
Kalamazoo Sunset / Mel Semé
Estar sentado mirando a ningún lugar es un estado orgánico casi inmejorable. La mente vuela lejos y no deja de augurar el sueño. Así es Kalamazoo Sunset (Tropical Gold Entertainment; 2023), un álbum construido sobre lo etéreo y un horizonte de colores.
Enfocado a lo ambient y lo onírico, Kalamazoo Sunset restaura, en cierto modo, el culto al atardecer, al crepúsculo tropical. Un placard de armonías que esconde vibraciones cargadas de tranquilidad y sensaciones casi oceánicas, entre el sentimiento veraniego y la nostalgia otoñal.
Su discurso es simple porque no es una conversación, sino un monólogo para hablarse a uno mismo. ¿Viaje interior del artista? No creo, es mas bien el viaje en sí, los minutos recostada a la ventana del autobús o las nubes al alcance de la mano tras la ventanilla.
Los pilares del álbum se dividen en el enfoque, la estética y la atmósfera. De lo primero ya he venido hablando, la propuesta es para el chilling out personal, pasarla bien mientras hacemos algo habitual, un deber o una tarea. Para acompañarnos. Su estética recae en el protagonismo de la naturaleza: la niebla, la lluvia, la playa, el río o el girasol; todos grimorios de la vida, cómplices de ratos amenos y experiencias vivenciales durante nuestra existencia.
¿Y la música? La música está ahí, al fondo, con patrones rítmicos que se fusionan a la atmósfera creando una tesitura de matices minimalistas y abriendo el espacio a la reflexión. Para lograr tal síntesis, Mel Semé parte de referentes como Claude Debussy, DJ Spooky, Steve Roach, Spirit Herz, Sigur Rós, Áspgeir o Kashiwa Daisuke. Todos, de una manera u otra, relacionados a la gran familia del ambient. Específicamente, Mel desarrolla el concepto del dream pop, haciéndolo viajar por etapas a medida que avanza el álbum y arriba al lo-fi. En este punto destaco el uso del beat propio del drill o del chi-hop en algunos de los temas.
En cuanto al autor: Mel Semé es un reconocido instrumentista cubano que ha desarrollado su carrera un tanto dispersa, enfocado más en el aprendizaje y la colaboración con otras figuras que en su crecimiento en solitario. Tras más de 25 años de carrera artística con solo varios singles propios, Kalamazoo Sunset se presenta como el álbum debut de Mel. Esta primera producción busca reflejar el deseo experimental del artista, que sale de su zona de confort para lanzarse al remolino de la música ambient.
En un contacto inicial con el álbum notamos que Playa Topanga, Kalamazo Sunset y Niagara Mist son los puntos de control del disco. A mí entender son los temas de mayor calidad, pues resumen un espacio o sección (Inicio – Centro – Cierre), con el inicio enfocado más hacia el dream pop, mientras el cierre busca resaltar un ambiente más analógico y lo-fi. De manera general su esqueleto temático es coherente y se acerca mucho al mensaje que desea transmitir.
Las fisuras que tiene el fonograma aparecen en su diseño sonoro. Este se pensó como álbum instrumental; sin embargo, la suplantación de la mayoría de los instrumentos por sintetizadores genera cierta monotonía. Dibujar atmósferas tan naturales, desde el uso abrumador de sintetizadores en el liderazgo melódico, deja una percepción de algo artificial.
A la altura del sexto tema, el álbum se torna repetitivo. Es el caso de Montgomery River que recicla estructuras de Girasol de Canandaiga, lo cual no permite la diferenciación de cada pieza, a no ser por la aparición de sintetizadores que se ponen en función de crear disonancias y armonías distintivas en cada una.
Estos defectos no empañan las virtudes de Kalamazoo Sunset; al contrario, abren la puerta para lo que puede declararse como música ambient tropical. Mel Semé se acerca a sus referentes cambiando el canon del dream pop, reforzando el liderazgo de instrumentos sintetizados y el énfasis rítmico del beat lo-fi o del drill.
Sin embargo surge la duda: ¿Será intencional la aparente monotonía en la que se sumerge el álbum? Pues si tomamos en cuenta el enfoque naturalista que defiende el autor, cobraría sentido el cauce melódico repetitivo que asoma a ratos en cada pieza. Canciones que imponen un orden renovable y en última instancia: cíclico.
El álbum se despide envuelto entre la Niebla del Niágara. Toques sutiles de Sci–fi, rellenan el ligero beat de drill, cayendo en picada desde las cataratas; aletargando el espacio– tiempo y dejándonos presas del bucle infinito de la naturaleza.