
Se secan las flores en Isla Escarlata
El dúo nace en cuarentena, de la necesidad de romper con la inactividad —me explica Javier Sampedro, uno de sus integrantes, momentos después de sentarnos a una mesa del café de 21 y 12—. Una vía de escape al estatismo de entonces, tanto para nosotros como para los que se acercaran a escuchar.
En primera instancia fue eso —añade Samuel Delgado, el otro miembro— crear un lugar en el que guarecerse de todo lo que ocurría afuera. Luego, la razón de ser del proyecto fue mutando, y el lugar también.
¿Por qué ese nombre?
Samuel: No fue el primero que pensamos para el grupo. Barajamos muchas opciones y ninguna nos terminaba de cuadrar, hasta que llegamos a un punto en el que le dije a Javier: tú eliges una palabra y yo pongo la otra. Él escogió escarlata y yo le agregué isla. La combinación nos gustó al momento, sentimos que ese nombre no podría haber sido de nadie más, que siempre estuvo ahí esperando por nosotros.
Javier: Luego llegó la segunda parte, buscarle un significado. Nuestro escarlata representa el rojo oxidado, lo que ha quedado del rojo intenso de otras generaciones.
Samuel: Es una isla deslucida, cada vez más oscura, pero es la que hemos heredado y nos toca asumirla.
¿Javier, qué instrumentos dominas? ¿Tenías ya una carrera musical antes de involucrarte en este proyecto?
Javier: Domino la guitarra, me defiendo en el piano y en el tres. Yo había tocado como guitarrista en algunas agrupaciones, desde amateur a profesionales, y había ejercido como productor también. Pero fuera de un piquetico en la secundaria nunca había tenido un proyecto propio, ni siquiera me interesaba, no me gusta la idea de exponerme. Fue Samuel quién me convenció.
¿Cuál es tu formación musical?
Javier: No he tenido formación académica formal pero sí profesores particulares de guitarra, solfeo, teoría musical. Recuerdo que mi primer acercamiento a la música fue con menos de cinco años, antes de eso había querido ser pelotero y luego policía, hasta que escuché a Polo Montañés y me quedó claro que iba a ser músico.
Hace poco más de un año se dieron a conocer con el EP Cerrar los ojos. ¿De qué va este disco? ¿Cuál es su hilo conductor?
Javier: Cerrar los ojos fue el choque de dos personas con gustos e historias de vida diferentes. Fue la manera que encontramos Samuel y yo para conocernos, para mostrarle al otro sus capacidades y referencias.
Samuel: Nos sucedió como cuando te estás relacionando con alguien por primera vez y lo quieres impresionar y le dices yo escucho esto, esto y esto, y sé hacer esto también y un poco de lo otro.
Javier: De ahí solo podía salir un producto sumamente ecléctico, donde lo mismo había una guajira, que un tema de trap, que una conga.
¿Cómo fue el proceso de grabación? ¿Con qué formato fueron al estudio?
Samuel: No fuimos al estudio, vivíamos en él. Cerrar los ojos lo grabamos en casa de Javier, yo me fui a vivir para allá en ese tiempo y no hacíamos otra cosa que componer y grabar. Menos las cuerdas y el laúd (interpretado por Eduardo Corcho), Javier tocó todos los instrumentos que se escuchan en el disco. Ambos asumimos producción y arreglos, mientras que Bosito se encargó de mezclar las pistas.
Javier: Nosotros mismos fijamos un día inamovible para el lanzamiento del EP, como si hubiésemos firmado con una disquera y nos estuvieran exigiendo una fecha. Si queríamos un trabajo profesional debíamos actuar como tal.
Samuel: Casi no dormíamos, nos acostábamos a la una de la mañana y a las siete ya estábamos de pie. El último tema en grabarse fue Isla Escarlata; habíamos probado con varios arreglos pero ninguno nos convencía y Bosito nos estaba apurando para que le entregáramos las pistas. Le dijimos que ya estaba casi listo, que al día siguiente se lo llevábamos, y cuando llegamos a la casa borramos el tema entero, nos quedamos solo con la letra y empezamos a buscarle una nueva música a ese texto. Recuerdo que ya era de noche y habíamos intentado 20 cosas distintas hasta que salió el riff que hoy se escucha en el tema. Nos gustó enseguida, al día siguiente lo grabamos y se lo llevamos para mezclarlo.
Fue tanto el estrés que llegué a perder pelo; nuestras familias no entendían qué estaba pasando y los vecinos menos, se quejaban de la música a toda hora.
Javier: Y es que no éramos solo nosotros en la casa, sino el desfile de músicos que nos ayudaron. Mi abuela se quedó fría al ver al Dúo Iris o a Roxana Broche —artistas que ella ve normalmente por televisión— en su casa, cantando un tema del desconocido de su nieto.
Su música destaca por tener un sonido contemporáneo, a la vez que muestra una clara deuda con la identidad nacional ¿De qué elementos de la cubanidad se apropia Cerrar los ojos?
Javier: Pienso que más allá de lo evidente -que el poema Isla de Virgilio Piñera abra y cierre el EP o de que hayamos usado algún que otro ritmo típico cubano-, Cerrar los ojos intenta ser un viaje al paisajismo rural. Queríamos sonar a monte profundo, lograr, mediante música y letra, que el oyente se sintiera inmerso en la belleza de los campos cubanos.
¿Cómo ha sido el proceso de llevar el trabajo grabado a las presentaciones en vivo?
Samuel: Nos armamos una banda con batería, bajo, coros y violín. Yo rapeo y Javier se encarga de la guitarra, el teclado, algún que otro apoyo de voces y de manejar la secuencia por Ableton Live desde la computadora.
Javier: Creo que nuestro sonido se ha enriquecido bastante en esta transición. Tocar nuestros temas con otros músicos nos ha ayudado a hallar nuevos arreglos y a que la experiencia del concierto sea muy diferente a la de escuchar el EP.
¿Qué temas han tenido mejor recibimiento? ¿Son los que esperaban?
Samuel: Para nada, canciones como Guajira, Espiral y Cerrar los ojos pensábamos que iban a captar más la atención. Y aunque el público los ha recibido bien, no es comparable con la acogida tan fuerte que ha tenido Despertar.
Javier: Fue una sorpresa tremenda, en nuestra primera presentación la corearon de principio a fin, verso por verso. Después de eso se convirtió en una de las que usamos para cerrar los conciertos.
Samuel, en tu discurso se nota un distanciamiento de la temática undergound y hasta a veces marginal presente en el hip hop. ¿Huyes de ella?
Samuel: No huyo, es que eso no es quién soy. Yo no me crié en un barrio del Cerro o Centro Habana. Yo salía de la casa y lo primero que veía era el monte. Crecí en Jaruco y mi pueblo está de punta a cabo en mis letras. La vida ahí es muy diferente, en mi casa se dormía incluso con la puerta de la calle abierta porque sabíamos que no iba a entrar nadie a robar.
¿Cómo te acercas al rap entonces?
En 12o. grado, cuando escuché a Canserbero. Hasta entonces, mi día a día era descargar con los colegas, dispararle a una jevita del pre, cortarle yerba a los conejos. Yo no tenía ningún bagaje cultural, te juro que no sabía ni siquiera lo que era un poema, pero escuchar lo que decía ese hombre me hizo escribir mi primera canción.
Unas amistades me pusieron en contacto con el rapero Elokuente para que le mostrara lo que había escrito. Él, lejos de decirme que el tema estaba en candela, —que lo estaba— me dio un beat y me llenó de referencias. Me recomendó raperos, poetas, directores de cine, etc. En muy poco tiempo me dio una base para entender mejor este mundo al que quería entrar. Es muy gratificante hablar con él ahora y que vea que he seguido este camino, mostrarle mi proyecto y que me asuma como a un igual.

Isla Escarlata. Foto: @hell.brooks.
¿Javier, cuándo te propusiste salir del a menudo esquema típico del rap de un background sonando en bucle?
Javier: Siempre me ha gustado el rap pero nunca he podido escuchar un disco de ese tipo entero, termino saturado por lo repetitivo de los loops. Es un género que empasta muy bien con otros y al que le puedes agregar casi cualquier cosa. Por eso prefiero sumarme a los que lo usan como punto de unión con otras sonoridades.
¿Cómo es la relación de Isla Escarlata con el movimiento de hip hop cubano? ¿Se consideran parte de él?
Samuel: No, ni nosotros nos consideramos parte del movimiento ni los raperos creen que lo que nosotros hacemos es rap.
Javier: Es una cultura que respetamos, pero que es muy cerrada. A casi todos los artistas, nacionales o no, que han mezclado el rap con otros géneros, los sacan del marco de lo que ellos entienden por hip hop.
Samuel: Es hasta irónico. Los americanos inventaron el género, experimentaron con él, metieron a jazzistas durísimos tocando en sus discos, llevaron la cultura que ellos mismos crearon a otro nivel, y vienes tú y dices que están mal, que eso no es hip hop.
¿En cuanto a lo foráneo, qué sonoridades absorben?
Javier: Ahí se juntan varios afluentes. Por un lado nos marca mucho la canción de autor y el folclor latinoamericano: Violeta Parra, Drexler, Caetano, Mercedes Sosa, Natalia Lafourcade, Silvana Estrada, Lido Pimienta… Por otro, la experimentación sonora de Bon Iver, James Blake, Tyler the Creator, Kanye West o Kendrick Lamar.
Samuel: Y por último está la parte más urbana: Bad Bunny, Anuel AA, Ñengo…
En mayo del 2021 estuvieron entre los ganadores del concurso Primera Base del festival Havana World Music, consiguiendo el premio de la popularidad. ¿Cómo fue su experiencia? ¿Qué cambios trajo a la banda?
Samuel: Todo sucedió de una manera atropellada. Nos presentamos a la convocatoria a un mes de haber lanzado el EP, ni siquiera habíamos tocado en vivo como grupo. Cuando salimos entre los tres escogidos, la euforia se nos pasó al momento que caímos en que teníamos una semana para preparar el repertorio. Solo tuvimos tres ensayos antes del showcase.
Javier: Obviamente no quedamos satisfechos con lo que hicimos, pero por suerte ahora viene lo principal, que es el concierto, y ya tenemos más kilometraje. Además, el equipo de trabajo del HWM nos ha ayudado muchísimo a perfilar la presentación. Va a ser una experiencia increíble pasar de asistir como público a estar sobre el escenario en ese mismo festival. Es algo que aún estamos asimilando.
¿Del HWM sale la oportunidad de grabar el single Respira, con la colaboración de Yoyi Lagarza?
Javier: Sí, esa ha sido otra experiencia gratificante. Desde los 15 años he salido a conciertos y he visto a Yoyi tocar. Que alguien a quien llevas años admirando le guste tu obra al punto de querer colaborar contigo es algo que no se da todos los días. Su forma de trabajar, su percepción de la música y sus ideas de producción no solo ayudaron al crecimiento de Respira, para nosotros fue un aprendizaje tremendo todo lo que pudimos sacar de él.
Respira fue acompañado por un videoclip, en el que ustedes mismos se encargaron de la dirección y el guión. ¿A qué se debe que hayan asumido estas labores?
Samuel: En un principio contratamos a un director pero tuvimos que prescindir de él. Andábamos cortos de recursos y nos vimos obligados a elegir en qué los invertíamos. Teníamos las ideas y la visión de cómo queríamos enfocarlas, así que nos armamos un equipo y nos fuimos a rodar. Javier es estudiante de sonido en la FAMCA y ya se había involucrado antes en la producción de audiovisuales, tampoco íbamos a ciegas.
¿Cómo fue el proceso de rodaje? ¿Creen que lograron captar la estética del dúo?
Javier: Sí, logramos hacer el video que queríamos. Fue un equipo reducido, de amistades, pero donde todos hacían lo que hiciera falta para que saliese el clip.
Samuel:Realmente fue una tarea difícil. Incluso tuvimos que pedir dinero prestado para terminarlo. Pero sentíamos que nos iba la vida en eso, que Respira necesitaba un videoclip a como diera lugar.
¿Qué cambios trajo el videoclip a la banda?
Samuel: Pudimos llegar a mucha más gente, además de conseguir el respeto y la admiración de personas que respetamos y admiramos.
Javier: Por otra parte creo que los que ya nos conocían pudieron notar que estábamos cambiando, que Isla Escarlata no sonaría siempre a Cerrar los ojos.
Antes de empezar la entrevista me hablaron de un nuevo EP que tienen pensado lanzar en mayo. ¿De qué va este trabajo?
Javier: Va a ser un rompimiento con todo lo que hemos hecho. Queremos que sea un desahogo sobre lo que está ocurriendo en el país. Estamos trabajando un sonido más agresivo, en los temas se nota una aspereza que no estaba antes, no hay canciones bonitas porque los tiempos no están para canciones bonitas.
¿Cómo creen que reaccione el público que los conoció por generar paisajes frondosos y un lirismo más gentil?
Samuel: Pienso que si conectaste con el trabajo anterior, no hay razón para que dejes de hacerlo con este. Ambos son igual de sinceros, somos los mismos en otro momento, con otras emociones que canalizar. Isla Escarlata no es un sonido, ni un ritmo, no es una palabra o una forma de escribir. Son dos personas que responden a su entorno y que necesitan ser consecuentes con el pedazo de historia que les tocó vivir.