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Artículos Pablo Milanés. Ilustración: Mayo Bous / Magazine AM:PM. Pablo Milanés. Ilustración: Mayo Bous / Magazine AM:PM.

Pablo, el tiempo y el fin

Cuenta el chileno Enrique Lihn en un poema la historia de un amigo “de otros años” que por las noches huía del hospital en el que estaba internado y tocaba a las puertas de amigas “condenadamente bellas” que ya no lo deseaban o que nunca lo habían hecho. Aquejado por una enfermedad mortal, el hombre buscaba ser recibido a toda costa, tenía prisa, se le acababa el tiempo, tras lo cual Lihn imagina la escena en que esas mujeres e incluso sus esposos lo devuelven a su lugar de origen “en medio del gran silencio”.

El enfermo, ese ser apremiado por el dolor y la muerte, tiene una relación especial con el tiempo. Sin embargo, no hay que conocer a pie juntillas su fecha de cierre vital para estar poseído por los demonios de esta conciencia particular. Ya sé que estas no son reflexiones de treintañeros; lo sé porque yo también tuve esa edad.

Siempre me llamó la atención cuán atraído por el paso del tiempo estaba Pablo Milanés, un compositor, digamos, con un acentuado viso ontológico cuyos temas escuché sin descanso en aquel tocadiscos Sylverstone de madera buena que reposaba en una esquina de mi casa y que sucumbió por fin a insectos extraños, persistentes, a mediados de los noventa. Recuerdo con especial simpatía el LP La vida no vale nada, de 1976, con su carátula negra brillosa y la imagen del trovador, casi una silueta un tanto adusta, con su afro y sus amplios espejuelos de pasta. O aquel otro, Querido Pablo, de 1985, colorido, coral.

Las publicaciones de este hombre, sobre todo las de los años setenta y ochenta, dan cuenta de esta obsesión a la que me refiero: El tiempo, el implacable, el que pasó (“Al hacer un recuento ya nos vamos”), Para vivir (“y ahora tratar de conquistar con vano afán este tiempo perdido”), Hoy la vi (“Desperté la mañana en que no pudo ser”), Años (“Pasan los años y cómo cambia lo que yo siento”), Ya se va aquella edad (“dar un viaje del que jamás regresarás”), El manantial (“Érase un camino muerto por los años y el dolor”), Cuánto gané, cuánto perdí (“Dónde estarán los amigos de ayer”) o Mi dulce niña (“Pasaste por todos mis años”).

No me interesa proponer aquí un análisis filosófico o musical de ningún calado. No sé hacerlo. Me basta con acotar que se trata de letras que pueden ser hermosas escuchadas a los 16, a los 22 años, pero que cobran un valor áspero, rotundo, pasados los 40, cuando el peso del tiempo ya es otro, o al adentrarnos con temblor en la década siguiente. (Insisto, estas no son cuitas de treintañeros, no, no pueden serlo, y qué bueno que así sea.)

Uno, que a los 51 años acaba de pasar por una cirugía del corazón y que ha estado por primera vez desconectado de este mundo durante casi cuatro horas de silencio, sale de ahí cavilando con énfasis sobre el tiempo y el modo en que todo suele deshacerse. Nada que no sea, de manera pedestre, lo que llevaron a cabo por siglos los poetas, los novelistas, los filósofos.

Lo primero que hice cuando supe de la muerte de Pablo Milanés fue regresar a su tema Mírame bien, de 1982, posiblemente una de las canciones más conmovedoras, junto a La Felicidad (1988), que supo componer, y que relata la historia de un hombre maduro que busca desprenderse, no sin dolor, de una mujer mucho más joven a la que ha amado.

Mírame bien, no creo ser el hombre
Que a cualquier dama asombre
Y es que mi mejor tiempo pasó
Te miro bien, provocas que me asombre
Gustas a cualquier hombre, tu vida comenzó.

Evitaré colocar toda la letra en este espacio; lejos de mí abusar de la paciencia del lector. En pocas palabras, sus versos van de la imposibilidad, que no física, de amar a una mujer que tiene 15, 20 años menos. (Desconozco cómo pudiera ocurrir en otras orientaciones sexuales; hablo por mí y por lo que esta canción lleva décadas advirtiéndome). Porque hay que ser muy iluso o soberbio para no darse cuenta de que nada es igual.

Se trata en el fondo de un asunto de belleza: de la lozanía que ya no se tiene, de la imposibilidad de retener la belleza y la vitalidad ajenas en todo su esplendor, y del “trágico dolor”, como apunta el propio Milanés, con que se termina viviendo en secreto. Que uno persista ya es otra cosa, la sensación de zozobra estará ahí, recordatorio, cilicio, calvario interior.

No busques más, no fuerces tu destino
Un día en el camino tu verdadero amor hallarás
Yo volveré a esa paz deseada
Aunque no quiera nada, y allí, recordaré.

La estrofa final es contundente. El poeta se despide de su amada y la canción cierra con el mismo toque de piano límpido con que abrió.

Justo por esos años, Raúl Rivero publicaba Poema con muchacha:

Cuando tú llegues a mi edad
Yo me habré ido
Cuando pasé por la tuya
tú no estabas.
Ahora te espero en esta foto
te espero en esta foto intemporal.
No llegues tarde
el barco en que se puede navegar
aguarda la ternura
o el naufragio.

Todo lo que he escrito aquí con la garganta trancada responde a una educación sentimental y a un pathos particular de los que no pienso abdicar.

Ya lo decía Enrique Lihn: “Nuestra es la fiebre que declina y no amaina”.

Gerardo Fernández Fe Gerardo Fernández Fe Narrador y ensayista. Autor de "Hotel Singapur" (Audere, EE.UU., 2021), "El último día del estornino" (Viento Sur, España, 2011), "Cuerpo a diario" (Tse-Tsé, Argentina, 2007 e Hypermedia, España, 2014) y "Notas al total" (Bokeh, Países Bajos, 2015), entre otros. Más publicaciones

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  1. Fidel Sanchez dice:

    Pablo es el único músico cubano que desde joven se obsesionó con el paso del tiempo. Esa tradición es más anglosajona que caribeña.Nosotros no somos dados a la nostalgia.Será que el presente siempre nos ha sido tan imperioso y traumático. Sus mejores canciones son sin duda, las dedicadas a los «años de ayer».

  2. Campaneria dice:

    Primer trabajo diferente, sensible y respetuoso sobre Pablito Milanés y su obra. Lo felicito.

  3. Ana Cruz dice:

    Gerardo! Cuántos años sin saber de ti! Adoré tu artículo, también crecí con las canciones de Pablo en un tocadiscos, slds

  4. Miriam dice:

    Interesante y sentido articulo, aunque soy mujer me siento muy identificada con lo q expresa, el tiempo y el paso de este sobre nuestros cuerpos, mentes y amores!

  5. Juan dice:

    Bello homenaje a un patrimonio cultural no reconocido suficientemente como lo es Pablo… gracias en nombre de sus alumnos….

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