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Artículos Ilustración: Jennifer Ancízar. Ilustración: Jennifer Ancízar.

Tiradera de efecto y concepto. Desde ojos reparteros: el reparto

Ante la pregunta ¿qué son el reparto y el morfa?, la respuesta fácil sería: dos corrientes de un género musical, pero tal aseveración resultaría reduccionista. Tanto o más que eso, son reflejo de saberes, inquietudes y esencias de una mayoría perteneciente a las clases populares cubanas, a través de los que revelan sus rasgos estéticos y comunicativos más arraigados.

Es harto conocida la exclusión en la que se hallan estos grupos sociales, condicionada principalmente por preceptos clasistas que impone el orden civilizatorio, eurocéntrico y occidentalizado en el que vivimos; tres conceptos que traen de la mano la marginación de todo sello cultural que huya del canon ilustrado, racista y excluyente al que representan.

Los géneros aludidos son, en calidad simbólica, la forma en que se ha logrado reflejar un amplísimo sector poblacional en Cuba y viceversa, toda vez que son moduladores de concepciones, artilugios y significantes de innumerables sujetos sociales.

En materia poética —entendiendo la poiesis como toda sustancia del espíritu— son representativos de la realidad contextual de aquellos sectores condicionados por la exclusión que imponen ciertas élites en el marco de la cultura nacional. Son, en consecuencia, el medio expresivo más fiel e inmediato de millones de personas que se desenvuelven en circuitos de  subalternidad caracterizados por el descreimiento de la casta hegemónica, que deslegitima sus discursos y manifestaciones culturales.

Asimismo, se traducen como reclamos surgidos en un momento histórico donde muchos productos musicales en el patio no eran afines a la dinámica de la juventud perteneciente a la clase popular. Así nacieron, crecieron, se consolidaron y continuaron dando el berro.

Entendemos entonces al reparto y el morfa como una resemantización del medio a través de sujetos creativos consustanciales a su esfera socio-política, constatables como redefinidores de la idiosincrasia urbana en Cuba, toda vez que se alimentan de esta. Al mismo tiempo traducibles como una revolución estética cuantificable a partir de sus procederes creativos, tanto que rompen con líneas estructuradas de conceptos y métodos musicales, hacen esbozos de la sociedad y los individuos y se magnifican mediante el entendimiento, la asimilación y reconceptualización que les ofrecen su público y exponentes.

La huella del reparto trasciende los afanes de nicho ya que su validación es inherente al público, complemento de la tríada fundamental de cualquier provocación estética. Así, tomando en cuenta lo concebido formalmente como “arte” dentro de los gremios nacionales, es visible la transgresión provocada por este fenómeno, fórmula que lo sitúa en planos de excelencia en materia creativa.

Es oportuno señalar que el reparto plano y el morfa se diferencian entre sí —esto a términos valorativos personales, dado que estudios sobre el tema no hay, al menos que conozcamos— en la intención discursiva que se les da. El reparto es más ligero, rítmico, y descargoso, más enfocado en el movimiento, en la dinámica, que en el sostén de contenido.

Ejemplos de temas donde se evidencia —ejemplificaremos con algunos de Chocolate MC, al fin y al cabo es uno de sus creadores, monarcas y eterna figura ilustre del género—, tenemos el Guachineo, El Palón Divino, No puedo ni creerte, Rum Pi Pi, Pobre Enamorado y Tremendo Prende. En estos, la cuestión simbólica va de asuntos personales, de situaciones sexuales o afectivas o simplemente de guaracha por guaracha. Matizado, por supuesto, en la actitud sonora que se le imprime, tan característica y definible.

A su vez, el morfa, que es una variante del reparto, pero no exactamente lo mismo, es mucho más agresiva, más inquietante en cuanto a estructuras narrativas. Es una zona más confrontacional y de reivindicación de las cuestiones típicas de un barrio marginalizado, medio característico del género urbano. Ejemplos —seguimos con El Choco— Tiradera bajo los efectos I, Muerte One, Penco pero con talento, Pa’ Q’, Lío es Lío y Cruza.

Parte de la importancia de estos géneros radica esencialmente en cómo son voz y espejo para un amplísimo sector en una Cuba marcada por la imposición de patrones culturales, usurpaciones e instrumentalizaciones de la simbología popular con fines políticos. Asimismo son la plataforma donde radica, dentro de los géneros más recientes, la mayor carga de lo que podemos denominar y muchos han denominado “música cubana”, que va sazonada principalmente por la influencia de la tradición negra y su intención rítmica y musical.

Por otra parte, son un grito estético discursivo que modula y bebe directamente de la idiosincrasia de las clases populares cubanas, siendo la mejor representación de las dinámicas de vida de la mayoría de su gente. Son reflejo de su jerga, visualidad e interactividad y viceversa, ya que modelan y condicionan también los modos, el comportamiento y estatus de las personas que los consumen.

Al mismo tiempo, ya en el plano musical, gozan de un sello interesantísimo, en tanto mezclan y resignifican muchas sonoridades que van desde la rumba, el son, la timba, el reggae, el pop, el funk, y por supuesto, el rap, el trap y el reguetón.

Son, además, una zona de resistencia imprescindible para la contracultura de la Cuba contemporánea, al funcionar como relatores y discursores de una realidad social que la llamada “alta cultura” intenta invisibilizar dentro de un orden clasista y excluyente.

Los argumentos más comunes a la hora de deslegitimar la validez y calidad de estos géneros redundan en que su expresión se realiza mediante un lenguaje vulgar, barriobajero, indecente y en discordancia con las buenas costumbres necesarias para la sociedad. Este artilugio es el arma fundamental de la casta hegemónica a la hora de señalar negativamente las prácticas creativas desvinculadas de su hermetismo y uniformidad, al tiempo que las asumen como elemento funcional a la hora de hacer política. Tales métodos son constantes en la actualidad, herencia del más puro estilo colonial, posteriormente aplicado en el período republicano.

Señalaríamos el intelectual Alberto Abreu que luego de 1959 “los esfuerzos por construir una nación otra y un nuevo proyecto de modernidad, cuyas ideas sobre el nacionalismo, la identidad y la cultura cristalizaron en el paradigma de una nación mestiza o mulata, subsumió toda diferencia racial y cultural. (Al tiempo que la matriz cultural blanca, eurocéntrica continuó desempeñando su rol hegemónico y excluyente). Lo que se logró no solo a través de una política cultural que operó como un dispositivo de integración ideológica, sino también mediante una serie de aporías y chantajes culturales que transformaron la cultura popular negra en procesos de degradación cultural”.

Es necesario destacar que la vulgaridad / indecencia es simple y llanamente un constructo de las élites culturales en sus apuestas higienistas, para así desvincularse, deslegitimar y hacer desaparecer rasgos identitarios de la cultura popular y étnica, más aún la cercana a la tradición negra africana.

Estrategias de dominación como esta son el ABC en que se sustenta la cultura hegemónica para anular desde su retórica cualquier tratado ideoestético que no cumpla con sus requisitos edulcorados y edulcorantes. Así, principalmente desde el racismo, el clasismo, la xenofobia y el rechazo a las disidencias sexuales, esa élite eurocéntrica, blancocentrista y heteropatriarcal intenta estructurar su orden en las líneas de pensamiento de las sociedades desde su lógica explotadora y violenta.

De este modo, tomando como sostén su “alta cultura”, también desestima, cercena, pisotea y margina todo tratado proveniente de las subalternidades. El reparto y el morfa son de las víctimas favoritas de ese orden en Cuba, que mediante atropellos ha intentado silenciarlos, pero como publicara hace poco El Choco en una historia de Instagram: “¿Quieren tumbar el morfa? Eso es imposible, NO HAY COMO” (sic).

Estos géneros provienen y son principalmente consumidos por un sector mayoritariamente marginalizado, empobrecido y racializado, por eso son de los frentes principales que desafían constantemente al hegemónico institucionalista instaurado en Cuba.

Si señalamos algún lastre en estas expresiones musicales es la reproducción de ciertos estándares de dominación, principalmente el machismo, la misoginia y la LGBTIQ+ fobia que normalizan muchos de sus discursos y discursores. Lo anterior, consecuencia del orden político y social instaurado desde el oficialismo cubano y las lógicas capitalistas que inundan la Isla hace varios años, así como su tradición histórico-social. Y aunque es prácticamente imperceptible algún avance en materia de integración social, en el reparto, en los últimos años, se puede notar una ligera reestructuración implícita en estas líneas, lográndose distinguir, a mayor o menor escala, cierto “progreso” en los sistemas de pensamiento respecto a años anteriores.

Al género, además de sus éxitos —unos efímeros y otros prácticamente clásicos—, lo identifica el sello de autor que imprimen los exponentes a sus producciones, principalmente con pautas, bailes y formas de vestir que rápidamente se extienden entre el público.

Por supuesto, le otorgamos plena relevancia a un creador que tuvo el genio de estructurar buena parte de esta variante estética del cubatón: Chocolate MC; una persona que comenzó en la música convencido de que haría historia, y ahí está, pasada más de una década de haberse creado lo que años después, con Bajanda, se consolidaría internacionalmente como una institución musical.

En Rum Pi Pi, en una de las pautas El Chulo dice: “el jabaito lindo, el de las mujeres, con el negro prieto el del talento”. Sus tantos artilugios, su perseverancia y su talento colocaron a Chocolate en el sitio que le corresponde, en la cima del reparto, como el ícono de generaciones.

Al mismo tiempo es un showman cuyo arte se extiende más allá de la cuestión musical. Recordaremos cuando lo secuestraron, por ejemplo. O sus directas, que son clásicos de la comedia en la era de los datos móviles en Cuba. Todas, fórmulas que posteriormente se reprodujeron y se reproducen actualmente en los modelos de hacer y entender el reparto. Además del sinfín de pasillos que creó y otros que acomodó al estilo repartero. Hoy esta música tiene una notable autonomía danzaria gracias a los bailes de este personaje. Tanto que son ya un capital intrínseco del género.

Luego indiscutiblemente tienen un lugar muy importante El Uniko y El Chulo, quienes junto al Choco, desde los inicios, le dieron forma, coherencia e identidad al asunto. Asimismo piquetes como Los Principales o Iré Omá y de este último destacadísimos son Wildey y Harrison. De igual modo el Wampi, Kimiko & Yordy, El Coquito, El Negrito & Manu Manu, Un Titico y Wow Popi.

Más recientemente surgieron exponentes que le han dado nuevos aires al género, frescura y pegada como Oniel Bebeshito, Charly & Johairon y Fixty Ordara & Ja Rulay; este último bautizado por El Choco como “el rastamemba de estos tiempos”. Así con otros tantos exponentes.

Igual, el papel de los productores y DJ es fundamental. Entre los más conocidos  están Raymel, David 22, Michel Boutic, DJ Unic, Frank El que Todo lo Puede, Dj Roumy, Cupido, Jordan Pro, Lacho, El Troyano entre otros tantos, todos imprescindibles en el desarrollo y devenir repartero.

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Así, el reparto fluye por vertientes de redefinición tan grandes que año tras año nacen variantes sonoras y visuales que determinan nuevas líneas estéticas.

El mercado del género urbano es cruento, tanto que obliga a los artistas a estar constantemente repensando hits. Un éxito en el reparto, para estar en el top, necesita sonar durante unos cuantos meses. Esto, tomando en cuenta que mensualmente ven la luz un sinnúmero de temas, los que tienen, si se pegan, una vida dentro de ese ecosistema musical de aproximadamente uno o dos meses; es toda una proeza.

Desde la consolidación del Internet por datos móviles en Cuba, se han disparado las propuestas musicales del género y muchísimos artistas salen al mercado, cada vez más jóvenes, con más soltura y novedad. Tal situación da la medida de cuánto evoluciona el reparto. Es solo hacer un repaso histórico. Y vamos nuevamente con Chocolate. Nada tienen que ver en modos estéticos Qué Viva la Leche, El Booby Trap o Morí con tu Pipi, sin embargo los tres recogen la esencia y el carácter de la excelencia repartera. Así vemos cómo el reparto transita por tantas variantes en los modelos de creación que a cada rato sentimos que se reinventa.

Nos confesamos patológicamente fanáticos al reparto. Lo entendemos como parte esencial de la Cuba contemporánea, de su cultura y, por transitividad, de las personas que confluyen, dialogan, asimilan y conviven con esta.

Desde su constante revolución continuará su marcha. Exponentes talentosos sobran, las condiciones económicas y sociales del género lo permiten y Cuba lo merece. Por más campañas e intentos de deslegitimación que intente el orden centralizado y hermético de la institucionalidad cubana y su política excluyente, hay un pueblo que clama, disfruta y es, en esencia, el reparto.

El tiempo y El Choco tienen la última palabra.

Raymar Raymar Aguado Hernández Opinador. Sumiso al numen. Bogando por las artes y la crítica. Traficante de metáforas. Más publicaciones
Leyla Leyla María Mancebo Bada Documentalista en proceso. Futura licenciada en periodismo y, sobre todo, eterna entusiasta del cine y la crítica de arte. Más publicaciones

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