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Sandunga, proyecto en construcción

Hace unos meses emprendí un pequeño debate sobre la música en streaming —o como se dice en el español nuestro, transmitida en directo— en Cuba. Partí de la hipótesis de que el acceso a Internet por datos móviles podría modificar las formas de consumo de productos audiovisuales. Defendí la comodidad de escuchar lo que se te antoje en el momento que se te antoje, y el placer de explorar playlist públicas y compartir las propias. Defendí, sobre todo, el vicio que genera ir descubriendo música nueva y más música nueva y vivir así, felizmente, en un bucle ex profeso del que aún siendo consciente me rehúso a salir.

Reconozco que fui tercamente romántica, porque de momento el primer filtro que debe pasar esta modalidad de consumo para ganar popularidad en la Isla es calcular cuántos megas descuenta del paquete de datos.

Un minuto de audio en un formato de máxima calidad —que, dicho sea de paso, se mide por la cantidad de kilobytes transmitidos en un segundo (kbps) y no tanto por el formato— ronda los 2,5 megas de consumo. No obstante, si estamos suscritos a cuentas gratuitas de plataformas como Spotify escuchamos música de baja calidad (a 24 kbps), lo que nos descuenta 0.63 megas por cada 3 minutos. Un giga nos alcanzaría para reproducir unas 1 625 canciones.

Pero aun así, el streaming en Cuba continúa en desventaja ante las bondades casi infinitas de los bots en Telegram; sobre todo porque al descargar podemos escuchar 10 veces un mismo tema por el mismo costo/consumo de megas.

Con este panorama, una aplicación como Sandunga tiene todo el potencial para popularizar la música en directo —en línea— en el país.

Sandunga es una plataforma nacional de streaming —un proyecto de Artex S.A. y la agencia exportadora Soy Cubano—, y contiene exclusivamente música cubana. Es su primera distinción y su fuerte. Primero, porque puede concentrar el universo riquísimo que es nuestra música y explotar con ello la capacidad succionadora que tienen estas plataformas. Y, además, porque, desafortunadamente, gran parte del catálogo de las disqueras del país no está disponible en distribuidores extranjeros y de mayor alcance como Spotify, Apple Music o Pandora.

Sin embargo, lo que debería ser su fuerte, resulta hoy su debilidad. Meses después de su lanzamiento, el pasado 15 de abril de 2021, el catálogo de Sandunga solo contiene 2 907 canciones y 135 videos (la mayoría de estos últimos son videoclips, pues otras categorías como Making of y Conciertos permanecen vacías, o con apenas un material).

El catálogo es, ante todo, la base de datos que estructura y soporta cualquiera de estos proyectos en línea. De él depende la interacción del usuario, de la que a su vez dependen los algoritmos para la personalización del servicio, la fórmula del éxito de estas plataformas.

Mientras más amplio sea el catálogo, más posibilidades tiene de atraer usuarios y suscriptores, lo que se traduce en un modelo de negocio más rentable (recordemos siempre que estas plataformas y redes son o pertenecen, en principio, a empresas comerciales).

Por lo general, los responsables de alimentar los catálogos son las propias discográficas. En el caso de Sandunga, no solo contribuyen la Egrem, Colibrí, Bis Music y Abdala, sino también el Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana (Cidmuc), el Museo de la Música y algunas agencias de representaciones artísticas. Por cierto, sería una pena que los directivos de la plataforma no se plantearan desde ahora el modo de prestar servicios a otros proveedores de contenidos, como sellos colectivos autónomos o artistas independientes, que producen hoy buena parte del material sonoro de la Isla.

Los ingresos —que por el momento se generan sólo a partir de las suscripciones, y se distribuyen por el polémico sistema de prorrata, como mismo hacen Spotify y otras plataformas—, en primera instancia pagan un 8% en caso de streaming y el 10 % si el uso es mediante descarga a la Agencia Cubana de Derecho de Autor Musical (Acdam). La suma restante se divide en 70% para los proveedores del contenido —que a su vez se desglosa según la cantidad de escuchas o descargas por tema— y 30% para Soy Cubano, agencia exportadora de Artex especializada en la comercialización y promoción de productos y servicios culturales cubanos.

Las funcionalidades según el tipo de suscripción resultan otro de los factores de éxito de las empresas que ofrecen servicios de streaming. En Sandunga esas funcionalidades son aún muy limitadas. Para los registros gratuitos, por ejemplo, no permite reproducir archivos de música o video por más de 40 segundos.

Esta “tacañería” con el cliente no es exclusiva  de Sandunga. Otras plataformas, como Apple Music o Tidal, tampoco permiten el streaming ilimitado en sus versiones gratis. Pero son proyectos que se dirigen a usuarios con una cultura de audiofilia y un poder adquisitivo alto. De hecho, Tidal solo contempla transmisiones en alta calidad, óptimas para reproducir en bocinas o audífonos profesionales.

En Cuba —donde recién se están creando las condiciones para intentar estimular una eventual cultura de comercio electrónico, streaming y demás servicios en línea— esa condición podría limitar a los usuarios; más aún cuando el catálogo no es lo suficientemente abarcador como para que se decidan a pagar cada mes por alguno de los dos planes: el básico (49.99 CUP) o el estándar (79.99 CUP).

En ambos, los suscriptores pueden escuchar la música por tanto tiempo como deseen, descargar 50 (básico) u 80 (estándar) contenidos al mes, y acceder a descuentos promocionales.

Y aunque en la suscripción estándar los usuarios pueden escoger el formato de descarga, en ninguna de estas dos modalidades de pago se ofrece explícitamente la transmisión en alta calidad que, según el propio proyecto, tiene definida a 192 kbps (superior a la de Spotify, que la define a 160 kbps).

No obstante, hemos conocido que el equipo de Sandunga tiene evaluados otros paquetes más atractivos, que se implementarían luego de que cierren acuerdos con la pasarela de pago Transfermóvil (de momento solo funciona con EnZona, una plataforma ciertamente menos popular, luego de que sufriera par de incidentes relacionados con la seguridad de los datos de sus usuarios).

Para acceder a la plataforma, el grupo Lombao Estudios, que tuvo a cargo la programación y su diseño, desarrolló una versión web y una aplicación. La primera es accesible desde cualquier navegador, lo mismo desde el teléfono móvil que de una computadora. Aunque es necesario aclarar que al parecer hay problemas de compatibilidad con los navegadores para dispositivos Apple (no solo Safari, sino también Chrome, Mozilla Firefox y Ópera). Los archivos de audio no se reproducen, aunque sí los de video.

La aplicación está disponible en la propia página web y en el repositorio de apps nacionales Apklis. Para instalarse, solicita un permiso de acceso a tus fotos y archivos multimedia, esto último algo común en este tipo de productos, y necesario —en el caso de los archivos— para proceder con las descargas. Pero no se justifica el acceso a las fotos, como tampoco la obligatoriedad del permiso para instalar la app, pues en caso de que el usuario lo niegue o rechace, la aplicación no funciona. No avanza más allá de la presentación. Y una vez instalada, genera continuos mensajes de error en el momento de registro.

Según sus Políticas de Privacidad, el equipo de Sandunga recopila información no personal de sus visitantes, y personal de sus usuarios suscritos (incluye nombre, dirección, factura, métodos de pago, y cuentas de terceros asociadas, como PayPal, Google o Facebook). El proyecto se compromete con el uso correcto de esa información personal “en cumplimiento de las leyes de privacidad de datos”.

En Cuba, donde radica Sandunga y su dominio web, la legislación específica sobre protección de datos personales es aún inexistente,  más allá del planteamiento general del artículo 97 de la Constitución de 2019. En el Decreto Ley 370 sobre la Informatización de la Sociedad solo aparecen seis artículos vagamente relacionados con el tema. Ninguno de ellos regula el uso adecuado de los datos de los usuarios, ni los derechos sobre su privacidad, ni los mecanismos para la denuncia en caso de violaciones.

Por ello el equipo desarrollador tomó como referencia una regulación española, la Ley Orgánica 3/2018 sobre la Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales, que aplica para la redacción de las políticas, pero obviamente no para las responsabilidades y consecuencias legales de las mismas, por estar fuera del alcance de su juridiscción. La referencia, nos dicen, se mantendrá hasta la aprobación de la Ley de Protección al consumidor en el entorno digital cubano que al parecer, se encuentra actualmente en proceso de desarrollo.

Sandunga es, pues, un proyecto en construcción. Su evolución debería implicar el despliegue de un catálogo más amplio, y crear oportunidades para la personalización del servicio, a partir de  buscar el modo de saber cuáles géneros y artistas prefieren los usuarios y recomendarles playlists creadas específicamente para ellos.

Implicaría también detallar los metadatos necesarios para alimentar los algoritmos, el sistema clave que genera el ciclo casi infinito de recomendaciones personalizadas. Los algoritmos permiten también que el usuario pueda encontrar con facilidad y por diversas vías un mismo archivo (otra de las desventajas actuales).

De esta imprescindible evolución depende la plataforma para posicionarse entre los actuales distribuidores de contenidos audiovisuales en el país —donde el Paquete Semanal, la copia USB y los bots de Telegram continúan siendo una competencia significativa—; y para asentar, de una vez, experiencias exitosas en el consumo de música en y desde Cuba. Ojalá que con Sandunga se consiga por fin llegar, si no por encima, al menos al nivel de lo que el melómano cubano desea y necesita.

Cynthia de la Cantera Toranzo Más publicaciones

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  1. Yansert Fraga dice:

    Muy buen acercamiento inicial al funcionamiento de Sandunga. A las irregularidades ya señaladas, yo agregaría una: los ususarios que pagan una de las dos suscripciones tampoco tienen «garantías» de esa descarga, o para ser más explícito: no la descargan fuera del entorno de la aplicación. Esto es algo fundamental, porque se trata de que uno como usuario paga para obtener ciertos beneficios. En el caso de Sandunga, como bien se explica en el artículo, la suscripción permite hacer streaming ilimitado todo el mes (algo para lo que hay que estar obviamente conectado) y descargar hasta 50 u 80 temas según la suscripción (para lo cual, una vez descargados, no habría que estar necesariamente conectados). Como sucede en Spotify (y como sucedió con su antecesor D´Ritmo en el poco tiempo que estuvo activo), se supone que una vez el usuario descargue los temas de su preferencia, los pueda disfrutar todo el tiempo, incluso off line, creando una carpeta en el dispositivo que permita consumir por lo que ya has pagado, aunque no pasarlo a otros dispositivos. De esa manera se paga por algo que se tiene, sin tener que seguir «pagando» constantemente como ocurre en Sandunga, que te crea esta carpeta de Descargas dentro de la misma aplicación y para acceder a ella hay que estar siempre conectados, gastando datos (aunque sean de navegación nacional).

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