontrolable que lo mismo se pone a conducir a los músicos, a tocar cualquier instrumento a la mano, que a lanzar al aire: “Yo no vine solo, yo vine con el Tata, yo no vine solo…”

Cuando se le unió López-Nussa al teclado, se movieron con soltura entre el guaguancó, los tumbaos o breves guiños a clásicos como Gandinga, mondongo y sandunga, el standard latino que legara Frank Emilio con la personalísima interpretación de Tata Güines en el quinto.

El guaguancó propiamente hablando llegó con la familia del célebre tamborero, mediante un canto que saludó su vida. Tata Jr. dijo que su nombre “pesa mucho”, e intentó rumbear como su padre. Por un momento sostuvo la ilusión, incluso utilizó el peculiar toque con las uñas, pero luego regresó al molde tradicional para acompañar a Juana Bacallao en sus interminables cantos.

El leviatán sonoro que anuncié al principio del texto se formó hacia el final de la descarga, cuando Andrés Levin, productor del documental que dirige Juan Pin Vilar, invitó a ese all-star para interpretar Rompe el cuero. La canción de Yerba Buena –potente agrupación que el propio Levin fundara en Nueva York– fue cantada por la alucinante Daymé Arocena y el versátil Pedrito Martínez, ausente por un par de décadas de la escena cubana, quien también se gastó a pura energía y velocidad uno de los mejores solos de tumbadora de la noche.

Quizás el defecto de la Descarga para el Tata fue lo que para muchos podría considerarse su mayor atractivo: demasiadas genialidades en escena, pasando una tras otra a hacer muy buena música, sí, pero sin un concepto claro más allá de proporcionar material para la película. La dramaturgia habrá que buscarla en el documental El Fifty, que ojalá esté a la altura del innovador espíritu de Tata Güines.

Raúl Medina Orama Más publicaciones

Deja un comentario

Aún no hay comentarios. ¡haz uno!

También te sugerimos