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Reseñas Portada del álbum/ Homenaje a José Urfé

Homenaje a José Urfé / El Piquete Típico Cubano

El lanzamiento de un álbum integrado por danzones de entre 1910 y 1940 es una rareza en el panorama musical cubano actual. Es entendible que, por varias razones, entre ellas las reglas de mercado, sean ritmos más contemporáneos como la timba, el reguetón, el son y la salsa los que dominan la industria discográfica nacional de las últimas décadas, aunque también debería existir un espacio en nuestros sellos discográficos para la preservación del género (si bien no puede ser la única ni la principal propuesta para su salvaguarda).

La orquesta responsable de esta obra es el Piquete Típico Cubano, agrupación creada en 1963, en La Habana, por el reconocido pianista, musicólogo e investigador cubano Odilio Urfé. Su objetivo principal era y es preservar, revitalizar y promover diversas manifestaciones musicales del siglo XIX, entre las que se destacaba el danzón, así como otros géneros populares de la época como valses, danzas y contradanzas. Por si fuera poco, es la única que defiende el danzón a la manera tradicional en la capital del país.

A pesar de las recurrentes limitaciones, el grupo estrenó el pasado mes de junio su segundo álbum, Homenaje a José Urfé, en su peña habitual del Museo de la Música en la Habana Vieja. La propuesta lleva la rúbrica del sello cubano Colibrí ―discográfica a la que, como defensora del danzón agradezco la deferencia―, la producción musical corre a cargo de Orlando Vistel Columbié, y la dirección musical es de su hermano Jorge, director del Piquete…

El disco puede escucharse como una declaración de amor al danzón —patrimonio cultural de la nación— y a la impronta de José Urfé, cuya obra, a pesar de contribuir a la consolidación de la nacionalidad en la música en un momento de intensa colonización cultural, no es explorada como merece.

Ahora su legado se premia con un álbum lleno de aciertos, entre los que destacan la selección de las 13 pistas (que incluye clásicos eternos como El Bombín de Barreto, Así es el mundo, Blanca Lilia, Cuchún Cumbán, Mercedes, y No me llores más), cuyas formas rítmicas evitarán la monotonía en un trabajo que busca desempolvar el género y agradar a los bailadores.

Quien escucha el fonograma se percata muy rápido de su carácter didáctico (exprofeso o no), a través del destaque de los instrumentos solistas concertantes: trío de clarinetes, de violines, de metales y su combinación, para así dejar ver algunos de los componentes distintivos del danzón.

El Piquete… tiene bien definidas sus secciones, lo que aprovechó para trabajar el disco con planos sonoros en los que se distingue la armonía de la agrupación y el acompañamiento a los solistas sobre la base rítmica de los timbales y el güiro. Llama la atención que la compilación, a pesar de ser un acercamiento fidedigno a la obra del hijo de Madruga, no es instrumental, y en ella interviene la voz de Pablo Diez, uno de los hijos de Barbarito, La Voz de oro del danzón. Luego supe que el objetivo no era hacer un trabajo únicamente instrumental y que Pablo Diez resultó elegido por la manera en que emula el estilo y matices vocales de su padre.

El Bombín de Barreto, —el primer danzón con montuno que recoge la industria fonográfica— se seleccionó no solo por su connotación histórico-cultural, sino también por ser un paradigma de riqueza tímbrica, además de que permite apreciar la sonoridad de la orquesta de viento desde su introducción.

Con esta obra se pone en contexto la excelencia innovadora del José Urfé de 1910, entonces en puro ascenso, mientras exploraba armonías para el desarrollo del danzón e incorporaba elementos rítmicos del son oriental, que a la postre contribuyeron a definir la forma actual del danzón cubano.

De igual manera, la fértil etapa compositiva del también clarinetista —comprendida entre 1920 y 1940— queda representada en el álbum con temas como Fefita, donde la designación del clarinete como solista le permitió al autor mostrar un perfecto dominio de las combinaciones instrumentales, algo que hoy esta producción reitera.

Otra de las piezas que aparece es Cienfuegos, en la que El Piquete se luce con el dúo de clarinetes. Escrita por Urfé entre los años 1920 y 1940, con ella se suma a la corriente denominada africanista que algunos compositores reconocen en la música cubana desde esa época.

Por su parte, a través de No me llores más, el álbum delimita los vínculos del danzón con el son, con este tema de Ignacio Piñeiro versionado por Urfé que, aunque contiene todos los signos del danzón en su estructura, acepta los patrones rítmicos del son.

Hay otras pistas en el álbum, que no menciono y quedarán para la valoración de los oyentes.

Homenaje a José Urfé es una panorámica del desarrollo musical de este músico y compositor, de las adecuaciones tímbricas hechas por él dentro del danzón y, a la vez, vitrina para que profesores y estudiantes aprecien la forma técnica con la que escribía sus piezas, y cómo usaba múltiples ritmos como aporte identificativo del estilo sonoro.

Según Jorge Vistel Columbié, “la nueva propuesta no está llamada a marcar un antes y un después en el público, pero podrá despertar entre los cubanos el interés por conocer este tipo de música, y entender por qué ha trascendido en el tiempo como base de la nación cubana”.

Ojalá que, además de lo expresado por Vistel Columbié, el fonograma logre sensibilizar a quienes hoy tienen la responsabilidad de salvaguardar la discografía danzonera como representante del patrimonio cultural del país que es.

María Regla Figueroa Evans Más publicaciones

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