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Reseñas Foto: Lorenzo Duaso Foto: Lorenzo Duaso

Jazz Batá 2 desde el Palau de la Música

Con un concierto que devino inauguración del Voll-Damm Festival Jazz Barcelona 2018, Chucho Valdés protagonizó en el Palau de la Música de Barcelona el lanzamiento de su más reciente álbum, Jazz Batá 2

La convocatoria del Festival y, sobre todo, del cubano, rebasó toda expectativa con un Palau que, el pasado viernes 26 de octubre, registró un lleno total en todos sus espacios, con la emoción añadida ante el anuncio de que el evento rendía tributo al centenario de otro grande, un asiduo a estas citas jazzísticas catalanas: Bebo Valdés.

Precisamente Jazz Batá 2 (disponible en las plataformas digitales a partir del próximo 16 de noviembre) es el homenaje de Chucho al creativo padre y pianista, compositor y director orquestal, quien hace más de seis décadas insertó de modo orgánico los tambores batá al formato orquestal de las big band de aquella era dorada del jazz.

Foto: Lorenzo Duaso

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En el preámbulo del concierto, el escenario desnudo, apenas acompañado por tres sets de percusión (¡y sin batería!), te llena de dudas. Cuando te imaginas que ya no es posible otro escalón más en la actualización de su pianismo, cuando piensas que ya no hay mucho que demostrar en la imbricación de la percusión en los pequeños formatos de jazz, vienen Chucho y estos músicos completamente fuera de serie a romper todos esos esquemas.  En su nueva aventura sonora, Valdés aparece escoltado por el carismático y preciso contrabajista guantanamero Yelsy Heredia, sabrosura interpretativa donde la haya; el extraordinario y emocional Yaroldy Abreu, siempre brillante en las congas; el también guantanamero Abraham Mansfarroll, sublime en el cajón, el timbal, el güiro y todo lo que pueda golpear, y esa máquina creativa y todoterreno que es Dreisser Durruthy en los tres batás y voz principal, una verdadera clase magistral en el manejo de la ritualidad en los temas “Obbatalá” y “Ochún”. En Jazz Batá 2, el piano dialoga todo el tiempo, o más bien, reta, a los instrumentos de los cuatro músicos que van bordando el sonido de cada golpe, de cada estremecimiento, de cada inflexión, y hasta de cada silencio, con lo cual el concierto se vuelve para ellos y para nosotros, el público, un divertimento total de los sentidos.

Solo con esa demoledora sección rítmica y una inteligente dramaturgia al ensamblar el orden de cada tema, Chucho consigue altas cotas de excelencia y el alcance de un clímax que va reiterándose a lo largo de las casi 2 horas de música entregadas. Momentos sublimes se vivieron con “100 años de Bebo”, una pieza sin nombre creada por Bebo, solo interpretada en el íntimo espacio familiar, y que Chucho recordó toda la vida, para traerla ahora, renovada y desde su percepción filial, llena de lirismo.  Si Chucho, en su condición de productor, consigue en el disco  que el violín de la norteamericana Regina Carter aporte un lirismo que sintoniza con los guiños del danzón y hasta la contradanza presentes en la obra —logrando unos solos memorables que recuerdan a los mejores violinistas de nuestras orquestas charangas—, en el concierto de Barcelona, Carlos Caro, cubano afincado en esa ciudad y virtuoso en ese instrumento,  aportó ese extra que viene de la empatía sensible y raigal, del mismo modo que lo hizo en otro de los temas clave del disco (“Ochún”).  La Carter también interviene en este corte del disco, brillante en una creación más jazzística, como es costumbre en ella, pero Carlos Caro, en el concierto, no se quedó a la zaga, sino que logró el delirio del auditorio con sus extraordinarias improvisaciones.

Foto: Lorenzo Duaso

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Llamo la atención sobre “Obatalá”, hermoso canto de agua y ternura en el que la voz y los batá de Dreisser Durruthy fueron quizás el toque de fuerza y estremecimiento que se necesitaba para el equilibrio simbólico, junto al solo maravilloso de Yelsy Heredia con su arco y contrabajo. Otra pieza sumamente rítmica y con una interpretación de impacto es “Son XXI”, la única en el disco y el concierto que no fue escrita por Chucho, sino firmada por el notable compositor cubano-norteamericano Enrique Ubieta (al parecer, nada que ver con otro intelectual cubano del mismo nombre).

Con un auditorio enardecido, que provocó un largo encore, no menos aplaudido, la más reciente entrega discográfica de Chucho Valdés nos pone ante el dilema de preguntarnos hasta dónde será posible que llegue su creatividad y capacidad de reinventarse cada vez. Si pudiera resumirse la diversidad de percepciones y emociones que dejó el concierto Jazz Batá 2 en Barcelona, tres palabras implicarían a Chucho y a todos sus músicos, sin excepción:  virtuosismo, vanguardia y divertimento.

Rosa Marquetti Torres Filóloga. No es musicóloga, pero le encanta escribir sobre música y músicos. Librepensadora. Adicta al helado de caramelo. Alérgica a la chusmería ilustrada y al postureo. Más publicaciones

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