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Reseñas Diseño: Mayo Bous

Isla de la Música: La Resistencia. Primeras impresiones.

Luego de una puesta única, debo decir que Isla de la Música: La Resistencia me dejó demasiadas inquietudes e interrogantes, que comenzaron a formularse desde la presentación, y continúan en estas líneas que ahora comparto. El material se enfrenta a un tema complejo desde todos los puntos de vista. Las producciones que abordan aspectos populares y de actualidad imponen muchos retos, el público suele ser exigente porque tiene conocimientos concretos de lo que se está tratando. El documental que se estrenó el pasado 27 de abril en el Cine Chaplin, bajo la dirección de Pao Fraga, es un ejemplo de esto último, ya que como el propio audiovisual intenta reflejar, Cuba es un espacio en el que la música parece estar siempre presente. Casi todos consumimos y debatimos —con mayor o menor profundidad— sobre el escenario musical contemporáneo.

Resistencia es una palabra muy evocadora en nuestro contexto, y en materia de arte, específicamente, genera muchas expectativas. Sin embargo, el número de espectadores que asistió a la presentación no fue el esperado. El público estaba conformado en su mayoría por los protagonistas del material, familiares o amigos, las personas que trabajaron en la realización y algunos periodistas. ¿Por qué un tema que podría ser polémico y atractivo despertó tan poco interés? ¿Se trata de una promoción (asumida casi completamente por los medios oficiales) deficiente, o es que la predisposición a ciertos discursos ha condicionado tanto el consumo de nuevas propuestas? Me hubiera gustado vivir la experiencia con un público más amplio, heterogéneo e inquieto. Al menos por el momento, no creo que sea posible, pues a la vista de lo que sucede con otros materiales audiovisuales que abordan problemáticas de la vida cultural cubana, es muy probable que tenga mayor visibilidad a nivel internacional que en la propia Isla.

La presentación fue bastante familiar, breve; eché en falta un poco de historia sobre la producción, así como las motivaciones e intereses que condujeron a la realización del material. Según la nota de prensa se trataba de una propuesta que profundizaba en el funcionamiento de la industria musical cubana, a partir de las diferentes etapas del proceso productivo. Toma como referencia a algunos artistas muy reconocidos y otros que lo son en menor medida, y que posiblemente nunca alcancen esa condición.

Ahora bien, la precariedad de la industria musical cubana es un hecho, hacer un documental para demostrar eso, es casi redundante. En este sentido, no me parece un objetivo osado el de confirmar algo que es evidente y más que demostrable. Lo interesante habría sido ejemplificar un poco cómo los artistas tienen que lidiar con esa realidad, qué mecanismos alternativos utilizan, cuáles son las consecuencias para su desarrollo musical, qué soluciones propondrían, desde su experiencia particular. Sin dudas, implicaba un reto hacerlo de manera eficiente, porque nunca un material podría abarcar semejante problemática en toda su extensión; sin embargo, voces para desarrollar el tema sobran. De alguna manera el audiovisual trató, por momentos, de acercarse a algunos de estos temas, pero muy someramente. La atención se desviaba, se consumía mucho tiempo en ofrecer imágenes, escenas de la “vida cotidiana” de los músicos, de los reconocimientos.

La selección de los artistas quizás sea el elemento más cuestionable de este material. Aparecen como protagonistas Pablo Menéndez, director del grupo Mezcla; el trovador Tony Ávila; Zeney Alonso y Kike Rodríguez, de la agrupación Toques del Río; las hermanas Alba L. Shand y Wendy Oram, creadoras del dúo Son Gálvez; y Lele Cabezas, un joven músico autodidacta. Además, intervienen el musicólogo recientemente fallecido Jesús Gómez Cairo, el antropólogo Jesús Guanche, y Jon Illescas, sociólogo y músico español. En primer lugar, no hay una representación justa de la escena musical contemporánea. No queda claro cuál es el criterio de selección, más allá de una supuesta condición de resistencia. Cómo hacer una reflexión en torno al desarrollo de la industria musical cubana —en la actualidad, se sobreentiende— con una muestra tan estrecha de la producción de música, incluso circunscrita, digamos, a la última década. Inevitablemente, el criterio y las conclusiones que ofrece este audiovisual adolecen de profundidad, están polarizadas y no resultan fieles a la realidad cubana.

Los participantes tratan de intervenir de manera espontánea, responden con sinceridad, aunque en muchas ocasiones las preguntas no resultan coherentes con el tema central, o no ofrecen información relevante para ilustrar al público sobre la complejidad del trabajo con la industria desde la perspectiva del músico. Ni siquiera en las voces de autoridad con que cuenta el audiovisual se abordan aspectos estadísticos, cuestionamiento de datos arrojados por alguna investigación reciente; es decir, no se proponen bases concretas para sustentar el criterio de los realizadores. Y no deja de ser llamativa —incluso cuestionable— la presencia de Jon Illescas, cuya disertación sobre los retos e imposiciones del mercado discográfico está enfocada en un contexto demasiado global, que apenas toca al aún incipiente —y sobre todo alternativo— sistema que funciona en Cuba.

En la sucesión de escenas en las que aparecen alusiones a la vida y obra de los músicos se inserta, de manera fragmentada, una animación que reproduce el cuento de Hans Christian Andersen El traje nuevo del emperador, narrado en las voces de los mismos artistas. Más allá de dinamizar, enriquecer la visualidad o crear efectos dotados de cierto humorismo y carácter lúdico, no parece justificarse demasiado este recurso. Aparecen también varias escenas en las que los protagonistas interactúan con un grupo de niños y el personaje de Pastosita; en un inicio hacen de oyentes a la narración de la historia, que luego terminan escenificando. Además del patetismo y la emotividad que produce la proyección de los infantes, no se descubre en estas secuencias un aporte verdaderamente considerable en el tratamiento del tema. Nuevas interrogantes afloran: ¿Por qué llevar a un plano infantil cuestiones que apenas tienen que ver con los niños? ¿Qué funcionalidad tiene su presencia, si ni siquiera parecen estar conscientes del asunto que aborda el documental en su conjunto? ¿Se trata de un recurso para evadir determinados asuntos o para matizar la gravedad del tema?

La estrategia de utilizar el cuento del escritor danés para sugerir, a través de las muchas reflexiones que suscita, algunas problemáticas que trae consigo el desarrollo de la industria musical cubana se aleja del ejercicio tan necesario de declarar abiertamente los problemas, de la índole que sean. En función de lograr un producto más llamativo o disfrutable desde el punto de vista estético, se metaforiza el contenido, que demanda ante todo concreción y profesionalidad en su abordaje. Se desdibuja igualmente el sentido de estructurar el documental a partir de las etapas de creación, producción, distribución, consumo y retroalimentación, que caracterizan al proceso productivo.

Isla de la Música: La Resistencia plantea una contradicción esencial: trata de representar la resistencia de los artistas frente a una industria musical global —que impone determinados patrones, que en cierta medida obliga al creador a renunciar a la individualidad o al estilo personal, que demanda constantes cambios—, cuando en realidad Cuba está prácticamente ajena a estos procesos. Nuestros músicos, por el contrario, deben sobreponerse a las dificultades que trae precisamente el funcionamiento deficiente de la industria musical del patio. La resistencia está dada en la medida en que las responsabilidades de creación, producción y promoción muchas veces deben ser asumidas por el músico; el apoyo a los proyectos cuando están en una etapa inicial es por lo general escaso, y con frecuencia el artista debe gestionar con sus propios recursos las presentaciones, es decir, termina pagando para dar el concierto que debería reportarle ganancias.

Estas y otras problemáticas son, al menos, mencionadas por algunos de los protagonistas del documental, sin embargo el discurso que propone el realizador está enfocado desde otra perspectiva. No hay alusiones a la resistencia desde el punto de vista de lo que “la oficialidad” y los medios de difusión masiva consideran adecuado, o a la falta de reconocimiento institucional y la marginalización de determinados géneros. Tampoco se toma en cuenta el criterio de ningún medio o productor independiente, a pesar de la importancia que tienen en el contexto actual para la vitalidad del escenario musical cubano.

Lo que sí demuestra este material, en definitiva, es que, a pesar de las carencias, la poca accesibilidad a las tecnologías, las consabidas trabas de toda naturaleza, existe en esta Isla un talento impresionante, que no deja de crear e imponerse. Es esta realmente la prueba irrefutable de la capacidad de supervivencia de los exponentes de la música cubana, en su más amplia dimensión.

foto de avatar Anabel Lescaille Rabell Filóloga ávida. Clarinetista por azar Más publicaciones

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  1. Lissey del Monte dice:

    A ver, el trato la resistencia desde su punto de vista. No tiene por qué abarcar temas como la oficialidad. No es el objetivo ni del realizador, ni del documental. Tratarlo hubiera sido otro documental completamente. En Cuba, por no acotar las temáticas y querer decir muchas cosas en una sola obra, terminan siendo la mayoría de los documentales o muy aburridos, o no terminan diciendo nada en concreto, o no llegas a tu objetivo final. Para hablar de ese otro punto de resistencia habrán otros documentales, otros realizadores, o quien sabe, segunda parte de este.

    Con todo lo demás que se comenta en el texto, concuerdo perfectamente, menos en la parte que se habla del recurso ilustrado que se utiliza para narrar la historia, en mi opinión, lo más sólido y mejor logrado de la obra, gracias a la experiencia de años que tiene su realizador.

    Muy buen texto. Gracias por darle espacio a debates como este desde la revista!! Abrazo

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