
Los Perros / Isla Escarlata
Hay canciones que hablan por multitudes, nacidas de artistas que entienden que la música, como el arte mismo, responde al contexto y lugar donde surge. En Cuba, uno de los pocos que asume el riesgo de crear un discurso coherente entre nuestra realidad y la creación es el dúo Isla Escarlata. Ello no es casual, por supuesto. Desde la fundación del proyecto en noviembre del 2020, Samuel Delgado y Javier Sampedro tuvieron clara su intención de utilizar la canción como reflejo del país que habitan. Y, como ellos mismos dirían: a tiempos difíciles, canciones consecuentes.
Eso contiene Los Perros, el recién estrenado segundo EP del dúo y, aunque la intuición me adelantaba que no encontraría a un Samuel cantándole a Jaruco, ni a unos artistas tirando dardos a un blanco a ciegas, no dejan de sorprenderme con esta narrativa. Hablo de narrativa porque las tres canciones que integran esta producción poseen una unidad discursiva que transita, primero, por El Miedo, luego por Los Perros —segundo track homónimo al material— y encuentra su desenlace en La Gritería.
Cuando creas un proyecto tan bien pensando como este sucede lo siguiente: independiente, cada tema guarda sentido, pero si se analizan de conjunto adquieren mayor significado. Por ejemplo, en el primer track se escucha, como elemento que invoca el miedo: si existo, sus perros me encuentran, me borran… En el segundo, ya se nota una transición: …si sueltas tus perros aquí los espero, no voy a correr. Ya el miedo no existe, ha evolucionado. Y, una vez que llegamos a la tercera pista, ocurre la liberación, para completar el círculo: Hoy mordí la cadena. Hoy entierro mis penas. Sangraron mis venas. Su rabia no me condena. Salgo pa’ la calle a celebrar con gritería. Salgo con los míos a formar la gritería.
Pero hagamos el ejercicio inverso, y analicemos cada canción por separado. ¿Qué escuchamos? ¿Qué provocan? En días recientes un amigo cercano me comentaba que El Miedo lo transportaba a un patíbulo, con un coro de personas rogando por el alma de quien será ahorcado y que le recordaba también a Guerra, de Residente. Precisamente eso es El Miedo: un canto a la impotencia, a la persecución y al susto de la libertad; una canción en memoria del censurado novelista Reinaldo Arenas en los años 60 y 70 que exterioriza rencores y odios acumulados. Y, por redundante que suene, una canción sobre el miedo al propio miedo. Sin embargo, encuentro en ella un raro sentimiento esperanzador. Quizás sea la voz de Frank Mitchel, que le aporta suavidad a la melodía, como el propio anhelo de vivir en un país, sin temores.
Los Perros, por su parte, es una canción que no pretende ser bonita porque no lo necesita. De fondo un redoble de tambores y una mezcla de sonidos remiten imaginariamente a cosa militar. Suena a reclamos, a exigencias, no a ruego de concesiones. Pero ¿dónde alcanzan esas exigencias su punto más álgido? En la calle, en la colectividad, en el grito que emerge; primero contenido, durante los sutiles arpegios de guitarra que suenan mientras Isla Escarlata —a la altura del segundo 57 de La Gritería— advierte: “vamos a formarla”, para luego romper, desenfrenado y a todo color, con los repiqueteos de batá, en esa suerte de samba, fiesta y celebración que implica quebrar las cadenas del opresor.
Así son las buenas canciones. Tienen la capacidad de retratar distintas realidades, sentimientos distintos. Como si lograran ajustarse a lo que vive y padece quien las escucha. Da igual el momento en que hayan sido grabadas. Son, sin temor a exagerar, imperdurables. Invencibles al tiempo. Este EP, por ejemplo, tuvo su primera semilla en febrero del 2022, tras la performance del dúo en un evento del proyecto cultural La Jeringa. Luego de su grabación, Samuel y Javier pactaron su aparición para septiembre, siete meses después de su gestación. Lo hicieron sin adivinar que el 30 —día en que completarían la narrativa con el lanzamiento en todas las plataformas del último track— las calles del país se convertirían en un hervidero social. La Gritería sería, entonces, un aullido en medio del caos que muchos solo pudimos escuchar días después, debido a los cortes de conectividad y electricidad. No obstante ese delay, no hubo mejor momento para que esa canción existiera. Por eso, quizás, me gusta tanto. Porque Isla Escarlata sabe que una canción por sí misma no cambia la historia, pero conoce su capacidad para contarla.
Hablar de Los Perros, el EP, es también hablar de la propuesta audiovisual que lo acompaña. Esta no es la primera vez que Samuel y Javier se encargan de la dirección de un videoclip. En diciembre de 2021 dirigieron Respira, un tema en colaboración con Yoyi Lagarza. Precisamente, como una suerte de juego intertextual, algunas de las escenas de aquel audiovisual abren el video de El Miedo, que inicia en una especie de sala, donde los Isla Escarlata miran hacia un televisor que reproduce fragmentos del sencillo antes mencionado. Desde el primer momento, el dúo parece advertirnos que ha superado una etapa. Una etapa que ahora contempla y acepta con madurez.
En las primeras escenas vemos sangre, enfrentamientos; elementos que refuerzan la violencia de las letras. A modo de contraste, encontramos también alegorías a la paz, el amor y la esperanza. Es entonces que se me revela algo que particularmente me gusta de Isla Escarlata: su capacidad de decir sin explicitar. Cada pieza está cargada de simbolismos, no hay elementos ubicados por una simple estética, cada persona u objeto desempeña una función en la narrativa. Hago un paréntesis para la iluminación, a cargo de Ernesto G. Guerra y Rafael E. López, que le aporta —con tonos principalmente azules, rojos y verdes— un aspecto escalofriante a las escenas, acorde a la intención “oscura” de este proyecto. También las palmas para el vestuario, a cargo de Marlon White, que muestra a un Samuel y Javier totalmente irreverentes, dispuestos —repito— a asumir riesgos.
Y ese es, quizás, el gran valor de esta nueva propuesta. Quienes han seguido la trayectoria de Isla Escarlata hasta hoy, quienes escucharon con anterioridad su primer EP Cerrar los ojos, lanzado en julio de 2021, entenderán el giro de timón. A diferencia de aquella primera producción, marcada por un sonido ecléctico, donde convergen trap, conga, una balada, una guajira, en la segunda ambos artistas se alejan del encasillamiento que reza que “para representar un país necesitas interpretar sus géneros tradicionales”. En esta ocasión, abrazan el rap como medio de expresión, beben de sus discursos confrontativos, contestatarios, antisistemas; y, a la vez, con una osadía tremenda, apuestan por incorporar a este género, de manera orgánica, todos aquellos sonidos por los que ellos, como artistas, transitan. No le deben nada a nadie. Son sinceros y auténticos. Y eso se escucha cuando reproduces Los Perros.