
Prehistoria de La Guarandinga
Según el Dúo Karma
Encuentro
Corría el 2002 y los framboyanes del parque Lennon estallaban en su vibrante ritual del color. Era verano y aquel fue el escenario que nos encontró por primera vez con Rita del Prado. Nos convocaba allí una breve presentación compartida, organizada por la Acdam y los centros de la música de concierto y popular.
Aunque ya conocíamos a Rita por su obra, difundida en programas televisivos como Dando Vueltas y en el Festival Cantándole al Sol, además de haberla escuchado en vivo en algunas peñas habaneras a finales de los 90 de las que éramos asiduos, no nos habíamos presentado formalmente.
El dúo apenas comenzaba. Nuestro arsenal de canciones era muy chiquito y aún en evolución. Un poco de adrenalina y bastante pudor nos daba compartir escena con Rita, quien además de llevar muchos años de carrera, tenía una de las obras más bellas y cuidadas para grandes y para niños. Nos queda un luminoso recuerdo de aquel primer encuentro: el sonido de la versión hermosa y delicada de Beautiful Boy de Lennon, en la voz de Rita. Y sobre todo nos quedó resonando su calidez y humildad. Nos escuchó con toda la atención y nos hizo una devolución muy amorosa que de un suave plumazo borró nuestra timidez y temores de principiantes.
Casi a la par de aquel primer encuentro nos llegó una invitación de la mano de Eva Rubio, amiga argentina que por entonces trabajaba como productora de proyectos y conciertos en el Centro Cultural Pablo de La Torriente Brau, a quien se le ocurrió la idea de unirnos a los tres para el montaje de un repertorio dedicado a las infancias en un inolvidable concierto que se llamó Un canto viajero donde un grupo de trovadores de distintas generaciones versionamos canciones infantiles de distintos países latinoamericanos.
Este concierto marca el inicio de nuestra hermandad.
Deslumbramiento
A propósito de la invitación a participar en este concierto, Eva Rubio nos había dejado unos discos y casetes para escuchar algo del repertorio latinoamericano que se estaba produciendo y al que no teníamos otra forma de acceder, recordemos que en aquellos años Internet en Cuba era cosa de ciencia ficción.
Entre todos los casetes hubo uno que se hizo imprescindible en nuestras noches: Cantoalegre canta a Rita del Prado. Todas eran canciones de Rita interpretadas por el coro infantil Cantoalegre.
El disco nos conmovió profundamente. Había algo nuevo para nosotros allí, era la esencia misma de la obra de Rita; la belleza y sensibilidad tan elevada de los temas, las pinceladas de humor de una elegancia, gracia e inteligencia que se engarzaban armónicamente con la poética de los temas más líricos. La factura de los arreglos musicales, el cuidado y empaste de las voces del coro Cantoalegre, el diseño de portada. Todo era cautivante y novedoso para nosotros. Tanto es así que trascendió la frontera etaria y se instaló en nuestros días de veinteañeros de manera totalmente natural y entrañable. Esa es una de las maravillas del arte de Rita, del arte bien hecho: emociona y toca las fibras más sensibles sin importar edad.
Concierto Un canto viajero
El armado del concierto fue una experiencia deliciosa; desde la selección de temas, los ensayos, las horas de charlas divertidas y jugosas. Cada paso fue muy disfrutable. Descubrimos un mundo de conexiones y coincidencias en nuestros gustos musicales, los tres amábamos la música brasileña y hacer arreglos de voces. Es así que elegimos al unísono versionar repertorio de Brasil. Durante los días de montaje ampliamos nuestro imaginario alrededor del arte para niños. Con infinita generosidad y simpatía Rita nos abrió las puertas a un caudaloso y fascinante universo. Nos compartió sus valiosas experiencias. Con Rita, desde aquellos días de Un canto viajero, fuimos percibiendo todo lo que hay que profundizar para hacer música para las infancias. Todas las barreras que había que eliminar. De alguna manera nos fuimos deconstruyendo poco a poco de lugares comunes de los que está lamentablemente plagado una buena parte del “arte” que se ofrece a las niñas y los niños. Comprendimos que musicalmente hay que buscar siempre más allá, que no hay que simplificar o minimizar armonías, ritmos o melodías porque es para un público de menos edad. Todo lo que se haga para las infancias debe hacerse con el mismo cuidado y rigor como si se tratara del repertorio para adultos. Así, se fue tejiendo, además de un precioso vínculo profesional, una amistad que atesoramos con mucho cariño en nuestras vidas.
De la obra de Rita siempre nos ha deslumbrado su caudal imaginativo, su inteligencia para abordar el humor, las ocurrentes imágenes, la belleza poética y musical presente incluso en las canciones más lúdicas, la originalidad y variedad de su obra toda, siempre coherente. Su versatilidad. La capacidad maravillosa de tener una obra prolífica y a la vez de altísima calidad. Hemos sido testigos y somos fervientes admiradores de la minuciosidad y el desvelo con que aborda cada canción, disco o proyecto.
A Eva Rubio siempre le estaremos agradecidos por su idea de enlazar nuestros caminos. Nos sentimos muy afortunados de haber hecho buena parte de nuestra carrera cerca de Rita, quien siempre ha sido referente, apoyo incondicional y dadora de muchas luces tanto en el terreno profesional como en el afectivo.
Juglares y duendes
Luego de Un canto viajero seguimos entusiasmados con la idea de seguir esta interacción que nos daba tanta felicidad y es así que surge en 2003 el espectáculo Juglares y duendes con repertorio ya existente de ambos proyectos, arreglado a tres voces, guitarra, cajón y otras percusiones. Aquí, además de las canciones, aparecían títeres y algunas escenas teatrales que hilvanaban el show. El teatro es otra de las facetas que Rita ama y aborda con gran destreza. Y otra nueva experiencia para el dúo. Juglares y duendes estaba lleno de detallitos sonoros y visuales, para el cual llevábamos tres bolsas enormes de títeres, sonajas de percusión menor, matracas, objetos para algunos efectos especiales, pitos, manos gigantes de cartón, gorros de duendes, sombreros, sombrillas, sartenes, gafas de sol, en fin, un rimbombante despliegue escénico que siempre hacía nacer las más ocurrentes bromas entre bambalinas.
El espectáculo se estrenó en La Habana, en el Teatro Amadeo Roldán y luego viajó a otros escenarios habaneros y de la Isla de la Juventud. En 2005 llegó a Medellín, Colombia, gracias la generosidad de Claudia Gaviria, directora musical de la Corporación Cantoalegre con quien ya habíamos compartido escena y canciones un poco antes por La Habana y Matanzas en un bellísimo concierto que se llamó Mares y trovadas y que sumó más capítulos entrañables a la aventura de compartir cantos y escena.
Mares y trovadas
Esta vez nos convocaba la música del Pacífico colombiano, con sus ritmos y poéticas singulares y contagiosas. La colombiana Claudia Gaviria hacía unos cuantos años había hecho un exquisito trabajo de investigación junto a su paisana, la también investigadora y cantora Pilar Posada, que dio lugar a un disco titulado Cantos del Pacífico. Este trabajo llegó a nuestras vidas una vez más a través de las generosas manos de Rita. Enseguida nos sentimos cercanos a esas sonoridades del mar, con sus influencias afro y su cercanía con la lírica y poética de las rondas y canciones españolas, difundidas y apropiadas por poblaciones a lo largo de toda América Latina durante siglos.
En 2004 surgió la idea de hacer un concierto en conjunto con Claudia y Rita, versionando temas colombianos y entretejiéndolos con canciones cubanas. Resultó muy enriquecedor adentrarnos en la sintonía de la música del Pacífico y fue un goce trabajar con Claudia en los arreglos de voces. Durante el montaje del concierto y la gira que se concretó a comienzos de 2005 conocimos muchas anécdotas fascinantes de su trabajo de campo, la variedad de géneros musicales, de las costumbres y tradiciones de esa región colombiana y, además, nació una hermosa amistad que se siguió fortaleciendo con los años en continuos intercambios tanto en Colombia como en Cuba.
Viaje a Colombia
En junio de 2005 nos subíamos a un avión destino Medellín. Para el dúo era el primer viaje y fue un estímulo vital para revolucionar muchas ideas en torno a la creación para las infancias.
Rita ya era conocida en ese país desde hacía muchos años, sobre todo por sus colaboraciones con Cantoalegre. Nos emocionó mucho palpar el amor y respeto con que se trataba allí su obra. Y nos arropó cálidamente el afecto del público colombiano que recibió muy bien Juglares y duendes.
Conocer y compartir algunos días con Tita Maya, directora y fundadora junto a Claudia Gaviria de la Corporación Cantoalegre, fue inspirador. Todos ellos, además de acompañarnos aquellas semanas con cariños y cuidados, abrieron un nuevo camino que, unido a las experiencias anteriores de trabajo conjunto con Rita, impulsaron las velas para lo que vendría después: el nacimiento de nuestra amada Guarandinga.

Ilustración: Alejandro Cuervo.
Según Rita del Prado
Mi primer recuerdo del Dúo Karma se fijó en la memoria como la imagen de una parejita con aire adolescente y tierna expresión duplicada. Es la visión que guardo de una tarde en que coincidimos, aún sin cruzar palabras entre nosotros, como parte del público que fuimos a escuchar al músico argentino Martín Rago, quien entonces (año 2002) andaba por estas latitudes habaneras junto a su compañera y coterránea Eva Rubio.
Eva y Martín, a quienes fui conociendo en los predios del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau y sus espacios extendidos, un buen día me hablaron de su proyecto COPLADENTRO, cobijado por el propio Centro Pablo, y me invitaron a sumarme al sueño de hacer un concierto para todas las edades en Bellas Artes (Un canto viajero), donde interpretaríamos repertorio de música latinoamericana y caribeña. Las ideas iniciales de lo que sería la puesta en escena de aquel concierto, gestándose en el hábitat centropabliano, me conquistaron de inmediato. Pregunté quiénes estaríamos implicados y entonces Eva comenzó a mencionar nombres familiares y me habló finalmente sobre el Dúo Karma. Así supe de dos jóvenes que se llamaban Xóchitl y Fito, que hacían música fusión con formato acústico y tenían canciones infantiles sobre las cuales también me comentó en algún momento mi compinche de trovadas y andanzas, Heidi Igualada.
Por varios canales me llegaban lindas recomendaciones sobre el dúo, hasta que semanas después, en una tarde de agosto del propio 2002, participamos en un concierto colectivo al aire libre en el parque de John Lennon, donde se largó un torrencial aguacero de verano que, por suerte, no impidió complacer mi curiosidad e ilusión de oírlos en vivo.
Me asombró que de aquel formato minimalista pudiera brotar tanta energía musical y contagiosa, llenando la atmósfera de aquel parque concurrido. Mi atención se repartía entre la guitarra lúcida de Fito, el torrente de voz de Xóchitl y su peculiar manera de generar polirritmias, tocando a la vez el chocolo y la clave. Me encantó ese empaste de voces que solo se logra con una sintonía profunda cotidiana y un consenso entre la reverencia a la grandeza de la música escuchada y la osadía de proponer un lenguaje propio. Se podían reconocer en esas canciones sonoridades queridas, evocadoras de música de otras regiones que, paralelamente, trasmitían un modo novedoso de expresar la cubanía.
En todo caso, en aquel momento probablemente estos asombros no alcanzaran aún la zona de la razón. Lo que recuerdo, en síntesis, es que en aquella tarde de aire lavado por la lluvia, que siempre asocio con un sentimiento esperanzador, escuchar en vivo al Dúo Karma me sembró una sonrisa plena que se conectó con la sonrisa cantora del dúo, iniciándose, ante la mirada del eterno Lennon del parque, una hermosa complicidad que aún sigue enlazándonos.
Le siguieron meses de trabajo intenso, zambullidos en la preparación de Un canto viajero, aquel sueño que fue creciendo y concretándose gracias al empeño de un equipo de lujo y a muchos duendes alineando astros y convirtiéndolo en un espectáculo integrador de canciones, teatro, danza, magia, títeres, arte digital.
Los Karma y yo formamos parte del equipo de dirección artística del show y esta labor nos hizo descubrir que partíamos de conceptos estéticos semejantes y hablábamos el mismo idioma en relación con el arte, en especial el arte para público infantil.
Fue la primera vez que compartimos escenario, y fue especialmente grato el momento del programa en que cantábamos a tres voces canciones brasileras, otro punto de encuentro en nuestras afinidades.
Quienes finalizando diciembre de aquel año vivieron la experiencia de ser parte de Un canto viajero, ya fuese desde el escenario o desde el público, saben que fue un concierto memorable, lleno de momentos mágicos y delicados, a teatro lleno, donde se respiraba una atmósfera amorosa y divertida que terminó con un homenaje a la irrepetible y querida Teresita Fernández, llamándola sorpresivamente al escenario y cerrando de ese modo el concierto y el año 2002 con vibraciones emocionales que transformaron la sala de Bellas Artes en un viaje colectivo a la belleza.
Con semejante comienzo afortunado de colaboración artística, los caminos del Dúo Karma y el mío comenzaron a entrelazarse. La diferencia generacional entre nosotros no fue entonces ni ha sido nunca una disonancia en la relación de trabajo. Todo lo contrario: creo que cada quien desde su generación le ha aportado miradas enriquecedoras a la otra parte y, como si poco fuera, muy pronto descubrimos que coincidíamos también en la obsesión por pulir detalles; tenemos ese rasgo en común que viene acompañado de una tendencia natural a sumergirnos en largas horas de labor, propicias para que una idea madure y llegue lo más cerca posible del ideal.
Entonces, halladas esas compatibilidades, Un canto viajero fue como el verso inicial de una canción infantil, de esas donde de una cosa nace la otra, y de esa otra, otra más y así hasta el infinito.
El Centro Pablo por su lado, orgulloso de haber sido el puente donde se cruzaron nuestros caminos, nos convocó varias veces para cantar durante sus presentaciones en la feria del libro y otros eventos. Así en febrero del 2003 nos vimos un día montados en un catamarán rumbo a la Isla de la Juventud. Fue el primero de los viajes que hicimos juntos y ahí mismo, tal vez sin darnos cuenta, comenzaron a juntarse anécdotas y expresiones en un imaginario de vivencias de los tres, que regresaba después a nuestras conversaciones en forma de chistes y juegos de palabras recordando personajes, lugares, episodios simpáticos.
A la par de estas aventuras juglarescas, nos empeñábamos en redondear el repertorio compartido añadiendo a las canciones infantiles brasileras, otras de nuestros respectivos repertorios y así nació el espectáculo Juglares y duendes que también tenía elementos teatrales.
Fue en otro diciembre (2003), en una mañana invernal, que lo presentamos en la Sala Caturla del Teatro Amadeo Roldán ante un público sonriente y muy abrigado. En esa puesta en escena colaboró en la dirección artística y producción Roxana de los Ríos, coreógrafa y promotora cultural, y el dúo de titiriteros La salamandra que aportó el diseño y confección de títeres.
De esa presentación justamente nació una frase que terminó siendo mi manera cariñosa de dirigirme a Xóchitl y a Fito en conjunto. Yo interpretaba en cierto momento el personaje de un guajiro pintoresco y les llamé: “Compay Dúo Karma”.
En el verano de 2004 Cuba fue sede de la octava edición del Festival Mundial de Teatro Infantil de la AITA (Asociación de Teatro Amateur), y el Consejo de Casas de Cultura me encargó la canción tema del evento. Ahí me ocurrió algo singular: mis primeras imágenes de la canción incluían de manera poderosa las voces y el apoyo de percusión del Compay Dúo, por lo que una vez terminada, de inmediato les invité al montaje de Canción de la Maga Esperanza, y la grabamos en el estudio de La Colmenita, otro de los hogares que nos ha recibido siempre con afecto especial. Con esa canción en vivo abrimos el evento en el Parque Morro Cabaña.
Y a finales del propio 2004, tras una estancia en Colombia, traje un disco precioso llamado Cantos del Pacífico fruto de la investigación de las pedagogas y cantoras colombianas Claudia Gaviria y Pilar Posada, que recopilaba y versionaba canciones tradicionales de la costa del Pacífico colombiano. Cuando Claudia anunció su próxima visita a Cuba, se nos ocurrió armar una gira con ella, compartiendo una selección de esos cantos colombianos que nos encantaban, junto a otras canciones nuestras ligadas al mar, ese omnipresente en nuestras vivencias isleñas, y todo aquello terminó en una pequeña gira por tres ciudades marinas.
Mares y trovadas, como se llamó el concierto, transitó durante enero de 2005 por El patio de Las Yagrumas del Centro Pablo en La Habana, La peña de Lien y Rey en Matanzas y el espacio La suerte de los cangrejos, en Cárdenas.
De esa juntada surgió la posibilidad de llevar Juglares y duendes a Medellín, lo cual se concretó meses después. Fue un honor y una inmensa felicidad presentar al Dúo Karma allí. Recuerdo su primera actuación en el Colegio de Música de Medellín y las caras magnetizadas del público.
Los Karmas regresaron a Cuba primero y yo lo hice en abril del año siguiente, en 2006.
Venía ya con la invitación confirmada de Tita Maya, directora general de la Corporación Cantoalegre para que fuéramos los tres al II Festival Internacional de la Canción Infantil Cantoalegre en octubre.
Teníamos varios meses por delante y ya Juglares y duendes había recorrido escenarios y circuitos de público en Medellín, de manera que el reto era componer un nuevo montaje.
Fue entonces, con la energía iluminadora que ha rondado siempre esta alianza y amistad nuestra, que decidimos emprender la creación de un repertorio a seis manos que recorriera géneros musicales cubanos en clave de juegos y diversión: el proyecto La Guarandinga.