
La Habana entre cuerdas y trazos
El estreno de Habana Concerto, un homenaje a la capital por sus 500 años que fue pospuesto por la pandemia de la COVID-19, tuvo lugar hace unos días en el Teatro Martí. Pero como nuestra hermosa “ ciudad maravilla” siempre está presta a recibir todo tipo de reverencias, esta ocurrió en vísperas de su 502 aniversario.
Un encargo de la Fundación Sgae fue el impulso a una idea que se hizo realidad en la inspiración y las manos de José María Vitier. El compositor escribió la obra pensando en la ciudad que habitamos pero su estreno estuvo dedicado también al centenario de su padre, Cintio, en un gesto que trasciende, sin embargo, el ámbito familiar: el ensayista y poeta, quien tanto estudió y cantó a La Habana, es, como se sabe, patrimonio de la cultura y la nación cubanas.
También otro “ habanófilo» ilustre fue recordado en el evento: el gran historiador, caminador y exégeta de la ciudad de las columnas, Eusebio Leal.
De modo que Habana Concerto, con dirección artística de Rolando Almirante, fue motivo de celebración y júbilo, quizá doble para el público por el goce de visitar de nuevo los teatros, convocado por su majestad la música después de tantos meses disfrutándola en casa.

José María Vitier. Foto: labrujulaudiovisual.
La nueva pieza de Vitier retoma sus habituales inquietudes legitimadoras de las confluencias que nos definen, y que a las matrices germinales ( España y África) suma los meandros barrocos que se consustanciaron en las Antillas mediante una variante sui generis, tan bien descubierta y plasmada por Carpentier en su literatura, y que ya José María «leyera» en profundidad y riqueza mediante la partitura concebida para la versión cinematográfica de Humberto Solás sobre El siglo de las luces.
El Habana Concerto nos acerca a los tres instrumentos protagónicos del complejo sonoro nuestro, o, para decirlo con las palabras de la musicóloga Miriam Escudero en sus notas al programa, a “ la Santísima Trinidad de la organología cubana”: flauta, piano y violín, alrededor de los cuales bordó el músico su nueva obra. La Orquesta del Lyceum Mozartiano de La Habana, bajo la segura batuta de José Antonio Méndez Padrón, la ejecutó con la presencia de valiosos músicos invitados.
En el Pórtico, el viento madera nos remite a la etapa colonial, en un sincretismo que funde la fuga barroca con los aires de salón marcados por la contagiosa e inconfundible contradanza. El Mediopunto que le sigue, con el violín de puntero instrumental, abre el abanico armónico a otros géneros tan aparentemente diversos como la habanera, el rock o las “fugas” —pero esta vez jazzísticas—, mientras la tercera y última parte (Vitral) tuvo al piano como personaje principal interactuando con la orquesta.
De modo que la perspectiva dialógica de varias formas y estilos, a veces en posturas concertantes pero siempre integradas al discurso, en función de un tejido sonoro riquísimo, resultó la tónica del concierto, que permitió tanto el lucimiento de la orquesta (de una densidad y cohesión musical admirables) como de los solistas: Niurka González, siempre encontrando las sutilezas de la flauta, extrayendo sus secretos más recónditos; Javier Cantillo, de ejecución no menos virtuosa, quien en gesto simbólico echó mano del violín que perteneciera a Cintio, restaurado para la ocasión; y Marcos Madrigal, pianista fino donde los haya, de los que hacen danzar las cuerdas percutidas con tanta fuerza como delicadeza, según requieran los pasajes. Este músico, sustituido en el momento final de la tarde por el autor y director musical, el propio Vitier —en ejecución magistral como es costumbre—, se le unió en su momento (en la Contradanza festiva y final, tras el Epílogo) para otro diálogo provechoso que incluyó además la ejecución precisa del contrabajo a cargo de Abel Acosta.

Habana Concerto. Foto: labrujulaudiovisual.
La parte visual incluyó tres cuadros homónimos de los primeros movimientos, concebidos por Silvia Rodríguez Rivero —compañera de José María, gestora de la idea y coordinadora general—, quien accedió a que los mismos fueran puestos a disposición de los artistas Aaron Moreno y Milton Raggi para que integraran la escenografía.
Pero en la opinión de quien escribe esta fusión no resultó del todo acertada. Las piezas de Silvia, hermosas y expresivas per se, dentro de esa figuración henchida de lirismo que trasuntan sus lienzos y retablos, debieron adjuntarse quizás a un fondo monocromático, suave, sin el recargamiento que ya detentaba la escena, llena de otras piezas y aditamentos, lo que no solo restó lucimiento a los cuadros sino que devino en saturación molesta, agravada por un diseño lumínico enfático que resultó un hándicap para la atención y concentración plena.
Por suerte —como hemos intentado transmitir aquí—, fue tal la fuerza y hermosura de lo musical y el estado de gracia de los ejecutantes, que recordaremos este estreno mundial como uno de esos momentos mágicos de la vida.
Los que no pudieron asistir a este indudable suceso (o quienes desean preservarlo como propiedad personal) tendrán próximamente a su disposición el DVD/CD que el realizador y productor José Manuel García grabara con un competente equipo para el sello discográfico Bis Music.
Será entonces oportunidad de reeditar la magia y el encanto de una tarde habanera que celebró los más de 500 años de nuestra ciudad legendaria.
Magnífico artículo querido Frank, bella reseña de un concierto de especial trascendencia para nosotros y para todos los músicos y personal artístico y técnico que nos acompañó en la travesía, que pusieron Arte, corazón y máxima entrega para lograr un homenaje a la Habana y a los habaneros a la altura de lo que hubieran querido Cintio y Eusebio.
Muchas gracias por tu mirada crítica que nos estimula y nos ayuda a crecernos en cada nuevo proyecto.
Un abrazo con el cariño de Silvia y José Maria