
Que se llama Bakosó
De Oriente a Occidente se mueven tres corrientes fundamentales: gente, revoluciones, y música. Cuando alguien se refiere a Santiago como “la ciudad más caribeña de Cuba”, suena almidonado y medio cursi, pero el epíteto señala una verdad incontestable. Santiago (y no solo la ciudad) está muy cerca de los primos antillanos, y la corta distancia hace que fluyan mejor los sonidos heredados del África. Sobre eso trata el documental Bakosó: Afrobeats of Cuba, del realizador puertorriqueño Eli Jacobs-Fantauzzi.
La historia la cuenta Isnay Rodríguez, Dj Jigüe, líder de la productora independiente Guámpara Music. En una especie de viaje a la semilla, el protagonista regresa a su provincia natal a enterarse de qué está pasando allá con los ritmos urbanos. “Él y yo decidimos documentar el fenómeno, de una manera que expresa que nuestra conexión con África no es solo cosa del pasado”, señala Jacobs-Fantauzzi.
El bakosó resulta pues de la combinación entre el azonto, el kuduro, el afrobeat –de moda en la urbe oriental– y géneros criollos como la rumba y la conga. Así lo explica Ózkaro Delgado, uno de sus cultores.
Sin embargo, esta nueva “marca” viene a servir de pretexto para mostrar la vibrante escena santiaguera. Y es mejor que así sea: si entendemos la creación como un infinito remix, es mejor tener cuidado a la hora de poner nombres.
Los oídos comunes escucharán tal vez un reguetón 3.0, mucho más rico y musicalmente complejo, que “parece otra cosa”, aunque siga diciendo: “tenemos dinero, tenemos / mujeres para vacilar”, en la voz de Maykel El Padrino.
Uno de los logros del audiovisual reside en presentar a los artistas y productores underground disertando sobre lo que hacen. Candyman, pionero del reguetón nacional, explica el fenómeno con su elocuencia de rapero:
“El santiaguero tiene una característica propia de asumir la música. Todas las músicas de África, las que son bailables, son bien calientes: mucho movimiento de caderas, mucho erotismo, mucho sex-appeal (…) Cuando cae una música africana aquí, el santiaguero la siente como que es de él, porque eso ya está dentro de nosotros”.
Esta idea coincide con la opinión del director: “El colonialismo ha tratado de quitarnos nuestra espiritualidad, nuestra conexión con la tierra; la comida, la música, la cultura. Cuba, como una nación, ha podido decir que nuestras raíces nos hacen quienes somos, y no solo no necesitamos ocultar nuestra identidad africana, si no que también podemos estar orgullosos de ella”.
La mezcla toma cuerpo, literalmente, cuando estudiantes de medicina africanos participan también en esta “contaminación” de sonidos y bailes. Poco se ha hablado del impacto cultural que genera la convivencia entre los cubanos y las distintas nacionalidades del continente, y el acercamiento a este fenómeno es otro punto para el documental.
Quizás por ello podemos perdonar algunas escenas actuadas, poco felices, y ciertas carencias del guion. La fotografía, en cambio, mira como quien quiere absorberlo todo, muestra hermosura y pobreza casi a partes iguales. Por ejemplo, ver en estudio a la legendaria Conga de Los Hoyos –despejada de la muchedumbre que arrolla–, es algo que no se da todos los días.
Finalmente, con la savia que fue recogiendo en el camino, Dj Jigüe produce uno de esos temas que le sacan a uno el diablo del cuerpo. Va a Nueva York, y triunfa.
A La Habana tal vez hayan llegado algunas sonoridades del bakosó (nadie dijo que el viaje fuera rápido). El nombre, bastante menos.
Bakosó: Afrobeats of Cuba, el documental, merece aplausos por ponerle rostro a una zona de la música cubana que no está en las escuelas, ni en los medios, ni en los grandes escenarios. Y sin embargo, se mueve. Justamente por eso la montaña debería ir hacia Mahoma.
Habrá quien comente que no se trata de algo nuevo, sino una manera diferente de fusionar ritmos conocidos. En tal caso, Eli Jacobs-Fantauzzi adelanta parte de la respuesta: “Creo que es importante preguntarse: ¿quiénes pueden definir qué es un género y quiénes lo nombran? La historia muestra que ese poder ha ido a Europa y Norteamérica. Sin embargo, todos los países tienen géneros locales. ¿Todos resistirán la prueba del tiempo? No lo sabemos, pero por eso es aun más fascinante ver el filme”.