
Mike Porcel, una oveja perdida, un poco más viejo
Es imposible salir ileso de Sueños al pairo. Ya sea porque viviste la Cuba de la época que retrata y te hace repasar todos los sucesos traumáticos que allí se muestran, o porque eres parte de una generación a la que le ha sido escamoteada una porción esencial de su historia, y empieza a reconocerla y a dialogar de manera conflictiva con ella. El documental que José Luis Aparicio y Fernando Fraguela han construido alrededor de la vida de Mike Porcel recoge cómo la intolerancia de un gobierno y una sociedad pueden quebrar la vida de una persona.
En un juego de espejos cargado de una ironía que a nadie se le escapa, la maquinaria de censura cubana, instrumentalizada en este caso a través del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, se ha activado para prohibir la exhibición de Sueños al pairo, alegando que se hizo un uso inadecuado de imágenes sobre las que detenta el derecho, en una espiral de enfrentamientos desde posiciones irreconciliables que ha terminado con la posposición de la Muestra Joven y la destitución de su directora, la realizadora Carla Valdés León.
Este es un documental al que todos los cubanos deberíamos tener la oportunidad de acceder, no con el espíritu revanchista que cada vez con más frecuencia se apodera de las redes sociales, sino como un ejercicio de aprendizaje de construcción colectiva como nación, que no puede pretender desconocer nuestras horas más oscuras.
Pero tras la irremediable pregunta de a cuántas miles de historias como esta nunca vamos a acceder porque no son la de Mike Porcel, me puse a pensar en que una de las mejores maneras de restañar nuestras heridas como país, al menos en este caso concreto, es acercándonos a la obra de este músico que intentaron malograr, redescubriendo sus piezas pasadas y conectando con toda su producción posterior a su salida de Cuba, hace ya más de 30 años.
No me había acercado antes a la obra de Mike Porcel. Para mí era un nombre más en el panteón de la canción cubana, el fundador de Síntesis, el autor de Diario, esa pieza que interpretaba hermosamente Santiago Feliú, y del tema del Festival de la Juventud del ‘78 que defendió Argelia Fragoso, y poco más; en sentido general, su discografía en solitario, exigua y potente, había pasado inadvertida para mí. Por las razones obvias, porque en Cuba sus creaciones pasaron a la lista negra de los medios masivos —para fortuna nuestra algunas sobrevivieron en las voces de cantantes como Elena Burke y, más recientemente, Ivette Cepeda—, porque en la prensa local las referencias a su trabajo son prácticamente inexistentes —bendito Joaquín Borges-Triana y bendito Caimán Barbudo—, porque su obra no forma parte de la épica de la Nueva Trova ni tampoco está forjada en un discurso maldito que lo convierta en abanderado de la lucha contra el gobierno cubano. Así que a través de mi descubrimiento personal propongo un ejercicio de (re)descubrimiento colectivo.
Mike Porcel es un autor en el que confluye una sólida formación como guitarrista clásico (con un evidente gusto por las armonías de la música clásica europea y el rock anglosajón), y una sensibilidad poética singular, en la que se percibe un pulido manejo de la palabra, con imágenes sencillas e intimistas, que logran superar el agujero negro del coloquialismo, tan caro al entorno de la época en que este artista se formó.
Esta marca distintiva de su trabajo dejó huella en las agrupaciones y proyectos en los cuales se involucró en Cuba hasta finales de los ’70 —los primeros LP de Amaury Pérez, el En busca de una flor de Síntesis—, pero no es posible apreciarla a plenitud hasta la tardía llegada de su álbum debut, Intactvs (MusicMP.Inc, 2008). En este disco, que recoge varias de las canciones que Porcel escribiera hasta la fecha, los arreglos y la mezcla un tanto anacrónica (intencionalmente o no, suena como si fuera una obra grabada en los ‘80) se perdonan, como mismo se le perdona esa voz frágil suya, porque lo salvan (y a nosotros con él) unas letras y melodías que debieron acompañarnos siempre.
Resulta bochornoso que el gobierno cubano quisiera apagar la voz que escribió cosas como: “Violando las distancias te ampara el amarillo, / el corazón cerrado, el misterio del vino y el año que se fue” (Ana María); “Una canción no salva lo que se pierde / ni puede dar aliento a lo que muere / Más triste o más serena, guarda su pena / sabiendo simplemente que sólo vuela / y que el amor más tarde o más temprano / saldrá de su escondite de flor en mano” (Canción para esperar el alba); “Entre las algas y los caracoles me hice un amante fiel a mi manera / sin más defensa que las ilusiones o el vuelo que me trajo una paloma. / Abandoné mi cuerpo a la llovizna y he sentido la falta de tu beso / pero me dio la lluvia una riqueza que tu aliento y tu beso no me dieron” (Diario).
Con lo bien que nos hubiera hecho atravesar los últimos 40 años acompañados por las canciones de Mike.
Para nuestra fortuna, el insilio de los ‘80 al que fue sometido Porcel no acabó con el artista. “La música siempre ha estado conmigo”, me responde vía correo electrónico, “eso no me lo pudieron quitar. Empecé a trabajar en una iglesia (San Antonio de Padua) como organista y luego también en otras. No tenía trabajo y fue (afortunadamente) el único que encontré relacionado con la música. Seguí componiendo. Muchos de los temas de mi CD Personal datan de esa época”.
De Intactvs a la fecha Porcel ha producido otros dos álbumes propios (Personal (MusicMP.Inc, 2013) y Echoes (MusicMP.Inc, 2017), un disco en colaboración con la cantante Ivette Cepeda y el actor Daniel García Rangel (Versos del alma, Juan Primito Productions, 2016), además de continuar su colaboración con agrupaciones teatrales como Avante, un viejo vicio que nunca lo dejó tras sus días en Teatro Estudio y la singular experiencia que significó el espectáculo Que hablen los poetas.
Amén de las dificultades para la producción independiente que pueda enfrentar Porcel, amén de todos los acordes que quedaron en el camino por la pena de muerte social a la que fue condenado, Mike Porcel debiera hacer más por promocionar su obra. En tiempos en que prácticamente nadie vive de la venta de su música, sino que son su mejor mecanismo promocional, resulta imperdonable que sus últimas producciones no pueden consumirse en las plataformas digitales del momento (YouTube, Spotify, Apple Music) y solo sean accesibles mediante la plataforma CDBaby, un pequeño dinosaurio en vías de extinción (al preguntarle al respecto aclaró que estos materiales llegarán próximamente a las principales plataformas de música).
Si alguien hurga mucho podrá encontrar fragmentos de Echoes en un canal de YouTube, una suerte de suite “para orquesta y banda de rock” en la que Porcel conjura sus influencias y entrega una pieza vigorosa y de un eclecticismo vibrante, no apta para todos los oídos, pero que los amantes del rock progresivo pueden apreciar. Si alguien hurga aún más encontrará en su web personal unas composiciones instrumentales (Church; Cinco arreglos para quinteto de viento) que prescinden de la palabra (progresivamente las palabras van desapareciendo de la obra de Porcel), algo que no echamos de menos cuando nos damos cuenta de que la fuerza de estas orquestaciones es lo suficientemente elocuente.
“En estos momentos no dedico tanto tiempo a mi trabajo de cantautor como años atrás”, dice. “Hago conciertos y es lo que me mantiene más en contacto con mis canciones. De vez en cuando hago una canción, pero estoy más concentrado en la música orquestal, la música que compongo para teatro, y proyectos musicales que van por otros derroteros”.
Nunca sabremos cuánta música se le quedó atragantada en la garganta o no a Mike Porcel (al artista, al hombre sabemos que demasiada, basta con hacer la lectura a la que nos invitan los realizadores de Sueños al pairo, cuando cierran el documental con Porcel cantando Diario y dejándonos la certeza de que le habla a esa cosa difusa que llamamos país natal).
Especular al respecto es adentrarse en el terreno de la ficción, pero la vida de Mike Porcel, su defensa absoluta de que el espíritu de una canción no se negocia, su ejemplo de que un tema puede tener armonías complejas sin sacrificar la sencilla belleza, son razones más que suficientes para que aprendamos a valorar su obra.
En una entrevista disponible en YouTube, dice: “Aún [2011] yo sigo luchando por estabilizar mi carrera, porque cuando pierdes nueve años y sales a la luz después (…) me ha sorprendido que en Internet me dicen ‘ah, pero yo pensaba que usted estaba muerto’… ¿Te das cuenta? Gracias a toda esta tecnología nueva (Facebook, YouTube, las computadoras) un artista independiente puede mostrarse y seguir en contacto con el público, pero pasaron muchos años donde todo esto no estaba, y quedó un gran vacío, como un gran silencio alrededor de mí”.
Para sobrevivir lo más ileso posible, Porcel ha tenido que despojarse de sentimientos nostálgicos. En su memoria solo quedan jirones de una Habana que tiene la certeza que no volverá a ver (la casa de sus padres, alguna que otra calle).
En el Diccionario Enciclopédico de la Música en Cuba la entrada correspondiente a Mike Porcel llega hasta la fundación de Síntesis, su trabajo con Teatro Estudio en la primera parte de los años ‘70 , y cierra con la escueta referencia “Se radicó en España”. Según este canon murió cuando fue silenciado de la cultura oficial. Me gustaría que el vergonzoso episodio de la censura de Sueños al pairo pudiera tener como resultado que escuchemos más a Porcel, que su nombre sea restituido, no solamente en la historia oficial, sino sobre todo en la memoria colectiva de nuestra nación.
De todo este lamentable revuelo, Mike Porcel saca algunas conclusiones felices: “He sido contactado en mi página de Facebook por jóvenes de una generación que ni había nacido en aquellos días. Se han escrito crónicas, comentarios muy hermosos (…) a todos desde mi corazón GRACIAS!”.
Discografía en solitario:
Echoes (MusicMP.Inc, 2018)
Personal (MusicMP.Inc, 2013)
Intactvs (MusicMP.Inc, 2008)
Recuerdo cuando Miriam Ramos canto su tema Ay del amor en el concurso Adolfo Guzman creo fue en 1979,que hermosa cancion!que por suerte la propia Miriam ha vuelto a grabar en el 2019 en su disco El piano y yo.Realmente la obra de Mike Porcel merece ser conocida por su extraordinaria calidad!