
Resurrección / Ernesto Blanco
Remitámonos al contexto: a punto de cumplir un año de cuarentena, rodeados de más víctimas de la COVID-19 de las que ahora quiero mencionar y ansiando el entonces utópico regreso a la normalidad. En diciembre de 2020 se difunde la noticia: Ernesto Blanco grabará un concierto que se transmitirá en vivo por la plataforma de YouTube del Mincult. Un concierto…Aquello sonaba extraño, lejano. ¿Recuerdas cuando había conciertos?, nos preguntábamos, ante el posible suceso que evocaba un pasado con música, tumulto y alegría.
Ernesto había prometido a su público, un año antes de estos acontecimientos, un nuevo encuentro en la sala teatro del Museo Nacional de Bellas Artes. Aun con la pandemia activa, lo cumplió. El 14 de enero, artista y seguidores se dieron cita vía online; solo quedó en ambas partes el lamento ante la ausencia de retroalimentación en vivo.
Resurrección (Bis Music, 2022) constituyó un respiro frente al lúgubre clima que reinaba a su estreno y el pasado 19 de agosto se materializó como álbum que persigue un objetivo: celebrar los 20 años de carrera artística de su autor, quien se ha reafirmado como un exponente de la guitarra y el pop rock en Cuba.
Sin embargo, Ernesto Blanco no solo no se limitó a reproducir su obra, su línea de producción (característica palpable en los homenajes), sino que la rediseñó y, para ello, trajo consigo a otros referentes musicales como la agrupación Compay Segundo, el grupo Síntesis y su hermano, David Blanco.
La resurrección es un proceso cuyo detonante es la muerte. Es el proceso de volver a nacer, de ascender, de reinventarse. Tal y cómo ha tenido que hacerlo Ernesto Blanco después de tanto tiempo de un discurso sostenido, solidificado y, me atrevo a decir, ligeramente fosilizado. La monotonía es la muerte del arte, porque este vive a través de un mensaje que no debe caer en obsolescencia. Resurrección es el vuelco en la carrera de este autor en cuestión, es, valga la redundancia, la reinvención de sí mismo y del pop rock cubano mediante la inserción de otros elementos.
La propuesta musical es rock y pop rock, sí, pero ahora matizados con una pluralidad de tendencias musicales que van desde hard rock, electroswing, dubstep y broken beat hasta hip hop y trap. Si algo demuestra aquí Ernesto Blanco es su capacidad para hacer arreglos que conviertan toda esta mixtura de géneros en algo más; en una génesis de lo que se asentará como una nueva variante del pop rock cubano, me atrevo a decir.
La base discursiva sobre la que el artista nos monta semejante andamiaje no está, tampoco, exenta de sorpresas. En el disco encontramos una versión moderna de Orgullecida, clásico de Eliseo Silveira que hiciera famosa Compay Segundo en el primer álbum de la saga Buenavista Social Club (World Circuit, 1997). Esta pieza se escucha ahora restaurada con arreglos de electrónica que dan paso a una especie de electroswing. El grupo de música tradicional cubana, el DJ Hollowfate y el propio autor del disco conforman un cuadro que fusiona los tres géneros (la tradicional canción nacional, la electrónica y el rock), algo experimentado ya por otros artistas pero novedoso para este autor.
Si la canción anterior no fuese suficiente hazaña para un álbum, Ernesto Blanco se junta con Síntesis —agrupación en la cual ha militado desde hace años— y versiona Orula con arreglos tanto instrumentales como vocales que devienen electrofunk, en una mezcla muy actual de cantos afrocubanos acompañados con un DJ.
Sigue rescatándome es un tema donde participa el dúo femenino de rap La Reyna y la Real. La canción es el testimonio más cercano al tipo de obra que, en su mayor parte, podemos encontrar a lo largo del álbum. De estructura sencilla y amena, es un pop típico que incorpora el trap en su devenir, encontrándonos —una vez más— con la electrónica en los estribillos.
Quise intencionalmente dejar para el final el tema que da nombre al álbum, Resurrección. A todas luces, es la cereza del pastel. Esta canción es una obra propia en la que Ernesto Blanco invita a escena a su hermano David y a Dionisio Arce (vocalista de la banda de rock Zeus). El clímax se presenta como una equilibrada mezcla de electrónica, pop rock y hard rock, dónde vale la pena resaltar la voz de Dionisio y los poderosos riffs de guitarra de Ernesto.
Pero si lo que distingue a esta obra es la novedosa fusión de la electrónica con varios géneros, esto mismo es lo que la empaña. A la altura del cuarto tema, Un viajero más, se nota una monotonía en los arreglos, incluso, en algunas canciones se produce una saturación completa de estos. La sistemática fusión de la electrónica con el pop rock en muchas canciones del álbum lo contamina con un mismo sabor. Igualmente, a nivel vocal, Ernesto Blanco es particularmente conocido por no abandonar su zona de confort, lo que refuerza la idea de repetición.
Resurrección es, en definitiva, un experimento muy bien pensado que, si bien peca de reiterativo, constituye un punto de inflexión en la obra de su autor, un rejuvenecimiento. Algo a lo que contribuyeron, además de los invitados ya mencionados, otros artistas: El Bamba, Piq Montano y el grupo Kill the Party. Un disco que, incluso con algunas sombras, me hace pensar que Ernesto Blanco tiene intenciones y potencial para llegar a lo que, quizás, sea un estadio superior en la posmodernidad del rock y pop cubano.