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Reseñas Concierto experimental Laboratorio sonoro Dimorphos: El encuentro de las dos formas, en El Ciervo Encantado. Foto: Sergio Romero. Concierto experimental "Laboratorio sonoro Dimorphos: El encuentro de las dos formas", en El Ciervo Encantado. Foto: Sergio Romero.

Una noticia colosal

Un asteroide, bautizado por la NASA con el nombre de Dimorphos, será objeto de la primera misión de defensa planetaria. Este cuerpo cósmico, cuyo nombre significa “dos formas”, sería el primero que cambie su órbita debido a la intervención humana. El operativo consiste en lanzar una nave DART / Dardo (Prueba de Doble Redirección de Asteroide por sus siglas en inglés), que colisionará contra el cuerpo espacial mediante un impacto cinético. Dicho asteroide se pretende utilizar como conejillo de indias para futuros objetos espaciales que sí representen un peligro real, debido a su cercanía y posterior impacto contra la Tierra. La prueba está programada para este 2022.

El Laboratorio Sonoro Dimorphos, proyecto concebido por David Varela y que apuesta por la experimentación sonora y multimedial en alianza con lo performático, adapta toda la información anterior para concebir una obra musical. La pieza referente al asteroide se divide en cuatro movimientos, cada uno representativos del tiempo y el espacio de sucesión de los hechos, como también de los personajes que intervienen. 

Toda la obra es, de hecho, la visión hiperbólica de una noticia. Y tuvo su más reciente exposición en la sede de El Ciervo Encantado, durante el concierto experimental Laboratorio sonoro Dimorphos: El encuentro de las dos formas, donde intervinieron Camila Pérez (al violín y la melódica), Andrés Mayo (guitarra) y Alex Joy (guitarra y  teclado). Este último,  además de la dirección  musical, tuvo bajo su comando los efectos electrónicos. Varela, por su parte, fue el director general y conceptual.  

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El primer movimiento se sitúa en la Tierra. La obra abre con el efecto enter the cave (dentro de la cueva) produciendo el sonido de una gota al caer en repetición, seguido de cierto eco húmedo. Luego,  aparecen sonidos mecánicos y naturales, rayos, balbuceos, todos efectos en loop,  mientras los instrumentos (teclado, guitarra, violín) van sumándose con pequeñas intervenciones que sugieren sonidos de la naturaleza. La suma de todas estas sonoridades da forma a la vida en el planeta, que inicia en la mencionada caverna. Poco a poco el lugar avanza, hay movilidad dentro de él. También se genera una visión más espacial donde lo mecánico atribuye a la Tierra la condición de nave y, por tanto, su coexistencia en el espacio exterior. 

La esencia latente en la pieza tiene un tinte tétrico, nebuloso. El violín chilla, al punto de mostrar su filo y los balbuceos inquietantes —y más tarde los gritos junto a las repeticiones electrónicas— construyen una Tierra más bien dolorosa, que pareciera nacer otra vez, a manos de los músicos. 

Al final de este primer movimiento se presenta una melodía disonante que funcionará como leitmotiv y que, a modo de advertencia, anuncia al Dimorphos

Concierto experimental Laboratorio sonoro Dimorphos: El encuentro de las dos formas, en El Ciervo Encantado. Foto: Sergio Romero.

Concierto experimental «Laboratorio sonoro Dimorphos: El encuentro de las dos formas», en El Ciervo Encantado. Foto: Sergio Romero.

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Acá se desarrolla la idea de amenaza y comienza con un marcado sentido electrónico por el uso del sintetizador. El propósito es también situarnos en la NASA a través de los distintos sonidos y crear una atmósfera que insinúe el trabajo de investigación que allí tiene lugar. A lo largo de todo el movimiento se vuelve a presentar a Dimorphos mediante el planteamiento de su melodía. Más tarde, en la pieza se introduce una escala cromática descendente y ascendente; de este recurso se valen los músicos para generar tensión, precisamente la vivida en el momento donde se detecta al asteroide. Para este punto, el terror se hace eco en las superposiciones sonoras: lo natural y lo tecnológico se encuentran; se funden en una gran alarma donde el violín y la guitarra actúan para decir que el peligro es inminente. Aquí los efectos del teclado son retirados para que los instrumentos antes mencionados hagan lo suyo. La Tierra, en primera instancia tranquila pero tétrica, identifica a su potencial enemigo. Luego se hace el silencio. 

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Después de la incertidumbre, el asteroide pasa a ser el objeto de estudio. Los instrumentos toman el papel de aviadores dentro de un peligro en términos colosales. Y cuentan, desde la perspectiva del Dimorphos, su descomunal propósito. Esta pieza es una de las más intensas. 

Los efectos quedan fuera. Cambia la sonoridad y se le da espacio al teclado con efectos de piano, al violín y a la guitarra. Se busca una dinámica más natural, acústica, orgánica. El  leitmotiv vuelve, pero esta vez mezclado con muchas inter-melodías al sonar alternadamente, piano y violín. 

El primero, de hecho, tiene especial protagonismo acá: guía al resto de instrumentos. Comienza haciendo una melodía de carácter oscuro. Arpegios como acordes disonantes  para mantener un estado de tensión. El registro del piano en este tercer momento es grave en su mayoría, incluso puede sonar explosivo, grotesco;  pero sin dejar de ser melódico. Plantea cuatro notas a modo de frase o motivo para agregar matices a la composición. Luego se trabajará el dodecafónismo en contraposición al antes mencionado motivo; creándose inestabilidad. 

Montados sobre la construcción musical, los artistas improvisan (ha sucedido en todas las piezas). El nuevo motivo entra ahora a manos del violín, con las cuatro notas propuestas por el piano. Después, la secuencia dodecafónica, siguiendo la primera línea trazada. Y continúan las improvisaciones, la vuelta a las frases, el leitmotiv, los trémolos del violín emulando temblores, etcétera. La guitarra apoya esta idea con efectos sutiles. Todos los elementos que aquí acuden dan forma final al Dimorphos y al espacio habitado por él. Poco antes del cúlmen de este movimiento, nos encontramos con una escala cromática descendente,  que vuelve a ascender progresivamente simulando el despegue de DART, la nave de prueba preparada para colisionar contra el asteroide. La intención máxima se direcciona a esta última parte generando una explosión sonora. La música se disuelve lentamente hasta el silencio y deja en el espectador una pregunta pendiente: ¿la Tierra… salió victoriosa o fue devastada? 

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Luego de una pequeña pausa, emergen dos notas (sol, mi) en loop, acompañadas de un efecto ambiental de la guitarra. A diferencia del anterior, este movimiento se proyecta calmado y más melódico. Camila comienza con la melódica para traer un timbre distinto, aunque al final vuelve a su instrumento de cabecera y sigue la improvisación. Pasados dos minutos del comienzo, Alex Joy —que en esta ocasión toma la viola— hace una proyección de cinco acordes sobre los cuales improvisan los demás artistas acompañados de algunos efectos. Cuando está por concluir, la guitarra de Joy presenta un último acorde con reverberación que se mantiene. Los músicos se retiran y el acorde muere; todo acaba. 

Esta última composición funciona entonces como una especie de descanso en toda la obra. Mientras que el concepto es ambivalente: por una parte existe la posibilidad de que el planeta fuera abrazado por el Dimorphos, y la vida —que planteó el primer movimiento— dejó de existir, sin otra opción que el eterno reposo. Por otra, está el éxito de la misión. 

Concierto experimental Laboratorio sonoro Dimorphos: El encuentro de las dos formas, en El Ciervo Encantado. Foto: Nestor Fleitas.

Concierto experimental «Laboratorio sonoro Dimorphos: El encuentro de las dos formas», en El Ciervo Encantado. Foto: Nestor Fleitas.

El Laboratorio Sonoro Dimorphos aplica una especie de periodismo sonoro; es música experimental y descriptiva en un sentido más amplio. Este proyecto no solo se compone de improvisaciones que intentan reproducir un sentimiento, o apelar a una idea que nos transmita imágenes recuperadas de nuestra memoria estética y cultural. Su obra funciona como una crónica que solo es tangible para los oídos. Intenta dar a conocer los acontecimientos desde un formato alternativo. Informa, no de manera directa, sino desde la emoción que rodea el hecho que expone. Salvo el programa que recibe el público momentos antes de la presentación; donde se alude con un tinte poético a la esencia del espectáculo, no se muestran más datos al espectador. Este se enfrenta a una escenografía minimalista, compuesta por una mesa con los instrumentos encima, un reloj despertador y un juego de luces tenues en distintos colores. Mientras los artistas trabajan no se advierte más que el concepto musical; sin embargo, detrás hay una noticia de actualidad, que demanda del receptor su interés por documentarse y descubrir la connotación del show. Se evidencia aquí una característica importante del arte, y es que —más allá de las disímiles posibles interpretaciones— este debe estar justificado a través de sus componentes,  para conseguir veracidad y, por tanto, ser relevante para quien escucha.

Manuel Peláez. Foto: Sebástian Pérez Manuel Peláez Artista visual cuando estoy enfermo. Amante del país de mis padres y de una historia que contó Ángel Escobar, al cual sigo buscando. Actualmente con un orzuelo. Más publicaciones

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