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Live coding en Cuba: del código a la métrica

A comienzos del siglo XX Lévi-Strauss aplicó los principios del estructuralismo lingüístico para estudiar los patrones culturales y definirlos algorítmicamente, y Chomsky trató de hacer lo mismo con el lenguaje humano a raíz de su gramática generativa.
Décadas después, atravesadas las puertas del milenio, los lenguajes de programación aún son vistos por los no practicantes como caracteres invocados en cuartos oscuros. 

Pero arribamos a otra época de innovación, una en la que nuevos roles despuntan a costa de la tecnología. Entre estos encontramos un tipo muy particular de producción musical, en la que tempos, ritmos y escalas están a la orden de una línea de código. El live coding ha iniciado una era para la generación de música en vivo y en estudio. A estas alturas no es tan descabellada la idea de convertir a los programadores en DJ y a los DJ verles tirando ondas en una consola.  

Arte + programación = live coding

El live coding es una forma de artes escénica y una técnica de creatividad centrada en la escritura en tiempo real de código fuente a partir de programación interactiva. Nacida con  los aires de la música electroacústica en universidades del Reino Unido, esta práctica, que incluye un lenguaje para describir secuencias flexibles (polifónicas, polirrítmicas o generativas), ha ido in crescendo.

En la prehistoria del live coding, el sonido que generaban era obtuso y abstracto; sin compases ni notas (y con frecuencias destroza-oídos). Temas difíciles de bailar e interpretar. Pero, mañas mediante, las habilidades con la programación mejoraron y los proyectos musicales de los live coders comenzaron a ser un hecho.

Así llegamos a Toplab, que en 2004 abrió un capítulo en esta saga al convertirse en la primera organización en el mundo creada con la misión expresa de explorar y promover el live coding. TidalCycles (conocido como “tidal”) es un popular lenguaje de programación de código abierto creado en el 2009 por Alex McLean que permite hacer live coding basado en patrones, ya sea música en vivo en algoraves o componiendo en el estudio. Está basado en Haskell, lenguaje de programación estandarizado multipropósito, es compatible con cualquier sistema operativo, y permite disparar secuencias y conectarlas a un banco de samples (a través del protocolo OSC). Para usar tidal es preciso dominar también Super Collider (programa para hacer música con código de licencia libre) y un plugin que vincule el editor de texto con el software. 

En 2012, en el Reino Unido un grupo de coders encabezados por Alex McLean y Nick Collins comenzaron a mover una serie de eventos llamados algorave. En estas intersecciones entre algoritmo y rave, la intención era sacar al live coding de la academia para hacer música para bailar, muy a tenor con la escena techno. En una algorave, como regla general, el código debe de ser proyectado con el fin de transparentar a los asistentes una actividad, dentro de la lógica de compartir del open source, al tiempo que otro coder acompaña el performance con representaciones visuales.

En este campo, otro conocido es Sonic Pi, entorno de codificación en vivo basado en Ruby, originalmente diseñado para las lecciones de música en las escuelas. 

En todos estos lenguajes, y tal como sucede en una orquesta, quien crea la secuencia de caracteres es quien lleva el mando de la melodía.

Eduardo Pujol. Foto: María Lucía Expósito.

Eduardo Pujol. Foto: María Lucía Expósito.

Cuba también tiene live coders

La Habana. 26 grados. La Lisa a más de 75 decibeles. Eduardo Pujol se sienta a componer en su quinto piso. Viene del mundillo de los ceros y los unos. Su currículum se resume a tres semanas usando tidal y un año y medio experimentando con Sonic Pi y miles de líneas de código. Todo empezó por un video recomendado en YouTube. 

“Me gusta como forma de hacer música y porque es más fácil de usar que otros programas para mezcla y generación. Ahora mismo, a modo de hobby, produzco música electrónica, aunque solo par de amigos han escuchado lo que hago. 

“Tengo archivos de sonido que son míos, pero la mayoría los descargo. No pienso mucho cuando compongo, es etéreo; trato de dejarme llevar y hacer que suene interesante. 

“Como vía de composición, en este sistema puedes hacer cambios rápidos en la marcha, no estás atado a una sola cosa, un mismo sample puedes modificarlo hasta el punto en que se convierte en algo completamente nuevo. A raíz de eso se abre un cúmulo de posibilidades infinitas. 

“Aquí los DJ tienen habilidades para adaptarse a la tecnología y hacerla suya”, reflexiona Eduardo. “Quién sabe si el día de mañana nazca de golpe un interés más específico por el live coding made in Cuba”.

Malitzin Cortés e Iván Abreu durante el Taller en La Habana. Foto: María Lucía Expósito

Malitzin Cortés e Iván Abreu durante el Taller en La Habana. Foto: María Lucía Expósito

Muéstrame tus pantallas

En paralelo, las comunidades virtuales van ganando la apuesta. El trabajo colaborativo dentro las producciones musicales marca otro terreno para esta suerte de gremio o sociedad sonora. Desde la perspectiva de un live coder, esta práctica vendría siendo un antónimo del desarrollo que considera al software como un producto comercial y no como vía de interacción, intercambio y edición de entornos. De ahí uno de su eslogan: Show us your screens (muéstranos tus pantallas).  

Hace unas semanas, la programadora, arquitecta y live coder mexicana Malitzin Cortés y el artista multimedia cubano-mexicano Iván Abreu vinieron a Cuba. El taller “Programación de música en TidalCycles” trajo a los participantes cubanos un buen pretexto para quedarse sin sueño. Clave cubana y guaguancó puramente codificados. Pistas techno a base de improvisación en tiempo real. Instrumentos a merced de los dedos al teclado. Malitzin confía en que existe un deseo en varias generaciones de producir y escuchar cosas diferentes y otras formas del sonido. 

“Conocimos mucha gente en el taller que está innovando frente a dificultades de accesos. Detectamos nodos de personas que están súper informadas. Realmente sí hay una pequeña comunidad que se está empezando a formar y que quiere producir con esta tecnología”.

Amén de las líneas ejecutivas en el campo visual de tidal, estos nuevos actores de la programación creativa también explicaron cómo en las comunidades de música algorítmica y el live coding se comunican y comparten conocimiento y qué tan cotidiana es la sonoridad generada bajo estos métodos.

“En Cuba puede llegar a pasar un fenómeno parcialmente parecido a lo que sucedió en México. Todos los países latinoamericanos compartimos ciertas instancias con respecto a la tecnología: cómo la consumimos, la implementamos y de qué manera la adoptamos para la música, artes visuales, producción artística o comerciales. 

“Quisiéramos volver con todas las herramientas listas y hacer un voz a voz para compartirlas offline con nuevos asistentes, y tener más días para conocer a más gente que haga arte sonoro. El espacio comunitario de Copincha, Fanguito Estudio y la Fundación Ludwig fueron los lugares con los que pactamos para regresar y difundir contenidos.

“La única dificultad que detectamos fue el acceso a Internet, que sigue siendo caro y no está al alcance en relación con los sueldos. Muchas de las herramientas que compartimos son de uso libre, pero requieren descargas de la web. En las comunidades alrededor del mundo se estilan mucho los festivales en streaming con live coders de Inglaterra, Colombia, Australia, México, pero acá la subida de datos a la red se convierte en una de las cosas más complicadas.

“Los cubanos tienen una historia bastante fuerte e importante como creadores de ritmos y música. Buscamos mover en la Isla la cultura maker en pos de las artes visuales y hacer posible un par de eventos para trabajar la improvisación sonora. Hay un público muy deseoso de vivir este fenómeno”.

El encuentro entre DJ, artistas de nuevos medios y amantes del código en el taller dejó clara una tesis: la migración hacia otras rutinas de producción podría convertirse en algo más que un parche contra el software privativo en la música y la programación, en esa ecuación, podría ser un factor común que destierre ciertos mitos sobre nerds y alienados sociales. 

Cuba tiene una avanzada de adeptos al software libre y un ejército de partidarios en la experimentación musical. Frente a las fórmulas predefinidas, el live coding será (o no) el factor común donde los algoritmos sirvan para explorar espacios poco comunes y los DJ’s lleven su matriz a otras sonoridades. 

María Lucía Expósito Más publicaciones

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