
Juntos… y revueltos. El diseño sonoro de audiovisuales
En muchas ocasiones me solicitan realizar el diseño sonoro de proyectos sencillos, en condiciones ideales: pocos ejecutantes colmados de paz, que exigen un mínimo de recursos tecnológicos y esfuerzos, ¡todo un paraíso! Sin embargo, lo habitual es todo lo contrario: grabación de sonido en proyectos audiovisuales titánicos, que requieren un despliegue tecnológico inaccesible por los modestos recursos que manejamos en Cuba, solo posible si se reúne la técnica de varios proveedores, hasta disponer de decenas de pistas de grabación, cientos de cables y un arsenal de micrófonos de donde elegir el requerido.
En estos casos, después de ver la tremenda locación elegida para la filmación ―que la mayoría de las veces dista mucho de ser idónea para la grabación sonora del proyecto―, y sumar las exigencias del personal de escenografía, luces y video ―frecuentemente incompatibles con las del diseño sonoro meticulosamente elaborado―, llega la banda de músicos y repletan el plató antes de ser llamados. Durante el montaje, su genialidad les impide dejar de tocar los instrumentos un segundo, siendo víctima el personal técnico de estridentes notas de los metales o ensordecedores golpes que el timbalero decidió emitir justo cuando se estaba conectando el micrófono de su timbal. Conclusión: ¡todo un reto a la creatividad y un desafío a la cordura! ¡Me encanta!
En los últimos años he tenido el privilegio de encargarme del diseño sonoro de varios proyectos de DVD, algunos de los cuales han constituido experiencias únicas en mi carrera por sus complejos requisitos . Todos han tenido un denominador común: se ejecutaron en un solo local sin aislamiento entre los músicos ejecutantes. Muchos considerarían esto un inconveniente, no sin razón, ya que inevitablemente no se obtienen pistas limpias de una grabación en tales condiciones. Pero, si nos planteamos el trabajo de otro modo, al estilo de la vieja escuela, donde con pocos micrófonos se lograba captar un conjunto sonoro en fonogramas de excelente factura, con rica tímbrica, espacialidad y volumen; quizás podamos dar solución ventajosa a la contaminación acústica de estos proyectos. Así me lo he propuesto: grabaremos juntos… y revueltos.
Mi tesis de maestría en el año 1986 tuvo como tema central el audio multicanal. Disfruto mucho trabajar en función de mezclas con surround, de ahí que cada uno de estos proyectos me los planteara con vistas a un fonograma con audio doble: estéreo PCM y 5.1 AC3. Lamentablemente, por lo aparentemente costosa que resulta la fabricación de DVDs de doble capa, casi todos terminaron plasmados en soportes simples con capacidad de 4.7 GB, donde no hay espacio físico para tanta información. Por ende tuvimos que conformarnos con una mezcla final estéreo.
A continuación quisiera describir, brevemente, tres de estos megaproyectos en los que el rol protagónico lo tuvo la batería.
Enrique Plá: El Drums en Cuba
Ideado por Enrique Carballea y dirigido por Mildrey Ruiz, este disco se grabó en dos sesiones lock-out, en la sala 1 del Estudio Abdala. La base estuvo constituida por la batería de Plá, en el piano acústico Ernán López-Nussa, y el contrabajo de Gastón Joya. Hasta aquí era bastante genérico, con la suma de solistas de la talla de Yasek Manzano, Carlos Miyares, Kelvis Ochoa, Niurka González, Silvio Rodríguez, Pablo y Haydée Milanés.
La complejidad apareció con Déjate de atrevimiento, tema que popularizó Irakere en la época en que Plá era su baterista. En esta ocasión contó con músicos de la altura de Roberto Carcasés en piano y teclado, Julio Padrón en la trompeta, Yaroldi Abreu y Adel González ejecutando un set de ocho tumbadoras, y las voces de Oscar Valdés, Bobby Carcasés y Mario Rivera. Por su magnífica interpretación no hubo necesidad de post producción, lo cual hubiera significado un problema por la contaminación entre pistas.
El estrés llegó a tope con el número cumbre del disco, Dinga, Dongo, Dunga, por su complejidad y maestría. Este tema fue compuesto por Ernán en homenaje a Frank Emilio y su famosa Sandunga, Mandinga y Mondongo. A la base se incorporó José Luis Chicoy en la guitarra, y dos bateristas más, Oliver Valdés y Rodney Barreto. Con este tema tenía dos alternativas: colocar una inmensa cantidad de micrófonos para las tres baterías (cerca de 30), o regirme por los cánones de la vieja escuela y reducirlos a solo tres por set. Lo segundo, además de ser suficiente para abarcar la sonoridad global de cada batería, reducía al mínimo la pesadilla de las múltiples cancelaciones de fase que implica el uso de varios micrófonos adyacentes. Así que lo hice y el resultado fue muy satisfactorio. Primera batalla ganada.
Ruy López-Nussa: Repercusiones
Cuando pensé que haber grabado tres baterías juntas había sido una hazaña, el gran músico y amigo Ruy López-Nussa me propuso sonorizar y grabar un megaconcierto en el que junto a su banda La Academia, actuarían unos 30 alumnos del Conservatorio Amadeo Roldán armados de diversos tambores en el número que daba cierre al espectáculo : Poliscandú. El concierto también incluía su magistral obra Baterías a la carbonara, compuesta para seis baterías y un set de tímpani.
Aun sin creerme capaz de asumir el reto, me puse en función de armar el proyecto. Un mes después estábamos filmando en vivo en el escenario de la Sala Covarrubias, del Teatro Nacional, bajo la dirección de José Manuel García. En un lateral estaba armada La Academia, y distribuidas por todo el escenario había seis baterías, un set de seis tímpani, un timbal y un set de cuatro percusionistas con redoblantes y tom toms. Por si fuera poco, el espectáculo iniciaba con un grupo de 20 músicos interpretando una rumba corporal compuesta por el propio Ruy, mientras sus ejecutantes danzaban por todo el proscenio.
Para grabar el concierto contaba solo con 32 pistas. Una vez más me valí de los conocimientos transmitidos por los maestros de la vieja guardia, cuando se hacía más con menos. Dispuse solo de dos micrófonos, minuciosamente elegidos y colocados, por cada batería (uno en el bombo y otro sobre el baterista), un par estéreo por cada set de percusión y seis micrófonos de superficie para captar la ejecución de la rumba corporal. En la banda, en cambio, utilicé la microfonía habitual en aras de respetar su sonoridad contemporánea.
El equipamiento era insuficiente para un espectáculo de tal magnitud, por lo que me vi obligado a mezclar el sonido de la sala y los monitores desde una única consola Yamaha M7CL situada en un lateral de la platea, y enlazados en paralelo a ella mis equipos de grabación. El concierto fue un rotundo éxito. Tal es así que unos meses después hubo de repetirse, en esta oportunidad con el DVD terminado y en oferta al público asistente.
Horacio «El Negro» Hernández: Italuba
En marzo de 2018 se reunió nuevamente en el Estudio 1 de Abdala el equipo de realización de El Drums en Cuba, esta vez para emprender durante tres días la muy intensa labor de grabación del audiovisual de Horacio Hernández y su cuarteto Italuba, con Amik Guerra en la trompeta, Dany Noel en el bajo, Iván Bridón en el piano y teclado, y el propio Horacio tras una colosal batería verde, con doble bombo, dos cajas, cinco toms, campanas, claves, y una amplia selección de platillos. Junto a ellos una big band integrada por 15 jóvenes músicos, bajo la batuta de Joaquín Betancourt. Se unieron también a la banda el guitarrista Héctor Quintana y los percusionistas Roberto Vizcaino (padre e hijo) en las tumbadoras, timbal y batás. A cada obra se sumaronsolistas de renombre como Carlos Miyares, César López y Eduardo Sandoval. Además, en la canción que El Negro dedicara al pueblo de Puerto Rico, se aunaron las voces de Robertón, Mandy Cantero y Haila, y lo digo en todo el sentido de la palabra: tras un único micrófono para seguir a la antigua.
El montaje final permitió un aislamiento mayor de lo esperado entre los grupos de instrumentos. Esto facilitó el breve proceso de edición, pues las pistas no resultaron demasiado “sucias”, y la acústica fue bastante neutra y seca; aunque en aras de lograr planos sonoros más definidos y mayor espacialidad, tuve que recurrir durante la mezcla estéreo a las señales de ambiente de estudio reservadas para la mezcla 5.1.
Las condiciones técnicas de Abdala en el momento de la grabación no eran del todo satisfactorias ―tal es así que poco tiempo después el estudio cerró para reparación capital. La consola SSL fue ocupada casi en su totalidad (se usaron más de cuarenta pistas). Tuvimos que destinar a una persona para salvaguardar el panel de conmutación ante la constante aproximación de personal a la cabina, lo que provocaba ruidos por falso contacto y detuvo las grabaciones en más de una ocasión. La cantidad de micrófonos y líneas disponibles en el estudio eran insuficientes y tuvieron que completarse con material suministrado por otros estudios. Un ventilador doméstico (en precario estado) fue el héroe principal de las calurosas jornadas, como responsable del enfriamiento de la computadora en la que corría la estación digital de trabajo Protools.
Una vez concluidas las sesiones de grabación, decidimos hacer una pausa renovadora. En ese ínterin Dany ―bajista, arreglista y compositor de varios de los temas― brindó su valioso aporte como editor, ajustando las leves imperfecciones detectadas en la grabación. A esto le siguieron tres semanas de mezcla en la tranquilidad de mi modesto estudio, durante las cuales Horacio se me unió en un par de ocasiones, y alguna otra vez que reevaluamos el producto ya casi terminado en su casa. Fue muy fácil trabajar con él, músico muy talentoso y con ideas preclaras de lo que quiere lograr.
Esta vez no me di por vencido. En total complicidad con Mildrey Ruiz, su directora y editora, y con la venia de El Negro, decidimos que era imprescindible incluir una pista de audio surround 5.1 en el DVD. Ante la reiterada polémica de la dificultosa producción de DVDs de doble capa, la solución fue dividir el programa en dos discos sencillos, ambos con doble pista de audio. El resultado fue excelente, un sonido inmersivo que sitúa al espectador en medio de la banda. La obra lo ameritaba. Su diseño sonoro no ha sido merecedor de premio en certamen alguno,aunque, paradójicamente, ha recibido grandes elogios de figuras de gran prestigio y opinión en esta esfera: Dave Wills, ingeniero de grabación cuyos créditos incluyen a Chick Corea, Withney Houston, Phil Collins, Chicago, entre otros; Dave Weckl y Dennis Chambers , maestros de la batería que no necesitan presentación. Así que, ¿a qué mayor premio se puede aspirar?
Magnifico, sigo todo lo que escribes. Felicidades