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Reseñas Portada Inti Santana Portada del álbum Mundo Paripé. Inti Santana

Pasos sobre una ciudad que no conozco (o por qué revisitar a Inti Santana)

Cuando llegué a La Habana por primera vez esperaba encontrar todo lo que había leído ―y escuchado― sobre ella. Para mí era como la calle mojada después de un aguacero, con casas viejas y formas naranjas en el cielo. Me bajé del tren, fui hacia donde iba a pernoctar, y me cambié para caminar desde J, en El Vedado, hasta la lanchita de Regla. Crucé la bahía, fui al Cristo, tomé agua de coco y bajé. Regresé a El Vedado, para esperar por dos horas a unos amigos que no llegaron, con los cuales iba a visitar a Juan Carlos Piñol. Toda la noche hablamos de música, de trova, de la bohemia. Todo lo que quería ver, por eso venía a La Habana. En mi segundo día, prácticamente amanecí sentada junto a Lennon. 

De eso hace casi dos años, y nunca he visto en La Habana todo aquello que añoraba desde mi terraza, en uno de los repartos más ruidosos de Holguín, cuando cualquier disco melancólico me hacía la tarde. No pude conocer esa Habana.

Aquí no tengo tiempo de sentarme toda la noche en el malecón, de ir a cualquier concierto que empiece a las nueve. Me lo impide vivir en la periferia. Tengo que coger, en dependencia de donde esté, dos guaguas. Casi siempre la 27, hasta Palatino. De Palatino esperar la A81, que es una ruta que sale cada dos horas, y su último viaje es a las nueve en punto de la noche. Creo que no me he enamorado de La Habana porque un gran por ciento del tiempo que he pasado aquí, ha sido dentro de una guagua. Y cada vez que me subo a una, para no oír los gritos o para no sentir el molote, escucho Cerro-20-Miramar, de Inti Santana.

Quien ve a Inti por primera vez se topa con un hombre alto, medio serio, de espejuelitos. Un tipo noble. Cada vez que lo veo pienso dos cosas: primero, recuerdo el día que lo conocí, gentilmente me recibió en su casa y después de hablar de todos los temas que puede aguantar una taza de café, en un arranque de niño, soltó una frase como serpentina: ¡Yo no entiendo por qué no hay yogurt, si esa pincha la hace una bacteria! Él es biólogo, y yo no puedo argumentar nada contra esa lógica.

La segunda cosa que pienso es que Inti Santana es increíble. 

Creo que la primera vez que lo escuché fue por la televisión, pero a saber. Siempre he tenido La roja y la green en mi música. Una vez fue a Holguín, hace como cuatro años. Yo fui creyendo que era la única que lo escuchaba. Aquello estaba tieso de gente, no alcancé a verlo. 

El caso es que siempre tengo una canción de Inti a la mano, de ese disco brutal que es Mundo Paripé (Bis Music, 2012). Un disco multidimensional, que puede ser escuchado de alante para atrás, de atrás para alante, puedes oír solo las letras o solo la música y lo disfrutarás igual. Un disco que cumple 10 años, y que en el Cubadisco 2014 recibió dos nominaciones: Mejor disco de Trova y Mejor Grabación. Ganó en Trova, y para él estar nominado en Mejor Grabación, donde compiten todos los discos nominados ese año, junto a Chucho Valdés o Ernán López Nussa, es otro premio.

Aunque Mundo Paripé no se haya escrito por estos días, es en uno de los pocos lugares de la trova cubana contemporánea que se perfila lo que es la ciudad, lo que queda de ella.

Las letras, limpias de ornamentos innecesarios, ofrecen imágenes casi vívidas, y la mayoría lanza más preguntas que respuestas. Exploran lo complejo y lo profundo del ser humano ante el amor, la desesperanza, la nostalgia y hasta el descaro. Inti, además, incluye la ironía, juegos de palabras, musicalidad en el lenguaje. Estos recursos estilísticos dotan al disco de capas y más capas de resignificaciones que giran sobre el eje central de cada pieza.

Hay que sentarse y escuchar con detenimiento la composición melódica, una y otra vez porque, como dije antes, es multidimensional. No solo escuchamos una sincronía de referentes: África, trova, jazz, son, Brasil, bolero, filin; escuchamos una música que también cuenta la historia. Quiero decir, que tiene vida propia, hace su vida junto al texto dicho.

Si me preguntan por qué volver a Inti, tengo que pensar por qué vuelvo yo a Inti, dando pasos cortos sobre una ciudad que no conozco. Luego de diez años, Mundo Paripé sigue desdibujando el mismo mapa sobre un lugar, un país que ya no existe o que al menos deja de ser fuera de las letras de las canciones de Santana, fuera de ese romance que inevitablemente establece el público o el escucha con los paisajes que se retratan entre amantes balcones, las olas de la costa, el insoportable sudor y el barullo dentro de una A20 desde el Cerro hasta Miramar. El “mientras tanto” en el que desesperamos dentro de esta ballena azul, a la deriva, hay que darse la oportunidad de vivir la música para matizar el escenario que nos toca. 

Inti nos da el chance de reconocer entre la inmensidad de mundos que sostienen su propuesta musical, entre yambúes y sambas, el alma del trovador que no escapa al son ―un “son oscuro” donde el personaje esconde el alma, es un paripé de sí mismo, traicionado por su entorno―, como no escapa tampoco de las canciones de alto nivel poético y crítico de “la generación de los topos” —Carlos Varela, Santiago Feliú, Gerardo Alfonso y Frank Delgado— de las décadas de los 80 y 90, que ya hablaban del fracaso del proyecto del “hombre nuevo”, la guerra de Angola, el Período Especial o el clasismo y la racialidad en la sociedad cubana. 

Sus canciones se mueven entre toda esa amalgama de referentes y retornan hacia el interior del autor para mostrarnos, entre el agua clara del mar que pone en sus manos, tras descubrir el milagro de la música como deidad y salvación, el reflejo de la verdad que quiere que veamos. Luego desmonta esa verdad en una última canción, para decirnos que, efectivamente, todo es un paripé, no un engaño, sino una representación de múltiples realidades cantadas. Nos coloca junto a él, en el centro de su mundo sensible donde cada ventana da a un jardín azul del que elegimos escapar para aventurarnos otra vez a vivir, volver a rodar, volver a amar.

Un disco así no lo hace una bacteria. Lo hace un tipo serio, noble, que construye milimétricamente 12 piezas nada pretenciosas ni barrocas, a pesar de la complejidad melódica que presentan, a pesar del peso poético que poseen. Es un disco para amar, para escuchar por las tardes, en las guaguas, en los parques, en cualquier lugar donde se haya perdido la belleza.

 

#!trpst#trp-gettext data-trpgettextoriginal=1779#!trpen#Avatar photo#!trpst#/trp-gettext#!trpen# Anyi Romera Niña/Cajita de Música que juega a ser una mariadelcarmen. Sorteadora de insomnios y escribiente a medio tiempo. No soy yo, son los demás. Más publicaciones

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